X-21

—Resulta que cuando me fui a la casa de Juan fuimos al parque a distraernos un poco de nuestros problemas.—menciona Samuel.

—¡Hay por favor! como vas a tener problemas si nunca te eh obligado a trabajar tu lo haces por gusto.—esta recalca.

— Mi Gardenia, mi Gardenia, mi Gardenia…—dice este mientras gira su cabeza.—entonces cuando estábamos sentados en una de las bancas dando para la calle se paro un auto. Uno muy lujoso y caro, traía los vidrios oscuros y totalmente arriba, no le tomamos importancia y seguimos con lo nuestro, cuando esté nos pito y volteamos.—Gardenia atenta.

—Nos dimos cuenta que nos hablaba a nosotros y con un piedra, papel y tijera decidiríamos quien se acercaría a ese

señor.—orgulloso.

—¿Pero a poco no reconocieron que era el señor Turrubiates?—pregunta Gardenia.

—eh, ninguno de las dos se había dado cuenta que era el señor hasta que me acerque a el. Y es que yo había ganado dos juegos de tres. El chiste es que al saber que se trataba de él le hable a Juan, y estando ahí nos preguntó si teníamos trabajo y pues…, dijimos que no y nos platico que las personas que se habían quedado a cuidar sus cultivos luego de que nosotros nos fuéramos renunciaron ya que se irían a trabajar a estados unidos.

—¿Qué tontos fueron?—menciona Gardenia.

—Sip. Y volvió a ofrecernos el mismo empleo.

—está vez les está pagando más porque cuando trabajaste con el no era tanto dinero como para pagar un casa…

Mira alrededor de este mientras dice:

tan bonita y amplia.—vuelve a verlo y termina:

—así de sopetón.

—Es que no solo le cuidaremos sus cultivos sino también le daremos mantenimiento a su casa y por eso será más el pago , y también porque viviremos haya, solo hasta que termine el trabajo.

—con algo de nervio en su voz.

—¿Cómo que vivirás haya?,¿ Porque?, si la vez pasada iban y venían.—reclama.

—bueno…, es que ahora así lo requirió el señor, porque reacciona así si a estado sin saber de mi hasta por dos semanas.—nervioso.

—¡Pero aunque no sabía dónde estabas tenía la seguridad de que no te irías de la ciudad, pero ahora. Esto es muy distinto.—preocupada.

—recuerde que Juan también irá conmigo, así que no estaré solo, no tiene porqué preocuparse.

Está suspira le toma al te y dice:

—¿Cuánto tiempo te irás?

—no lo se mi Gardenia, eso es algo que ni el mismo sabe.—Responde.

—¿Pero si vendrás a visitarme?—esta pregunta hace que Samuel esconda la mirada manteniendo un silencio en ambos.

—¿Por qué no respondes?—esta pregunta al no haber visto respuesta.

Samuel traga saliva y responde entre cortado la voz:

—Quizá no vuelva a verla durante mi estancia en San Hidalgo (está es la ciudad donde es el trabajo).—con la mirada triste.

—¡Bien…—al notar la tristeza de este coloca la taza de te en la mesa de centro, palma sus manos en sus piernas y se levanta para levantar su pulgar derecho y con una sonrisa dice:

—entonces…, mucha suerte Samuel!—este voltea hacia esta y sus ojos comienzan a brillar mientras la escuchaba decir:

—¡Deberás ganar mucho dinero para poder mantenerme ya que quieres que yo renuncie a mi trabajo! .—se acerca hacia este y le susurra:

—bueno eso fue lo que me dijiste. —este responde asentando y está vuelve a acomodarse y continua:

—¡Para que pueda comprarme todos los muebles que quiera para esta casa, los vestidos y zapatos como un devolución de todo lo que eh hecho por ti durante todos estos años!—este asienta y dice:

—para eso le estaré depositando cada mes la mitad de mi sueldo.—esta al escucharlo se acerca pegado al rostro de Samuel y a este le provoca nervios.—eso me dijiste cuando te pregunté de dónde habías conseguido esto. Que ya no habría de que preocuparme, que de ahora en adelante solo disfrutaría de esto, porque lo merecía por haberte dado techo y comida cuando éramos unos desconocidos. Sabes algo. Estoy orgullosa de ti, porque a pesar de que nunca te eh obligado a trabajar, a ayudarme con el gasto, nunca me hacías caso.

—no me gustaba verla llegar así del trabajo, tan cansada, por eso me salía a conseguir algo lo que fuera para ayudarla. Y ahora que usted me está deseando suerte y apoyando, con más razón haré mejor las cosas. ¡Por usted!

Está se acomoda y con una mano en la cintura y la otra apuntando a Samuel exclama simpática:

—¡Eso espero, porque no quiero quejas de ninguno de ustedes dos!.—acompañado de una sonrisa tierna para terminar:

—Cuídense mucho. Recuerden que los dos tienen una familia que los ama.

Samuel a oírla decir esto queda pensativo, esconde el rostro para luego voltear hacia a esta quien con una sonrisa que le provocaba gran motivación en el, sacando en este una sonrisa involuntaria.