Project Universe: Explorers

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La oscuridad era relajante, cómoda y, sobre todo, segura. Cerrar los ojos tras una gran jornada de entrenamiento debía ser lo más satisfactorio que Alex Lower había experimentado en días.

—Ah... Que este día no acabe... Adoro el descansito... —murmuró el humano, acomodándose en su cama.

Sí... Qué dulce es la vida... Sobre todo después de que te metieran tremenda madriza.

Hmm... ¿Qué es ese olor? Es dulce, como... ¿Panqueques? Ufff... Se me hace agua la boca. ¿Qué están cocinando?

En la cocina, Writz, el elfo, hacía saltar las sartenes con entusiasmo. Preparaba unas deliciosas, esponjosas y muy dulces... ¿salchichas?

Espera.

¿¡Las salchichas son dulces!?

—Y según el capítulo ocho, la fluchicha debe dejarse al fuego durante exactamente dos minutos... —leyó en voz alta—. ¡Los contaré como las hojas de los árboles!

Se apartó de la sartén y esperó pacientemente. El aroma empezaba a cambiar. Algo ya olía a quemado... pero aún faltaban veinticinco segundos.

Por eso no compro libros de cocina. Siempre son imprecisos...

Lástima que Writz no se haya dado cuen...

¡PUM!

—¡Writz! ¡Pon la maldita transmisión! ¡Están por anunciar los ascensos de rango! —gritó Heart, casi arrancando la puerta de su habitación de la emoción.

—¡Un segundo! O bueno... ¡Dame diez segundos más! —replicó el elfo, atento aún a la fluchicha.

—¡Por todos los engranajes, Writz!

Heart saltó al sofá como un gato tras su presa y atrapó el control remoto. Encendió un dron frente a ella, el cual proyectó un holograma.

Dos seres muy alegres y extrañamente carismáticos aparecieron en pantalla.

—¿¡Qué fue todo ese ruido!? ¿¡Están bien!? —Alex irrumpió en la sala, guantes Hammer en mano, listo para el combate.

—¡Idiota! ¡Estás tapando el holograma! —Heart se levantó furiosa.

—¿Ah? —Alex volteó a ver la transmisión—. Oh, lo siento, no me di...

¡THUD!

De un solo golpe, Heart estampó a Alex contra la pared.

En el holograma, la transmisión continuaba.

—¡Muy buenos días, tardes o noches, dependiendo del sector de ARMA o planeta desde donde nos sintonizan! —saludó el orco reportero con colmillos impecables y piel verde reluciente.

—¡Estamos tan emocionados! Gracias a la nueva ola de reclutas, muchos equipos se han renovado y fortalecido —agregó la súcuba, con unos hipnotizantes ojos azules como zafiros.

—¡Y no solo eso, señorita Bezl! Equipos veteranos también han reclutado nuevos e importantes miembros.

—¡Pero vamos al grano! —exclamó Bezl, golpeando la mesa.

—¡Y nunca mejor dicho! Estos son los equipos ascendidos de rango este mes. ¡Muchas felicidades!

Una lista enorme —pero en serio, enorme— apareció proyectada. Nombres pasaban tan rápido que apenas se podían leer.

—¡Iwon, busca al equipo Explorers! —ordenó Heart, sudando circuitos de los nervios.

El dron rebobinó la transmisión, mostrando una parte resaltada de la lista.

Remarcado en azul: Explorers - Rango: Satélite.

A Heart se le achicaron los ojos al leerlo.

¿Satélite...? ¿Eso es bueno o malo...?

—¡Me lleva! —Heart se tapó los ojos con frustración—. ¡Casi nos mata ese loco con su armadura y solo somos rango satélite!

Arrojó el control contra la pared. Quedó clavado.

Okay. Es malo.

Writz y Alex se sentaron junto a ella. Writz comía su fluchicha ahora medio carbonizada. Alex se aplicaba hielo en la cabeza, consecuencia directa del golpe robótico matutino.

—Okay, en serio... Necesito saber qué rayos es eso de los rangos —dijo Alex, claramente confundido.

—Ah... —Heart suspiró—. Los rangos determinan qué tan importantes somos para ARMA.

—Y también cuánto nos pagarán y qué tipo de misiones podemos aceptar. Es un sistema muy lógico —añadió Writz.

—Vaya... Pero nos están pagando bien, ¿no? ¿Para qué meternos en cosas más peligrosas solo por un aumento...? —preguntó Alex mientras veía la transmisión.

La sola idea de enfrentarse a algo peor que el general Kennedy lo hizo encogerse en su asiento.

Te entiendo... Te entiendo.

—No es solo por el dinero, Alex. Es el prestigio. ¿Has visto cómo admiran a los de rango estrella o sistema solar?

