El Corazón De La Villana

Sian se encontró caminando al lado de la Princesa Rose hacia los Jardines. El Rey Augusto había ordenado que les prepararan el té, y Rose no perdía oportunidad de acercarse a él.

​Mientras cruzaban un pasillo lateral, Sian detuvo su paso. Sus ojos rojos se fijaron en un hombre que caminaba apresuradamente en dirección contraria, con un aire de nerviosismo. El hombre era alto, vestía ropas de mercader adinerado, pero su rostro...

"Ese hombre... Lo he visto antes. ¡Se parece a uno de los secretarios del Duque Petrob!. ¿Qué está haciendo aquí?"

​El hombre, al darse cuenta de que el Príncipe Sian lo miraba, bajó la cabeza inmediatamente, hizo una reverencia apresurada y pasó de largo, casi corriendo.

​—Príncipe, ¿sucede algo? —preguntó Rose, notando la pausa de Sian.

​—Solo su rostro me parecio familiar. ¿Quién era ese hombre?

​Rose se encogió de hombros, restándole importancia.

​—Oh, no lo sé muy bien. Al parecer, es un hombre de otro reino que está haciendo tratos con mi padre. Creo que sobre joyas o algo así. Anteriormente trajo piedras preciosas muy bellas. De hecho, me mandé a hacer un collar con una de ellas. Mire, es este.

​Rose se llevó una mano al cuello y mostró con orgullo una delicada cadena con un colgante. El colgante era una piedra finamente tallada y pulida, de un color rojo intenso y profundo.

​Los ojos de Sian se estrecharon. La piedra no era solo bella, era inconfundible.

"¡Rubíes! Esa gema roja con ese tono particular... Solo se encuentra en las minas imperiales, cerca del Ducado del Este. Si ese hombre, el secretario de Petrob, y trajo esas piedras, significa que las están robando directamente del Imperio para entregárselo al Rey Augusto."

​La evidencia era clara: al parecer Petrob y el Rey Augusto estaban conspirando juntos.

​—Princesa, es una joya verdaderamente impresionante —dijo Sian, disimulando su rabia—. ¿Sabe si ese hombre se está quedando en el castillo?

​—No, no lo creo. alparecer se queda con algún noble del Reino. ¿Por qué pregunta, Príncipe?

​Sian se permitió una sonrisa forzada.

​—Lo que pasa es que me gustaron mucho las piedras. Son preciosas. Quisiera comprarlas para mi madre y mi hermana menor.

​—¡Oh! ¿Tiene una hermana?

​—Sí. La Princesa Alina.

​—Qué dulce. Entonces voy a averiguar con mi padre dónde se está quedando para que pueda hacer tratos con él y llevarle a ellas esas hermosas joyas.

​—Gracias, Princesa. Le pido un favor más: no le diga a su padre que yo pregunté por ese hombre, por favor. No quisiera que crea que intento robar sus negocios, o que haya un malentendido. Él podría echarme del Reino, y yo... quisiera conocerla mejor, ya que me parece una persona muy bella e interesante.

​Rose se sonrojó con el cumplido, completamente convencida de la galantería del Príncipe.

​—Oh, por supuesto, Príncipe. Será nuestro secreto.

​Finalmente llegaron a los jardines. El resto de la tarde transcurrió con ellos tomando el té y conversando sobre temas triviales. Rose se esforzaba por encantar a Sian, mientras él disimulaba su indignación y recopilaba información.

​Cerca de la tarde, una persona del servicio se acercó con una reverencia.

​—Príncipe Sian, su habitación en el palacio principal está lista, así como las habitaciones para sus guardias.

​Sian se despidió cortésmente de la Princesa Rose, prometiendo verla al día siguiente.

​Sian se retiró a sus aposentos, seguido por el Capitán Marcus. La habitación era lujosa, pero Sian apenas la notó.

​—Marcus, lo que voy a decirte es de la máxima confidencialidad —dijo Sian, cerrando la puerta con pestillo.

​—lo escucho, Alteza.

​Sian le contó sobre el hombre que vio y el collar de Rose.

​—El hombre estoy seguro que trabaja para el Duque Petrob , y esa joya es robada de nuestras minas. Petrob está conspirando con el Rey Augusto. Esto confirma que la agresión no es solo por territorio, sino una red de traición y robo.

​—¡Es imperdonable! —siseó Marcus.

​—Por eso debemos actuar rápido. Necesito encontrar a ese hombre. Cuando la Princesa Rose, o cualquier fuente que pueda encontrar, me dé la dirección de dónde se hospeda el secretario, te enviaré a secuestrarlo. Lo llevaremos a un lugar seguro en las afueras y lo interrogaremos. Necesito la confesión de Petrob antes de enfrentarme de nuevo al Rey Augusto.

​—Entendido, Alteza. Estaré preparado en cualquier momento.

​Sian asintió. y se preparó para descansar

​Mientras tanto, en la Capital Imperial, la Princesa Alina seguía en su entrenamiento No había querido parar. continuó practicando con el joven Cain.

​El maestro, Sir Kaen, había accedido a la petición de la Princesa de seguir entrenando, siempre y cuando su hijo fuera su compañero. Alina estaba decidida a volverse fuerte cuanto antes.

​Cain se mostraba entusiasmado. Ver el potencial y la voluntad inquebrantable de la Princesa era estimulante. Aunque la seguía venciendo en los sparring, la Princesa aprendía a una velocidad alarmante, absorbiendo cada error.

​Finalmente, Sir Kaen intervino.

​—Suficiente por hoy, Alteza, Cain. Deben descansar. Pueden continuar mañana.

​Alina se detuvo, jadeando. El entrenamiento había sido agotador, pero invaluable.

​—Gracias, joven Cain. Ha sido un excelente compañero de práctica. Y a usted, Sir Kaen, por su paciencia.

​Alina se despidió y se dirigió a sus aposentos. Se metió en la ducha, sintiendo cada músculo adolorido por la intensidad del entrenamiento.

​Al salir de la ducha, la Princesa se sintió abrumada por el agotamiento. Se puso su bata, pero antes de poder vestirse para la cena, se desplomó sobre la cama. El peso del día, el estrés del entrenamiento y la preocupación por sus hermanos y el Imperio la vencieron.

​Alina se quedó profundamente dormida.

​La Princesa durmió toda la noche. La Emperatriz Aria pasó por su habitación para verla antes de la cena, pero al verla rendida y profundamente dormida, decidió que era mejor dejarla descansar. La cena se celebró sin ella.

​A la mañana siguiente, Alina despertó de golpe con el canto de los pájaros, el sol entrando por sus ventanas.

​—¡Rayos! ¡Me quedé dormida! —exclamó, sentándose en la cama—. ¡No fui a la cena! ¡Iba a hablar con papá!

​Se dejó caer de nuevo sobre las almohadas con un suspiro.

​—Bueno, ya no importa —dijo, cerrando los ojos con resignación—. De todos modos, me enteraré igual si pasa algo importante.

luego tiempo después entro Ana a despertarla, pero al verla ya despierta le dijo que debe de levantarse y ir a desayunar así Alina se levantó para comenzar su nuevo día, el cual sin duda estaría lleno de más entrenamiento, estudios y la inevitable espera de noticias de la guerra y la conspiración que se desarrollaban lejos de la Capital.