¿Crees en el destino? ¿Alguna vez conociste a alguien que parecía tu alma gemela, esa persona que lo tenía todo para ser ideal pero que nunca pudiste tener? Esto es exactamente lo que le ocurrió a Alejandro… y cambió su vida para siempre.
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El pacto sellado
El viento helado de la montaña susurraba entre los árboles, llevándolos hasta la entrada de una cueva oscura y olvidada. Alejandro y Luna habían seguido las pistas del guardián hasta ese lugar. La luna llena iluminaba el camino, como si el destino los estuviera guiando directamente a la verdad.
—Es aquí —susurró Luna, mirando con nerviosismo la abertura oscura de la cueva.
—Lo sé —respondió Alejandro, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda—. Siento que ya he estado aquí antes.
Entraron con cuidado, iluminando el camino con una vieja linterna. La humedad y el eco de sus pasos llenaban el aire. Mientras avanzaban, un extraño brillo comenzó a emerger del fondo de la cueva, atrayéndolos como un imán.
El altar revelado
Finalmente llegaron a una sala amplia y natural. En el centro había un altar tallado en roca negra, cubierto de símbolos antiguos que parecían brillar con una luz propia. Alejandro y Luna se acercaron lentamente, y sus ojos se agrandaron al ver dos nombres grabados con perfecta claridad en la superficie: Alejandro y Luna.
—¿Cómo... cómo es esto posible? —preguntó Luna, su voz apenas un susurro.
—No lo sé, pero esto confirma todo. Todo lo que hemos soñado, todo lo que hemos sentido... es real —dijo Alejandro, extendiendo una mano hacia el altar.
En el instante en que ambos tocaron la roca al mismo tiempo, una oleada de energía recorrió sus cuerpos. Sus mentes se llenaron de imágenes: un amor ardiente en una vida pasada, un pacto sellado con sangre para proteger al mundo de una entidad oscura, y finalmente, su sacrificio juntos durante el eclipse.
Luna comenzó a llorar, sintiendo el peso de una historia que no recordaba completamente, pero que ahora sabía que siempre había estado ahí.
—Nos sacrificamos por algo más grande que nosotros —dijo, con lágrimas rodando por sus mejillas.
—Y ahora estamos aquí de nuevo. Pero... ¿para qué? —respondió Alejandro, apretando los puños.
La llegada de Isabel
De repente, un ruido de pasos los sacó de su trance. Isabel apareció en la entrada de la sala, con la cara marcada por una mezcla de furia y confusión.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —gritó, su voz rebotando en las paredes de la cueva.
—Isabel, no es lo que piensas —comenzó Alejandro, dando un paso hacia ella.
—¿No es lo que pienso? ¿Estás aquí, en una cueva, con ella, viendo... esto? —dijo, señalando el altar—. ¿Qué excusa tienes ahora?
Luna intentó intervenir.
—Isabel, no se trata de nosotros. Esto es algo más grande. Tú misma lo viste con los collares. Hay algo... algo sobrenatural ocurriendo.
Pero Isabel no la escuchaba. Avanzó hacia el altar, y antes de que Alejandro pudiera detenerla, lo tocó.
La reacción del altar
En el instante en que los dedos de Isabel rozaron la roca, el altar reaccionó violentamente. Un destello de luz cegadora llenó la sala, y el suelo comenzó a temblar. Alejandro y Luna retrocedieron, protegiéndose los ojos, mientras Isabel gritaba y caía de rodillas.
—¡¿Qué está pasando?! —gritó Isabel, su voz llena de pánico.
El altar comenzó a emitir un zumbido profundo, y una figura oscura y amorfa empezó a surgir del centro, como una sombra líquida que se movía con vida propia.
—Es... es la entidad —dijo Luna, retrocediendo con los ojos llenos de terror.
La figura creció, tomando una forma humanoide pero grotesca, con ojos brillantes como brasas y una sonrisa torcida que parecía burlarse de ellos.
—Finalmente, libres del pacto —dijo la entidad, su voz resonando como un eco en la cueva—. Humanos insensatos, han roto el sello.
El enfrentamiento
Alejandro se adelantó, sintiendo una extraña mezcla de miedo y determinación.
—No permitiré que destruyas nada. Si antes pudimos detenerte, lo haremos de nuevo.
La entidad rió, un sonido que hizo temblar la cueva.
—Ustedes no son los mismos. Sus almas están fragmentadas, débiles. Pero hay una forma de restaurar el pacto: otra vida por la mía. ¿Quién será el sacrificio esta vez?
Isabel, aún en el suelo, miró a Alejandro y Luna con ojos llenos de lágrimas.
—Esto es lo que realmente son... dos almas destinadas a estar juntas. Yo siempre fui un obstáculo, ¿verdad? —preguntó, su voz rota.
—¡No digas eso! —gritó Alejandro, intentando acercarse a ella.
—No, Alejandro —respondió Isabel, poniéndose de pie con dificultad—. Tal vez este es mi destino. Tal vez siempre fue mi destino.
El sacrificio inesperado
Antes de que alguien pudiera detenerla, Isabel avanzó hacia la entidad, enfrentándola con valentía.
—Si una vida es lo que necesitas, toma la mía. Pero deja a estos dos en paz.
La entidad pareció detenerse, analizando a Isabel con interés.
—Un sacrificio inesperado, pero aceptable.
Luna intentó correr hacia Isabel, pero Alejandro la detuvo, sabiendo que no había forma de cambiar lo inevitable.
—Isabel, no tienes que hacerlo... —susurró, su voz llena de desesperación.
—Sí, tengo que hacerlo. Por ti, por ella, por todos.
La entidad envolvió a Isabel en su sombra, y la cueva se llenó de un destello final de luz. Cuando todo terminó, el altar estaba intacto, y la entidad había desaparecido.
Alejandro y Luna se quedaron en silencio, el vacío de la ausencia de Isabel llenando el aire.
El inicio de un nuevo ciclo
—Ella nos salvó... —dijo Luna, con lágrimas en los ojos.
Alejandro asintió, mirando el altar que ahora parecía dormido.
—Sí, pero a un precio que nunca podremos pagar.
Mientras salían de la cueva, la luna eclipsada comenzó a brillar de nuevo, como si el mundo les diera una segunda oportunidad. Pero ambos sabían que el ciclo apenas comenzaba, y que las sombras del pasado nunca se desvanecen del todo.