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El Loto Blanco —La Maldición Del Emperador Jade—

El Loto Blanco —La Maldición Del Emperador Jade—

Status: En proceso
Genre:Reencuentro / Amor en la guerra / Batalla por el trono / Reencarnación / Mundo mágico
Popularitas:308
Nilai: 5
nombre de autor: Xueniao

Tres reinos fueron la creación perfecta para mantener el equilibrio entre el bien y el mal.

Cielo, Tierra e Infierno vivieron en una armonía unánime durante millones de años resguardando la paz.

Pero una muerte inocente, fue suficiente para desatar el verdadero caos que amenazara por completo el equilibrio y, la existencia de todos los seres en el planeta.

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Caída de Taisī

Ya había pasado un año desde aquel día en que Liú Xin se había marchado del palacio, alejándose de mí sin una mirada, sin siquiera una señal.

Desde su partida, no había vuelto a aparecer en el palacio. Según los rumores, una gran guerra se aproximaba con los tres reinos que rodeaban a WūYā, y las tropas en la frontera se preparaban para partir al campo de batalla.

Sumido en la gran calamidad que se avecinaba, la corte se había sumido en un caos aún mayor después de que se divulgaran rumores distorsionados sobre la profecía por todo el imperio.

El pueblo clamaba por mi vida, diciendo que con ella podríamos apaciguar la furia de los cielos. Cada ciudadano del imperio de WūYā rogaba al gran emperador que entregara a su hijo, con la esperanza de que así las calamidades que asolaban la nación se calmaran y la ira de los dioses no cayera sobre ellos.

Después de tantos años de ser la nación más poderosa del plano terrenal, los ciudadanos del imperio no podían aceptar la decadencia de los últimos años. Sumidos en la desesperación, solo veían una esperanza ciega ante ellos.

Con el tiempo, me convertí en el epicentro de todas las calamidades en el imperio. La profecía les había brindado la razón que anhelaban para aplacar su ira y liberar sus miedos, y así me convertí en el ser que destruía la nación con mi mera existencia.

La ira del pueblo y el miedo ante los tormentos que enfrentaba el imperio hizo que incluso dentro del palacio, las personas en las que confiaba en mi vida diaria me miraran con ojos afilados y llenos de rencor.

Ya habían pasado dos meses desde que descubrí que el cocinero de confianza designado por Li Song había empezado a envenenar mi comida. Fue un accidente cuando una cuenca de plata se desprendió de mi horquilla y cayó directamente en la sopa. El hombre palideció mientras sostenía la bandeja en sus manos, me miró con terror y su rostro se volvió aún más pálido cuando, antes de que se arrodillara suplicando por su vida, metí la cuchara en mi boca como si nada hubiera ocurrido.

En este punto, preferiría mil veces morir de esa forma que ser atravesado por mil espadas a manos de mi propia gente o bajo las miradas llenas de odio de aquellos a quienes siempre intenté proteger.

Durante el tiempo que me quedara, viviría en la tranquilidad, ocultando tanto como fuera posible mi muerte inminente de todos.

Con el paso de los días, podía ver cómo mi vida transcurría más lenta, más agonizante, pero por alguna razón, también más pacífica, como si finalmente, después de tantos años, pudiera dormir sin el temor de convertirme en la desgracia de mi nación.

...~○~...

Ya había pasado un año desde aquel día en que Liú Xin se había marchado del palacio, alejándose de mí sin una mirada, sin siquiera una señal.

Desde su partida, no había vuelto a aparecer en el palacio. Según los rumores, una gran guerra se aproximaba con los tres reinos que rodeaban a WūYā, y las tropas en la frontera se preparaban para partir al campo de batalla.

Sumido en la gran calamidad que se avecinaba, la corte se había sumido en un caos aún mayor después de que se divulgaran rumores distorsionados sobre la profecía por todo el imperio.

El pueblo clamaba por mi vida, diciendo que con ella podríamos apaciguar la furia de los cielos. Cada ciudadano del imperio de WūYā rogaba al gran emperador que entregara a su hijo, con la esperanza de que así las calamidades que asolaban la nación se calmaran y la ira de los dioses no cayera sobre ellos.

Después de tantos años de ser la nación más poderosa del plano terrenal, los ciudadanos del imperio no podían aceptar la decadencia de los últimos años. Sumidos en la desesperación, solo veían una esperanza ciega ante ellos.

