Astrid Morano, hija de la poderosa líder de la mafia italiana, regresa a Estados Unidos con la fachada de estudiar en el exclusivo instituto Blackwood mientras resuelve una misión.
Tres apuestas peligrosas se entrelazan en su vida:
1. Seducción doble: Astrid apuesta con su mejor amiga Nadia seducir a los irresistibles hermanos Escott.
2.Desafío familiar: Su hermano Erick apuesta conquistar a la inalcanzable Nadia, con quién se lleva mal desde la infancia.
3. Amor prohibido: Nadia apuesta que su amiga Meredith no podrá enredarse con el apuesto profesor de matemáticas.
Entre amor, balas y secretos de familia...
Una apuesta que comenzó como un juego, terminó en un amor que cambió todo.
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2. PRIMER DÍA EN BLACKWOOD
Me desperté temprano, lista para mi primer día en el Instituto Blackwood.
Me vestí con el uniforme escolar: una falda plisada negra, una corbata verde oscuro y una camisa blanca con el logo del instituto, y me recogí el cabello en una cola alta.
Bajé a la cocina donde Erick y Marco ya estaban desayunando.
—Buena suerte hoy, Astrid—, dijo Erick con una sonrisa.
Marco añadió:
—Tu mochila está lista en la entrada, con todo lo que necesitas para tus clases.—
Justo entonces, escuché el timbre de la puerta. Era Nadia, sonriendo de oreja a oreja.
—¡Vamos, Astrid! Nuestro primer día juntas en años!—, exclamó mientras me tomaba del brazo para salir hacia el instituto.
Al llegar, vimos el imponente edificio de ladrillo rojo con ventanas altas y un jardín bien cuidado.
—¡Mira, Astrid! Meredith y Hanna ya están aquí!—, exclamó Nadia, señalando a nuestras amigas que nos hacían señas desde la entrada.
Nos acercamos y Meredith, con su cabello castaño oscuro y sonrisa brillante, nos abrazó.
—¡Astrid, cuánto tiempo! Estamos tan contentas de tenerte de vuelta con nosotras—
Meredith nos abrazó fuerte y luego se separó para que Hanna también nos diera un abrazo cálido.
Hanna, con su cabello castaño claro y ojos verdes brillantes, exclamó:
—¡Astrid, eres aún más hermosa de lo que Nadia nos contó en sus mensajes!—
Nadia se rió y dijo:
—Les conté todo sobre tu regreso,también lo guapo que está nuestro nuevo profesor de matemáticas y lo loquita que trae a Meth—
Meredith se sonrojó intensamente y susurró:
—¡Nadia, cállate! Astrid, tienes que conocerlo hoy en clase de cálculo... es absolutamente irresistible.—
De repente sonó la campana, anunciando el inicio de las clases.
La campana sonó y nos dirigimos a nuestras primeras clases del día.
Nadia, Meredith, Hanna y yo nos separamos temporalmente para asistir a nuestras respectivas materias, pero quedamos en reunirnos en el almuerzo.
Mi primera clase fue de literatura, donde casi me quedó dormida a mitad de clase.
Después de literatura, me dirigí a la clase de cálculo, donde Meredith me había dicho que conocería al" irresistible" señor Krasnov.
Al entrar al salón, mis ojos se encontraron con los suyos , unos ojos azules intensos que parecían ver más allá de la superficie.
El tenía cabello castaño, mandíbula fuerte y una sonrisa que hizo que Meredith no exagerara ni un poco. En realidad era muy joven, tiene al rededor de unos veinticinco o veinticuatro años.
—Bienvenida, Astrid. Soy el señor Krasnov. Por favor, tome asiento—, dijo con una voz ronca y atractiva.
Me sonrojé ligeramente mientras tomaba asiento, sintiendo que Meredith me lanzaba una mirada de "te lo dije".
El resto de la clase paso explicando algunos procesos matemáticos de los cuales no preste atención, las matemáticas nunca me gustaron, mientras Meredith estaba botando babas por el apuesto profesor de matemáticas.
Después de varias clases, la campana sonó, anunciando el almuerzo, y me dirigí a la cafetería con Meredith y Hanna. Nadia ya estaba allí, reservando una mesa cerca de la ventana.
Nos sentamos y comenzamos a charlar sobre nuestras clases matutinas mientras elegíamos nuestra comida.
De repente, la cafetería se llenó de risas y murmullos.
Una entrada triunfal apareció en la entrada de la cafetería:
Patricia, la capitana de las porristas seguidas de unas chicas con el mismo uniforme que está traía.
Patricia se acercó a nuestra mesa con una sonrisa desafiante, seguida de cerca por sus amigas Sarah y Aída.
Se dirigió primero a Meredith:
—Meredith, sigues babeando por el señor Jaxon, ¿crees que un profesor tan guapo como el se fijaría en una chica tan desesperada como tú?—
Después se volvió a Hanna:
—Hanna, sigues fantaseando con Ethan, ¿verdad?
Apuesto a que solo quiere llevarte a la cama como la perra que eres.—
Mi ira explotó y me levanté de mi silla, mi mano volando hacia Patricia...
