Pia es vendida por sus padres al clan enemigo para salvar sus vidas. Podrá ser felíz en su nuevo hogar?
NovelToon tiene autorización de Giise Flor para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capítulo 6
El sol de la tarde caía con suavidad sobre los jardines de la villa De Santi. La brisa tibia de abril acariciaba las hojas de los árboles, y el sonido lejano de una fuente rompía el silencio de la propiedad. Por primera vez en días, Pia había pedido salir al aire libre. Elena, que notó su rostro pálido y su estado taciturno desde el regreso de Leonardo, accedió sin preguntar demasiado.
Con paso lento, Pia caminaba por el sendero de piedra que atravesaba el patio central. Llevaba un vestido sencillo, color beige, y el cabello suelto le caía como fuego sobre los hombros. En su mejilla izquierda, la marca violácea del golpe empezaba a notarse con claridad, aunque ella intentaba cubrirla con el cabello. Aun así, no lo suficiente.
Sentía una mezcla de cansancio, dolor físico y rabia. Pero también una necesidad de respirar, de encontrarse a solas con sus pensamientos. Lo que había pasado la noche anterior no podía olvidarse tan fácil. No sólo por el golpe, sino por la brutalidad del gesto, por el hecho de que Leonardo parecía convencido de tener derecho sobre su cuerpo, sobre su voz.
No había llegado a la fuente cuando una figura conocida apareció desde el otro lado del jardín.
—Pia.
Ella se giró, sorprendida. Era Vittorio, vestido de civil, con una remera oscura y pantalones jeans. No llevaba el arma a la vista, y eso, sumado a su tono calmo, le dio un leve alivio.
—Hola —dijo ella, casi en susurro.
—¿Estás bien?
—Sí… —contestó, aunque claramente no lo estaba.
Vittorio caminó hacia ella con paso tranquilo. Al acercarse, su mirada se posó directamente en el rostro de Pia, y por primera vez, el gesto amable se transformó en preocupación. Sus ojos se oscurecieron al ver el moretón que el cabello ya no alcanzaba a cubrir.
—¿Eso te lo hizo él?
Ella bajó la vista, incómoda.
—No importa.
—Claro que importa.
El tono de Vittorio fue más firme de lo usual. No era el guardaespaldas impasible que los demás conocían. En ese momento era solo un hombre joven, sintiendo una mezcla de indignación y empatía.
—No deberías dejar que te trate así —agregó, con suavidad.
Pia lo miró, y algo en sus ojos verdes pareció romperse. Un parpadeo y el brillo del dolor afloró.
—¿Qué querés que haga? —preguntó con amargura—. Estoy encerrada en esta casa. Fui entregada como si fuera una moneda de cambio. Mi padre me traicionó. Y Leonardo me recuerda cada día que le pertenezco. ¿De verdad creés que tengo opciones?
Vittorio guardó silencio unos segundos. Luego habló, con voz baja:
—Siempre hay opciones. Incluso en el infierno.
Ella lo observó, intentando entender si hablaba en serio. La manera en que él la miraba no era como la de los otros hombres que conocía. No había deseo sucio ni superioridad. Había algo parecido a respeto. Y eso, en su mundo, era raro. Valioso.
—Gracias por hablarme así —susurró.
Vittorio se encogió de hombros.
—No hago nada del otro mundo.
—Sí lo hacés. Me tratás como a una persona. Eso ya es mucho.
Hubo un silencio cómodo entre ellos. El sonido del agua, el canto de los pájaros, el crujir de las hojas bajo sus pies. Pia sintió que por fin podía respirar. Lo miró con más atención. Tenía el cabello castaño, algo desordenado, y unos ojos color miel que contrastaban con su cuerpo fornido. No era tan imponente como los otros guardaespaldas, pero su presencia tenía un peso diferente. Un calor silencioso.
Cuando Pia abrió la boca para decir algo más, no supo qué. Pero no hizo falta. Vittorio se le acercó un paso más, y fue él quien rompió el silencio.
—Si alguna vez necesitás hablar con alguien… aunque sea para descargarte, yo estoy —dijo—. Podés confiar en mí.
Ella sintió un nudo en la garganta. Asintió levemente.
Desde la ventana del despacho, en el segundo piso, Leonardo los observaba.
Había llegado temprano de una reunión en la ciudad y se había detenido al ver la silueta de Pia caminando en el jardín. Al principio se había limitado a mirarla desde lejos. Pero cuando apareció Vittorio y comenzó a hablarle, algo se encendió en su interior.
El puño cerrado sobre el respaldo del sillón era la única señal visible de su ira. No podía oír lo que decían, pero no le hacía falta. La proximidad, la mirada suave de Vittorio, la forma en que Pia le respondía... todo era demasiado claro.
Leonardo no toleraba desafíos. Menos aún cuando venían de dentro de su propio clan.
Frunció el ceño, y su mandíbula se tensó. Se giró hacia la puerta, con la decisión escrita en el rostro.
Abajo, en el patio, Pia se dio cuenta de que el momento compartido con Vittorio había durado más de lo que imaginaba. Una leve incomodidad apareció.
—Deberías volver a tu puesto —dijo en voz baja.
—Sí —asintió él, aunque no se movió de inmediato—. Pero estoy cerca. Siempre.
Ella le regaló una sonrisa leve, herida, pero sincera. Luego, se dio vuelta y caminó hacia el interior de la casa.
Vittorio se quedó mirando cómo se alejaba, con las manos en los bolsillos. No sabía exactamente cuándo había empezado a importarle tanto esa chica rebelde y herida. Pero ahora ya no podía negarlo.
Mientras tanto, en el despacho, Leonardo se servía un trago con violencia. Y por primera vez en mucho tiempo, sintió que estaba perdiendo el control de algo. O de alguien.
Autora te felicito eres una persona elocuente en tus escritos cada frase bien formulada y sutil al narrar estos capitulos