Con el tiempo, me convertí en el epicentro de todas las calamidades en el imperio. La profecía les había brindado la razón que anhelaban para aplacar su ira y liberar sus miedos, y así me convertí en el ser que destruía la nación con mi mera existencia.

La ira del pueblo y el miedo ante los tormentos que enfrentaba el imperio hizo que incluso dentro del palacio, las personas en las que confiaba en mi vida diaria me miraran con ojos afilados y llenos de rencor.

Ya habían pasado dos meses desde que descubrí que el cocinero de confianza designado por Li Song había empezado a envenenar mi comida. Fue un accidente cuando una cuenca de plata se desprendió de mi horquilla y cayó directamente en la sopa. El hombre palideció mientras sostenía la bandeja en sus manos, me miró con terror y su rostro se volvió aún más pálido cuando, antes de que se arrodillara suplicando por su vida, metí la cuchara en mi boca como si nada hubiera ocurrido.

En este punto, preferiría mil veces morir de esa forma que ser atravesado por mil espadas a manos de mi propia gente o bajo las miradas llenas de odio de aquellos a quienes siempre intenté proteger.

Durante el tiempo que me quedara, viviría en la tranquilidad, ocultando tanto como fuera posible mi muerte inminente de todos.

Con el paso de los días, podía ver cómo mi vida transcurría más lenta, más agonizante, pero por alguna razón, también más pacífica, como si finalmente, después de tantos años, pudiera dormir sin el temor de convertirme en la desgracia de mi nación.

Recuerdo con claridad aquel fatídico día, antes de que todo llegara a su fin para mí. Mi madre se sentaba al borde de la cama, sosteniendo mi mano, su rostro lleno de lágrimas y sus palabras llenas de culpabilidad. Yang Měi seguía sus pasos, con las manos temblorosas, mientras que Li Song mantenía la cabeza baja, de pie en posición recta, apretando con fuerza la empuñadura de su espada, impotente ante la situación.

Mi visión estaba borrosa y me sentía desorientado, escuchando los llamados de las personas a mi alrededor. Sonreí levemente, en un intento vano de calmar sus corazones agitados. Veía cómo movían los labios, pero no podía oír nada. Los sonidos a mi alrededor eran un suave silbido, como el de una flauta rota.

Intenté sentarme y hablar, pero mi cuerpo no respondía y las palabras no salían de mi boca. Aunque la situación parecía caótica, mi mente y mi corazón estaban en completa calma. Cuando finalmente recobré por completo la conciencia, sentí como si mi cuerpo estuviera durmiendo profundamente, quizás intentando recuperarse de una larga batalla que parecía no tener fin.

...

Después de asegurarme de que me encontraba mejor, Yang Měi se fue acompañando a mi madre. Sin embargo, Li Song permaneció en la misma posición durante mucho tiempo, sin moverse, como si esperara algo que se negara a aparecer. —Li Song —lo llamé, tratando de captar su atención. Fue suficiente para que, sin levantar la mirada, caminara con determinación hasta quedarse frente a mí. Desenvainó su espada y la clavó con fuerza en el suelo de la habitación, luego se arrodilló, apretando su puño contra el pecho.

Sorprendido por su acción, intenté fijar mi mirada en él, pero no entendía lo que estaba haciendo hasta que comenzó a hablar, liberando toda la angustia de su corazón. —¿Por qué? ¿Por qué su Alteza no confió en mí? ¿Acaso desea morir? Realmente no entiendo, Alteza. Dijo que siempre fui como un hermano para usted, pero incluso así, cuando pronunció esas palabras, fue usted quien me apuñaló en lo más profundo. ¿Su Alteza puede explicarme por qué decide morir en soledad? ¿Acaso no soy digno de acompañarlo hasta el final? —Li Song golpeó con fuerza el suelo de concreto, lágrimas traicioneras caían mientras lamentaba su situación. Sentí cómo mi corazón se sumía en la desolación ante la escena que se desarrollaba frente a mí.

Justamente esto es lo que traté de evitar. No quería verlos sufrir, no a las únicas personas que me han acompañado lealmente durante tantos años.

