El Problema No Eres Tu... Es Tu Edad.

POV Liam

Seis años después de aquel primer encuentro en el tráiler, mentiría si dijera que supe, desde ese instante, que todo terminaría así. Con una casa llena de risas, juguetes tirados por el pasillo, y una mujer que sonríe incluso cuando no duerme más de cuatro horas seguidas. Mentiría, sí. Porque nada de esto estaba en mis planes. Y sin embargo, es todo lo que alguna vez soñé.

Hoy tengo treinta y dos años y no estoy en una gira mundial, ni firmando autógrafos en alguna ciudad que no sé ubicar en el mapa. Estoy en casa, en bata y pantuflas, con dos niños colgados de mis piernas y una pequeña con coletas que insiste en pintarme las uñas de rosa. Mi hijo mayor, de tres años, se pasa el día arrastrando su guitarra de juguete por todos lados, intentando balbucear alguna de mis canciones. No siempre le sale, pero eso no importa. Él cree que su papá es una estrella del rock. Yo solo sé que soy el hombre más feliz del mundo.

Rous y yo tuvimos a nuestro primer hijo al poco tiempo de haber vuelto. Fue un cambio radical. Pasar de una relación que parecía rota a construir algo sólido, real, que pudiera sostenernos a todos. Nadie dijo que sería fácil. Pero cuando llegó él, nuestro primer bebé, las piezas encajaron. Era pequeño, frágil, pero con un par de pulmones que anunciaban su llegada cada madrugada.

Y justo cuando empezábamos a entender la rutina de ser padres, la vida nos sorprendió otra vez. Mellizos. Una niña que se convirtió en la luz de mis ojos, y un niño tan revoltoso como yo a los cinco años, aunque solo tenga dos. No lo vimos venir, y sin embargo, ahora no imaginamos un mundo sin ellos. Son ruidosos, traviesos, pero cada noche, cuando se quedan dormidos, Rous y yo nos miramos con una mezcla de cansancio, risa y amor absoluto. Vale la pena. Todo.

Valentina, por su parte, creció. Entró a la universidad y ahora viene solo en vacaciones. Cada vez que vuelve, siento que el tiempo ha volado. La niña que un día se escondía detrás del sofá para espiarnos cuando creía que no la veíamos, hoy es una mujer joven, brillante, y más sarcástica que nunca. Dice que ya no se siente sola. Que desde que llegué, su familia dividida se volvió una gran familia, llena de amor, discusiones por el control remoto, y abrazos inesperados a mitad del desayuno.

Me llama “Liam”, aunque a veces, entre bromas, me dice “padrastro favorito”. Nunca intenté reemplazar a su padre, ni competir por su amor. Sabía desde el inicio que no era mi lugar. Pero sí logré ser parte de su vida. Hoy me considera su amigo, su cómplice… alguien en quien puede confiar. Y eso, para mí, vale más que cualquier premio o reconocimiento. A veces, cuando su padre se pone celoso o intenta marcar territorio, ella lo mira con esa calma que heredó de Rous y le dice: “ tu eres mi papá, pero Liam es parte de mi corazón"...

Rous… qué puedo decir de ella. Sigue siendo tan hermosa como el primer día. O más. Tal vez porque ahora la veo con otros ojos. Los de alguien que ha compartido con ella los momentos buenos, pero también las crisis, los miedos, las decisiones difíciles. La veo cansada, a veces desbordada, pero también la veo feliz. Plena. Amada.

Nunca pensé que alguien pudiera enseñarme tanto con solo estar. Ella me dio un hogar cuando yo no sabía ni cómo pedirlo. Me enseñó a ser padre, a ser paciente, a soltar el pasado y a dejar entrar la vida real. Me amó con mis errores, y me exigió ser mejor. Y yo lo intenté. Cada día.

No somos una familia perfecta. Los chicos se pelean por tonterías, Valentina se encierra con música a todo volumen, y Rous y yo discutimos sobre quién olvidó comprar pañales. Pero luego, en las noches, cuando todos duermen y el silencio por fin nos alcanza, la miro y sé que no cambiaría esto por nada.

Ella me mira también, y a veces dice en voz baja: “¿Cómo llegamos hasta acá?”. Yo solo le sonrío y le contesto: “No lo sé, pero me alegra que no te hayas rendido.” Porque eso es lo que más admiro de Rous. Su fuerza. Su forma de enfrentar el mundo, incluso cuando parece que todo se viene abajo.

Me tomó tiempo entender que el amor no es lo que te dicen las canciones. No son fuegos artificiales ni promesas grandilocuentes. Es estar. Sostener. Elegir al otro, incluso en los días en que no te queda energía ni para hablar. Es seguir apostando cuando lo fácil sería irse. Y Rous y yo elegimos quedarnos. Todos los días.

A veces, la prensa aún intenta escarbar en nuestro pasado. Pero ya no nos afecta. Valentina les responde mejor que cualquier abogado, y nosotros aprendimos a reírnos de los titulares absurdos. Porque lo único real es lo que pasa dentro de esta casa. Lo que construimos juntos.

Hoy miro a mis hijos correr por el jardín, a Rous sentada con una taza de café frío en la mano, viendo cómo juegan. Y entiendo que todo esto, cada parte de esta historia, nos llevó hasta acá.

No fue perfecto. Pero fue real.

Y eso es más que suficiente.

*****Fin*****

Hola chic@s, 👋 gracias a todas por seguirme en esta linda historia. Espero que les guste y apoyen con sus me gusta y comentarios, eso me ayuda a mejorar y a seguir creando.

Como siempre nos seguiremos leyendo en la siguente, besos a todas... 😘💕♥️