En un mundo donde la lealtad se compra y la traición es moneda corriente, Valeria, una joven entrenada desde niña como asesina de élite, se encuentra atrapada entre dos mundos. Secuestrada a los cinco años y forjada en el fuego de la mafia, Valeria ha aprendido a sobrevivir a cualquier costo.
Valeria es una pieza clave de la mafia gracias a sus habilidades de hacker y estratega, además de ser una asesina letal en la Falange oscura. Sin embargo, una traición de parte de la única persona que ama cambia sus planes drásticamente. Ahora, debe navegar entre las sombras de su pasado y las traiciones del presente, mientras lucha por encontrar su verdadero propósito y vengarse de quienes la traicionaron.
Un trato con la OMSG, que reconoce, su valía, la llevará sin saberlo más cerca de sus raíces. Marcada por un pasado de traición, Valeria es una mujer cerrada al amor, pero se encontrará con un hombre arrogante y déspota, a quien le demostrará que ella sabe jugar tan bien como él. ¿te animas?
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Él
Una algarabía con disparos y armas arriba se escuchaba cuando ellos regresaban. Valeria entró sintiéndose horrible; había matado a un hombre, pero ella era eso, una asesina, un elemento más. La joven miró fijamente a sus superiores y se quedó a escuchar cada felicitación y cada nombramiento.
Cuando todos llegaron, aunque no todos, porque había caras que no vio volver y le dolía; eran parte de su infancia, eran familia.
—Sean todos bienvenidos a la falange oscura, soldados. —De nuevo se desató la algarabía.
Todos hicieron un gesto con la cabeza de asentimiento y sus ojos estaban fijos en sus mentores.
—Hoy dejaron de ser reclutas, sus vidas comienzan —habló el capitán que una y otra vez la torturó.
—Iré poco a poco diciendo su nombre e irán dando pasos al frente y a los lados según les indique. —Los nombres de varios se habían escuchado resonando en el aire; ella ahora era seria, una más de ellos y en su exterior lo parecía: sus ojos apagados y vacíos, pero por dentro había un mar de pensamientos y emociones.
—Saúl, Ana, Carlos, Andrés —fue nombrando poco a poco y cada uno se situaba en un lugar. Valeria escuchaba atenta, quería oír los nombres de sus amigos.
—Antón, párate al frente; Luca, tú vas hacia la izquierda; Leila, tú pasarás al grupo de la derecha; Esteban, tú al frente; Diana, tú al grupo de allá.— Y así había escuchado atento casi todos los nombres de su familia, pero faltaba uno, el de ella no había sido nombrado, pero el de su amiga Aura tampoco, aquella pequeña de su misma edad. El corazón de Valeria se iba a salir de su pecho.
—Listos, todos tendrán un propósito; cada uno de ustedes fue asignado a un lugar diferente. Otros se quedarán a preparar a la siguiente generación que, por cierto, llegará pronto.— Hablaba firme el hombre, pero aun Valeria no sabía su destino.
—Los que están parados en la marca roja vendrán directo con la organización; ustedes son los nuevos asesinos de la mafia, serán repartidos entre cada una de las organizaciones.
Valeria estaba asustada; no sabía qué pasaría con ella. El hombre siguió hablando.
—Desde hoy tendrán su rango, serán soldados, capitanes, serán nombrados brazos ejecutores de la mafia. Valeria seguía parada en su puesto, aun sin saber su destino.
—Valeria, tú, al igual que todos, tendrás su puesto. —Desde ahora eres capitán, fuiste la más destacada y por eso tendrás privilegios — dijo y ella asintió, su pecho lleno de orgullo por ella misma; los ojos de su mentor se cruzaron con los de ella.
—Un paso al frente, capitana— ordenó el hombre y ella lo hizo.
—A partir de hoy serás la encargada de las decisiones aquí; las misiones pasarán por ti primero e irás a la cosa nostra como parte de nuestro núcleo. Ella asintió; estaba complacida con su logro.
—Esta es la sede de entrenamiento, pero conocerás la de operaciones, nuestro centro donde se siguen forjando a los soldados y se necesita gente tan dedicada como tú. —Su voz era firme y ella solo asentía.
—Conocerán a sus jefes, a su nueva familia. Un silencio se hizo cuando varios grandes de la mafia, jefe y futuros líderes, entraron al lugar.
Lucas quedó en la Ndrangheta, Antón en la camorra y Ana en la Sacra Corona Unita. Ella observó a sus amigos desde lejos; sus vidas se separaron para siempre. Algún día, quizá, se reencontrarían de nuevo.
—Valeria, esta es tu nueva familia. —Todo se detuvo para ella al ver al grupo imponente que entró, la cosa nostra en persona, con seguridad hasta los dientes; su mirada se fue a dos objetivos. El primero la llenó de rabia y de satisfacción al saber por fin quién era.
El líder de la cosa nostra la había arrancado de su familia; aún recuerda la sonrisa en su rostro. La rabia la recorrió y la ira quería matarlo, pero no lo haría, era inteligente. El hombre la miraba a ver si lograba recordarlo, pero ella era experta en fingir.
—Ellos son los líderes, el capo di tutti capi, el don, el sottocapo, el consigliere, el caporegime, ... —Él es el hijo del capo di tutti capi— dice el hombre mirando a Valeria y todo se detiene. Jamás había sentido nada por nadie y eso que había vivido rodeada de hombres, pero verlo fue diferente.
Valeria saludó con respeto militarmente y trató de pensar en otras cosas para no seguir viéndolo. Para ella era perfecto: piel ligeramente bronceada, ojos grisáceos, cabello rubio, sus labios gruesos y una barba sutil que, junto a su bigote, creaban un candado. Era realmente difícil para Valeria no verlo.
El cuerpo del hombre estaba moldeado a mano; sus brazos fuertes cargaban una camisa negra que abrazaba sus músculos.
Valeria, al parecer, no le fue indiferente al hombre delante de ella; él no se molestó en disimular, no quitó sus ojos de ella en ningún momento, miró a su padre y le hizo un movimiento de cabeza. El capo de tu Capi solo asintió.
El hombre no podía creer lo que veía; era hermosa, quedó perdido en sus ojos, en sus labios, en esa aura tierna que tenía. Su cuerpo de sirena y el uniforme negro pegado a su cuerpo realzaban cada una de sus curvas.
De inmediato se le cruzó por la mente que esa pequeña y hermosa chica sería suya; le intrigaba ver cómo alguien tan angelical era tan letal.
son excelentes
Gracias
No era tan fuerte el amor si le ganó la desconfianza