Compromiso Indeseado. (ABO)

—Darre, saluda al Almirante —instó Gunnar, forzando a su hijo a dar unos pasos hacia adelante. A regañadientes, Darre giró el rostro y cruzó los brazos, dejando clara su irritación.

—No hace falta tanto formalismo —intervino Henrik con calma, consciente de la molestia palpable del omega—. Seremos esposos, y habrá tiempo de sobra para conocernos. Por favor, llámame Henrik —añadió con una sonrisa, provocando un resoplido de enojo por parte de Darre. No estaba seguro de si Henrik estaba actuando delante de su padre, pero tampoco le importaba en ese momento. Su objetivo era causar la peor impresión posible para evitar ese matrimonio no deseado.

—Lo siento, mi hijo aún está un poco sorprendido; con el tiempo se acostumbrará —se disculpó Gunnar, aunque Darre rodó los ojos con desdén. La idea de acostumbrarse a esa situación le resultaba tan absurda como inaceptable.

—¿Dónde voy a dormir? Y no pienses que compartiré la misma cama contigo, Almirante K —advirtió Darre con tono desafiante. Henrik, por su parte, sonrió internamente, encontrando encantadora la manera en que Darre expresaba su molestia.

—No te preocupes, independientemente de lo que pienses, no compartiremos la cama antes del matrimonio —aseguró Henrik con serenidad. Sin embargo, Darre también albergaba dudas sobre esas palabras; después de todo, Henrik era un alfa de élite y conocía muy bien las limitaciones de los medicamentos cuando el rut se hacía presente.

—Como sea, ¿Dónde voy a dormir? —cuestionó Darre con desinterés.

—Liv —llamó Henrik con voz fuerte, digna de un soldado; unos segundos después, el mayordomo que los atendió al principio, apareció nuevamente—. Ordena que suban el equipaje de Darre y llévalo hacia su habitación.

—Como ordene, Almirante.

Liv inclinó la cabeza y le hizo una señal a Darre para que lo siguiera al segundo piso. Darre fue tras él, explorando cada rincón con la mirada. Debía admitir que la casa era hermosa y lujosa, aunque eso no suavizaba su actitud ante la situación.

—Mi hijo se ha vuelto un poco testarudo, Henrik. Por favor, ten paciencia con él —solicitó Gunnar.

Henrik asintió con una sonrisa moderada. Darre sería su omega en el futuro, y, por supuesto, cualquier cosa que hiciera, debía entenderlo.

—Señor, no se preocupe, Darre está en buenas manos. —Gunnar asintió, agradecido por las palabras de Henrik.

—Bien, bien, eso me alegra. Henrik, cuida de él. —añadió Gunnar con un tono doloso.

A pesar de su aparente calma, Gunnar aún se sentía dolido por dejar a su hijo con Henrik. Sin embargo, confiaba en que el Almirante sería un buen protector y cuidador para Darre. Aunque Darre no estaba feliz con ese matrimonio, sabía que tarde o temprano tendría que aceptarlo.

—No se preocupe demasiado y dígale a su esposa que puede estar tranquila —concluyó Henrik, ofreciendo una promesa velada de cuidado y responsabilidad hacia Darre.

Gunnar asintió, sintiendo un nudo en la garganta mientras veía a su hijo alejarse con Liv. Henrik, por su parte, acompañó con la mirada la partida de Darre hacia el segundo piso. La tensión en el aire indicaba que la convivencia entre el omega testarudo y el Almirante K no sería tan sencilla como esperaban.

Mientras caminaban por el pasillo, Darre no pudo evitar preguntar:

—¿Cuánto tiempo piensan hacerme esperar el Almirante?

Liv le dirigió una mirada neutral y respondió:

—A veces, la paciencia es una virtud valiosa, joven Darre.

Darre gruñó internamente, sin estar dispuesto a aceptar lecciones de paciencia de un mayordomo. Sin embargo, cuando llegaron a la puerta de la habitación que aparentemente sería suya, no pudo evitar sorprenderse. La estancia era amplia, con una cama elegantemente vestida y una vista panorámica de los jardines exteriores.