Por ellos, esas preguntas retumbaron en mi interior. ¿Hermanos? Claro que lo éramos. Li Song siempre fue como un hermano, incluso como un padre. ¿Cómo no tomar en cuenta sus sentimientos? Por esa misma razón, no podía decírselo. ¿Permitirle que él, con sus propias manos, me entregue a la muerte? Sé bien que no lo podría hacer. Sabía que él podría ser capaz de ir incluso en contra del emperador. No puedo permitir que él, ni que Yang Měi, estén en peligro por alguien que morirá de una u otra forma. Y ese alguien soy yo.

Lo miré apretando mis manos entre las suaves sedas de la cama y me levanté quedando próximo a él. Arrodillado, extendí mis brazos y, como si fueran los viejos tiempos de nuestra niñez, lo abracé con fuerza, intentando consolarlo, tal como él lo hizo conmigo aquellas veces en que las pesadillas atormentaban mis sueños. —Lo siento, Li Song, de verdad lo siento, pero... Esto es lo único que pude hacer por ustedes y por nuestra hermandad a lo largo de estos años—.

Sentí cómo los brazos de Li Song se enroscaron en mí, presionando con fuerza. Podía entender su frustración. Li Song era un gran general, con un futuro brillante, un amigo fiel y un servidor leal a la corona. Y ahora estaba en tal situación. Sobrepasaría a cualquiera. Por más que nos entrenemos, por más que se nos haya enseñado, por más fuertes que pretendamos ser, aún somos jóvenes. Él está tan aterrado como yo, y aunque toda su vida fue preparada para este día o para la peor situación, no creo que nadie pueda estar listo para matar a quien lleva en su corazón, y menos si ese alguien es Li Song.

La tarde caía y el sol se ocultaba lentamente, como queriendo evitar el inicio del próximo día. Con la poca fuerza que me quedaba, me puse de pie, arreglé mis ropas y le pedí a Li Song que me acompañara a ver al emperador.

Por más irreal que fuera, jamás odié la conducta de mi progenitor. Mi padre es el monarca de la nación. Yo, el príncipe heredero, solo cumplimos con nuestro deber. Estoy seguro de que él sufre tanto como cualquiera dentro de estas imponentes paredes que conforman los pilares de la nación. Su peso es mil veces mayor que el de este hijo ingrato que teme por su vida.

A paso lento y tambaleante, en la oscuridad de la noche, me encaminé hacia la cámara real. Tras ser anunciado, me erguí con fervor¹ y, aun con el dolor en mi cuerpo, di unos cuantos pasos hasta colocarme frente a él. Allí estaba mi padre, el emperador, el gran monarca de la nación de WūYā.

Con una mirada melancólica y cargada de tristeza, intenté mirarme a los ojos, pero sentí una total vergüenza cuando no pude fijar la mirada en ellos. Apretando mis puños tan firmemente que mis nudillos se volvieron blancos, guardé completo silencio y di dos pasos hacia atrás, dejando que Li Song compartiera aquel escaso momento con mi progenitor.

Se produjo un leve cese a la monarquía, solo padre e hijo en el gran salón de la corte real, el cual, por unos breves instantes, se convirtió en la más humilde morada. —Xuě Tiān—. Dije, parándome con lentitud y caminando con duda hacia mi hijo. Sonreí cálidamente, intentando con todas mis fuerzas, parecer más fuerte de lo que era en aquel momento, —Hijo, he venido en busca de tu presencia, pero esta vez, no quiero al rey, es nada más la búsqueda de un humilde padre a su hijo—. 

Sentí como la saliva pasó con lentitud por mi garganta y vi cómo su cuerpo se tensó completamente ante mí. Me partió el corazón verle de aquella forma, tan vulnerable, tan rodeado de una espesa culpabilidad ¿Cuánto sufrimiento más tenemos que pasar? ¿Cuánto más tendríamos que soportar?

Sonreí tomando su mano con suavidad y haciendo que tal acto lo sorprendiera. Aquella mano tosca, llena de llagas y marcas que mostraban el peso del tiempo, aquella mano que me sostuvo firmemente entre sus brazos cuando era apenas un niño, hoy, luego de tantos años, la volví a sostener con tanto cuidado como si fuese a romperme en cualquier momento.

