Tres reinos fueron la creación perfecta para mantener el equilibrio entre el bien y el mal.
Cielo, Tierra e Infierno vivieron en una armonía unánime durante millones de años resguardando la paz.
Pero una muerte inocente, fue suficiente para desatar el verdadero caos que amenazara por completo el equilibrio y, la existencia de todos los seres en el planeta.
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Inició del fin
Habían transcurrido varios días desde la última vez que vi a Liú Xin. El padre emperador me informó que lo habían destinado a las tropas de la frontera como general real. Él se ofreció voluntariamente y su justificación convenció tanto al emperador que ni siquiera fue necesario celebrar una ceremonia en su nombramiento como general de la guardia real.
Mi corazón se destrozó al escuchar la noticia, porque de alguna manera sentí que era la respuesta a una pregunta no formulada la noche anterior, cuando nuestros corazones quedaron expuestos bajo la lluvia.
Después de tantos años, Liú Xin descubrió la profecía y finalmente encontró la respuesta: moriría en menos de tres años. Era comprensible que buscara lo mejor para su vida.
El mismo día que él se fue, Li Song se convirtió en mi guardaespaldas real. Estaba bien con eso, desde el principio supe que no había esperanza para esos sentimientos que florecían en mí. Al fin y al cabo, estar con mi mejor amigo en los últimos días debería ser suficiente.
Pero en lo profundo de mi corazón, anidaba una angustia egoísta que resentía su partida. Aunque estuviera lejos, sabía que él estaba allí. Aún podía vislumbrar su figura difusa entre los cerezos. Sentía su mirada fría en mi espalda. Por más lejos que quisiera alejarme, él siempre estaba allí, protegiéndome desde la distancia. Pero ahora solo quedaba un vacío, una sensación de pérdida y melancolía.
"Alteza", dijo Li Song, posicionándose frente a mí y observándome seriamente. Desde que llegó al palacio, Li Song siempre había sido mi sombra. Desde el primer día, se instaló a mi lado y me siguió en silencio a donde quiera que fuera. Fue el primero en ser presentado por el padre emperador en nuestra infancia.
Llegó dos meses antes que Yang Měi, siempre callado, serio y muy estricto, pero con un corazón cálido y leal. Él fue mi escudo contra las ofensivas dentro del palacio. Li Song era el hermano mayor que siempre había deseado tener. Aunque a veces su mirada y acciones parecían toscas, sabía que solo buscaba mi bienestar.
A pesar de que había sido destinado a las tropas en la frontera norte como general al mando desde hace un año, nunca dejó de escribirme. Siempre me mantenía informado de sus logros y preocupado por no perderme ninguna novedad aquí.
Y ahora que Liú Xin se convirtió en el general real, necesitaba un guardaespaldas, especialmente con el tiempo cada vez más escaso. Hace tiempo que los maliciosos rumores se habían extendido más allá de los muros del palacio. Era solo cuestión de tiempo antes de que la gente que me aclamaba en cada evento se volviera en mi contra debido al veneno del miedo que se había apoderado de sus corazones.
Li Song, Yang Měi y mi madre habían estado luchando durante años para mantenerme a salvo de las malas acciones que ocurrían dentro del palacio.
Aunque me crié confinado dentro de estas opresivas murallas, siempre fue una travesía mantenerme con vida bajo el escrutinio de corazones llenos de temor. Muchas vidas crecen y subsisten dentro de estos imponentes muros, y muchas de ellas están en total desacuerdo con las acciones de la reina, vulnerables ante el miedo de un sufrimiento incomprensible.
El simple hecho de permanecer vivo es un mal augurio, la profecía se ha distorsionado de tal manera que muchas vidas se han perdido en intentos por arrebatarme la mía.
He perdido la cuenta de las veces que mi vida ha pendido de un hilo, luego de que las doncellas y eunucos del palacio se enteraran de dichas historias.
"La marca del demonio, el niño maldito, Su Alteza de la desgracia".
Fueron algunas de las tantas excusas que utilizaron para intentar acabar conmigo. Las cosas han llegado a un punto en el que mis comidas eran preparadas exclusivamente por Li Song durante mucho tiempo, mis ropas eran rigurosamente seleccionadas e inspeccionadas por Yang Měi, y mi vida era sometida a una tortuosa investigación diaria.
