Mackenzie Bailey joven hermosa descendiente de una aristocrata familia, es maltrada y humillada por sus hermanos y cuñada, hasta casi llevarla a la muerte, despreciada por su fisico, tratada como el petito feo, la han quebrado de mil y una formas hasta dejarla rota, lograra unir sus pedazos y obtener venganza.
Acompañenme en esta nueva obra
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Cap 25: Cortejo/ Ayuda
Tal como prometió Felipe le escribió un mensaje a Susana cuando estuvo en su apartamento.
Susana sonrió al ver el mensaje y le respondió.
Gracias a Dios llegaste con bien, feliz noche 😊
Felipe sonrió como tonto mirando el celular.
Feliz noche hermosa que descanses.
Susana ya estaba acostada suspiro acariciando su mejilla y se quedó dormida.
Felipe tomó un baño y se acostó sonriendo, Susana le encantaba y la cortejaría a la vieja escuela.
Al otro día envió una orquídea en una caja hermosa.
Recordó que su abuela amaba esas flores y su abuelo adoraba obsequiárselas.
No eran nada baratas, pero valía la pena cada dólar decía, su abuelo feliz, haría eso mismo.
Susana recibió la caja y al abrirla se emocionó, era la primera vez que recibía un obsequio sin ser su cumpleaños.
See mocionó mucho y aspiro el olor de la flor, venía en un materito así que la dejo junto a una ventana que le diera algo de sol.
Leyó la nota y la abrazo contra su pecho.
Para la mujer más hermosa que mis ojos han visto, una flor para otra flor .
Felipe.
Le envió un mensaje agradeciendo el detalle.
Te gusto pregunto emocionado camino a su oficina.
Me encanto es la primera vez que recibo algo tan lindo, gracias 😘
Me alegra que te haya gustado hermosa.
Quería invitarla a salir, pero no quería ser precipitado y arruinarlo.
Susana reaccionó con un corazón, Felipe inicio su jornada laboral con una amplia sonrisa.
La sonrisa permaneció hasta tarde.
El mal humor de Mariano o los problemas de sus clientes no lo arruinarían y si se estresaba bastaba con echar un vistazo a su celular para obtener paz y felicidad.
Durante varios días se escribieron conociéndose.
Susana cada vez se emocionaba más y no podía no ilusionarse, Felipe era un príncipe.
Mariano salía pocas veces en su motocicleta buscaba la compañía de una mujer, satisfacía sus necesidades, pagaba sus servicios y la despedía.
Regresaba a casa, tomaba dos vasos de whisky, se duchaba y dormía desnudo.
Su vida se volvió rutinaria y vacía.
Se concentraba en los casos, estaba al pendiente de Cristal y sus padres, sin llamar mucho la atención.
La culpa lo carcomía y no hallaba la forma de acercarse a Cristal y menos a Mackenzie.
Pocas veces fueron las que coincidió con Susana quien le huía como a la peste.
Sentia que se ahogaba, como naufrago dando sus ultimas brazadas.
Estaba en un mar de emociones y arrepentimiento, en una tormenta de sentimientos de culpabilidad de la cual no hallaba salida.
Necesitaba ayuda y él lo sabía, pero como hablar con esa psicóloga luego de la metida de patas tan grande.
Su asistente le temía un gran miedo, podía ver el terror en los ojos de la tímida chica.
Carmen necesitó que busques un psicólogo y me agendes una cita, y por favor que sea hombre, esa petición la hizo para que no le agendara una cita con Susana.
Carmen lo miro incrédula, ante el inusual pedido, luego de un rato procesando la información asintió y salió.
Hizo todo tal cual y la cita de su jefe seria en tres días, debía ajustar la agenda.
Haría cualquier cosa por cambiar el mal humor de su jefe.
Todas las demás asistentes, hablaban maravillas de sus jefes y ella solo callaba.
Mariano había cambiado tanto desde su divorcio y aunque nadie sabía la razón, se especulaba que Brenda le fue infiel y eso lo volvió un amargado, serio y frio hombre con un carácter del demonio.
Carácter que Carmen tenía que aguantar de lunes a lunes, porque a diferencia de los otros abogados, Mariano trabajaba todos los días, le pagaba un buen sueldo y horas extras, pero aguantárselo era un verdadero desafío.
Cristal ingresó a la universidad, aunque sus padres deseaban que estudiara leyes, ella se inclinó por literatura, Adolfo no puso oposición alguna.
Cristina aun sin estar de acuerdo la apoyo en la decisión tomada.
Felipe seguía su plan de cortejo que parecía rendir frutos.
Ya había salido un par de veces, y hasta le había robado un par de besos a Susana quien correspondía tímida y torpemente lo que volvía loco a Felipe.
Mackenzie y Bea cursaban ya su antepenúltimo semestre.
La amistad era genuina tanto que juntas viajaron un fin de semana a visitar a los padres de Beatriz.
Las condiciones de la vivienda no eran las mejores para una persona enferma, por lo que hizo un par de llamadas y organizaron algunas cosas y se fueron a un hotel.
Bea no quería que Mackenzie se tomara tantas molestias, pero ella le dijo que lo hacía con gusto que amaba prestar ayuda.
Durante tres días varias personas trabajaron fuertemente en el hogar de los padres de Beatriz.
Hicieron una remodelación rápida, aunque no fue nada estructural, más que todo estética, la casa cambio completamente.
Una decoradora diseñó cada habitación con las necesidades de ellos.
Un purificador de aire, sistema de seguridad, aire acondicionado y calefacción, fueron unas de las grandes mejoras, paneles solares para ahorrar en consumo eléctrico y los mejores electrodomésticos de vanguardia complementaban todo.
Un paisajista arreglo el pequeño jardín.
Cuando regresaron a los cuatro días, no podían creer que era la misma casa.
Mackenzie contrato una enfermera para que cuidara de la mamá de Bea.
Pago su cuenta médica y dejo una cantidad considerable como fondo por si surgía una emergencia.
Bea no sabía como agradecerle.
No tienes que pagarme nada, Bea tú no tienes idea de lo que tu presencia me ha ayudado, tu amistad me ha hecho tanto bien, que esto es nada comparado con eso, no tendría como pagarte tu apoyo y compañía.
Se abrazaron felices en lágrimas.
Eso fue una bendición para Bea, quien con una preocupación menos, podía concentrarse más en sus estudios.
Con el pago con las clases de defensa personal y cocina fueron de compra.
Beatriz compró prendas cómodas y bonitas.
Agradecía cada día a Dios por la oportunidad de ese empleo que la acerco a un ser tan maravilloso como lo era Mackenzie.