Los recuerdos de una infancia cálida inundaron mi corazón, calentaron cada fragmento de mi alma herida y, antes de procesar aquellos sentimientos, mi boca ya se encontraba pronunciándoles aquellas palabras para calmar el pobre corazón de un padre angustiado. —No tienes que culparte más, hijo, eres el príncipe heredero de WūYā, la nación más grande y próspera. Todo está bien, este humilde padre, jamás te ha culpado de nada y jamás te va a culpar, es mi destino el cual debo afrontar—. 

Él me miró con sus ojos nublados, una fuerza inconmensurable se hizo notar al ver cómo no dejaba caer las acumuladas gotas de sus ojos, con un intento vano de no mostrar el lado más débil de este gran príncipe. —Lo siento, padre, este hijo tuyo te ha fallado nuevamente y no encuentra una solución esta vez—. 

Llevo su mano a su mejilla en un acto tan puro y paternal, tal como en aquellos tiempos donde apenas se empezaban a acumular los recuerdos conscientes de los primeros años.

Negué con suavidad, aunque las palabras dolieran en lo más profundo de mi ser. Sabía lo que tenían que decir en ese momento.

—Tienes que dejarme ir, su majestad. Tu deber es ante el pueblo, eres el emperador, el padre de cada ser que habita estas tierras. No puedes tener un favorito. Así que solo una vez, solo por esta vez, te pido que cumplas el capricho de este ingrato hijo y me dejes morir en la calidez y confort de lo que siempre he considerado mi hogar —dije con voz entrecortada.

El emperador me miró con un dolor desgarrador en sus ojos. Mi petición rompió por completo su corazón, pero él sabía que cada palabra que pronunciaba era una verdad ineludible. No había más tiempo que perder, solo prolongaba aún más el dolor. Había fallado como padre durante los últimos dieciséis años, pero no podía permitirse fallar como emperador. Con pesar en su mirada, me abrazó fuertemente y aceptó suplicante mi perdón.

Así, con un corazón melancólico y el alma destrozada, caminé en silencio por la penumbra de la noche. Una cálida brisa envolvía mi cuerpo mientras avanzaba lentamente, como despidiéndome en cada paso de aquel lugar que fue mi hogar y mi prisión. Sentía que por fin volaría.

Un leve murmullo escapó de sus labios, olvidando por completo la sombra de su amigo que lo seguía en silencio. Al escucharlo, no pude evitar morderme los labios. Conocía bien el peso de aquel verso, sabía a qué se refería el joven príncipe frente a mí. Aunque deseé refutar, me quedé en silencio. Di dos pasos hacia atrás y permití que aquella caminata fuera lo más íntima posible para él. Solo podía contemplar la silueta de quien había sido responsable de los recuerdos más preciados de mi infancia.

...~○~...

—¡General Liú! ¡Todo está preparado! Su Alteza Real se encuentra en la recámara del ala norte. Le daremos todo el tiempo posible. Por favor, proteja a su Alteza — clamó el soldado, ansioso.

Liú Xin asintió y palmeó el hombro del soldado. Había tomado todas las precauciones para evitar que los ciudadanos se acercaran a Su Alteza. Sin embargo, antes de ir por el príncipe, necesitaba entender el motivo detrás de la misiva del emperador. No podía aceptar esas palabras; se negaba rotundamente a creer que aquel a quien siempre había admirado cediera ante las voces de simples plebeyos. ¿Cómo podía ser que aquel hombre, cuyas hazañas eran inimaginables, el gran monarca de la nación, entregara a su único hijo como si fuera un objeto desechable?

Eso no podía ser posible. No podía aceptarlo. Con determinación, recorrió rápidamente los pasillos del palacio, golpeando con ímpetu las puertas de la corte real. Los ministros, eruditos y todos los presentes quedaron atónitos por su acción. Frunció el ceño, dispuesto a reprender a aquel intruso irrespetuoso.

Pero antes de que los ancianos pudieran pronunciar una palabra, el general Liú ya se había posicionado con gran reverencia frente al rey de la nación. Inhaló profundamente, preparado para liberar toda su angustia. —Su Majestad, su leal servidor corre a entregar una noticia de extrema importancia. La magnitud de esta noticia es tal que me atrevo a presentarme ante usted de esta manera. No medí mis actos dada la gravedad del momento. Espero que me perdone, pero no tengo tiempo que perder — declaró con voz firme.

