Safira, una joven de veinte años que no tiene más esperanzas en la vida. Tras un trauma en su infancia, su psicológico se vio afectado y como siempre mal tratada por quien le amaba y protegía, su capacidad de lucha se vio afectada.
Con una hermana mayor que es la preferida de su madre, pero vendida por su padre, a un hombre temido por todos, conocido por ser implacable y cruel. Samira acabará casada con Alejandro Torreto, que tampoco está nada contento con esta unión.
Ahora Safira tiene que descubrir qué hacer y confirmar por sí misma si la fama de los Torreto es un hecho o sólo una leyenda...
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06 capítulo.
Zafiro.
Me despierto con golpes en la puerta de la habitación y me doy cuenta de que había me había quedado dormida.
Margarita: Señorita Samira, el almuerzo está listo, ¿bajará usted o prefieren que se lo traiga aquí?
Me levanto y abro la puerta.
Margarita: Disculpe molestarle, señorita.
Muevo las manos diciendo que no es nada, quiero preguntar si vendrá alguien más a almorzar y entonces hago señas.
Margarita: Lo siento, señorita, no entendí.
Hago una señal para que espere, entro y tomo mi cuaderno que siempre llevo conmigo y escribo.
¿Vendrá alguien a almorzar?
Margarita: Ah, no, el señor Pablo dijo que vendría como a las dos de la tarde y ahora son las doce.
Así que escribo.
¿Ya has almorzado?
Margarita: Aún no, si quiere puede acompañarme en la cocina.
Asiento con la cabeza que sí.
Entonces bajamos y ella se dirige hacia la cocina que es bastante grande y bien equipada.
Margarita: ¿Puedo preguntarle algo, señorita?
Asiento con la cabeza.
Margarita: Sin ofender, ¿cómo perdió su voz?
Escribo.
Es un problema psicológico, de pequeña sí hablaba.
Margarita: Entiendo, ¿quiere que le lleve su plato a la mesa?
Escribo.
¿Podría comer aquí contigo?
Margarita: Claro, si a la señorita no le incomoda, vamos a hacer lo siguiente.
Ella va al armario, toma un plato y cubiertos y me los entrega.
Margarita: Ya veo que es una señorita sencilla, por eso ¿quiere servirse por sí misma? Ahí está la olla sobre la estufa.
Por fin alguien me comprende en esta casa, asiento con la cabeza, salgo de la encimera, tomo el plato, me sirvo y vuelvo a la encimera a sentarme dándole un bocado.
Margarita hace lo mismo y se sienta cuando James entra en la cocina.
James: Señorita, ¿qué hace aquí? Este no es su lugar, Margarita ¿cómo permite que ella esté en la cocina?
Margarita: Fue ella quien quiso quedarse aquí, deje en paz a la niña, James.
James: Solo lo digo por su bien.
Hago señas.
Margarita: Si la señorita se queda aquí tendrá que enseñarnos a hablar en señas.
James: Está diciendo que si le va a causar problemas se irá a comer a su habitación.
La miro, ¿él entiende mi lenguaje de señas?
Margarita: ¿Cómo sabe?
James: Tengo un sobrino que es sordo y aprendí lengua de señas para hablar con él.
Margarita: No tiene que irse, señorita, si no quiere, nadie vendrá y usted puede almorzar aquí.
James: Comeré en otro lado, pues a la señorita no le agrada mi presencia.
Dios mío, no es eso, él va a salir por mi culpa, no es justo.
Entonces hago señal de detenerse y él me mira, entonces le explico en señas.
Zafiro: No es eso, señor James, no es su presencia lo que me incomoda, es que tengo fobia a las personas del sexo masculino, no puedo estar muy cerca ni que me toquen, lo siento, es algo automático, no es solo usted son todos del sexo opuesto.
James: Ahora entiendo, está bien, señorita, ¿puedo sentarme al lado de Margarita? ¿Está bien?
Asiento con la cabeza que sí.
Margarita: ¿Qué dijo? Estoy curiosa.
Sonrío.
Entonces, el señor James le explica lo que dije mientras los observo comer.
Nos quedamos allí en la cocina y Margarita hablando sin parar hasta que me distraigo con ellos, aun con la presencia de James, él respetó mi espacio y aprecié esa actitud, terminamos de almorzar y ayudé a Margarita a ordenar la cocina muy a regañadientes, pues ella no quería, pero me sentía incapaz y eso me hizo sentirme más útil hasta que llegó el señor Pablo y me retiré a mi habitación.
Después de un tiempo, Margarita toca la puerta.
Margarita: Señorita, el señor Pablo desea hablarle, le espera en el despacho.
Abro la puerta ya temblando, no me agrada ese hombre.
Margarita: Le mostraré el camino.
Entonces salimos de la habitación.
Margarita: Por favor, señorita Samira, haga caso al señor Pablo, es una buena persona pero muy difícil de tratar. Haga lo que él le pida y nada sucederá.
La miro, ¿quién dijo que haré lo que él ordene? Lo que quiero es escapar de aquí y encontraré la manera.
Ella me lleva hasta la puerta del despacho, toca y él con su voz grave pide entrar.
Entro y lo veo sentado detrás de un escritorio muy elegante.
Pablo: Samira, siéntese.
Miro alrededor y me siento en el sofá lejos de él.
Él me mira.
Pablo: Aquí, Samira.
Señala la silla frente al escritorio, con mucha reticencia me levanto y me siento, mis manos ya están temblando y un poco sudorosas, encima del escritorio hay unos papeles.
Pablo: Necesito que firme aquí, este es el contrato de matrimonio entre usted y mi hijo, él ya firmó, solo falta su firma, lea y firme.
Empuja el papel hacia mí con un bolígrafo, si cree que voy a firmar, está muy equivocado, permanezco en mi lugar y él me mira.
Pablo: No juegue conmigo, Samira, no tengo la paciencia de mi hijo, tome ese papel y firme.
Niego con la cabeza y él se levanta furioso.
Pablo: O firma por las buenas o la hago firmar por las malas.
Me levanto, niego con la cabeza y comienzo a salir del despacho.
Pablo: Entonces, es igual a su madre.
Me detengo y lo miro, mi madre no, esa mujer no es una madre, es un monstruo.
Abro la puerta.
Pablo: No se atreva a salir de esta sala sin firmar ese papel.
Dicho esto, salgo y él viene detrás de mí, agarra mi brazo con su proximidad empiezo a respirar pesadamente tratando de soltarme, quiero gritar y ningún sonido sale de mi boca.
Pablo: Aprenderá a no jugar conmigo.
Me arrastra por el brazo con los papeles y un bolígrafo en la mano, intento soltarme ya estoy sudando y sin fuerzas para liberarme, entonces me arrastra hasta el final del pasillo donde hay una puerta.
Ya estoy temblando cuando abre la puerta y me empuja hacia el cuarto vacío, es un cuarto oscuro sin ventanas, sin nada, solo una alfombra en el suelo, al empujarme hacia dentro del cuarto acabo cayendo sobre la alfombra.
Pablo: Solo saldrá de aquí después de firmar estos papeles, no importa cuánto tiempo tome, fírmelos.
Se va cerrando la puerta, me levanto e intento abrirla, lo que es en vano, miro a mi alrededor me siento sofocada encerrada aquí, en un acceso de ira tomo los papeles y los rasgo llorando y temblando sudando frío, me recuesto en la pared y voy deslizándome hacia el suelo, quiero morir, no aguanto más esta vida.