La abofeteé con fuerza.
Un silencio absoluto cayó sobre la cafetería...
—La única perra que veo aquí eres tú — dije mirándola a la cara, el enojo que transmitió la rubia era palpable.
—¿Cómo te atreves a pegarme estúpida perra?—se acercó a mí tratando de devolverme la bofetada, pero fui más rápida que ella y retrocedí evitando que me golpeara, logrando que cayera en frente de todos.
Rápidamente, la cafetería se llenó de risas en contra de la rubia, después se levantó con ayuda de sus amigas y se fue sin antes mirarme con desdén susurrándome un:
—Esto no se queda así perra—
Mis amigas: Hanna, Nadia y Meredith se echaron a reír para luego felicitarme por la lección que le había dado a la rubia.
—Me encantó la bofetada que le tiraste a esa zorra de Patricia— dijeron todas al mismo instante.
Nos quedamos riéndonos un rato, hasta que
la campana final sonó, marcando el fin del día escolar.
Nadia me esperaba en el pasillo, sonriendo de oreja a oreja.
—¡Vamos a recorrer Lakeville y celebrar que le diste su merecido a Patricia!—, exclamó, tomándome del brazo.
Salimos del instituto y nos dirigimos hacia el centro de Lakeville, caminando por la calle Main Street, llena de tiendas y restaurantes locales.
Nadia me mostró lugares emblemáticos como:
- El parque Lakeville Central, donde pasamos por un lago pequeño y un jardín de flores
- La biblioteca pública de Lakeville, un edificio histórico con arquitectura impresionante
- El centro comercial Lakeville Crossing, donde entramos a algunas tiendas y cafeterías
Mientras recorríamos Lakeville, no pude evitar sentirme un poco melancólica, todos estos lugares solía recorrerlos con mi padre y mi hermano cuando era niña.
Nadia y yo continuamos nuestro recorrido por Lakeville, disfrutando del atardecer sobre el lago y las calles tranquilas.
De repente, Nadia se detuvo y me miró con una expresión seria y preocupada.
—Astrid, necesito decirte algo... Desde que salimos del instituto, he notado que unos hombres nos están siguiendo—, dijo en voz baja, mirando alrededor nerviosamente.
Mi corazón se aceleró al escuchar sus palabras.
—¿Los has visto claramente? ¿Cuántos son?—, pregunté, escaneando nuestro entorno con la mirada.
Nadia asintió, su voz apenas audible.
—Son tres. Están a unas cuadras de distancia, pero cada vez que nos detenemos, ellos también se detienen. Creo que nos están vigilando...—
—No esperaba que actuaran tan rápido, deben ser hombres de algunas organizaciones enemigas—
—Pienso lo mismo, debemos seguir actuando normal, sobre todo cuando estás aquí para recuperar el cargamento —
Asentí y seguimos caminando, Nadia era mi mejor amiga desde la infancia, Pero aparte de eso también era una muy astuta y hábil para pelear, sus padres eran los encargados de administrar la organización de mi madre aquí en Minnesota.
Después de recorrer la ciudad, finalmente volvimos a casa, Nadia se despidió de mí con un abrazo y un beso en la mejilla y se fue a su casa a solo dos de la mía.
Al entrar a la casa, mi hermano Erick me esperaba en el salón, con una expresión seria y un vaso de whisky en la mano.
—Astrid, tenemos un problema—, dijo sin preámbulos.
—Uno de nuestros guardias de seguridad capturó a un hombre que intentaba robar mercancía en la bodega de carga del puerto.
Quiero que te encargues de... interrogarlo. Necesitamos saber para quién trabaja y qué relación tiene con el cargamento 'Eclipse'".
Mi instinto se activó inmediatamente.
—¿Dónde lo tienen?—, pregunté, ya dirigiéndome hacia la puerta que conducía al sótano, donde solíamos realizar interrogatorios discretos.
Erick asintió.
—Marco lo tiene abajo. Está... bastante ansioso por hablar.—
Bajé al sótano con Erick, el aire se volvió más denso y frío a medida que descendíamos.
Marco nos esperaba en la puerta de la sala de interrogatorios.
—Señorita Astrid, el prisionero está listo—, dijo Marco, abriendo la puerta.
Entré y vi al hombre encadenado a una silla metálica, su rostro impasible.
—¿Para quién trabajas?—, pregunté directamente, mi voz firme pero controlada.
El hombre permaneció en silencio, sin siquiera parpadear.
Me acerqué más a él, mi voz baja y intensa:
—Entiendo que no quieres hablar... aún. Pero déjame decirte algo: aquellos que se meten con la familia Morano salen muy mal, la mayoría de veces sin vida— dije con un tono de voz frío acompañado de una mirada con desdén y penetrante.
Pude sentir como el hombre trago saliva.
—Lo volveré a preguntar, ¿para quién trabajas?—
El hombre siguió sin hablar, solo me miró con una mirada que decía "mátame de una vez". Definitivamente, le iba a dar el gusto, Pero no tan pronto.