Nací Para Ser La Villana Del Cuento

Capítulo 23 - El Despertar del Poder Ancestral

La poderosa luz que emanaba de mi cuerpo parecía debilitar el control que Arcanus ejercía sobre el templo. Sentía cómo la energía de Endymion fluía a través de mí, fortaleciendo mi determinación y otorgándome una fuerza que superaba todo lo que había experimentado antes.

—¡Imposible! —rugió Arcanus, retrocediendo aún más—. ¿Cómo es posible que hayas despertado el legado de Endymion?

Sonreí con confianza, sintiendo cómo el poder fluía a través de mis venas.

—Endymion me encomendó la tarea de proteger a nuestro pueblo —le respondí, mi voz cargada de determinación—. Y con su ayencia, voy a aniquilar la oscuridad que has traído a estas tierras.

Concentrando mi energía, alcé ambas manos y liberé una poderosa onda de luz que impactó de lleno contra Arcanus y sus sombras. Las entidades espectrales se retorcían y desvanecían ante el brillo cegador, y el Señor de las Sombras gritaba de dolor mientras su vínculo con el templo se debilitaba.

Damien, Esmeralda, Theron, Selene y Zahra observaban asombrados cómo la balanza de la batalla se inclinaba a nuestro favor. Aprovechando la oportunidad, se lanzaron al ataque, sus armas y hechizos golpeando con fuerza a nuestros enemigos.

Arcanus, desesperado, intentaba mantener el control sobre el templo, pero la luz que yo emanaba parecía erosionar su poder. Podía ver el terror reflejado en su rostro oculto, y supe que había llegado el momento de asestar el golpe final.

Concentrando toda mi energía, invoqué una espada hecha de luz pura y me lancé en un feroz asalto contra el Señor de las Sombras. Nuestras armas chocaron en un estruendo ensordecedor, y pude sentir cómo la oscuridad que lo rodeaba se desintegraba bajo el poder de mi ataque.

—¡Esto no puede estar sucediendo! —gritó Arcanus, retrocediendo desesperado—. ¡Yo soy invencible! ¡Nadie puede detener el ascenso de las sombras!

—Te equivocas, Arcanus —le respondí, avanzando implacablemente—. Mientras exista la luz del legado de Endymion, la oscuridad jamás podrá prevalecer.

Con un último y poderoso golpe, hundí mi espada en el pecho del Señor de las Sombras, desintegrando su ser en una explosión de luz. Sus gritos de agonía retumbaron en las paredes del templo, y finalmente, Arcanus desapareció por completo, dejando tras de sí un profundo silencio.

Mis amigos me observaban con asombro y admiración, aún sin poder creer lo que acababan de presenciar. Yo misma me sentía embargada por una mezcla de alivio y agotamiento, pero sabía que nuestra lucha aún no había terminado.

—Rápido, debemos investigar el interior del templo —les urgí—. Arcanus no pudo haber sido la única amenaza que se escondía en este lugar.

Todos asintieron y nos adentramos con cautela en la misteriosa estructura, dispuestos a descubrir los últimos secretos que aguardaban en su interior.

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Las paredes de piedra emanaban una energía oscura y opresiva, como si la misma esencia del mal impregnara cada rincón. Nuestros pasos resonaban en el silencio, alertando a cualquier otra amenaza que pudiera acechar en las sombras.

Damien y Esmeralda lideraban el avance, sus armas en alto y sus sentidos agudizados, preparados para cualquier emboscada. Selene y Zahra mantenían poderosas barreras mágicas que nos protegían, mientras Theron y yo escudriñábamos cada pasillo en busca de pistas.

Finalmente, llegamos a una enorme cámara subterránea, donde una extraña energía parecía concentrarse. En el centro de la sala, un antiguo pedestal de piedra brillaba tenuemente, como si albergara un poder ancestral.

—Esto debe ser lo que Arcanus buscaba —murmuré, acercándome con cautela—. Siento una magia antigua y peligrosa emanando de aquí.

Damien asintió, sus ojos escaneando el lugar con recelo.

—Ten cuidado, Lilith. No sabemos qué clase de maldición o trampa pueda estar oculta en ese artefacto.

Inspirando profundamente, extendí mi mano y dejé que mi energía fluyera hacia el pedestal. Lentamente, la piedra comenzó a brillar con mayor intensidad, liberando una descarga de energía que me hizo retroceder.

De pronto, el suelo tembló y una grieta se abrió a nuestros pies, dejando escapar una espesa niebla oscura que se arremolinó en el aire. Todos nos colocamos en posición de combate, esperando a que la amenaza se revelara.

Y entonces, de entre las sombras, emergió una figura colosal: una criatura demoníaca de proporciones gigantescas, con cuernos retorcidos y ojos ardientes que destilaban maldad pura.

—¡Por los dioses! —exclamó Theron, retrocediendo horrorizado—. ¿Qué es esa cosa?

—El verdadero poder que Arcanus buscaba —respondí, sintiendo cómo el miedo se apoderaba de mí—. Un demonio ancestral... y ahora está despierto.

La bestia lanzó un rugido ensordecedor que hizo temblar las paredes del templo, y se abalanzó sobre nosotros con una furia devastadora. Nuestras armas y hechizos parecían no tener efecto alguno sobre su piel blindada, y pronto nos encontramos abrumados por su imponente fuerza.

Damien y Esmeralda luchaban con valentía, pero sus esfuerzos parecían ser en vano. Selene y Zahra intentaban mantener las barreras mágicas, pero la energía oscura del demonio las corroía sin piedad.

Mirando a mis amigos luchar con desesperación, supe que debía hacer algo... algo que quizás pusiera en riesgo mi propia vida. Pero no podía permitir que esa criatura devastara nuestras tierras y destruyera todo lo que amábamos.

Reuniendo toda mi determinación, me puse de pie y avancé hacia el demonio, invocando una vez más la espada de luz pura. Endymion estaría conmigo, de eso no tenía duda.

—¡Atrás, bestia del infierno! —grité, desafiante—. ¡En nombre de la luz, te ordeno que regreses a las sombras de donde has sido liberado!

La criatura se volvió hacia mí, rugiendo con furia, y se lanzó al ataque. Pero esta vez, la espada de luz brillaba con mayor intensidad que nunca, y con cada golpe, la energía oscura del demonio parecía retroceder.

Luchamos con ferocidad, nuestras fuerzas igualadas en una danza mortal. Sentía cómo la magia de Endymion fluía a través de mí, otorgándome la fuerza necesaria para mantener a raya a la bestia.

Finalmente, con un último esfuerzo sobrehumano, logré hundir mi espada en el pecho del demonio, liberando una explosión de luz que lo hizo retroceder. La criatura aulló de dolor y agonía, y poco a poco, su cuerpo se fue desintegrando hasta que no quedó rastro de ella.

Exhaustos, pero aliviados, mis amigos se acercaron a mí, sus rostros reflejando una mezcla de asombro y orgullo.

—Lo lograste, Lilith —dijo Damien, colocando una mano en mi hombro—. Nos has salvado a todos.

Sonreí con cansancio, sintiendo cómo el poder de Endymion se desvanecía lentamente. Sabía que aún había mucho por hacer, pero en ese momento, la victoria era nuestra.

Juntos, nos abrimos paso hacia la salida del templo, dejando atrás las sombras y la oscuridad que habían dominado aquel lugar. Ahora, era el momento de regresar a nuestro hogar y prepararnos para reconstruir lo que habíamos perdido.