Traición Y Redención

El mensaje a Julián quedó sin respuesta durante horas, lo que hizo que Nora se sintiera aún más ansiosa. No podía permitirse perder el control de la situación. Cuando finalmente su teléfono vibró, sintió un escalofrío recorrer su espalda. "Nos vemos esta noche en mi departamento", decía el mensaje. Sintió alivio por un momento, pero también miedo. ¿Cómo reaccionaría él?

Esa noche, después de asegurarse de que Sebastián tenía otros planes y no sospecharía de su ausencia, Nora se dirigió al departamento de Julián. Subió las escaleras con el corazón latiéndole con fuerza y, al llegar, golpeó la puerta con suavidad. Julián la recibió con una expresión seria, vestido con una camiseta gris y jeans oscuros. No hubo besos ni abrazos. Solo una mirada inquisitiva.

—Pasa —dijo con voz firme.

Nora entró y se sentó en el sofá, sintiéndose extrañamente pequeña en su presencia. Su confianza habitual estaba resquebrajada. No tenía el control de esta situación, y eso la ponía nerviosa.

—Estoy embarazada —soltó sin rodeos, observando atentamente la reacción de Julián.

Él frunció el ceño y exhaló lentamente. No parecía sorprendido, pero sí incómodo.

—¿Y qué tiene que ver eso conmigo? —preguntó, cruzándose de brazos.

Nora tragó saliva. Sabía que Julián no era un hombre fácil de manejar. No era como Sebastián, que se dejaba llevar por su propio ego.

—Es posible que sea tuyo —respondió, evitando su mirada.

Julián soltó una risa seca y sarcástica. Se apoyó en la mesa, inclinándose levemente hacia ella.

—¿Posible? No, Nora. Si viniste a decirme esto es porque no tienes idea de quién es el padre. —Su tono era frío, calculador. Sus ojos oscuros la atravesaban como dagas—. ¿O me equivoco?

Nora sintió un nudo en la garganta. Por primera vez en mucho tiempo, no tenía el control total de la situación. Se removió en su asiento, tratando de mantener la compostura.

—Lo único que sé es que necesito tu ayuda. No puedo hacer esto sola —confesó, con un tono que buscaba despertar compasión en él.

Julián la observó en silencio durante varios segundos antes de responder.

—No soy el tipo de hombre que se hace cargo de un problema que ni siquiera sabe si es suyo —dijo con frialdad—. Y tú, Nora, siempre fuiste demasiado astuta para esto. Así que dime la verdad, ¿qué es lo que realmente quieres?

Nora se quedó sin palabras. No tenía la certeza de que Julián fuera el padre, y su intento de manipularlo había fallado. Se levantó abruptamente, sintiendo una rabia y frustración que la hicieron querer gritar.

—¡Olvídalo! —espetó antes de salir de su departamento, golpeando la puerta tras de sí.

Mientras caminaba de regreso a casa, una sensación de desesperación comenzó a instalarse en su pecho. Había creído que podría jugar con la verdad a su antojo, pero esta vez la realidad la había alcanzado.

Sebastián, ajeno a todo, seguía planeando su futuro con Nora. Había comenzado a hablar de cómo "su hijo" cambiaría su vida, cómo ahora ella le pertenecería por completo. Pero lo que más inquietaba a Nora era la forma en que él hablaba de controlar su vida, de cómo todo sería a su manera.

—Vas a dejar tu trabajo —le dijo una noche mientras cenaban en su departamento—. Quiero que te dediques a la casa, a prepararte para el bebé. No necesito que andes por ahí con esos imbéciles de tu oficina.

Nora sintió una punzada de ira. Sebastián creía que tenía derecho a decidir por ella, a encerrarla en una vida que jamás había imaginado para sí misma. La idea de estar atada a él, a su arrogancia y su control enfermizo, la asfixiaba.

La verdad era que Sebastián no era más que otro peón en su juego. Un peón que ahora resultaba ser una molestia.

Pero había cometido un error: había subestimado el poder de la mentira. Ahora, atrapada en su propia red, Nora se preguntó cuánto tiempo más podría sostener su farsa antes de que todo se derrumbara.

Lo que ella no sabía era que la verdad siempre encuentra la forma de salir a la luz. Y cuando eso pasara, Sebastián descubriría que, después de todo, él no era el único traidor en esa historia.