Beatriz Salinas, conocida como Bea, asume con entusiasmo la vida; sin embargo, pronto su vida cambiará de un momento a otro y una vorágine de emociones, sentimientos y acontecimientos la podrían llevar a conocer al verdadero amor.
Bea desconoce que tras ella existe una persona obsesionada con acabar con su existencia; y que la vida perfecta que creía tener se puede desmoronar en cualquier momento.
¿Podrá Bea liberarse de quien quiere lastimarla?
¿Podrá Bea reconocer el amor de su vida en medio del caos que se avecina?
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6. Otra víctima encerrada
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Bea está revisando unos expedientes, debe estar preparada para la visita que deben hacer a unos clientes, levanta la mirada ve a Kevin Taylor acercarse, siente que de ahora en adelante va a ser incómodo trabajar con él después de lo que pasó anoche, pero es consciente que no solo es el mejor amigo de Bruno, si no también es su compañero de trabajo, más que eso, era su supervisor, y como si eso fuera poco, además era el sobrino del abogado fundador de todo el bufete, Adrián Valdez, no podrá evitarlo bajo esas circunstancias.
- "Bea, buenos días, ¿tienes las formas que deben firmar los clientes?", preguntó Kevin, sin hacer mucho aspaviento.
- "Sí, además preparé adicionales si por alguna razón hay errores en la firma, ya son personas mayores y puede ocurrir", respondió Bea.
- "Perfecto, saldremos en media hora, prepárate", dijo Kevin.
- "Kevin...", expresó Bea y luego quedó en silencio, no sabía como abordar el tema.
- "Beatriz Salinas estamos trabajando, sé que algo pasó con Bruno porque ambos actúan muy raro, él no me ha contado nada, por ahora solo concéntrate en el caso, ¿si?", manifestó Kevin, mirándola sin darle mucha importancia a los acontecimientos.
Bea sonrió y asintió, tal vez era mejor así, igual tenía que seguir trabajando y ese era uno de los mejores bufetes, ella sabía perfectamente que pese a la actitud despreocupada de Kevin en su vida personal, era un abogado joven muy bueno en lo que hacía; tenía un prestigio ganado, y alguien de quien se podría aprender muchísimo.
Cuando quiso decirle algo, Kevin ya había desaparecido, solo suspiró y acomodó todo para poder salir a visitar a la familia Correa; aunque eso en el fondo la incómoda, hay un miembro de la familia que le causa cierta retisencia.
Por otro lado, Edward había terminado de atender a un paciente, cuando vio ingresar a Linda a su consultorio, se preguntaba cómo se atrevía a estar frente a su vista, después de lo ocurrido aquella noche; también se preguntaba porqué siempre se terminaba fijando en las mujeres que no debía.
- "Sé que no quieres verme, pero por favor escúchame un minuto, necesito explicarte", dijo Linda, poniendo una expresión inocente, esa que sabía utilizar para salirse con la suya.
- "No necesito una explicación, lo nuestro se terminó, cada uno por su lado, no hay drama", expresó Edward de manera serena; al final de cuentas, su relación recién había empezado.
- "Él fue mi novio, me abordó en ese lugar, prácticamente me forzó", manifestó Linda como si estuviera angustiada. Edward levantó la vista y frunció el ceño, acaso lo creía un idiota, pensó.
- "A mí me pareció que lo estabas disfrutando muchísimo, tus gemidos se escuchaban aún con la música de fondo; tal vez te haya dado la idea de que soy un idiota cuando vienes a decirme eso, pero te advierto que no cometo el mismo error dos veces, así que mejor retírate, estoy tratando de no perder la cortesía contigo", comentó Edward, su mirada azul resultó desoladora, como dos cubos de hielo transmitiendo una frialdad absoluta; detestaba el cinismo de la mujer que tenía enfrente.
A Linda no le quedó más remedio que retirarse, Bruno no le respondía la llamada, y estaba claro que Edward no volvería a confiar en ella, su móvil suena, es su padre quien la llama, no responde, le tiene insistiendo para que lleve a Edward a casa, ahora como le iba a explicar que habían terminado. Temía que su padre, le cortara toda fuente de ingreso, con la remuneración de recepcionista no iba a poder mantener su estilo de vida.
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En un viejo colchón, ubicado en un sótano, una chica de cabellos castaños abre sus ojos, en medio de su confusión solo nota oscuridad, quiere moverse, pero tiene amarradas las manos y también los pies; además de encontrarse amordazada, intenta gritar, pero no puede y aunque lograra hacerlo nadie la escucharía, está muy alejada de la ciudad; lágrimas caen por sus mejillas, no sabe lo que le va ocurrir.
Recuerda lo que pasó la noche anterior, iba conduciendo cuando encontró un perro en medio de la carretera, parecía herido, así que bajó del vehículo, cuando de pronto es encañonada desde la parte de atrás, y una voz robótica que le dice "no te muevas zorra o te mueres en este lugar", palideció de repente, el frío del cañón en su cien la hicieron temblar del pánico.
- "Por favor no me hagas daño", se atrevió a decir temblando.
- "Haz lo que te digo y podrías vivir, haz solo una cosa que no te pido y lo vas a lamentar", dijo la voz robótica, dirígete al auto y abres la puerta trasera del vehículo.
Ella caminaba tambaleándose dirigiéndose al vehículo, abrió la puerta despacio.
- "Quítate los zapatos", ordenó la voz robótica.
La joven se quitó el primer zapato, a lo lejos vio la luz de un vehículo que se acercaba, así que cuando se sacó el segundo zapato, se lo tiró en el rostro a su atacante, quien pareció perder el equilibrio; momento que allá aprovechó para correr hacia el vehículo cuando venía.
Lo último que recuerda es el fuerte golpe en la cabeza que la hizo caer en el suelo, luego volverse todo oscuro mientras siente que es arrastrada a su vehículo, ahora está amarrada sobre ese viejo colchón y le duele todo su cuerpo, le aterra la idea de saber qué es lo que puede ocurrir; no escucha nada, no ve nada, pareciera que estuviera sola, prácticamente abandonada en ese lugar de olor nauseabundo y lo único que puede hacer es llorar; siente frío, dolor y miedo, ni siquiera tiene idea de su atacante pues nunca lo pudo ver bien, solo ruega poder salir de todo eso.
La joven está en lo cierto, está sola en aquel lugar alejado de la ciudad, donde pasará varios días antes de que quien la secuestró aparezca a observarla, como si ver la desesperación y el miedo fuera algo para disfrutar para quien la tiene cautiva.