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Una Reencarnación Tranquila

Una Reencarnación Tranquila

Status: En proceso
Genre:Magia / Malentendidos / Reencarnación / Mundo mágico / Apocalipsis
Popularitas:1k
Nilai: 5
nombre de autor: Aly25

Su muerte no es un final, sino un nacimiento. zero despierta en un cuerpo nuevo, en un mundo diferente: un mundo donde la paz y la tranquilidad reinan.
¿pero en realidad será una reencarnación tranquila?

NovelToon tiene autorización de Aly25 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Nueva casa

La habitación estaba llena de luz cálida, filtrada por las cortinas de lino que se movían levemente con la brisa. El bebé dormía plácidamente sobre una colcha suave, la respiración tranquila, sus pequeños labios entreabiertos como si soñara con el mar. Artemisa, sentada a su lado, apoyó con delicadeza los dedos sobre la frente del niño. Estaba más tibio que antes, pero no ardía. Y, sobre todo, ya no temblaba.

—La fiebre bajó —dijo en voz baja, casi en un suspiro—. Está mejor.

Elian asintió desde la puerta, sin entrar aún. Llevaba los brazos cruzados, la chaqueta desabotonada y el rostro cansado, pero en cuanto escuchó las palabras de Artemisa, una leve sonrisa se dibujó en sus labios. No era amplia, ni ruidosa, pero fue sincera.

—Me alegra escucharlo —respondió, dando finalmente un paso dentro—. Kael también confirmó que está respondiendo bien al tratamiento.

Artemisa se levantó, estirando un poco la espalda entumecida. Le costaba dejar de observar a Leo, pero sabía que debía hablar con Elian ahora. Tenía asuntos que no podían posponerse más.

—¿Y el dispositivo?

—Casi está listo —dijo él, con ese tono tranquilo que usaba cuando intentaba no preocuparla—. Hoy kael terminará con los detalles. Estará conectado al reloj de Leo, y la función principal será suprimir completamente su rastro élfico.

Artemisa lo miró en silencio, con la tensión dibujada en las cejas.

—¿No es peligroso? —preguntó—. Suprimir su razgo No quiero que le haga daño.

—Lo entiendo. Pero no es permanente ni invasivo —respondió Elian, serio—. Es un escudo temporal, algo así como una anulación. Leo no sentirá nada. Solo hará que esté un poco más saludable. Además, tiene una ventaja adicional: si no quieres que sepan que tiene sangre de elfo, esto es perfecto, porque ese rasgo quedará anudado y no podrán detectarlo.

Artemisa dejó escapar el aire, lentamente, como si se deshiciera de un peso que no sabía que tenía atrapado en el pecho. Volvió a mirar a su hijo dormido. Se veía tan pequeño, tan frágil, y aun así había aguantado tanto...

—Gracias —dijo finalmente.

—No tienes que agradecerme —murmuró Elian, aunque desvió la mirada. A veces, los silencios entre ambos pesaban más que las palabras.

Hubo un momento de pausa.

Artemisa caminó hasta la ventana y observó el mar que se recortaba a lo lejos, como una línea azul difusa. Luego se giró hacia él.

—Voy a buscar una casa —dijo con voz firme—. Quiero que Leo tenga estabilidad al menos durante unos meses. Ocho, quizás más. Necesitamos un lugar donde podamos estar tranquilos, lejos del ruido...

Elian parpadeó, como si no hubiera esperado ese anuncio tan directo. Se cruzó de brazos otra vez.

—Tiene sentido. Aunque... ¿ya sabes dónde?

—No. Pero iré esta tarde a explorar algunas zonas recomendadas por Kael. Le pedí a una de sus asistentes que me ayude a concertar visitas.

Se acercó al bebé, se inclinó sobre él y le acarició el cabello con la punta de los dedos. Después se enderezó, volviendo a mirar a Elian.

—Te quiero pedir algo más.

—Dime.

—¿Puedes cuidar de Leo mientras voy a buscar la casa?