—Si necesitas algo, estaré en la planta baja —informó Liv antes de retirarse, dejando a Darre solo con sus pensamientos.

El omega suspiró, sintiéndose atrapado en una situación que no había elegido. Observó el paisaje a través de la ventana, tratando de encontrar algún atisbo de consuelo en la hermosa pero desconocida residencia.

Mientras tanto, en la planta baja, Henrik compartía algunas palabras más con Gunnar antes de despedirse. La incertidumbre y el desafío se reflejaban en los ojos del Almirante, consciente de que el camino hacia la aceptación y la convivencia sería un desafío para ambos.

—¿Puedo pasar? —la voz de Henrik desde fuera de la puerta hizo que los pelos en la cabeza de Darre se crisparan. Cerró la mochila que siempre cargaba en su hombro y caminó hacia la puerta para abrirla.

—¿Qué? —dijo con la irritación que la sola presencia de Henrik le causaba.

—¿Estás cómodo?, ¿Necesitas algo? —preguntó Henrik con una aparente preocupación. Darre arrugó las cejas, cuestionándose si la inquietud en las palabras del alfa era genuina o simplemente una hábil actuación. Aunque siendo sincero, no importaba si las palabras eran auténticas; él no caería por alguien así. Incluso si Henrik mostraba bondad, nunca podría ser amado por Darre.

—Sí, necesito algo —respondió Darre. Henrik se puso atento, esperando cualquier pedido—. Quiero que canceles el matrimonio. No sabes qué tipo de persona soy, y tampoco me interesa que me conozcas —Darre hizo una pausa y se acercó a él—. Almirante, soy una persona a la que le gustan las relaciones sin compromiso. Así que, por favor, no te sorprendas si un día llego con el olor de otro alfa.

La piel debajo del traje militar se crispó y los ojos del almirante se tornaron oscuros. Darre pudo notar claramente el cambio en su rostro; después de todo, ningún alfa toleraría que su futuro omega se relacionara con nadie más. Era una cuestión de posesividad. Además, siendo una persona tan importante en Celestia, el Almirante debía guardar las apariencias. Si comenzaban a correr rumores de que su futuro esposo salía con otros, para mantener su estatus, solo le quedaría desistir del matrimonio.

Darre observó a Henrik entreabrir los labios, pero antes de que pudiera decir algo, Darre pasó a su lado y lo empujó levemente. Descendió las escaleras casi corriendo, salió a la calle, y abrió el comunicador en su pulsera. El mensaje en el chat con su mejor amigo era claro. Darre refunfuñó un par de veces y regresó a la casa. Recorrió la primera planta hasta que se encontró con una mujer de mediana edad vestida con un traje azul marino de servicio.

—Mi amigo me está esperando. ¿Pueden ordenar que lo dejen pasar?

—Lo lamento, señor, únicamente el Almirante K puede autorizar la entrada si no tiene una invitación previa —dijo inclinando el rostro en señal de disculpa.

Darre chasqueó la lengua y se dio media vuelta para salir nuevamente. Al llegar a la entrada, vio a Henrik bajar apresuradamente las escaleras con el comunicador encendido, aparentemente apurado. Darre lo observó con atención y Henrik, al percatarse de su mirada, pronunció un "estaré ahí en seguida" y cortó la comunicación.

—Quiero que mi amigo tenga el derecho de entrar a este lugar. Da la orden —exigió Darre.

Henrik frunció el ceño, sin muchas ganas de cumplir la solicitud. Después de las palabras de Darre, dudaba de que esa persona realmente fuera solo un amigo. No obstante, tampoco quería hacerlo sentir encerrado contra su voluntad. A pesar de su reticencia, activó nuevamente el comunicador en su muñeca y envió un rápido mensaje. Sin decir una palabra, se dio media vuelta y se adentró por un pasillo.

—Almirante —murmuró Darre y estuvo a punto de seguirlo, pero el sonido de un mensaje detuvo sus pasos. Miró el comunicador y la respuesta de su amigo le dibujó una sonrisa. Se volvió y salió a esperar a Henrik, quien había dado la orden de permitirle el acceso. La intrigante noche en Celestia continuaba desarrollándose.