Cumpliendo Mi Deseo De Navidad.

Eliza estaba muy contenta por como iba el acercamiento entre ellos y Miguel. Y el hecho que pudieran llevarlo a su casa por los días de navidad era aún mejor. Claro una trabajadora social asignada por la casa hogar los visitaría durante esos días para saber cómo iba todo.

Eliza junto a Eduardo se encontraban preparando un cuarto en su apartamento para Miguel. Habían ido juntos, en su tiempo libre a comprar muebles, una cama, una cómoda, y un pequeño escritorio, así como algunos juguetes que pensaron le podían gustar.

También le compraron alguna ropa. No sabían si le gustaría, así que por esa parte no habían comprado mucho.

Y habían decorado el cuarto con algunas imágenes de sus comiquitas favoritas. Cada vez que lo visitaban, Miguel les hablaba de algunas series y comiquitas que lo dejaban ver junto a sus compañeros en la casa hogar.

Estaban muy contentos, porque se acercaba el día que podían traer a Miguel a casa por algunos días.

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Eliza despertaba temprano, más que de costumbre. había pasado la noche incómoda, pero no se explicaba porque.

"Tal vez es mi periodo" pensó.

Se levantó con cuidado de no despertar a su esposo. Eduardo estaba profundamente dormido. Se veía lindo dormido tan tranquilo. Eliza sonrió al verlo así. Se levantó y se dirigió al baño. Al llegar a la puerta, sintió el malestar en el estómago muy fuerte, y se llevó la mano a la boca. Cerró los ojos respirando profundo esperando que pasará. Las veces anteriores no había sentido el malestar tan fuerte.

"Que vida la de nosotras. Pasamos por tantas molestias con nuestros cuerpos, y la mayoría es para dar vida" pensó algo triste, intentando calmar las náuseas que sentía.

siguió al baño y se refresco el rostro, y así poco a poco paso el malestar, y le quedó un dolor punzante en el bajo vientre, pero soportable.

"Si, ya debe venir la visita" pensó. seguramente eran síntomas premenstruales.

Con un suspiro, se quitó la pijama y se metió a la ducha. Tal vez así se le calmaría el malestar.

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Eduardo despertó. Se estiró y no sintió a su esposa a su lado. Vio el reloj. Ya eran más de las seis. Había dormido demás. Y luego, recordó.

"Hoy es sábado" con una sonrisa.

Se levantó con una sonrisa y se metió al baño.

Luego de vestirse fue a la cocina, y allí estaba su bella esposa sentada, tomando algún líquido claro en una bonita taza de navidad, mientras veía su teléfono.

Al acercarse Eduardo, ella levantó la vista hacia el y sonrió. Se levantó de su asiento y fue a su encuentro, abrazándolo. El le correspondio el abrazo, acariciando su espalda.

- ¿Como amaneciste, amor? ¿Dormiste bien ?- pregunto ella.

- Buenos días, amor. Muy bien. ¿y tú? - pregunto el mientras se sentaba y ella le servía café y el desayuno.

- Bien, con algo de incomodidad. Pero creo que ya vienen esos días. - respondió ella sin darle importancia a los síntomas que sentía.

- ¿Cuales días? - pregunto el en voz baja, tomando un sorbo de su café mientras la veía.

- De mi ciclo, amor - le respondió ella.

Eduard se quedó pensando y luego recordó.

- Okey. Pero tomaste algo para el dolor? - pregunto el mientras comía.

- Si, listo. Tranquilo. - le dijo ella levantándose de nuevo para rellenar su taza con el líquido claro humeante.

- ¿Que tomas? Es raro que no estés tomando tu café - le preguntó él un poco extrañado.

- Es te de manzanilla. Hoy no me provoco tomar café. - dijo ella dando un sorbo a su taza - me está ayudando con el malestar amor. - le explico sonriendo.

El asintió, y siguieron conversando de otras cosas.

Eduardo supuso que Eliza había desayunado y no le preguntó. Pero Eliza no había probado bocado. Aún cuando cocino suficiente para dos personas. La porción de ella quedó guardada en la nevera. Ella solo se tomó ese te, y ese sería la norma para ella los siguientes días.

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Ya había llegado el día de llevar a Miguel al apartamento de Eliza y Eduardo. Todos estaban muy emocionados. Eliza y Eduardo estaban emocionados por tener con ellos a Miguel. Aún cuando fuera como hogar temporal era un gran paso para ellos.

Miguel estaba emocionado porque después de tantos parejas que lo habían visto ahora sí iría con una, que en verdad parecía que lo quería. Podría pasar navidad con sus posibles padres, y ser una familia de verdad. Y no era que menospreciará a su familia de la casa hogar, con su corta edad entendía que en la casa hogar era una familia, sino que quería ser hijo único al menos por unos días. En la casa hogar eran muchos niños y adolescentes y se compartían la atención de los asistentes. Y aún cuando los trataban con cariño y amabilidad, al final, no era igual que tener una mamá o papá de verdad.

Y la trabajadora social también estaba contenta por el pequeño Miguel. Al menos uno de los niños tendría una nueva familia en navidad. Y no era que no los adoptarán, si había casos como el de Miguel. Pero en realidad era difícil, a medida que crecían, la posibilidad de una adopción, disminuía lamentablemente.

Así que llegó el momento, ya Miguel estaba preparado con un pequeño bolso con sus cosas y alguna ropa, en la sala de juegos, esperando a sus nuevos padres.

Y Eliza y Eduardo ya iban entrando a la casa hogar, hablaron con la trabajadora social pero antes de entrar a la sala de juegos a buscar a Miguel, Eliza sintio que su malestar se acentuaba, se llevó la mano a la boca y detuvo sus pasos.

