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Mis Mejores Errores

Mis Mejores Errores

Status: En proceso
Genre:Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Reencuentro / Dejar escapar al amor / Romance entre patrón y sirvienta
Popularitas:1.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Milagros Reko

Alison nunca fue la típica heroína de novela rosa.
Tiene las uñas largas, los labios delineados con precisión quirúrgica, y un uniforme de limpieza que usa con más estilo que cualquiera en traje.
Pero debajo de esa armadura hecha de humor ácido, intuición afilada y perfume barato, hay una mujer que carga con cicatrices que no se ven.

En un mundo de pasillos grises, jerarquías absurdas y obsesiones ajenas, Alison intenta sostener su dignidad, su deseo y su verdad.
Ama, se equivoca, tropieza, vuelve a amar, y a veces se hunde.
Pero siempre —siempre— encuentra la forma de levantarse, aunque sea con el rimel corrido.

Esta es una historia de encuentros y desencuentros.
De vínculos que salvan y otros que destruyen.
De errores que duelen… y enseñan.
Una historia sobre el amor, pero no el de los cuentos:
el de verdad, ese que a veces llega sucio, roto y mal contado.

Mis mejores errores no es una historia perfecta.
Es una historia real.
Como Alison.

NovelToon tiene autorización de Milagros Reko para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 23 "Vaquita"

Capítulo 23 - Vaquita

Los días transcurrieron después que Santiago salio de su pesadilla interna.Las videollamadas se habían vuelto un ritual sagrado. No pasaba un día sin que Alison y Santiago se vieran a través de la pantalla, aunque fuera apenas unos minutos. Para ella, era su manera de estar presente, de recordarle que no estaba solo en medio del desempleo. Para él, era un salvavidas emocional, un refugio improvisado entre tanto caos.

Pero no eran solo las palabras o las imágenes pixeladas lo que mantenía viva esa llama. Había algo más. Algo que crecía en silencio, fortalecido en cada encuentro furtivo.

Santiago había comenzado a esperarla cerca del trabajo. No podían verse en cualquier lado, así que elegían una esquina escondida entre edificios, un rincón donde podían ser ellos sin la mirada de nadie. Alison salía unos minutos antes o después de su horario, y él ya estaba ahí, sonriendo con esa mezcla de ansiedad y ternura que siempre decía más que cualquier frase.

Y entonces pasaba: apenas se encontraban, Santiago la tomaba de la cintura y la besaba con una pasión contenida, como si el mundo se detuviera solo para ellos. Alison cerraba los ojos y sentía que todo lo demás desaparecía. La oficina, los problemas, el pasado… todo quedaba atrás.

Su vínculo crecía en silencio, al resguardo de los ojos ajenos, pero con una intensidad imposible de disimular. Alison se descubría pensándolo demasiado, esperando con ansiedad cada mensaje, cada llamada, cada beso improvisado.

Y Santiago, aunque lo tenía a ella tan cerca, no podía evitar la inseguridad.

Aunque Alison era transparente y afectuosa, había algo que lo carcomía: los otros hombres. En especial Matías, siempre rondando, siempre cerca. No necesitaba palabras; Santiago sabía leer gestos, silencios, miradas, y Matías era un recordatorio constante de que él no era el único que se sentía atraído por ella.

Así que se aferraba al humor.

—Claro, sí, soy parte de tu ganado, ¿no? Uno más en tu rebaño de admiradores —le decía en medio de una videollamada, con sonrisa ladeada.

—¿Qué pasa, Alison? ¿Estás contando vacas? ¿Yo qué soy? ¿La número tres?

Ella se reía con fuerza y le respondía al instante:

—No, vos sos la vaca número tres del corral cinco, de la cuarta finca… simplemente mi vaquita favorita.

---

Un sábado por la tarde se encontraron en una plaza escondida entre árboles viejos y juegos oxidados por el tiempo. Era uno de esos días de otoño en los que el sol apenas calienta lo justo y el aire fresco huele a hojas secas.

Alison llegó unos minutos tarde. Lo vio a lo lejos, bajo la sombra de un árbol centenario. Santiago estaba allí, esperándola con esa sonrisa que desarmaba, la mano derecha en el bolsillo y la izquierda escondida detrás de la espalda.

—¿Qué escondés ahí? —preguntó ella, entre divertida y curiosa, mientras se acercaba.

Él alzó la mano y reveló su secreto: un pequeño muñequito tejido en blanco y negro, con cuernos diminutos y una carita redonda de ojos grandes. Una vaquita. Un amigurumi, como si cada punto de hilo guardara un pedacito de alma.

Alison soltó una risa suave, sorprendida y enternecida al mismo tiempo.

—¿Qué es esto?

—Lo encontré en una feria —respondió Santiago, bajando la mirada, tímido—. Me recordó a vos. Y como sos la dueña del ganado… pensé que no podías olvidarte de tu vaquita número tres.

La risa de Alison se expandió como un amanecer lento y cálido. Sintió cómo se le aflojaban las defensas, cómo algo vibraba en su pecho. Era tan simple… y tan perfecto. Nadie había hecho algo así por ella. Nadie la había hecho sentir tan vista, tan querida, con un gesto tan tonto y profundo a la vez.

Apretó la vaquita entre sus manos y la llevó contra el pecho, como si quisiera guardarla para siempre.

—Gracias, vaquita. Es perfecto —dijo con ternura—. No sabés lo feliz que me hace esto.

Santiago no contestó. Solo la miró, con esa intensidad que decía más que cualquier palabra. Y ahí, bajo la sombra del árbol, el mundo pareció detenerse.

---

Entonces la pasión estalló debajo del Árbol Centenario.

Alison no lo pensó: simplemente se dejó llevar por ese impulso, por el calor en el pecho, por el gesto tierno y ridículo que le había llegado hasta el alma. Se inclinó hacia él y lo besó con urgencia, con hambre, como si hubieran esperado años.

Él la sujetó por la cintura con fuerza, temiendo que el mundo se la arrebatara. Sus labios se encontraron una y otra vez, torpes, ansiosos, necesarios. El tiempo se deshizo. Santiago sentía que todo lo conocido se daba vuelta, que no podía controlar la locura que lo invadía.

La tomó de las manos y, sin decir nada, la guió por calles desconocidas. Alison lo siguió sin dudar. No importaba dónde. No importaba hacia dónde. Solo que era con él.

El aire frío de otoño se mezclaba con su calor, con la respiración agitada, con el roce de las manos que temblaban. Alison no razonaba. Santiago era certeza. Era impulso. Era fuego.

Y así, entre suspiros, caricias furtivas y un deseo imposible de contener, se entregaron al presente, a ese instante que ardía sin permiso, sin límites.

Esa tarde, bajo la mirada cómplice de una vaquita de hilo, dejaron de resistirse y se hundieron en lo inevitable.

1
Milagros Reko
me gusto
Yoichi Hiruma
Quiero más, no te detengas😣
Laelia
Deseando que publique mas cap ahora mismo
Milagros Reko: ¡Muchas gracias por tu comentario! Me hace feliz saber que estás disfrutando de la novela. ¡El próximo capítulo llegará pronto!
total 1 replies
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