—¿No? Apenas llevo dos semanas aquí... y durante ese tiempo, lo único que he hecho es entrenar mientras tú me rompes los huesos —dijo, señalando uno de sus brazos cubierto de moretones.

Auch.

—Juzga mis métodos, pero los resultados hablan por sí solos. Ya sabes defenderte. —Heart cruzó los brazos, orgullosa.

—No te estoy juzgando. Solo digo que podríamos intentar... algo no tan peligroso. —Alex ladeó la cabeza.

—Eso no suena tan mal —dijo Writz desde el fondo, aún saboreando su desayuno dudoso.

—¡No me bugees! ¿¡Tú también!?

Heart miraba al dúo con fastidio. Ella quería acción, combate, ¡aventuras!

—Heart —dijo Writz con solemnidad—, hasta los minerales más preciosos, creados bajo presión, liberan gases de vez en cuando... para no explotar.

El dúo lo miró en silencio.

Luego, se miraron entre ellos con la misma expresión: “¿Y este qué se fumó?”

—Ah... Supongo que iremos a una misión sencilla esta vez... —murmuró Heart, con un tono derrotado—. Vuelvo en un rato. Iré a hablar con Epsilón.

La robot salió de la sala. El humano y el elfo se miraron de reojo.

—¿Aceptó...?

Se preguntaron al unísono. Algo olía mal...

Y no era la fluchicha quemada.

Ja, ja... Qué ingenuos.

—¡Ay, no! —gritaron al mismo tiempo.

¡Heart les había tendido una trampa!

Sin perder un segundo, Alex y Writz salieron disparados tras ella.

Heart, al verlos, aceleró el paso.

—¡Tuercas, tuercas, tuercas! —gritaba mientras corría—. ¡Vamos a ascender de rango, quieran o no!

Writz no lo dudó. Activó su anillo Terreok y lanzó varias enredaderas eternas para frenar a la robot.

Heart, con sus sables fuera, cortaba las lianas como si fueran mantequilla.

Los transeúntes observaban la escena con asombro y murmullos.

—¿Ese es un equipo de verdad?

—¿Están huyendo de su propia misión?

—Qué pena...

Alex, sin desesperar, activó su reloj de portales. Uno frente a Heart y otro justo detrás.

—¡No caeré en eso! —gritó ella.

Con un salto acrobático, evitó el bucle de portales.

Esta chica sí que sabe lidiar con sus compañeros.

—¡Por favor, Heart! —gritó Alex, agitando los brazos mientras corría—. ¡Hace ratitos que ya quiero descansar!

—¡Descansaremos cuando ascendamos de rango! —gritó Heart, cegada por el orgullo.

Las enredaderas de Writz seguían volviéndose más molestas. Al pasar por el área de comedores, Heart comenzó a brincar de mesa en mesa. Los comensales gritaban mientras las enredaderas les enredaban los platos.

Alex, aprovechando un portal, apareció justo a la par de Heart.

—¡Te tengo!

Con una tacleada brutal, logró derribarla.

—¡Maldito! ¡Te voy a dar una...!

No terminó de hablar. Las enredaderas la atraparon por completo, envolviéndola como sushi.

Writz ayudó a Alex a ponerse de pie.

—¿Estás bien?

—Sí, uf... Es dura de roer —replicó Alex, mirando a la enfurecida robot.

—¡Ah! ¡Suéltenme, malditos cobardes! ¡Eso es lo que...!

Una enredadera le cubrió la boca. Silencio al fin.

—Heart ha vivido mucho tiempo en este sitio... pero aun así, creo que no conoce tanto de ARMA como cree —murmuró Writz.

Heart arrancó la enredadera de un mordisco. Sus ojos brillaban de furia.

—¡Claro que conozco mucho de ARMA! ¡Llevo aquí sesenta años!

—¿Púchica, tan vieja eres?

El comentario de Alex congeló el ambiente.

Heart se quedó en silencio unos segundos. Luego sus brazos se transformaron en sables, soltandose de las enredaderas.

—¿Cómo...? ¡¿Cómo te atreves a llamar vieja a una señorita de mi edad?!

—Ah... Ja, ja... Voy a morir...

Alex intentó huir, pero la robot se le lanzó encima y lo atrapó como si fuera un costal de papas.

Madres... ¿Para qué abres la boca...?

—¡Ahhh! ¡Writz, por la vida de todos los chuchitos...! ¡Sálvame!

—Lo siento, Alex. Mi mantra me prohíbe revelarme contra la matriarca del grupo... —Writz giró el rostro, fingiendo neutralidad.

—¡Writz me lleva la gran...!

Pero no terminó.

—¿¡Se puede saber qué es todo este desorden!?

Los golpes se detuvieron.

Los tres voltearon con terror.

Crowy, en su forma flamoide, flotaba como una madre furiosa lista para regañar.

