tendrá que enfrentar su pasado para forjarse un
futuro de felicidad junto a ella sin sentarse frustrado…
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CAP 6
Madison no pudo evitar comparar, recordando sus domingos por la tarde
pasados leyendo la Biblia bajo la mirada de su padre, mientras el resto del mundo
disfrutaba de las comidas y los juegos.
En las raras ocasiones en que su padre aceptaba una invitación a cenar, sus
hermanos y ella tenían que quedarse sentados en silencio durante toda la comida y
rechazar cualquier oferta de diversión por parte de los otros niños. Incluso su madre
debía permanecer callada y no mostrar interés por los muebles o la charla de su
anfitriona. Pero madison lo había visto en sus ojos. El anhelo. La decepción. Y,
finalmente, la desesperanza.
La interacción y alegría de los Cristaldi era tan natural, tan informal y tan
distinta a lo que madison vivía con su padre que se sintió entumecida durante un
momento mientras lo asimilaba.
—Vamos a tener un piano —le dijo Zoe a su tía—. Entonces podrás tocar para
nosotros cuando estés aquí, como en casa de la abuela. La señorita madison va a
aprenderse canciones que nos gusten.
—Eso será fantástico —dijo Patricia como si estuviera impresionada. Le hizo
gestos a Madison para que se sentase con ella en uno de los bancos de mimbre—.
¿Dónde aprendiste a tocar?
Lorabeth se sentó al otro extremo y se colocó la servilleta y las galletas en el
regazo.
—Me enseñó mi madre.
—¿Conozco a tu madre, querida? —preguntó la madre de Caleb.
—Murió cuando yo tenía 7 años. Puede que la conociera, pero lo dudo —
respondió. Su madre se había dedicado enteramente a su familia y a la iglesia. Las
relaciones sociales jamás habían formado parte de sus vidas. Si no tenía relación con
la iglesia, no participaban.
—Lo siento, querida —dijo la señora Cristadaldi—. Debió de ser difícil para ti crecer sin una madre.
Lorabeth asintió. A petición de su padre, ella se había encargado de todas las
tareas domésticas y de la iglesia que su madre realizaba antes.
—Llevo 14 años tocando el órgano todos los domingos… salvo una vez,
cuando el tejado quedó dañado después de una tormenta y tuvimos que dar el
sermón en el ayuntamiento. No había piano.
—Lo recuerdo —dijo Caleb.
—¿Tienes hermanos y hermanas? —preguntó Patricia, y Madison le habló de
sus hermanos—. es nuestra única hija. luci Ya tiene catorce años.
Madison observó a la chica y pensó que no sabría lo afortunada que era por
tener una familia así. Durante todo el día, a ninguno de los niños les habían
ordenado que bajasen la voz o que se mantuvieran apartados de los demás. Las
carcajadas parecían tan naturales como respirar. Y había mucho por lo que reírse.
Madison se sentía como si hubiera sido transportada a un nuevo mundo donde la
gente se relacionaba y disfrutaba de la vida.
Durante un segundo pensó en Simón, solo en casa, pasando horas rezando.
Pero ella se había forjado su propio camino, al igual que Ruthann y Jubal, y su
hermano pequeño estaría bien. Un año más y estaría trabajando en el pueblo.
Devolvió sus pensamientos al lugar donde se encontraba.
Ismael observó a la hermosa joven que parecía haberse integrado ese día en
la familia. Había perdido a su madre, y su padre había hecho todo lo posible por
guiarla y protegerla. Madison parkinson no se parecía a ninguna de las chicas que
hubiera conocido en la escuela. Era menos mundana y más disciplinada que las
chicas que había visto en la universidad. Había sido protegida toda su vida.
El objetivo principal de una joven solía ser encontrar un marido que la cuidara
y le diera hijos. Madison probablemente quisiera esas mismas cosas, pero no parecía
la típica a la que le importaba el estatus social ni las cosas materiales.
Miró a su hermana y vio que estaba observándolo con un brillo en la mirada.
—¿Qué te parecen hoy las galletas, ismael? —preguntó ella.
Las almendras de coco eran sus favoritas, como ella bien sabía.
—Nadie las hace mejores —contestó con una sonrisa.
—¿Vamos a cambiar de equipos para la próxima partida? —preguntó Leonardo—.
Esta vez quiero a la señorita madison en mi equipo.
—Pregúntale si quiere volver a jugar —sugirió Eli—. Puede que ya haya
tenido bastante.
Los niños miraron a madison esperanzados.
