Kozłowski

Las calles estaban iluminadas por postes de luz, había uno que otro roto, pero no era de importancia. Le gustaba la oscuridad y podía lidiar con ella.

Caminar por la noche, sin ninguna luz que apuntara su rostro, solo los destellos de la Luna que iluminaban a duras penas sus ojos.

Ya ha caminado por las silenciosas calles cuando hay apagones, por la noche la delincuencia era mucho mayor, pero le importaba un bledo. Para él, era un sueño ser apuntado con un arma en medio de la noche, su cuerpo cayendo contra el suelo por la bala que se hubiera incrustado en su cabeza. Una muerte dolorosa y comprensible, hubiera sido perfecta para él, pero cada noche que salía a caminar parecía ser que toda la maldad de la humanidad desaparecía y nadie quería asaltarlo.

Camina por medio de la calle, tambaleándose de un lado a otro intencionalmente. Cualquiera que lo viera pensaría que estaba borracho, drogado o loco. Lo último sería lo más cercano.

Continuó haciendo esa danza extraña, esperando que su vista se nublara y su cuerpo se desconectara de su mente, dejándose caer contra el cemento.

Esta vez, su cuerpo no le falla. Logra sentarse sobre el banco de una plaza sin caerse, pero su poco descanso lo hacía sentir como si viviera un sueño. Su alrededor estaba deformado, el piso se movía y generaba distintas formas, hasta sentía un cosquilleo en sus pies, el piso se loa tragaba. Quería gritar y pedir ayuda, pero sabía que era una alucinación por no dormir bien hace semanas. Su rostro está completamente estático, sus ojos marrones miran la pared con grafitti como si fuera una obra de arte, a pesar que su mente deformada hasta al inocente pájaro dibujado en la pared y lo volvía un grotesco garabato viviente. Las letras llamativas se hacen líquido y caen sobre el pájaro, derritiendo su cabeza hasta los pies. Richard jura escuchar al animal rogar clemencia con voz humana.

Entrecierra sus ojos, forzando su vista. Ya su imaginación se estaba yendo a la mierda. Los chillidos del animal sonaban como un jodido humano. Podía reconocer la voz resonando en su mente.

"¡Basta! ¡¿Yo qué te hice?!" Escucha a la perfección esa frase, el pájaro llora y termina haciéndose cenizas. La pintura cae al suelo y se forma un charco de sangre abajo de sus pies.

Sus ojos se abren a tal punto que parecen estar a punto de salir disparos de su cabeza. Escucha los lloriqueos de un niño pequeño en el charco rojo, era su reflejo. Era un niño menor, de nueve años aproximadamente, con manchas de colores en su cuerpo. Sus brazos estaban rayados con lapiceras azules, negras y rojas. Las líneas eran variadas, con formas de estrellas, corazones y rayones sin sentido. De la nada, las líneas se corren y los dibujos se arruinan.

De repente, siente ardor en sus brazos.

Un sonido inexplicable cruza su cabeza como una flecha y cae sobre el banco.

No sabe cuánto tiempo pasa, pero se despierta al sentir un pequeño agarre en su brazo. El apretón se siente muy débil.

Abre sus ojos con lentitud y se cruza con la silueta de alguien pequeño. Sus prendas estaban mojadas, por lo que supuso que había llovido mientras dormía.

—Perdón, señor. ¿Usted vio a mi mamá? Es alta y rubia. Tenía maquillaje... como Barbie.