NovelToon NovelToon
Permitir Acceso.

Permitir Acceso.

Status: En proceso
Genre:Terror / Aventura / Viaje a un juego / Supersistema / Mitos y leyendas / Juegos y desafíos
Popularitas:418
Nilai: 5
nombre de autor: Ezequiel Gil

Permitir acceso.
Un juego perdido. Una leyenda urbana.
Pero cuando Franco - o Leo, para los amigos - logra iniciarlo, las reglas cambian.
Cada nivel exige más: micrófono, cámara, control.
Y cuanto más real se vuelve el juego...
más difícil es salir.

NovelToon tiene autorización de Ezequiel Gil para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 24: Un juego roto con yo

"Lucas"

Mientras miraba el muñeco, el sonido de una notificación me sacó del trance.

Vi el mensaje en la parte superior y suspiré. No lo abrí. Solo apagué la pantalla y arrojé el celular al otro lado de la cama.

> Bueno… ya me la esperaba.

Me levanté y fui directo a la computadora, como si eso pudiera desconectar un poco la cabeza.

—Vamo’ a jugá —murmuré mi frase icónica.

Desde que la escuchamos por ahí en el 2020, si no mal recuerdo, Leo y yo la repetíamos a cada rato. Ahora solo tenía el sabor de un eco amargo.

Abrí el nivel 7 y moví al muñeco de arriba a abajo. Nada cambiaba. Era frustrante, pero funcionaba: mi cabeza, al menos por esos minutos, podía relajarse.

> Ja, está como yo el muñequito… no sabe para dónde ir.

Sin quererlo me entretuve un rato. Cada salto, cada luz cortada, cada sonido extraño tenía algo de misterio que me gustaba. Pero pronto me aburrí. Moví al muñeco unos minutos más, dejé la silla, caminé, revisé otra cosa en la pantalla, volví a sentarme.

> No tengo nada mejor que hacer.

—Igual… era más divertido verlo a Leo jugar —dije en voz baja, como si se me escapara.

Recordé cómo él se había enganchado con este juego. Siempre tan concentrado, tan paciente. Yo nunca tuve esa tolerancia. Me frustraba rápido y prefería abandonar. Pero él… sus ojos decían que veía algo más. Siempre veía el arte en los juegos. Yo solo juegos.

Y aun así, me gustaba verlo. Lo hacía parecer tan mágico, tan vivo. En cambio, yo… si no pasaba el nivel rápido, lo dejaba. Y hubiera sido así, de no ser por esa melodía.

> Ok, último intento.

Tenía el código. Según Leo, era un par de notas musicales. Probé escribirlas, pero nada. Como no sabía qué más hacer, fui al foro. Hablaban de un MIDI, de una tarjeta de sonido, de una placa de audio. No entendía nada.

Pero entre ese vaivén de información encontré un post donde hablaban de cómo podía sonar la melodía. Me pareció fascinante que con tan pocas notas pudieran inventarse versiones tan diferentes.

Y se habría quedado ahí, en una simple curiosidad, pero de pronto… escuché esa melodía.

> Ésta me suena.

La tarareé bajito.

—Agg, la tengo en la punta de la lengua —solté, probando de nuevo.

De pronto, un sonido extraño salió de la computadora, como si hubiera recogido monedas en un juego. Me di cuenta de que venía de ahí: del propio juego.

La barra del micrófono se había activado y, a medida que tarareaba, subía un poco. Me emocioné y tarareé más fuerte, esperando que se llenara. Pero pasó lo contrario.

Probé varias veces hasta que entendí: no era cuestión de fuerza, sino de hacerlo bien. Si erraba la nota o el tiempo, la barra volvía a cero.

Tarareé, canté, probé y fallé. Me levantaba, caminaba, me distraía y volvía a intentarlo.

> Dale, ahora sí me sale.

Quince minutos después, agotado y exaltado al mismo tiempo, me recosté. El juego seguía abierto, la barra a medio cargar. Me levanté, fui por un vaso de agua y volví.

> Ya me parezco a Leo…

Me reí solo.

Salí de la pieza y fui al comedor a desayunar. Papá ya se había ido y mamá estaba con su café de siempre.

—¿Otra vez te levantaste temprano? —preguntó con una sonrisa que escondía preocupación.

—Es que no puedo dormir —le respondí.

—Y si no estuvieras todo el día con el celular… —ironizó.

—Mirá quién habla —me reí—. Si te enseñé a usar Facebook y ahora ni bola me das.

—Ya sos un adulto, tenés que manejarte solo.

—Cuando te conviene soy adulto —repliqué, dándole un beso en la frente—. Cuando me vaya seguro vas a llorar todos los días.

—Cierto… ¿qué pasó con eso? —preguntó, ahora más seria.

> Uy… no quería hablar de esto.

—Sí quedé —solté con un suspiro—. Pero como suplente.

—¡Te felicito, amor! —exclamó, abrazándome.

—No, ¿cómo que me felicitás? Te dije que era la peor opción.

—No importa. Eso significa que sos de los mejores de la provincia, ¿no?

—O sea… sí. Pero ahora tengo que ver cómo hacemos con la pensión en Banfield.

—Ya te dije: esto es buena noticia. Primero esto, después lo otro. Y avisale a tu hermano, que anduvo preguntando por eso.

> Capaz tiene razón.

Terminé de desayunar y me fui a entrenar. La rutina de siempre: entrenar, volver, comer, colegio, estudiar y tirarme a la cama. Parecía imposible que mi vida pudiera cambiar tanto en tan pocos días.

Aunque ese día sí hubo algo distinto. Una especie de maldición.

> No me puedo sacar la melodía de la cabeza.

Se la tarareaba a cualquiera en quien confiara, pero nadie la reconocía. Sabía que era malo tarareando, pero sentía que la tenía cerca, casi en la punta de la lengua.

Esa sensación me siguió hasta la noche.

Cuando me dormí, algo extraño pasó: la melodía seguía. Tarareaba suavemente, sin saber si la escuchaba o si era yo el que la producía.

> Me estoy volviendo loco…

Y me sonreí.

—Ya me traumé —dije en chiste, antes de dejarme caer en el sueño.

Aunque en plena madrugada, un sonido me despertó. El mismo de la mañana.

Abrí los ojos. La habitación estaba a oscuras, excepto por la pantalla encendida. El juego brillaba solo. La melodía sonaba, aunque yo no hacía nada.

Y entre luces y colores, por un instante, juraría que el muñeco… me estaba mirando.

1
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play