Elian abrió los labios, pero no respondió de inmediato. Era una petición sencilla, casi natural. Después de todo, él había estado con ellos durante varios meses, había cargado al niño, lo había alimentado, incluso arrullado cuando Artemisa no podía. Pero esta vez se sintió diferente. Era un gesto de confianza, sí... pero también de algo más profundo. Como si Artemisa estuviera dejándole a Leo una parte de su alma.

—Por supuesto —respondió finalmente—. Con todo el gusto del mundo.

Artemisa asintió con suavidad, como si aquello confirmara algo importante para ella.

—No va a ser por mucho —aclaró—. Solo unas horas.

—No te preocupes, lo cuidare bien.

Los dos guardaron silencio unos segundos más.

El bebé se removió en la cuna y murmuró algo que sonaba como “mmm...pa”.

Artemisa sonrió y Elian también.

No hacía falta decirlo, pero ambos sabían que ese pequeño sonido ya tenía dueño.

Artemisa recogió su chaqueta del respaldo de la silla.

—Volveré antes del atardecer.

—Aquí estaremos.

Antes de salir, se detuvo frente a él. Lo miró a los ojos, como si buscara algo, una certeza muda, una promesa que no necesitara ser pronunciada. Elian sostuvo su mirada y asintió una vez, despacio.

Ella no dijo nada más. Simplemente se dio la vuelta y cruzó la puerta.

......................

La ciudad estaba empedrada, con calles amplias bordeadas por casas de tejados inclinados y jardines en flor.

En las carretas pasaban junto a carruajes más modernos impulsados por núcleos de energía mágica, y los comerciantes anunciaban frutas en voz alta, era realmente animado el ambiente.

Artemisa caminaba con paso firme, el vestido largo recogido con una cinta para no tropezar con la tela. Su cabello estaba atado en una trenza baja y llevaba consigo un pequeño cuaderno con anotaciones. Karl le había recomendado varias zonas residenciales tranquilas, y su primera visita era una casa al este del centro, cerca de una pequeña colina.

La asistente que la acompañaba —una joven con uniforme beige y una tablet mágica flotando a su lado— la condujo cerca de una puerta de hierro pesado, está se abrió con un leve zumbido mágico. Del otro lado, se reveló la propiedad.

Artemisa se detuvo en seco.

Era una casa de dos pisos, construida en piedra blanca pulida, con detalles en rosa pálido que decoraban los bordes de las ventanas y los marcos de las puertas. El jardín frontal estaba lleno de rosales y un árbol frutal extendía sus ramas justo frente al balcón del segundo piso. A la derecha, un portón de madera conducía al patio trasero.

—Es aún más hermosa que en las imágenes —murmuró Artemisa, sin darse cuenta de que hablaba en voz alta.

La vendedora, que la esperaba ya junto al sendero, sonrió. Era una mujer de unos cuarenta años, con un vestido largo de lino, botas cortas y una pulsera mágica en la muñeca izquierda que emitía un brillo tenue. Se acercó con una reverencia breve y cálida.

—Bienvenida, señora Artemisa. Soy Marlene, la encargada de la propiedad. Es un placer tenerla aquí.

—El placer es mío —respondió Artemisa, devolviendo la reverencia—. Gracias por esperarme.

—¿Le gustaría comenzar con un recorrido?

—Por supuesto.

Marlene la guió por el sendero hasta la entrada.

La puerta de madera tenía tallados de ramas entrelazadas con una piedra rosa incrustada en el centro. Al abrirla, un suave aroma a lavanda llenó el aire.

El interior era acogedor.

El suelo de madera clara brillaba bajo la luz mágica que flotaba en pequeños faroles. La sala principal tenía una chimenea blanca, estanterías empotradas y ventanas grandes con cortinas de lino. Al fondo, una cocina sencilla pero funcional con estufa de cristal mágico y espacio suficiente para dos personas cocinando juntas.

—La casa fue restaurada hace un año —explicó Marlene mientras caminaban—. Se mantuvo la arquitectura original, pero se añadieron algunos encantamientos modernos: calefacción automática, sistema de purificación del aire, y una barrera menor de privacidad en el perímetro.

—¿Y cuántas habitaciones tiene?

