El Anfitrión

Capítulo 24

Se quedaron parados frente a las escaleras del Sheisin muy cerca el uno del otro. Nao era mucho más alto y la mujer le miraba doblando el cuello de forma antinatural. Pensó que a su edad ya no podía estar mucho rato en esa postura que le dolía y por un momentose olvidó a lo que venía. Se frotó la nuca y volvió al tema.

—¿Has venido a buscarme al trabajo? —sonrió él. Se sentía como cuando tu novia te recoge al terminar la jornada laboral. Era como un sueño hecho realidad. Ella no entendía qué le pasaba al atontado de Nao ese día y lo miró con estupor.

—No inventes, majadero. He venido porque no me cogías el teléfono. —Él tiró la mano al bolsillo del pantalón y miró la pantalla. Efectivamente, había varias llamadas perdidas de ella. Como no lo llamaba nunca, él no se había enterado, pues no lo esperaba.

—No suelo mirar en el trabajo, ya sabes. Tanaka se pondría rojo de rabia. No le gusta que atendamos asuntos personales mientras estamos con las clientas.

—Bueno, es igual. No podía esperar más. Quiero que hagamos una cosa para averiguar por qué soñamos lo mismo. 

—Lo que sea, si te quedas más tranquila. ¿Qué has pensado?. —Se acercó a ella aprovechando que parecía estar de buenas y tenía las defensas bajas y le acarició un mechón de pelo, simulando que le quitaba una mota. Ella se dejó, pues ciertamente estaba con la mente en otra cosa. 

—Hace tiempo conocí a alguien, un chamán, un mago, brujo o como quieras llamarlo. Fui porque quería una explicación a mis sueños y el único que se acercó en parte fue ese hombre, aunque creí que era un vendehúmos. Pero ahora creo que es el que tiene la clave de todo esto. Iremos a verlo. —A Nao le sonó a chino lo de ir a un brujo. No creía mucho en nada de eso, pero si ella quería, estaba dispuesto a ir a donde fuera, con tal de tenerla cerca. Todo estaba bien para él. 

—Me parece perfecto. Dime donde y cuando y allí estaré.

—Tengo que citarme con él cuanto antes. Te avisaré y vendré a recogerte. Pero prepárate. Tenemos que ir a la selva de Colombia. 

—¿Eh? —Eso significaba dejar el trabajo varios días o semanas y no sabía si Tanaka lo iba a permitir, pero tendría que intentarlo. —Que sea a partir de la semana próxima entonces. Tengo que pedir permiso y no creo que mi jefe esté feliz con eso.

—Tú déjame a Tanaka a mí. Si te pones pegas me lo dices. Entonces, ¿estamos de acuerdo?

—Sí, estamos de acuerdo. Me voy contigo donde me lleves.

—Qué bobo eres a veces… —murmuró ella bajito, aunque él lo oyó.

—Bueno, pero un bobo que te quiere. Dame un besito. —Le puso los morritos hacia adelante.

—¿Qué dices…? ¡Claro que no!. 

—Me lo merezco.

—Ni de coña…

—¿Y te vas así?

—Por supuesto. —Gala le dio la espalda para volver hasta su coche, toda digna.

—Esta noche te veré entonces y me tomaré la revancha —afirmó el muy descarado. La mujer perdió el pie y la actitud digna se le fue al garete.

—¡Que… infeliz! —La Reiko apretó los puños y se puso roJa hasta niveles impensables, mientras él se volvía al club riéndose a carcajada limpia. Como le gustaba sacarla de sus casillas. Ella que siempre estaba tan entera y se hacía la dura, no tenía defensa cuando de sueños se trataba. Él era el ganador en ese ámbito. Silbaba alegremente cuando entraba al Sheisin.

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“Ven a casa a tomar el té y me explicas lo del chamán”. Le envió el mensaje, siendo exigente para que ella no se negara. Después de todo tenía derecho a saber.

—En tu casa no. Tengo algo que hacer, así que mejor encuéntrame en el bar Oolong en el centro. ¿Sabes donde es?. —Ella lo llamó al rato. Prefería hablar directamente. 

—Sí. ¿Hora?.

—¿A las seis te va bien?.

—Nos vemos allí. 

El bar Oolong era uno de esos locales que, por el nombre, podrías pensar que está dedicado al té, si no fuera por su ubicación en el centro del barrio dorado, el famoso Golden Gai de Tokio. Un barrio de estrechos callejones llenos de bares minúsculos, nocturnos y bohemios, que se resiste a ser demolido y convertido en un moderno centro comercial o un enorme rascacielos de oficinas. Era un lugar oculto, especialmente indicado para quienes desean reunirse discretamente. Como estaba cerca del barrio rojo, Nao lo conocía perfectamente y después de salir de allí iría directo al club. 

Caminó por las callejuelas peatonales y estrechas, iluminadas tan solo por pequeñas farolas, por los colores chillones de los rótulos luminosos y por la poca luz que se filtraba de las ventanas de algunos de los diminutos establecimientos, pues realmente es un barrio tan angosto que difícilmente llega la luz incluso en pleno día.

