El matrimonio arreglado de la primera hija del Conde Harris con el Duque Carnegie III y su peculiar convivencia
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Invierno
Un cuerpo pálido y cálido reposaba en la cama cuan nubes del cielo, se sentía placida, cómoda. Las manos frías delgadas y ásperas de la doncella tocaban suavemente los hombros de Samantha
-Mi lady, despierte- La voz suave se escuchaba tan lejos, aunque estuviese tan cerca
Se removió despacio en la cama acobijándose más y negó levemente la petición con un ligero movimiento de su cabeza
-Mi lady, es hoy… debe alistarse temprano, no tardan en llegar-
Al escuchar esas palabras, su corazón se paralizó. Habían pasado 2 meses más, a pesar de los contra tiempos, esta vez si volvería a casa su esposo
A través de la ventana se veía como caía la nieve en el denso suelo cuyas capas de copos se sumaban unas a las otras. Los caballos que llevaban un trote extenuante dejaban sus fuertes pisadas clavadas en la nieve.
El gélido viento quemaba los rostros de los jinetes, sus mejillas enrojecidas, narices congeladas y ojos entrecerrados tratando de no perder el rumbo entre el frio invierno. El duque James, quien lideraba la marcha, esperaba ansioso por fin llegar a su castillo. Meses viviendo en el bosque, batallando día a día, la exigencia física llevada al máximo nivel, su cuerpo exigía descanso
¿Esperará ansiosa mi llegada?
-Señora ¿Le gustaron los aceites que usamos en su baño hoy?-
-Si, gracias… Me siento tan suave como la seda- Deslizaba la yema de sus dedos rozando sus antebrazos, la sensación era grata
El suave y cabello caía por debajo de sus caderas mientras Ana cepillaba con delicadeza cada hebra
¿Qué pensará cuando me vea? Quizás no le parezca ni un poco atractiva… Espero que no sean verdad los rumores
Durante algunos meses, cuando la guerra ya se había instaurado, resonaba el nombre del Duque James Carnegie III, decían que era un hombre bestia, sangriento, cruel y feroz no solamente en el campo de batalla… A los rumores de guerra se unieron rumores de doncellas solteronas que decían haberse relacionado íntimamente con el Duque, alegaban que era un hombre sin escrúpulos y osaba de usar a las doncellas vírgenes para violarlas y torturarlas en su castillo
Quizás Ana sepa algo…
-Ana… ¿Podrías contarme algo del duque?-
-Mi lady, no he conocido al Duque Carnegie III aún… fuimos contratadas 2 semanas antes de su llegada mi señora-
-¿No habían mucamas antes de mi llegada?- A través del espejo de la peinadora vislumbro la expresión de Ana la cual mordió su labio con fuerza callando sus palabras -Dime Ana… ¿Qué sabes del Duque?-
-Mi señora, la verdad es que he escuchado muchos rumores pero no me atrevo, ahora es mi señor y no podemos decir nada acerca de él-
-Entiendo… Está bien Ana, termina mi cabello-
Mientras terminaban de arreglar su cabello y colocar los accesorios, Samantha se perdía en sus pensamientos, su pulso aumentaba, tenía demasiado miedo de que esos rumores fuesen realidad y él abusara de ella… después de todo, solo tenía 18 años, y aunque para otros ya era una edad suficiente para concebir, ella solo quería disfrutar la nueva tranquilidad que la rodeaba
Habían escogido un precioso y delicado vestido color lila que contrastaba con sus ojos, ceñido a su cintura con un corsé que marcaba aún más su figura. A sus 18 años tenía un precioso cuerpo, su piel blanca como la nieve, suave como el terciopelo era un reloj de arena cuyas curvas eran producto de unas prominentes caderas y pechos, era un contraste peculiar con su rostro de niña
-Creo que es muy… uhmm- Rozó su barbilla con la yema de sus dedos dudando la palabra a usar
-Precioso- Completó Ana
-No… Demostrador…- Susurró mientras miraba su imagen en el espejo, nunca se había vestido así
Desde luego, los mejores vestidos y trajes eran confeccionados para su madrastra y su hermana, incluso su hermano vestía un traje nuevo cada día, por muchos años tuvo que usar el mismo vestido varias veces a la semana
-Mi señora, luce hermosa… le pondré este collar que el Duque encargó para usted, es un diamante gigante-
-¿Cuándo el Duque hizo eso?-
-Él encargó al mayordomo Bastian con instrucciones muy precisas de que comprase joyas, vestidos y demás accesorios para usted mi lady-
-Uhmm…-
Confundida sin saber porque había hecho aquello. Dio un largo suspiro y salió de la habitación hacía el comedor
-Buenos días, mi joven señora- Bastian esperaba detrás de la silla que había sacado para Samantha -Tome asiento-
-Gracias Bastian- Le dedico una gentil sonrisa y tomo asiento para luego tender la servilleta de tela -Haz… uhmm…-
-¿Si mi lady?-
-No es nada…- bajó la mirada hacía el plato que servían las demás sirvientas
-El señor debería de llegar para la hora de la comida- Respondió como si leyese sus pensamientos, lo que hizo que Samantha se ruborizara
Dios mío… No puedo comer un bocado, de solo pensar en él mi pecho se encoje
-Mi señora, espero disfrute su comida. Recuerde que más tarde debe escoger el menú que se preparará para la bienvenida del señor-
-Bastian, no conozco sus gustos… Le agradezco que usted lo haga por mi por favor-
-El señor…-
-De verdad, hágalo a modo favor-
-Esta bien mi señora… así se hará-
El desayuno pasó sin eventualidades, la vida de Samantha en el castillo, aunque monótona, se había convertido en paz
El cielo está tan blanco que no hay diferencia del suelo, nunca había visto tanta nieve junta
Asomada en el balcón que daba al jardín trasero, con un largo y grueso abrigo observaba el frio invierno. Desde niña había anhelado un invierno como ese, usualmente en el pueblo solo nevaba escasamente y por unos días. Pero en las tierras del Duque Carnegie III, por estar tan próximo a la capital nevada, el invierno duraba meses y las temperaturas descendían inclementes
-¿Tu eres lady Harris?- Una voz masculina, grave y profunda resonó a su espalda, erizando cada vello de su cuerpo
Es él
le pierdes el interés