—Tres. Una principal en la planta superior con balcón, otra más pequeña que puede usarse como estudio, y una habitación infantil que ya está acondicionada. También hay una sala de baño con bañera de piedra y sistema de calefacción por núcleos.

Artemisa caminó hasta una de las habitaciones. Era amplia, con una ventana redonda y una alfombra tejida a mano en el centro. En una esquina, un pequeño armario de madera clara. El cuarto parecía...... bastante tranquilo y acogedor.

Se dirigieron al patio trasero. Había un jardín con plantas medicinales ya sembradas, una fuente de piedra y, justo al fondo, un columpio de madera colgado entre dos árboles. También se distinguían algunos juegos para niños: una casita pequeña, una cuerda para trepar, una zona de arena encantada para no ensuciar.

—Parece hecha para nosotros —dijo Artemisa suavemente, casi en un suspiro.

Marlene sonrió, con discreción.

—A veces las casas esperan a sus habitantes. Esta lleva vacía unos meses, pero siempre ha tenido buena energía. Las familias que vivieron aquí antes dejaron notas de agradecimiento.

—¿Y en cuánto está el arriendo?

Marlene levantó su pulsera mágica. La piedra brilló, proyectando una pequeña pantalla flotante con los datos.

—Por ocho meses, incluyendo mantenimiento mágico y servicios encantados, el valor total sería de 16 lunas doradas. ( cómo es diferente continente, el tipo de moneda cambio esto equivaldría a 15 monedas de oro),Puede pagarse en dos mitades, con depósito inicial de diez lunas. Si desea incluir asistencia doméstica una vez por semana, el costo adicional sería de tres lunas al mes.

Artemisa asintió. Era muy barato para este tipo de casa tan grande y bonita, además sus instintos de Artemisa le decía que era un lugar seguro.

—¿Puedo firmar hoy?

—Claro que sí. Tengo el contrato ya preparado. Puede revisarlo aquí mismo.

Entraron de nuevo y se sentaron en la sala. Artemisa leyó con atención las cláusulas proyectadas, mientras Marlene le ofrecía una taza de infusión caliente. El contrato era claro, directo, con condiciones justas. Artemisa tomó la pluma mágica que Marlene le ofreció y la sumergió en el tintero de registro.

—Firmo como Artemisa Norr—dijo al escribir—. Representante legal y madre del menor Leo Norr.

Artemisa decidió ocupar ese apellido esa vez.

Al finalizar, la tinta brilló y el contrato desapareció, duplicado mágicamente a ambas partes.

—Felicidades —dijo Marlene—. La casa ya es suya durante los próximos ocho meses.

Artemisa se levantó, observando por última vez el interior. El sol entraba por las ventanas y dejaba figuras doradas en el suelo. Era realmente calida y segura.

—Gracias, Marlene. Esta casa... nos dará justo lo que necesitamos.

—Y estoy segura de que ustedes también le darán vida. Bienvenida a su nuevo hogar. al terminar esas palabras le dio la "llave de la casa".

......................

El atardecer comenzaba a teñir de oro las nubes, y la brisa marina agitaba suavemente las cortinas de la sala.

Artemisa cerró la puerta tras de sí con un suspiro leve. Había dejado a Leo dormido en la habitación más cálida de su nuevo hogar.

El viaje hacia su nuevo hogar fue corto pero ya estaba agotada.

Se giró hacia Elian, que la esperaba apoyado junto a la ventana abierta, mirando hacia el jardín donde las luces mágicas comenzaban a encenderse como luciérnagas.

Buen trabajo Kael- pensó Elian.

—Gracias por traerlo contigo. No quería despertarlo —dijo Artemisa, con voz baja pero firme.

—No iba a dejar que cargues con todo tú sola —respondió Elian. Se apartó de la ventana y se acercó, las botas sonando apenas contra el suelo de madera—. ¿Te gustó la casa?

—Me encantó. Es perfecta para nosotros. Tiene una barrera mágica decente, el jardín es seguro y te apuesto a que leo adorara el columpio apenas lo vea.. Creo que esta vez... podré respirar tranquila.

Elian asintió, cruzando los brazos.

—lo merecen.