La gente que merodea por Golden Gai es sencillamente interesante y contracultural, viendo que incluso hay un teatro alternativo ubicado entre los más de doscientos antros de la zona, en los que se puede beber y fumar sin límite como una forma de evasión para los tokiotas. Lo que le resultó extraño al chico es que la señora Reiko conociera un lugar como este, tan sombrío. Pero ella era un cajón de interesantes secretos que él iba descubriendo de a poco.

Cuando llegó al lugar la localizó enseguida y se acercó por la espalda y se inclinó a hablarle al oído, usando como excusa el ruido de voces del local y aprovechando para abarcar su diminuto cuerpo con el suyo enorme en contraste. Se sintió bien siendo protector con ella. 

—Ya estás aquí, ¡Toma!.

Le puso un vaso en la mano como si supiera que iba a llegar justo en ese momento y cuando lo olió descubrió que era vodka. Arrugó la nariz porque él no bebía más que en el club en las horas de trabajo y lo evitaba lo máximo que podía. Pero como ella lo miraba con otro vaso en alto esperando para chocarlo, aceptó tomar una copa con ella. De todos modos, le convenía que ella bebiera un poco, pues aún recordaba qué ebria, se ponía cariñosa y era posible que saliera un poco beneficiado.

—Está bueno. —Le dijo él. —¿No crees que aquí nos resultará difícil hablar?.

Gala lo miró sonriendo grandemente. Sabía la razón por la que había querido verla y no era para hablar del chamán ni del viaje. Por eso eligió ese sitio de diversión. No tenía muchas ganas de hablar de todos modos, pues los últimos días habían sido muy cansados para ella y quería despejar la mente. 

—Hablemos seriamente otro día. Por hoy solamente quiero beber un poco y ser más libre y más yo. —afirmó alegremente.

—Me encantará verte más libre y más tú. Es un privilegio. —sonrió él, alegre también. Ella tenía razón. Lo de que le contara sobre el viaje le daba igual. Solo quería verla otra vez. 

Pasaron horas juntos hablando, riendo y bebiendo, pero extrañamente Nao no se sentía como con las mujeres del club. Con ella la conversación era diferente, hablaban de ellos, de sus experiencias y sus pensamientos, todo desde un sitio distinto. Desde el corazón y de forma honesta. Y todo fluía con sencillez y sin forzar nada.

Nao sabía que ella aún no le iba a dar oportunidad de ser algo más que un amigo por lo pasado antes. Ella no perdonaba fácilmente y eso lo había entendido hacía rato. Pero el hecho de que le permitiera esa cercanía era un triunfo para alguien que la había mirado por años en la distancia. ¿Cómo no sentirse afortunado entonces?. 

Una voz grave masculina interrumpió la charla casi íntima que tenían llamando a Gala desde atrás y los dos giraron la cabeza durante un tiempo. Ahí parado estaba un apuesto hombre, elegantemente vestido y con la cara iluminada de placer al mirar a la mujer. Se acercó a ella con toda intimidad y confianza y la abrazo y beso en los cachetes para desgracia de Nao, que sintió un retortijón en la tripa, que le extrañó.

No solo eran celos, sentía por ese hombre verdadero rechazo apenas al mirarlo y él mismo se sorprendió con la reacción, pues no era alguien dado a sacar conclusiones prejuiciosas de un desconocido, incluso si le robaba la atención de la mujer de su vida. 

—¡Gala!. ¡Qué maravillosa sorpresa encontrarte aquí!

—¿Y tú cuándo has vuelto?. No me avisaste. ¿Dónde te estás quedando ahora?

Los dos iniciaron una charla rápida de la que el chico quedó inmediatamente excluido y de la que fue capaz de extraer que el hombre era un amigo cercano de la infancia que vivía en el extranjero y que de vez en cuando viajaba a ver a la Reiko, o a veces, al revés, ella viajaba a verle a él. Tal era el entusiasmo por el encuentro que la señora se olvidó de presentar a su acompañante a pesar de las miradas que ambos se echaban a hurtadillas como evaluándose.

Otra cosa que Nao concluyo es que el hombre estaba enamorado de ella, aunque no podría decir si era correspondido. Gala le tenía cariño, eso sí, pero no sabía hasta donde. Finalmente, decidió presentarse solo y en cuanto vio el hueco, extendió la mano y se dirigió al hombre.

—Hola, soy Ishikawa Nao. Me presento yo mismo, ya que Gala está demasiado emocionada para hacerlo. 

—Ay, dios, es cierto. ¡Mis pésimos modales! —ella se reía al decirlo, contradiciendo la aparente pena que le daba tener modales o no.

—Encantado de conocerle, Ishikawa. Me llamo Kimura Daiki. Soy el prometido de Gala. Gracias por cuidarla tanto.

¡Ploc!

Ese fue el sonido que hizo el corazón de Nao al desplomarse miserablemente.