Jazmín Gómez, una joven humilde y trabajadora, jamás imaginó que su vida cambiaría al convertirse en la secretaria de Esteban Rodríguez, un CEO poderoso, reservado y con un corazón más noble de lo que aparenta. En medio de intrigas laborales, prejuicios sociales y secretos del pasado, nace entre ellos un amor tan inesperado como profundo. En una Buenos Aires contemporánea, ambos descubrirán que las diferencias no separan cuando el amor es verdadero.
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CAPÍTULO 7
El lunes amaneció con un sol tímido, oculto tras las nubes de un cielo encapotado. Jazmín se levantó temprano, con el corazón aún vibrando por el beso que había compartido con Esteban el viernes por la noche. Había repasado mil veces cada detalle en su mente: su mirada sincera, sus palabras firmes, la calidez de su mano en la suya, y la manera en que la había besado, sin reservas, sin miedo.
Pero también se había ido a dormir con una inquietud que no lograba espantar.
Martín.
Desde aquella breve y desagradable conversación en el evento, Jazmín no dejaba de pensar en él. Su presencia había sido como una sombra del pasado, una mancha que amenazaba con ensuciar todo lo nuevo que estaba construyendo. Sabía que no era casual que apareciera justo en ese evento. Martín nunca hacía nada sin una segunda intención.
Mientras se servía un café en la cocina de su pequeño departamento, su celular vibró sobre la mesa. Un mensaje de un número desconocido.
> “¿Seguís besando a tu jefe en público, o solo lo hacés cuando pensás que nadie te ve?”
Jazmín sintió que el estómago se le encogía. Con manos temblorosas, abrió la imagen adjunta.
Era una foto. Ellos. Ella y Esteban. Besándose en Puerto Madero, con el río y las luces detrás. La foto estaba bien tomada, como si hubiese sido planeada. Y lo más perturbador: ya no era un secreto.
Otro mensaje llegó segundos después:
> “Te ves muy linda jugando a la ejecutiva poderosa. Pero todos sabemos de dónde venís. ¿Qué pensaría tu jefe si esta imagen llega a manos equivocadas?”
No necesitaba firmarlo. Sabía que era Martín.
Se le cayó el celular sobre la mesa.
Jazmín se dejó caer en una de las sillas, con la respiración agitada. Su primera reacción fue de miedo, pero luego vino la rabia. ¿Qué buscaba Martín? ¿Humillarla? ¿Arruinar lo que estaba comenzando con Esteban? ¿Desprestigiarla ante la empresa?
Pero no tenía tiempo para dejarse dominar por el pánico. Debía actuar.
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Llegó a la oficina a las nueve en punto, más pálida de lo normal pero decidida a mantenerse firme. Saludó con una leve sonrisa a los empleados de recepción y tomó el ascensor sin mirar a nadie a los ojos. Mientras subía, su reflejo en los espejos del ascensor le devolvía una imagen que apenas reconocía: ojos con ojeras, expresión tensa, mandíbula apretada.
Tenía que hablar con Esteban.
Pero justo cuando se disponía a hacerlo, lo vio salir de su despacho junto a un grupo de socios extranjeros. El día estaba lleno de reuniones importantes, y lo último que quería era interrumpirlo con un escándalo personal.
—¿Estás bien? —le preguntó María, una de las secretarias, mirándola con una ceja levantada.
—Sí. Solo un poco de sueño.
Pero María no le creyó. Nunca lo hacía.
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A media mañana, recibió otro mensaje. Esta vez, acompañado de una nota de voz.
> “Si querés que esta foto no circule por todo internet, mejor charlamos. Tomemos un café esta tarde. Sin escándalos. Te conviene.”
Jazmín apretó los dientes. Tenía ganas de ir directamente a Esteban y contarle todo, pero sabía cómo funcionaban las cosas en el mundo corporativo. Si esa imagen salía a la luz, podía haber consecuencias. No solo para ella. Para él también.
Entonces, tomó una decisión que no pensaba tomar jamás: enfrentarlo.