—Mañana salgo temprano —dijo por fin, sin rodeos—. Hay algunos registros que debo dejar en la oficina central para poder residir legalmente aquí los próximos meses. Y... quiero comenzar con las rutinas médicas de Leo cuanto antes.

—Lo entiendo.

Ella lo observó, midiendo sus palabras.

—Sé que dijiste que estarías ocupado Pero... ¿te molestaría quedarte con Leo un día más? Al menos hasta que termine el papeleo.

Elian pareció sorprendido por un instante. Luego bajó la mirada, y su sonrisa fue suave.

—Justo venía a preguntarte si podía acompañarlos mañana —dijo—. Pero solo podré quedarme un día. Hay asuntos personales que debo atender.

—¿Asuntos personales? —preguntó con una ceja alzada, aunque sin intención de presionar.

Elian soltó una breve risa.

—Nada peligroso. Solo algo que necesito resolver... antes de poder tomar decisiones a largo plazo. Pero estaré aquí mañana. No te preocupes.

Artemisa asintió. El alivio se notaba en sus hombros, que se relajaron al instante.

—Gracias, Elian. No es solo por ayudarme. Sé cuánto le gustas a Leo. Desde que te conoció ha dormido más tranquilo.

Él desvió la mirada, fingiendo que el comentario no le afectaba, pero sus dedos se apretaron levemente.

—Yo también lo quiero mucho, ¿sabes?

—Lo sé.

Hubo una pausa más, cálida y serena.

Entonces, como si lo hubiera recordado justo a tiempo, Elian metió la mano en uno de los bolsillos internos de su capa. Sacó una pequeña caja de madera oscura, decorada con símbolos antiguos de protección.

—Casi lo olvido. Esto llegó mientras estabas fuera. Kael me lo entregó esta mañana.

Artemisa tomó la caja con cuidado. Al abrirla, sus ojos se agrandaron.

Dentro descansaba un pequeño collar de plata, de diseño simple pero refinado. La cadena era fina, casi invisible a la distancia, y en el centro colgaba un colgante en forma de lágrima tallada. En su interior, flotaba una piedra celeste con un brillo suave, como si contuviera una chispa de cielo atrapado, además de eso venía el nuevo reloj de patito modificado.

—Es para Leo —murmuró Elian—. el reloj tiene una nueva función, cuando sus signos vitales estén bajos, nos mandará a los dos una alerta de advertencia, mientras que el collar, como dije antes, suprime su razgo pra que así está un poco más saludable.

Artemisa sintió un nudo en la garganta.

—¿El collar solo se lo debo colocar y ya?

—No, antes de que lo debes poner una pequeña gota de s*angre de leo, pensé que tú eras la indicada para eso.

Ella cerró la caja con suavidad, como si lo que hubiera dentro fuera frágil.

—Gracias, Elian. No sé cómo agradecerte todo esto.

Él negó con la cabeza.

—No lo hago por gratitud. Lo hago porque quiero que estén bien. Tú y Leo. Y porque, si alguna vez se cruzan con alguien que no deberían, quiero que tengan la opción de poder defenderse.

Artemisa sostuvo la caja cerca de su pecho. Se permitió, por un instante, cerrar los ojos y sentir.

La noche caía lentamente, y las estrellas comenzaban a encenderse una por una en el cielo despejado.

En el interior de la casa, el aire olía a madera limpia y a nuevos comienzos.

—Entonces nos vemos mañana —dijo Artemisa, con un dejo de melancolía.

—si, buenas noches. —dijo Elian con un poco de teisteza. —. Un día más.

Ambos sabían que quizás un día no sería suficiente, pero en ese instante, se aferraron a él como si lo fuera.

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Salomé Páez
Ojos
Salomé Páez
Demasiados espacios
Salomé Páez
Zero
Salomé Páez
Como es el nombre? zero, zone o zane? ya hay 3 nombres diferentes
Aly🍀: mi auto corrector 😔, no me había dado cuenta
total 1 replies
🔹Lili🔸🐦
Me dio ternura 😭😭❤️❤️❤️
🔹Lili🔸🐦
Que bonito 😭😭😔
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