Sebastián, un gran mercenario y mano derecha del hombre más temido del país, termina siendo asesinado por azares del destino o quizás por su propia voluntad. Por los daños causados a otras personas deberá redimirse para tener la oportunidad de reencarnar en el cuerpo de alguien más, para eso tendrá que vivir la vida de otra persona.
¿Podrá hacerlo?
¿Qué tan difícil será adaptarse a su nueva vida?
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Mentiras
Al poco rato, llegó una caravana con varios carruajes. El emperador, después de un largo tiempo, había llegado.
—¿Así cuidas a mi hija?— furioso gritaba Vorgues, mientras subían a Alana a un carruaje
—No es mi culpa que haya desobedecido mis órdenes, tenía prohibido salir del palacio, en realidad ella no es la que me importa ahora. ¿Dónde están mis hijos?— reclamó el emperador
—Majestad, aquí no había nadie más que los hombres muertos y la emperatriz, eso fue lo que vimos cuando pasamos por este lugar— informó aquella chiquilla, descaradamente, haciendo una reverencia
—Busquen por todos lados, deben encontrar a los príncipes— ordenó
—De nada servirá, ni siquiera mis hombres pudieron contra quién los atacó. Además ya buscamos a los príncipes y no hay rastros de ellos, solo mi hija podrá darnos algún tipo de información, si es que se salva— decía el archiduque
El emperador le creyó, pues no había otra persona que mejor se beneficiara con tener al príncipe y realmente se veía preocupado por no hallarlo.
—Me encargaré de la salud de la emperatriz, es mi esposa así que me la llevaré— informó
—Estás equivocado, yo seré quien se haga cargo de mi hija, soy su padre y tengo ese derecho, además no creo que te interese su salud, por lo que sé, todo este tiempo la has mantenido lejos, no conoces a tus hijos aún siendo el padre— reclamó
Un debate comenzó entre los dos hombres, cada uno solo veía por su conveniencia. A ninguno le importaba Alana, solo querían encontrar primero al príncipe, así que su disputa se estaba alargando. Todo esto seguía hasta que la persona que cuidaba a Alana comenzó a gritar.
—Majestad, perdemos a la emperatriz. ¿Qué debemos hacer?— preocupado, preguntó
Ambos hombres se quedaron mirando y por fin la decisión se tomó.
—Está bien archiduque, siendo su hija, tiene más derecho que yo. Llévesela, solo le pido que en cuanto despierte me informe de inmediato—
Por fin habiendo decidido, Alana fue trasladada a la mansión del archiduque. Ahí ya la esperaban varios sanadores, pues la prioridad en ese momento era salvarle la vida tan solo para que hablara.
Los sanadores hicieron lo que pudieron, a pesar de lo planeado, las heridas de Alana, eran profundas y tardarían más de lo esperado en sanar. Los cortes eran precisos, pero no tomaron en cuenta el tiempo que llevaría para que alguien encontrara el cuerpo de la emperatriz, por esa razón, la pérdida de sangre era razonable.
—¿Se salvará?— preguntó molesto Vorgues
—Señoría, sus heridas son profundas, tal vez si la hubiésemos encontrado antes. Ahora no puedo asegurarle su bienestar— aseguró preocupado, el líder de los sanadores
—Hagan lo posible, más vale que logren salvarla, si no lo hacen, ustedes serán los que pagarán por ello— infundiendo miedo con su mirada, ordenó, pasando a retirarse.
Cada acto de los sanadores eran hechos con miedo, pues temían no poder salvar a la hija del segundo hombre más poderoso del imperio, sin importarles que en realidad era la emperatriz, la esposa del hombre más poderoso del lugar.
Pasaron varias horas para que por fin Alana pudiera respirar con normalidad, hicieron falta muchísimos sanadores para que eso sucediera, pues agotaban su magia muy fácil, algo que realmente les molestaba, pues según lo que sabían, Alana no tenía magia y no lograban entender porque esa mujer les quitaba mucho poder.
—¿Dónde estoy?— preguntaba débil y aturdida. —No por favor, mis hijos no, digan a su majestad que haré lo que sea, pero que no se lleve a mis hijos— comenzó a gritar eufórica
Aquello sorprendió a los que ahí se encontraban, de inmediato mandaron llamar a su señor para informar, alguien que no esperó y fue en ese mismo momento.
—¿Qué fue lo que sucedió?, ¿dónde están tus hijos?, ¿dónde está el heredero?— sin dar tiempo de al menos procesar una de las preguntas, el hombre, disparó tres al momento
—Yo lo lamento, fuimos interceptados en el camino, no pudimos hacer nada, incluso los hombres que nos acompañaban no fueron rivales para los atacantes, acabaron con ellos de inmediato y se llevaron a mis hijos—
Las lágrimas iniciaron su descenso de aquellos ojos color miel, atravesando ese rostro hermoso, terso y blanco.
—No quiero tus lágrimas, déjate de estupideces, solo necesito saber quiénes eran o al menos como se veían— furioso gritó
—Tenían el rostro cubierto, todos iban vestidos de negro y utilizaban espadas con una cubierta morada, al parecer tenían veneno— contó la historia
—Solo así pudieron acabar con mis hombres, eran los mejores del imperio— orgulloso de él mismo, se alegraba que hubiesen matado a sus hombres con veneno
—Lo siento, intenté defenderme, pero como pueden ver no sirvió de nada, soy una inútil que ni siquiera puede defender a sus hijos— las lágrimas que apenas comenzaban a desaparecer, salieron de nuevo otra vez.
—Ya basta, con los detalles que nos diste, comenzaremos la búsqueda, pero me dicen que mencionaste algo sobre su majestad— agregó el hombre
—Si, los hombres que nos atacaron, dijeron que tenían órdenes de su majestad, no supe a qué se referían, sin embargo puedo concluir que se trata del emperador— con el rostro agachado y triste, dijo lo sucedido
El rostro del archiduque parecía que explotaría por la furia que sentía en ese instante, ahora entendía porque dejó que se llevara a su hija tan fácilmente, no podía creer posible lo fácil que había sido engañado por el emperador.
—Preparen todo, dejen descansar a Alana, en la mañana iremos rumbo al palacio, nadie se mete conmigo y sale impune. Ese maldito hombre me las pagará— gritaba, lleno de furia y enojo.
Fue así que por fin dejaron sola a Alana en la habitación donde la habían llevado, ya era de noche y necesitaba descansar.
—¿Estás ahí?— preguntó
—Alteza, a su servicio— habló un hombre que salía de entre las sombras de la habitación
—Será en la mañana, informa a su majestad que ese será el momento exacto para que yo desaparezca, que prepare todo, yo haré mi parte. También informa que si algo no sale bien, tendrá que hacerse cargo de mis hijos, yo confío en él— habló y al chasquear los dedos, ese hombre desapareció de la misma manera en la que había aparecido.
Si no les gusta pasen a otra novela y no jordán a los demás y si tan incas son aún sus propias novelas 🤷 🙄