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A las seis de la tarde, cuando el edificio comenzaba a vaciarse, Jazmín salió por una puerta lateral con su abrigo en el brazo y una bufanda cubriéndole el cuello. Caminó hasta un bar de San Telmo, donde Martín le había indicado que la esperaría.
Estaba ahí, sentado en una mesa al fondo, con una cerveza casi vacía y una sonrisa de esas que daban ganas de romper con una cachetada.
—Qué puntual, como siempre. Eso siempre me gustó de vos.
—Vamos al grano, Martín. ¿Qué querés? —dijo ella, sentándose con rigidez.
Él fingió ofenderse.
—¿Así saludás a un viejo amor?
—No me hagás perder el tiempo.
Martín suspiró, se inclinó hacia adelante y bajó la voz.
—Lo que quiero es muy simple, Jazmín. Un poco de ayuda económica. Nada que no puedas pedirle a tu nuevo novio millonario. Digamos… unos quinientos mil pesos.
Jazmín lo miró con asco.
—¿Estás extorsionándome?
—Te estoy dando una salida. Porque si esta imagen cae en manos de los medios, o de tus amiguitas en la empresa, ¿sabés lo rápido que se arruina tu reputación? No solo la tuya. También la de él.
Ella sintió que se le revolvía el estómago.
—No me das miedo, Martín.
—Debería. Porque tengo más de una copia. Así que pensalo. Tenés hasta el viernes.
Se levantó y se fue. Jazmín se quedó allí, mirando su café frío, temblando de rabia y frustración.
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Cuando volvió a casa, caminó de un lado a otro del living como una fiera enjaulada. Finalmente, marcó el número de Esteban.
—¿Jazmín? ¿Todo bien?
—No. Tengo que hablar con vos. Mañana, antes de que comience el día. Por favor. Es importante.
—Decime dónde y a qué hora.
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El martes a las siete de la mañana, antes de que la oficina se llenara, Esteban ya estaba en su despacho. Jazmín entró con los ojos enrojecidos, la voz temblorosa pero el alma en pie de guerra.
—No sé cómo decirte esto sin que suene horrible —comenzó ella, dejando su bolso en el sillón.
Esteban se levantó y se acercó, preocupado.
—¿Qué pasó?
Ella le mostró la foto. Y luego, uno a uno, los mensajes. Le relató todo con detalle: quién era Martín, cómo la había manipulado, el tipo de persona que era y lo que le estaba exigiendo.
Esteban guardó silencio por varios segundos. Sus ojos se oscurecieron.
—Ese imbécil...
—No quise esconderte nada. Pero tenía miedo de que esto te afectara. No quiero que tu reputación o tu empresa sufran por culpa de algo mío.
Esteban la tomó de las manos.
—Jazmín, escúchame bien. Lo que me afecta es que alguien te amenace. No me importa la foto, no me importa lo que digan. Me importa vos. Y esto no lo vas a enfrentar sola.
Ella sintió que por fin podía respirar.
—¿Y qué hacemos?
Esteban se apartó, tomó su celular y marcó un número.
—Hola, Franco. Necesito que investigues a un tipo llamado Martín Ríos. Y que me consigas todo lo que tenga sobre él. Lo quiero controlado antes del viernes.
Luego colgó y volvió a mirarla.
—Vamos a terminar con esto. De una vez por todas.
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A lo largo de ese día, Jazmín notó que algo había cambiado entre ellos. Ya no había barreras, ni secretos, ni dudas. El peso que había llevado durante días se había aligerado gracias a la sinceridad.
Pero afuera, las cosas seguían agitándose. María, que había estado curiosa desde el evento, escuchó una conversación entre dos empleados sobre una “foto de Jazmín y Esteban”. Y aunque no tenía la imagen, la simple sospecha encendió su envidia como una chispa sobre gasolina.
Esa misma noche, desde un perfil falso, alguien difundió un comentario anónimo en un foro de chismes corporativos:
> “¿Romance secreto entre el CEO y su secretaria? Se rumorea que hay fotos comprometedoras...”
Aunque no incluía nombres ni imágenes, el rumor ya estaba en la red.
Y la tormenta apenas comenzaba.
Martin llegó tu hora de pagar por extorsión a más de una mujer eres un vividor y estafador.
gracias por compartir