Cada paso, cada acción, todo estaba meticulosamente planeado por mis dos amigos, mi madre y el padre Emperador.
Y aunque muchas veces me sentí tentado de confiarle a Liú Xin mis preocupaciones, ¿realmente habría cambiado algo si lo hubiera hecho? ¿Pensaría diferente de mí? Solo causaría angustia a la persona que le daba sentido a mi solitaria existencia.
Alejé esos pensamientos de mi mente y dirigí mi mirada sonriente a Li Song, quien me observaba seriamente. —Estoy bien, de verdad, solo me distraje reflexionando. No tienes que preocuparte, Li Song, no soy tan frágil como mi cuerpo parece—.
Él negó suavemente ante mis palabras y suspiró con pesadez. —Alteza, llevas días así. Si algo te atormenta, solo tienes que decirlo. Nos conocemos desde la infancia y puedo ver cuando algo perturba tu corazón—.
Me acerqué a él riendo suavemente y le di una palmada en el hombro mientras lo rodeaba para seguir adelante. —Deja la formalidad, Li Song. Es tan extraño que me trates así. Haces que mi corazón duela. No hay nada de qué preocuparse—.
Él caminó en silencio tras de mí, inclinando ligeramente la cabeza en señal de disculpa. —Su Alteza, no estoy aquí solo como tu amigo, estoy aquí como tu guardia real. No puedo descuidar mi deber, y mucho menos atreverme a sobrepasar nuestra confianza. Por favor, entiéndelo—.
Lo miré de reojo y negué suavemente. A veces odiaba profundamente los protocolos y las jerarquías dentro de estas imponentes murallas. —Está bien, pero no te comportes así cuando estemos solos. Realmente extraño a mi amigo. Te necesito—.
Él sonrió levemente y se inclinó, posicionando sus manos en un pronunciado arco de reverencia. Siguió tras de mí a paso firme y en total silencio hasta llegar a los límites del palacio, justo donde se encontraba el cuarto blanco. Me miró con sorpresa y frunció el ceño, dudando si preguntar.
—Su Alteza, si no es impertinente⁴ de mi parte, ¿podría preguntar por qué estamos aquí?— inquirió.
Negué con suavidad, tanto él como Yang Měi sabían cuánto odiaba esa habitación. Cada vez que el padre Emperador necesitaba resguardarme del mundo, me encerraba en ese lugar por días, sin nadie más que las paredes blancas, una pequeña ventana por donde se colaban los rayos de sol y una cama fría que acompañaba mis lamentos.
Recuerdo haber llorado tanto la primera vez que me encerraron en ese frío sitio, tenía solo 6 años, lloré hasta que mi cuerpo fatigado cayó rendido. Durante todo un invierno, nadie más que los eunucos que traían mi comida pisaron esa habitación. Jamás supe la razón y, hoy en día, tampoco necesito saberla.
Los recuerdos de ese lugar eran una pesadilla que se sumaba al cajón de mis memorias. Miré a Li Song, dedicándole una pequeña sonrisa, y abrí las puertas de esa lúgubre habitación.
—Desde hoy, me mudaré aquí por orden del padre Emperador— anuncié.
Caminé pasando los dedos por los polvorientos muebles, recorriendo en un sepulcral silencio cada rincón de esa habitación. Li Song no pronunció ni una sola palabra, pero de alguna forma sabía que el tiempo apremiaba. Conocía cada rumor que circulaba dentro y fuera de los muros. Él simplemente tomó mi mano, limpió el polvo de mis dedos y me acarició la cabeza, tal como solía hacer cuando éramos niños y yo lloraba desconsoladamente.
—No se preocupe, su Alteza. Haré que este lugar sea tan reconfortante como el pabellón norte. No importa qué, haré que su Alteza viva cada día en paz, incluso aquí— afirmó solemnemente.
Sonreí y asentí, pero sabía que esa habitación nunca sería reconfortante. Los recuerdos aterradores no podían ser borrados. Li Song lo sabía, pero esas fueron las únicas palabras que encontró para calentar mi corazón, y eso era suficiente. Podría resistir unos años más si los tenía a ellos... no estaba solo.