—Estaré encantada de jugar otra vez —dijo ella.
—Esta vez tendréis que hacerlo sin papá —dijo Eli refiriéndose a su marido—.
Quisiera que estuviera conmigo un rato.
Caleb miró a su esposa con cierta preocupación. Cuando se dividieron en
equipos, la señora Cristaldi se unió a ellos, dándoles a su hijo y a su nuera privacidad
en el porche.
No llevaban mucho tiempo jugando cuando Ismael observó que su hermana y
Caleb habían entrado en la casa. Eli parecía cansada durante el día,
y él había visto
la preocupación en el rostro de su cuñado. Ismael perdió interés en el juego.
Sintió un nudo en el pecho. Eli mantenía su mundo unido. Si algo le ocurría,
no sabría qué hacer. Miró a su hermano pequeño, absorto en una batalla de
fanfarronadas con su prima Luci.
El padre de Caleb estaba a la sombra junto a ismael.
—¿Algo te preocupa, hijo?
A veces Matias llamaba «hijo» a Ismael, y él no se ofendía. Le tenían respeto
Eli parece cansada, ¿no cree?
—Probablemente como cualquier mujer a punto de dar a luz —contestó
Matias—. ¿Te imaginas el mundo si esa tarea fuese para nosotros los hombres?
—No, no puedo imaginármelo.
Matias se rió y se pasó el pulgar por la barbilla.
—Yo quería que mi hijo me ayudase en el rancho, ¿lo sabías?
—Probablemente pareciese lo más natural —contestó ismael.
—Pero él quería ser médico. Lo deseaba tanto que vendió una parte de su
terreno en herencia para pagarse el primer año de educación. Después de ver lo
mucho que aquel sueño significaba para él, le ayudé al año siguiente.
Ismael asintió para demostrar que estaba prestando atención.
—Es un buen médico. No hay nada más importante para él que tu hermana y
esta familia. Él se ocupará de ella, no te preocupes.
Matias tenía razón. ismael había aprendido a confiar en su cuñado, y Caleb
nunca le había decepcionado.
ismael asintió con la cabeza y se alejó para evitar una disputa entre Nic y Luci
en referencia a una bola que no había pasado por el postigo.
El sol era una esfera naranja dirigiéndose hacia el horizonte de color lavanda
cuando Matias y Dario recogieron a sus familias. Ismael había soltado a los caballos
de Matias y los había puesto a la sombra, de modo que les dio agua y volvió a
atarlos. El padre de Caleb condujo su Calesa hacia Florence.
—¿Dónde está mamá? —preguntó Zoe cuando entraron en la casa.
Caleb bajó por las escaleras. —¿Se han ido a casa? —preguntó. —Hace unos
minutos —contestó ismael.
—¿Dónde está mamá? —volvió a preguntar Zoe.
—Mamá está cansada y tiene los tobillos hinchados —contestó Caleb—. Le he
dicho que se quede acostada. Tendran que ayudarme con las tareas.
—Mañana es día de escuela —les dijo madison a los niños —.
vayan a preparar la ropa y los libros para por la mañana. Yo me encargaré de la comida.
—Eli me ha dicho antes que hay que cortar un jamón —le dijo leonardo—. Lo
traeré del sótano.
—Muchas gracias —le dijo a Leonardo.
—¿Nos leerá un cuento antes de dormir como hace mamá, señorita madison? —
preguntó Zoe.
—Claro, querida —dijo madison mientras conducía a los niños escaleras arriba.
Ismael le dirigió a su cuñado una mirada directa. —¿Está bien?
—Está perfectamente. Simplemente necesita descansar. Dile que vendré mañana —dijo ismael. —Puedes ir a decírselo.
—No. Mañana la veré. Limpiaré el jardín y meteré los platos antes de irme.
ismael contó los postigos y las bolas y lo llevó todo al cobertizo que había detrás
de la casa. Centró su atención en el mazo con anillos verdes y recordó a madison
sujetándolo como si fuese a romperse. Había parecido muy feliz de estar con ellos
aquel día.
Recordó las primeras veces que él había participado en cenas y actividades
familiares con los Cristaldi y lo fuera de lugar que se había sentido. La vacilación de
Madison no parecía ser debida a su temor por no encajar, sino más bien al miedo por
poder de aquel sueño.
Su presencia allí ayudaría a Eli. El hecho de que Madison despertase su
interés y su curiosidad era una distracción que podía ignorar. Y pretendía hacerlo
FIN.👻