Con su corazón destrozado, sus ilusiones rotas y una profunda tristeza, observando cómo poco a poco su vida se acaba cómo consecuencias de las acciones del hombre que ella una vez amó, Cecil terminará diendo condenada a muerte. Sin embargo, distinto a lo que se creyó, Cecil obtuvo la oportunidad de volver al pasado, antes de que su trágico destino se cumpliera. ¿Es posible evitar lo que ya está escrito? ¿Podrá cambiar su futuro?
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Capítulo 23
Vaya, así que lograste calmarlo, que bien me tenía harto – dijo aquel hombre que Cecil suponía que era el líder del escuadrón que la había secuestrado. Su voz sonaba molesta y carecía de toda empatía.
- Eres una persona despreciable, es un niño, no vas esperar que actúe como un adulto – responde Cecil molesta.
- Que bueno que recuperaste el ánimo, ya que estarás bajo mi cuidado durante un buen tiempo, déjame presentarme soy Juliano, a secas, sin un apellido noble como el tuyo. Tu familia se encuentra bien, eres la noticia del momento en el reino, todos te buscan, ordenare que te traigan unas mantas y algo de comida.
- Juliano si el niño te molesta déjame estar con él, yo lo cuidaré mientras este aquí.
- Si logras callarlo y calmarlo, está bien, dejaré que entres a su celda por esta noche, estoy preparando una habitación adecuada para ti, no te encariñes con él.
Con un chirrido metálico, Juliano abrió la celda de Max y permitió que Cecil entrara. El pequeño se encontraba ya cubierto con la tela que ella le había dado, apenas y se veían sus ojos asustados. Cecil se arrodilló junto a él, un rayo de calidez en la fría oscuridad del calabozo.
- No te dije mi nombre antes, me llamo Cecil – lo dijo con ternura.
- Gracias por no dejarme solo.
Juliano se marchó, y poco después, otro hombre apareció con unas mantas y algo de comida. Cecil las tomó sin dudarlo. Con las mantas, improvisó una cama para ambos, y no dudó en darle la comida a Max, quien la devoró con una avidez que hizo que a Cecil se le encogiera el corazón. Se preguntó cuántos días habría pasado el pequeño sin probar bocado. Luego, se acurrucaron juntos, el calor de las mantas ofreciendo un pequeño consuelo en la fría y oscura celda.
Al día siguiente, la luz tenue del amanecer apenas se filtraba cuando Juliano regresó.
- Vámonos, Kaeldron. Tu nueva habitación está lista - Cecil se aferró a Max, su voz firme a pesar del temor.
- No. No me iré. No dejaré al niño solo.
- Te lo dije ayer, que no debías encariñarte con ese niño, es solo un experimento.
- Si quieres mátame, pero no me moveré de aquí sin él.
- ¿Por qué las mujeres son tan tercas? Agradece que hoy me levante de buen lado, y que tengo la seguridad de que, si el llega a verte y estas en este lugar, se molestará, te voy a dejar algo claro, si algo le pasa al niño, si se pierde será tu culpa, ya que es importante, lo entiendes.
- Lo entiendo y me haré responsable de él.
- Salgan - Cecil tomó la mano de Max, y juntos salieron de la fría y húmeda celda.
Cecil y Max llegaron juntos a una habitación grande y ostentosa, un contraste marcado con la celda fría de la que acababan de salir. A primera vista, parecía un alojamiento lujoso, con muebles finos y una cama imponente. Cecil encontró varios cambios de ropa para ella, prendas de seda y lino, dignas de una noble.
Sin dudarlo, Cecil pidió ropa para Max. Juliano la miró con una ceja alzada.
- Recuerda que eres mi prisionera, no mi ama - le espetó. Sin embargo, tras un momento de vacilación, añadió -, pero traeré algo de ropa para el niño, quizás lo necesitemos pronto.
La última frase hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Cecil, preguntándose a qué se refería con "necesitarlo pronto".
En cuanto le dieron la ropa de Max, Cecil se apresuró a preparar el baño. Aunque el agua estaba fría, el niño, visiblemente incómodo, aceptó bañarse. Una vez que la bañera estuvo lista, Cecil le dijo que se aseara. El niño asintió, entrando al baño donde ella había colocado una toalla y la muda de ropa limpia.
Mientras Max se bañaba, Cecil se acercó a la gran ventana de la habitación. Lo que vio la confirmó en sus peores temores: a pesar de la opulencia, estaba en una jaula. Los barrotes eran gruesos, las paredes altas y, por lo que podía ver, la habitación estaba en una torre o un piso elevado con poca o ninguna forma de escape aparente. Estaba en una jaula de oro.
Mientras Cecil estaba cautiva en la "jaula de oro", la búsqueda por todo el reino se intensificaba. Las noticias de su secuestro en el día de su boda se extendieron como la pólvora, generando indignación y preocupación. No había ninguna pista, y la frustración crecía. Incluso Lysander, al enterarse de la situación, había mandado a sus guardias a brindar ayuda, pero ni ellos lograban encontrarla.
Así pasó una semana. Cecil, mientras cuidaba de Max y lo consolaba, buscaba incansablemente una manera de escapar de la lujosa prisión. Exploraba cada rincón de la habitación, analizaba la ventana, la puerta, las paredes, pero no hallaba nada que pudiera ayudarla. La persona encargada de llevarles los alimentos era silenciosa y distante; simplemente entraba, dejaba la comida y salía, sin intercambiar una sola palabra.
Una noche, mientras Cecil dormía profundamente junto a Max, acurrucados en la gran cama, la puerta de la habitación se abrió suavemente. Lysander interrumpió el silencio, entrando sin hacer ruido. Se quedó de pie, observándolos, su mirada fija en la imagen de Cecil, quien dormía plácidamente junto al niño, ajena a su presencia.
Al ver a Cecil dormida junto a Max, Lysander decidió no despertarla. Se retiró en silencio de la habitación y fue a buscar a Juliano.
- ¿Cómo se ha portado Cecil en estos días? - preguntó Lysander, su voz baja. Juliano afirmó que se había portado bien.
- El único problema que ha causado es que se aferraba a ese niño. No quería dejarlo solo en la celda - Lysander asintió, una punzada de algo parecido a alivio en su pecho.
- Si ella se ha encariñado con él, déjalos juntos - hizo una pausa, su mirada fija en el pasillo que llevaba a la habitación de Cecil -. No podré venir por un tiempo, me están vigilando de cerca en el palacio. Déjalos andar por la casa, pero sin perderlos de vista. No puedo quedarme más tiempo, debo volver al palacio. Deben cuidar bien de Cecil, no quiero que le suceda nada ni que se enferme. Volveré en unas semanas para concretar mi objetivo con Cecil; mientras tanto, deben cuidarla.
Con esas instrucciones, Lysander se marchó, dejando a Cecil y Max bajo la vigilancia de Juliano, y un sinfín de preguntas sobre su verdadero objetivo con Cecil.
Lysander es un enfermoooo
Amo esta historia!! y Garret es todo lo q esta bien! 🤭