—Li Song, estamos solos. Prometiste no ser tan formal. Si mi hermano jurado no es capaz de dirigirse a mí como tal, ¿cómo pretendes arreglar este sitio?— le pregunté.
Él negó sonriendo y hizo una leve inclinación con la cabeza antes de hablar.
Él negó con una sonrisa y realizó una leve inclinación de cabeza antes de hablar. —Lo siento, pero debería acostumbrarse, Alteza. Como su guardia, tendremos demasiados ojos puestos en usted. La gente está buscando motivos para atacarlo. Un escándalo podría ponerlo en mayor peligro. Es por cariño hacia su Alteza que no permitiré que nada salga mal—.
Negué suavemente, entendiendo sus palabras, y solo sonreí. —Li Song, ¿te estás volviendo viejo o el ejército te ha afectado? ¿Más peligro? Mi vida entera es un cuento de terror para asustar a los niños. No permitas que los años pasen sin la astucia de mi intrépido amigo. El tiempo se acorta y pasa demasiado rápido—.
Él palmeó un asiento para quitar el polvo y me lo ofreció. Apoyó sus manos en un mueble cercano a la pared, sentándose en él, y me miró con una sonrisa triste y melancólica. —Tal vez sea un poco de ambas cosas, Alteza, pero prefiero considerar una tercera suposición—.
Lo miré inclinando la cabeza, confundido. —Estuve fuera durante un año. La última vez que te vi, pesabas al menos 5 kg más y tu piel irradiaba salud. Ahora, al mirarte, solo veo a alguien sumido en la derrota y la resignación. Ni siquiera te reconocí cuando regresé. Fuera del palacio, la noticia de tu profecía se ha difundido, y no de la mejor manera. La gente quiere tu cabeza. Quieren que el Emperador te entregue para asegurar la prosperidad de la nación—.
Me miró con pesar mientras intentaba encontrar las palabras que se quedaban atrapadas en su garganta. —Te han puesto en la disyuntiva de elegir entre tu nación y tu propio hijo. Pero eso, Alteza, ya lo sabes. Y sin embargo, caminas por el palacio con una sonrisa, siguiendo las órdenes y dejándote llevar por la corriente. Entonces, ¿cómo esperas que actúe ignorando todo esto? Nada es igual. ¿Esperas que te trate como antes, cuando te veía como un hermano durante tantos años? Hoy me piden que te entregue a tu muerte... Ni siquiera puedo mirarte a los ojos. No sé cómo enfrentar el paso del tiempo cuando está justo frente a mí—.
Li Song apretaba los puños con fuerza mientras miraba el suelo con una sonrisa falsa, completamente resignado. Me acerqué lentamente a su lado y le ofrecí la sonrisa más sincera que pude, tratando de consolar su corazón herido. —No te presiones. Sabíamos que este momento llegaría. No tienes que torturarte más. Haz lo que debas hacer en el momento indicado. Pero hasta que ese día llegue, no dejes de ser Song-ge—.
Palmé su hombro y caminé lentamente hacia la salida. ―Por ahora, solo necesitas ayudarme a trasladarme aquí. Un paso a la vez, ¿de acuerdo?―
Li Song me miró con tristeza en sus ojos y negó con la cabeza. Luego añadió: ―Vamos, prometo convertir este horrible lugar en la habitación más digna del palacio para su Alteza.―
Sonreí y nos dirigimos a terminar lo que habíamos empezado antes de que el día llegara a su fin.
...~○~...
—¡General Liú, ¡General Liú! Tiene que venir rápidamente! Los campesinos del pueblo se están congregando en la entrada del palacio. Ya no podemos contenerlos. Ya llevaba un año al mando de las tropas reales, un año desde que dejé el palacio. Llegamos a un acuerdo con el Emperador: yo me mantendría alejado de los habitantes mientras él buscaba una solución para el príncipe heredero—.
No tenía opción, no había salida. Si podía asegurarle un solo día más de vida, haría cualquier cosa, incluso si eso significaba separarme de él.
