sin darse cuenta, Renata muere en un evento de moda en Paris. al despertarse, se da cuenta que ahora está en el cuerpo de una extra patética que se deja pisotear por la villana. pero no, está vez, Renata protegerá al protagonista de la Miranda, la villana.
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capitulo 24: Atrapada.
La noche era tan densa como pesada. La puerta de la mansión del conde Alaryc chirrió, rompiendo el silencio que envolvía la imponente construcción. Él entraba, sintiendo un peso desconocido en su pecho. Su mente estaba aún fresca del descubrimiento; su amada esposa, Miranda, había tejido a su alrededor una telaraña de ilusiones con la magia, una farsa tan elaborada que había nublado sus sentimientos.
Los ecos de su andar resonaban en el vestíbulo vacío. La elegancia del lugar, antes una fuente de confort, ahora le pareció fría y opresiva. Frente a él, el retrato de Miranda sonreía dulcemente, pero esa imagen se había desmoronado en su mente.
Cuando la encontró en la habitación, sumida en la lectura, Alaryc sintió una mezcla de vacío, un poco de dolor y determinación. Miranda alzó la vista, su expresión cambió de sorpresa a risa al ver su semblante.
— bienvenido... ¿Por qué esa cara? ¿Acaso no fue un buen negocio?— mencionó, sin darse cuenta del abismo que los separaba.
—No, Miranda —respondió él, su voz resonando como un eco. Sus palabras se deslizaban con frialdad.
La risa de Miranda se desvaneció, reemplazada por una confusión palpable. Sus ojos se agrandaron al notar el brillo en el rostro de Alaryc, un brillo que jamás habría asociado con la alegría. Algo había cambiado en él.
— ¿De qué estás hablando? —preguntó ella, la inquietud empezando a asomar en su voz.
— de ti, de nosotros —dijo Alaryc con firmeza— he descubierto que todo lo que conocía de nuestra vida juntos ha sido una ilusión. Me engañaste.
Miranda retrocedió, asustada, el color abandonando su rostro. El conjuro que había utilizado, aquel que había mantenido la chispa en su matrimonio, ahora se sentía como un veneno en sus venas.
—Alaryc, no entiendo... —comenzó a decir, pero él la interrumpió.
— no es necesario, tampoco es necesario que te engañes mas. —puntualizó con una calma inquietante— no he venido a buscar venganzas ni rencores, sino un entendimiento. Sé que todo esto ha sido una farsa, y ya no deseo vivir en una mentira. Lo más conveniente para ambos sería un divorcio.
Las palabras cayeron como un hacha en el aire. Miranda quedó petrificada, incapaz de concebir con rapidez lo que eso implicaba. El juego que había tomado a la ligera ahora se convertía en la cruda realidad.
—¿Divorcio? —susurró ella, cubierta por una niebla de incredulidad— Esto no puede estar pasando...
— lo está —dijo Alaryc, dando un paso hacia ella, su mirada fija y decidida— No puedo ser parte de tu magia y tus mentiras. Quiero la verdad, y más importante aún, quiero reencontrarme con quien soy sin el hechizo de tus encantamientos. Te conocí esa vez y quiero saber de tu propia voz como me enamoraste... ¿Un encantamiento? ¿Brujería? Tiene que decirme la verdad, a pesar de ya la se.
La habitación de ambos, que antes era un refugio, ahora es un campo de batalla donde los corazones eran las armas. Miranda, atrapada entre el miedo y el error, comprendía que había jugado con fuego, y sus ojos se llenaron de lágrimas, no de tristeza, sino de la desesperación de saber que el conde Alaryc había decidido nunca más volver a ser su marioneta, pero había algo más que ella no quería admitir.
— no se lo que hablas... Yo jamás te haría daño. ¿Quien te llenaría la cabeza de mentira?
— no son mentiras. El mismo emperador de Heine y su acompañante me mostraron todo... Una mujer pelirroja igual que tú pero muy diferente en actitud me ayudó a abrir los ojos de tu magia.
— Diana...— chilló entre sus dientes con gran impacto y rabia.
Fue donde Alaryc se dió cuenta el gran resentimiento que tenía Miranda ante esa persona. Sin embargo, ella cambia de rostro al darse cuenta que su matrimonio y plan fueron arruinados. Pero lo más importante, Alaryc ya no la quería. En ese entonces, descubrió que su pacifico y perfecto mundo se derrumbó.
— Alaryc... Esa mujer solo quiere verme sufrir. No le hice nada. Ella fue la que me quitó todo; la herencia de mi padre mi antiguo hogar. Tuve que huir con mi madre y-...
— no hay nada que decir. Solo que debes volver a tu imperio...
— ¿Que?
— no fue todo lo que me enteré... También me dieron información que eres una criminal. Ahora, para mantener el apellido intacto, prefiero ser divorciado a que estar involucrado más contigo.
— no Alaryc... No puedes hacerme ésto... Yo... Yo te amo. Te quiero... Me duele que me hagas ésto.
— tu amor y cariño fue construido a base de un engaño. No Miranda. Tú no me amas y yo no te amo.
— pero...
Su voz balbuceaba. Se dió cuenta que si le afecta esas palabras de rechazo total. No quería creer en un principio que lo amaba, pero al conocer este dolor, supo de inmediato que estaba equivocada.
— no podré salvarte de tu destino— mencionó él— el emperador vendrá por tí. He incluso, por tu madre.
El silencio se instaló entre ellos, una distancia emocional que parecía insalvable. Las velas parpadeaban suavemente, como si el tiempo mismo se detuviera, presenciando el nacimiento de una nueva era en la vida de Alaryc, el hombre que había decidido tomar el control de su destino, despojándose de las cadenas de una ilusión que había alimentado el amor falso que creó Miranda.
Ella en un intento de tomarle las manos, Alaryc la apartó. Ya no se sentía cómodo estado a su lado. Se arrodilló incluso. Pero él solo sentía pena por ella.
— por favor... Dame una oportunidad. Te prometo que te seré leal. No me abandones...
— no. Recuerda que lo sé todo. Sé cómo intentaste hacerle daño a tu hermana, usaste magia para enamorarme y usarme para conseguir poder. No me gusta hacer esto. Hacer sufrir a los demás, pero veo que tú estabas acostumbrada a causarlo.
— Alaryc...
— si quieres huir, hazlo. No te detendré. Aún así, recuerda que solo prolongas lo inevitable.— él salió de ahí. Sin más que agregar, o protestar, Miranda se derrumbó en el suelo.
Un llanto inconsolable sucedió. Por primera vez le dolía. Era el sentimiento de un corazón roto que ella misma provocó. Pudo cambiar las cosas y ser mejor persona para ella y para Alaryc, pero su ambición pudo más que su razón. No obstante, limpió un poco su lágrimas e intentó levantarse. Lo único que la mantenía en pié era la ira que se acumula por Diana. Era peor que una piedra en el zapato.
Si, salió de la mansión sin nada que llevarse. Los caballos estaban bajo cuidado y recibieron órdenes de no darlos a nadie. Le tocó huir de la manera tradicional; correr sin mirar atrás.
Nada más Alaryc la veía por la ventana de la oficina. Era inevitable, se sentía nefasto. Aunque no la amará, no evitó sentirse miserable por las lágrimas de ella. Pero era lo mejor, separarse de un engaño a que vivir en el.