Extendió su mano, entregando una hoja arrugada al eunuco del emperador, y miró al gran monarca con determinación. —Alguien ha insultado su honor, Majestad, y ha enviado esta misiva en su nombre. Mi preocupación ante la situación actual es que alguien dentro del palacio intenta dañar a Su Alteza Real. Por eso necesitaba informarle antes de buscar al príncipe heredero y llevarlo fuera del palacio según lo planeado — explicó.

El emperador clavó su mirada en los ojos del general y asintió con tristeza. No fueron necesarias más palabras para comprender la realidad. Aquella misiva no había sido un error, y ante ese acto deplorable e indigno, Liú Xin se levantó y honró al emperador con una profunda reverencia. Lo miró con ojos agudos llenos de ira, dolor y decepción. Sin pronunciar una palabra, dejó que aquel monarca justificara sus acciones a través de sus deberes.

Pero la decepción también tiene un límite y antes de que pudiera pensar, mi cuerpo ya estaba corriendo fuera del gran salón. Mis piernas temblorosas se movían a gran velocidad hacia la habitación de aquel dueño de mi corazón. No podía entender la razón, el motivo o las circunstancias que llevaron al emperador a entregar a su único hijo, y no podía permitirlo. Si el emperador había fallado en protegerlo, yo no fallaría. Sacaría de allí a Su Alteza, sin importar el costo.

Pero tal vez los cielos conspiraron, porque en un parpadeo llegué a las puertas de aquella fría habitación y lo vi. Estaba sentado en su cama, apoyado contra la pared, apenas sosteniendo su cuerpo. Tan blanco como la seda que lo cubría, con los ojos rojos y las manos temblorosas en su boca, intentando frenar con todas sus fuerzas aquella tos que manchaba de rojo su inmaculada piel.

Todo mi cuerpo tembló ante la impactante imagen frente a mí. Ignorando a todas las personas que había en aquella habitación, caminé lentamente hasta estar frente al dueño de todo mi ser. Lo miré con las más firmes esperanzas, con un latido altivo en mi corazón, esperando que aquel ser frente a mí no hubiese perdido toda esperanza.

Pero cuando nuestros ojos se encontraron, supe que todo estaba perdido. El frágil cuerpo sonrió cálidamente ante mi presencia. Una fina línea roja se extendía desde sus labios hasta su mentón, y antes de que me diera cuenta, mis dedos se deslizaban suavemente por aquella blanquecina piel de jade. "Has vuelto", susurró.

Todos en aquella habitación dieron un paso atrás en silencio. Era evidente el anhelo y la ilusión en aquellos ojos, incluso ante la mirada sorprendida de algunos presentes. En su último aliento, permitió que su corazón y su alma viajaran sin remordimiento.

Me aferré más fuerte a él, deseando negar todo, deseando nunca soltar su cuerpo. No supe en qué momento ocurrió, pero cuando quise darme cuenta, Su Alteza se abrió camino con sus propias manos, y unos labios suaves presionaron los míos. Parpadeé dos veces antes de darme cuenta; Su Alteza presionaba suavemente sus labios contra los míos, en un acto íntimo y desesperado por transmitir todo lo que guardó durante tantos años.

Aunque podría parecer exagerado llamarlo un beso por aquel suave roce que nos unía, para nosotros era perfecto. Un simple contacto entre nuestros labios, sin ejercer presión, pero ¿qué más podíamos pedir nosotros, que solo habíamos vivido en una prisión de paredes frías? No conocíamos más que el amor contenido en viejos libros, actos impuros que nunca pudimos experimentar.

En cuanto a mí, un simple sirviente que se había resignado ante el dolor y el cansancio, sería la primera y última vez, solo por hoy, solo por un momento, que quería demostrarle que sus sentimientos eran totalmente correspondidos. Y si luego de aquel día jamás nos volvíamos a encontrar, entonces, al menos, podía mostrar a su Alteza que lo amaba con completa devoción, incluso con sus más fríos comportamientos.

Agarré la cintura de aquel frágil ser y lo apreté contra mí, simplemente dejándonos llevar por nuestros sentimientos. Un torpe vaivén, ni suave ni demasiado fuerte, lleno de sonidos íntimos y desconocidos. Pero para aquellos corazones llenos de dolor, fue simplemente el acto perfecto.