Según el acuerdo, el Emperador se encargaría de la seguridad del príncipe dentro del palacio, mientras yo estaría con las tropas del norte protegiendo las fronteras de la nación. De esa manera, podría resguardar su seguridad desde lejos y al mismo tiempo investigar cómo mantenerlo con vida y desafiar esa estúpida profecía.
Pero durante ese año, las cosas empeoraron día tras día. Los ciudadanos del pueblo se volvían más feroces y menos tolerantes. Exigían la cabeza del príncipe. Los rumores habían envenenado los corazones de la gente, y clamaban que si el príncipe moría antes de llegar a la edad adulta, WūYā prosperaría y obtendría poder, pero si el príncipe heredero sobrevivía hasta la edad adulta, WūYā caería en desgracia.
Lo irónico es que nadie mencionaba la desgracia en sí. Solo era la codicia vana de un pueblo con altos estándares. Mi corazón se llenaba de desolación al escuchar las demandas de aquellos llenos de egoísmo y vanidad. Hace apenas un año, esas mismas personas aclamaban a Su Alteza Real. Lo defendían con su vida y juraban que sería el mejor rey que la nación tendría. Pero, ¿qué quedaba de eso? Sus palabras de lealtad y admiración eran tan falsas y vacías como su modestia frente a un pobre mendigo.
Aquello me causaba un dolor inmenso en el pecho. Dolía tanto, porque lo único que podía hacer era observar desde lejos cómo aquella brillante estrella que iluminaba la nación de WūYā se desvanecía cada vez más, entregándose a su destino. Por más que intentara retrasar todo, parecía que el destino ya había tomado su decisión.
En un intento desesperado, me dirigí al palacio. Cabalgué durante toda la noche en dirección a Su Alteza. Cuando llegué a la ciudad central, establecí una pequeña escuadra con la excusa de proteger el palacio. Me acerqué, observando el tumulto de gente apiñada alrededor de las puertas del palacio, furiosa e indignada, lista para arrebatar la vida de aquel a quien un día habían jurado lealtad. En ese momento, el pequeño estratega que me acompañaba en el viaje gritó con inquietud: —¡General Liú! Han derribado la puerta. Los soldados no pueden contenerlos sin herirlos. ¿Qué debemos hacer? Esperamos sus órdenes, general—.
Miré al soldado y, con resignación, supe que el emperador ya había dado la orden. Habíamos perdido la batalla incluso antes de comenzar.
"Permítanles entrar", fueron las dos palabras que traía consigo la misiva. Mi corazón cayó como un cristal frágil al suelo y se rompió en miles de fragmentos. Mis manos cayeron pesadas como plomo a los costados y cerré los ojos, suplicando su perdón mientras pronunciaba las palabras más crueles que jamás había dicho en mi corta vida. —Dejadles entrar. No los retengáis más. Es una orden directa del Emperador—.
El soldado guardó silencio por unos segundos y, sin siquiera mirarlo, pude sentir la compasión en su mirada dirigida hacia mí. Dos lágrimas se deslizaron por mis mejillas y apreté con fuerza el papel que temblaba entre mis puños, tratando de contener la desolación que ardía en mi pecho. —Acatando la orden, general—.
Dijo aquel soldado en un tono suave y compasivo, y antes de salir para entregar el mensaje, habló. —Lo siento, general Liú. Usted hizo todo lo posible por proteger a Su Alteza. Por favor, no dude de ello. Enviaré a algunos hombres para resguardarlo y ocultarlo dentro del palacio. Recuerde que somos sus hombres. Su palabra es la única que acataremos—.
Miré al hombre frente a mí y asentí, endureciendo mi mirada. Agarré mi espada y palmé su hombro. —Yo mismo me ocuparé de Su Alteza. Ustedes retrasen su llegada tanto como puedan. Pero deben saber que, si me ayudan, se convertirán en desertores en la nación de WūYā. Estarán desobedeciendo una orden directa del Emperador. ¿Están seguros de seguir mis órdenes?—
El pequeño líder del grupo sonrió, levantó la mirada con determinación y formó un arco en señal de lealtad. —Este servidor escucha y acata la orden del general Liú, como su única orden final—.