Una noche. Una traición. Un secuestro.
Nelly solo quería celebrar su cumpleaños. Lo último que esperaba era despertar en una mansión desconocida, prisionera de un hombre capaz de matar sin parpadear.
Yulian no solo es temido en las calles; es líder de una familia poderosa, fría y letal. Pero detrás de su mirada de acero, hay un pasado lleno de sombras... y ahora una nueva obsesión: ella. Nelly. La única mujer que se atreve a desafiarlo, a insultarlo, a mirarlo sin miedo.
La única que podría destruirlo desde dentro.
Entre amenazas, pasados ocultos y reglas de un mundo donde el amor es debilidad, Yulian la quiere para él. Nelly solo quiere escapar.
Pero en un juego donde nadie es del todo inocente, y el poder es la moneda más cara…
¿qué pasa cuando el corazón empieza a rendirse?
Él
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Nieve Silenciosa.
Salón privado – Mansión en el centro – Tardé
La sala estaba cerrada a cal y canto. Un escritorio largo, mapas digitales proyectados en la pared, documentos en carpetas negras. En un extremo, Esteban se mantenía con los brazos cruzados, los ojos puestos en el plano de seguridad del edificio. Derek, más relajado, tomaba café con la mano izquierda mientras la otra seguía vendada. Alejandro, de pie junto a la chimenea apagada, observaba todo en silencio. Su rostro era una máscara de autoridad.
La pantalla encendida mostraba el rostro de Yulian desde su despacho. Con barba recién recortada y ojos insondables, era el único que no se movía ni un milímetro.
—Entonces fue una emboscada —dijo Yulian, con tono neutral.
—Sí —confirmó Derek—. No era él, usó a un imitador, nos estaba esperando. Me hirieron, pero logramos salir sin bajas.
—¿Y tú fallaste? —inquirió Alejandro, sin miramientos.
—No fallé —respondió Derek, sin levantar la voz—. Subestime su alcance. No volverá a pasar.
Yulian permaneció en silencio unos segundos, como si estuviera calibrando cada palabra.
—Quiero la lista completa de movimientos de Marek en los últimos tres meses. Cuentas bancarias, llamadas, rutas de escape. Vamos a cazarlo como al perro que es.
Esteban intervino, serio:
—¿Vamos a hacer esto con la cabeza o con el corazón?
—Con ambas —respondió Yulian, por fin dejando ver un atisbo de tensión—. Marek ya tocó a mi familia. No queda espacio para errores ni para indulgencias.
Alejandro resopló.
—Tardaste mucho en llamar a esto por lo que es. Él no quiere dinero, ni territorio. Solo quiere desangrarte.
—Pues que lo intente —sentenció Yulian—. No va a lograrlo.
Jardín – Por la tarde
La nieve caía con suavidad, cubriendo los arbustos y parte del césped. Andrés corría con su gorro azul ladeado, arrojando bolas de nieve hacia una improvisada fortaleza que Nelly ayudaba a construir. Ella reía, más por verlo feliz que por la escena en sí. A su alrededor, por primera vez en días, no había alarmas, ni tiros, ni sobresaltos.
Si pudiera congelar este momento como la nieve, lo haría. Solo por hoy… solo por él.
Su teléfono vibró. Al ver el nombre en pantalla, sintió una punzada en el pecho. Yulian.
Contestó, dudando por un segundo.
—¿Hola?
La imagen era nítida. Yulian estaba sentado en su escritorio, serio. No había rastro de sarcasmo o dureza artificial. Solo él, y su voz.
—Derek me informó que estás en la mansión. ¿Todo está en orden?
—Sí —respondió Nelly, con cautela—. Todos bien. Stefany y Laura están tranquilas… Andrés también.
—¿Tú?
Ella dudó. No sabía si le importaba de verdad o si solo preguntaba por formalidad.
—Estoy… adaptándome. Es diferente aquí. Más frío, más seguro.
Él asintió una sola vez.
—No tengo tiempo para conversaciones largas, solo quería saber si necesitaban algo. Estoy coordinando con Esteban los refuerzos. Vamos a movernos pronto.
—Lo entiendo.
Entonces, Andrés corrió hacia ella con una sonrisa radiante.
—¡Tía Nelly! ¡con quien hablas! Dijo Andrés, continúa jugando conmigo por favor.
Yulian oyó la voz del niño. Su expresión se suavizó apenas.
—¿Está contigo?
Nelly miró al niño, luego al teléfono.
—Sí. Quieres hablar con él.
- Si.
Le extendió el móvil. Andrés lo tomó con ambas manos.
—¡Hola! Soy Andrés. Hoy hice una torre de nieve. ¡Muy grande! Nelly me ayudó.
—Eso está bien —respondió Yulian, y aunque su tono era seco, algo en sus ojos se volvió más humano—. ¿La cuidaste?
—¡Sí! Ella también me cuida. No tienes que preocuparte, ¿sí?
—No lo hago.
Andrés miró a Nelly y sonrió antes de devolverle el teléfono.
—Bueno… eso fue extraño —dijo Nelly al retomar la llamada.
Yulian exhaló, como si esa breve conversación le hubiese drenado una carga.
—Gracias por cuidarlo.
—No lo hago por ti —respondió sin pensar. Pero su voz no fue dura, sino honesta.
—Lo sé.
Un silencio tenso los envolvió. Nelly estaba a punto de colgar cuando Yulian habló otra vez, bajando ligeramente el tono:
—Prepárate. Cuando dé la orden, quiero que estés lista para moverte. No sé cuándo… pero va a ser pronto.
—Estoy acostumbrada a no saber —murmuró.
Él no dijo más. Colgó.
Nelly se quedó mirando la pantalla negra. Andrés la jaló de la mano para volver al juego.
Frío y distante. Pero algo cambió en su voz… No sé si eso me tranquiliza… o me asusta más.
Se volvió hacia Andrés con una sonrisa fingida. Pero sus pensamientos ya estaban lejos… demasiado lejos.
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