Como si fuera ensayado, Heart y Alex se pusieron de pie de inmediato. Writz se colocó junto a ellos.

—Ustedes sí que me dan qué hacer... —dijo Crowy, molesta—. ¡Solo miren este desastre!

El trío volteó hacia el comedor. Mesas volcadas, comida derramada, personas enojadas y enredaderas pegadas a las sillas.

Volvieron la vista hacia la Skrow.

Sonrisas inocentes.

La mirada de Crowy solo decía una cosa: "Están castigados... Idiotas."

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En el centro de portales, Alex cambiaba las baterías de su reloj. Su expresión era tranquila, relajada.

—Las instrucciones son simples —dijo Crowy, seria—. Es una misión de reconstrucción e investigación. Reconstrucción e investigación... ¿quedó claro, Heart?

La robot sostenía una tablilla con la información del planeta destino. Su rostro: visiblemente irritado.

Algo me dice que esta misión no es compatible con su programación guerrera...

—¡Jamás he viajado a otro planeta! No puedo evitar emocionarme —dijo Alex, con una sonrisa de niño en Navidad.

—Felfai, planeta natal de los Felfut. Una especie conocida por su valentía y fuerza —añadió Writz, hojeando la tablilla—. Espero que no te intimiden, Alex.

—¿Grandes guerreros...? Madres... Espero que sepan que somos amigos.

Heart se acercó al dúo. Ambos ya estaban listos.

—¿Ya están preparados? —preguntó. Ellos asintieron. —Perfecto. Vamos a reconstruir casas, entonces...

Crowy activó el portal. Heart entró primero, seguida de Writz.

Alex se quedó mirando el vórtice brillante por un momento. Su primera misión fuera del planeta...

Crowy le lanzó una sonrisa y levantó el pulgar, dándole ánimos.

Decidido, Alex corrió y saltó al portal.

Y el terreno se puso a cargar...

Nah, mentira. Ni que esto fuera Minecraft.

—¡Ah! —exclamó al aterrizar de lleno sobre Heart. Esta lo apartó sin esfuerzo.

—¿¡Uh!? —se quejó.

¿Dónde está el suelo duro y frío al que el humano acostumbraba...?

Lo único que podía sentir era... suavidad. Y algo de calor.

—¡Increíble! —gritó Alex al incorporarse—. ¡El suelo está hecho de almohadas!

El paisaje era de otro mundo: una hermosa noche estrellada, montañas de almohadas, ríos de felfa líquida, y un montón de...

...lanzas de peluche apuntándoles.

—¡Todos, rodeen a la robot! ¡Seguro es uno de ellos!

Un grupo de criaturas acolchonadas, con armaduras hechas de cartón y formas de animales, los rodeaba apuntando con sus blandas armas.

—¿Así que buscan pelea...? —Heart activó sus sables.

—¡Alto! ¡Mil disculpas, nativos! —Writz se interpuso—. Somos de ARMA. Venimos en misión de reconstrucción e investigación.

—¿Cómo sabemos que dicen la verdad...? ¡¿Y por qué traen a una Humex!?

—¿Hay algún problema con mi especie? —preguntó Heart, con el tono robótico agudo.

Un chillido metálico, horrendo y seco, retumbó a lo lejos.

Un grito que no pertenecía a esta tierra de cojines.

—¡Maldición, están de vuelta! ¡Todos, formación!

Los peluches se formaron frente al equipo Explorers, alertas.

El trío aún no comprendía lo que sucedía.

Heart giró su cabeza hacia el sonido. Su rostro se tensó, y algo en sus sensores se activó.

—¿Qué pasa? —preguntó Alex.

—Enemigos... —susurró Heart, con una sonrisa contenida—. Prepárense.

Writz y Alex se posicionaron a su lado.

Del bosque, entre los matorrales de felfa y árboles de cartón oscuro, comenzaron a escucharse rugidos... lamentos... sonidos rotos.

—¿Qué...? —Heart frunció el ceño—. Esos sonidos...

Ojos.

Decenas de ojos digitales comenzaron a brillar entre la oscuridad. Todos del mismo color celeste.

—Tuercas... —susurró Heart—. Robots Humex...

Alex y Writz se giraron hacia ella. ¿Le afectaría tener que enfrentarse a los suyos?

Pero Heart... tembló solo por un segundo.

Sacudió la cabeza. Se enfocó.

—Escuchen... Puede que sean de mi especie...

Los ojos en la oscuridad se distorsionaron. Algo más los habitaba ahora.

Las figuras metálicas emergieron del bosque, tambaleantes, con baba celeste cayendo por sus articulaciones. Sus movimientos eran erráticos, quebrados.

—...pero estos ya no son lo que eran.

Heart desenvainó sus sables.

Alex apretó sus guantes Hammer.

Writz empezó a sacar un pergamino.

¿Robots infectados...?

¿O algo peor...?

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