- Estar bien, amor? - le preguntó Eduardo al ver cómo ella se sostenía de él y se tapaba la boca.

Ella respiro profundo.

- Me podría prestar el baño un momento, por favor? - le preguntó a la trabajadora social. Está la miró preocupada.

- Si, claro. Venga por aquí. Está usted bien? Se ve muy pálida. - le dijo la mujer mayor preocupada. No solo por Eliza sino por Miguel. Si la Sra tenía una enfermedad o alguna condición que pudiera empeorar no sería bueno para Miguel. Pero ella recordaba haber revisado los registros médicos de ambos, y no decía nada que pudiera alarmarla.

- No se preocupe, es el síndrome premenstrual. Usted sabe que como son los síntomas. - explico Eliza en voz baja. En verdad que se sentía mal.

- Si, claro. - respondió la Sra no muy segura.

- ¿Quieres que pase contigo, amor? - le preguntó Eduardo a Eliza.

- No, amor. No es nada. Tranquilo. Te llamo si te necesito. - le dijo ella con una sonrisa.

Eduardo asintió y se quedó afuera de la puerta.

- Voy a esperar con Miguel. Ya saben dónde está la sala de juegos. Los esperamos allí. - explico la trabajadora social - Espero la Señora Eliza esté bien? -

- Si, ella está bien. A veces por su condición los malestares se acentúan. Es extraño que en este momento haya sucedido. Probablemente es el estrés - explico Eduardo preocupado por su esposa. Tenía días así. Y por más que había intentado llevarla al médico, ella no quería y el no quería obligarla.

- Entiendo. Entonces, los esperamos en la sala. - y la mujer se dio la vuelta y se fue a la sala de juegos.

Eduardo tocó la puerta del baño.

- ¿Estás bien, amor? - pregunto.

Adentro Eliza se refresco el rostro. Tomo una pastilla de analgésico que llevaba en su bolso, con un poco de agua. Y respiro profundo. Por las mañanas era peor el malestar, y no entendía porque. Además que ya debieron parar. Había manchado muy poco por unos días, pero los malestares no se iban. Así que no entendía que pasaba en su cuerpo en este momento. Se lo atribuía al estrés del trabajo, y los trámites legales que el proceso de adopción les acarreaban. Pero últimamente Eduardo se encargaba de eso, debido a los malestares que ella sentía.

El llamado de su esposo a la puerta, la devolvió a la realidad. Respiro profundo sintiendo que la pastilla comenzaba a hacer su efecto. Comenzando un alivio momentáneo del dolor. Así que retoco si labial, y aún se veía algo pálida, pero ya iba volviendo el color a su rostro. sonrió para si misma al espejo y salió de baño

- ¿Como te sientes? - pregunto su esposo cuando se abrió la puerta. Le acaricio una mejilla, dándose cuenta que regresaba el color a ellas.

- Mejor, amor. Vamos. No hagamos esperar más a Miguel. - le dijo ella con una gran sonrisa.

Eduardo la abrazó, dándole un beso en la mejilla.

- Vamos con nuestro hijo - le dijo sonriendo.

Y caminaron hacia la sala de juegos.

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Eliza, Eduardo y Miguel iban en camino al apartamento. Los tres muy emocionados que todo iba saliendo bien. Miguel iba en silencio, mirando a través de las ventanas del auto, y con una sonrisa en su rostro. Iba contento. Eliza lo observaba emocionada, y se de ve en cuando le preguntaba algunas cosas y el pequeño respondía. Miguel a su vez preguntaba, y ella respondía. Y de cuando en cuando, Eduardo intervenía en la conversación.

Llegaron al apartamento y desde que cruzaron la puerta, Miguel emocionado miraba en todas direcciones, mientras ponía atención a los que le decían del mismo, tanto Eliza como Eduardo, que le realizaban un mini tour por el.

- Ven, te enseñaremos tú cuarto. - le dijo Eliza con una sonrisa extiendo su mano hacia él.

- ¿Tendré mi propio cuarto? - pregunto sorprendido el pequeño, tomando la mano de Eliza.

- Claro, pequeño. Ven, vamos. -

Y los tres fueron al cuarto que sería de Miguel. El niño al abrir la puerta, que tenía un diseño muy bonito, y ver el interior del cuarto se sorprendió. Una cama con la forma de un carro era la pieza central. Había una cómoda a un lado, y un escritorio al otro lado cerca de la ventana. Y un clóset frente a la cama.

Al abrir el clóset había algunas ropas colgadas y algunos pares de zapatos ordenados. Y en un rincón del cuarto habían varios juguetes que en verdad le gustaron. Todo los diseños en el cuarto estaban basados en los colores verdes y azules.

- ¿Te gusta tu cuarto? - le preguntó Eliza.

- Si, es hermoso. Gracias, señora. - respondió Miguel alegre.

- Dime Eliza. Recuerda Miguel. -

- Está bien, Eliza. - respondió emocionado.

- ¿Quieres descansar? ¿Te acompañamos para que descanses un rato antes de la comida? - le preguntó Eliza sabiendo que Miguel debía adaptarse al apartamento, y a dormir solo.

- Creo que quiero estar solo un momento, Eliza. Gracias. - dijo el pequeño. Y abrazo a Eliza y luego a Eduardo.

La pareja salió del cuarto dejando la puerta abierta. Y fueron a la cocina.

El cuarto quedaba frente a la cocina y a unos pasos del cuarto principal que era el de ellos. Estaban muy contentos por la alegría que expresaba Miguel con sus acciones.

Ahora empezaba una nueva vida para todos.

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