Pasó menos de un cuarto de incienso, nos quedamos entre el calor de los brazos del otro, con caricias casuales que desbordaban el amor que durante tanto tiempo habíamos guardado. En un silencio pasivo que no requería palabras. Pero ante la paz en el corazón y el afecto mostrado, su Alteza no pudo aguantar más y esperar a morir a manos de otros. La fuerza de su cuerpo menguó con cada segundo que pasaba y, en medio del dolor, pronunció las palabras que jamás deseé escuchar, saliendo de sus finos labios. —Ah Xin, estoy tan cansado, muy cansado... lo siento... lo siento—

Murmuró débilmente mientras dejaba caer su cabeza en mi pecho. Llevó su mano bajo las finas sedas blancas y sacó un filoso puñal de plata que relució en la frialdad del momento. Con sus temblorosas manos, me entregó aquella venenosa arma, la sujeté firmemente entre mis dedos y lo miré con sus ojos llenos de ruego para que acabara con el gran dolor que lo atormentaba.

No hicieron falta palabras, era totalmente evidente lo que su Alteza estaba pidiendo. Por más que me negué y rogué que no me obligara a hacerlo, cuando escuché las bulliciosas voces ajenas acercándose, el pánico y el dolor de verlo sufrir a manos de quienes intentaban desesperadamente proteger, me consumió por completo. Lo abracé con fuerza, sostuve sus manos envolviéndolas con las mías y, mirándolo fijamente a los ojos, clavé el puñal con firmeza en su pecho.

Mi mirada suplicaba su perdón, rogaba una condena a su lado, pero él solo sonrió como agradeciendo mi acto. Mis ojos se desbordaron en lágrimas, mientras sentía cómo el último aliento salía de su cuerpo. Una cálida sonrisa quedó congelada en su rostro cuando se fue. Cerré sus ojos y no pude evitar soltar todo el arrepentimiento, culpa, angustia y dolor en un grito desgarrador. Estaba seguro de que todo ser logró escuchar aquel dolor que salió de mi alma.

Los ciudadanos, ante tal acto, quedaron petrificados al ver el gélido¹⁰ cuerpo de aquella Alteza en mis brazos. Un sentimiento de culpa y vergüenza se coló en aquellos corazones ambiciosos.

...

Todo quedó sumido en un silencio sepulcral. Los lamentos del general eran desgarradores y resonaban con fuerza incluso fuera del palacio. Pero él no fue el único que lamentó deliberadamente la muerte de su Alteza. Fuera de esas puertas yacía una madre sumida en la desesperación y el dolor. La pérdida de su único y adorado hijo había tocado las puertas justo frente a sus ojos. A su lado se encontraban aquellos que habían servido a su alteza desde los primeros años, aquellos que más que sirvientes eran sus amigos, sus confidentes, sus hermanos. Ellos sufrían en total silencio la pérdida de aquel que llevaban en sus corazones. El palacio estaba en luto, un luto que se vivió completamente en blanco, una marca indeleble en los corazones de cada ser en la nación de WūYā. Era una pequeña flor de vergüenza ante tales actos repulsivos de toda una nación.

Glosario:

Calamidad: Un evento desastroso o una situación grave que causa daño, destrucción o sufrimiento.

Despotricar: Hablar o expresarse de manera negativa o despectiva con mucha emoción o vehemencia.

Monarquía: Forma de gobierno en la que el poder está en manos de un monarca, como un rey o una reina.

Corte: Conjunto de personas que rodean y asesoran a un monarca o gobernante.

Humilde: Sencillo, modesto o sin pretensiones.

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Libny Aylin Rodríguez
Que bien vas...continua
Xueniao: Muchas gracias por el apoyo, espero que la historia sea de tu agrado. Sientete libre de corregir o brindar cualquier aopinion, siempre estoy abierta a las aopiniones, para poder mejorar.❤️
total 1 replies
~abril(。・ω・。)ノ♡
Esta historia me hizo recordar por qué me encanta leer. ¡Gracias por hacerme feliz! 😘
Xueniao: Gracias por el apoyo a mi pequeña historia, me alegra inmensamente que sea de tu agrado y espero que siga gustándote.❤️
total 1 replies
Felipa Bravo
Debería escribir más
Xueniao: Gracias por darle apoyo a mi historia, espero que sea de tu agrado a medida avanza.❤️
total 1 replies
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