ANGEL + DEMON

El recorrido por el Palacio de las Sombras continuó, y no volvieron a tocar el tema sobre lo que pasó en el jardín. Axis y Karmelo fueron los únicos que tomaron la palabra, y no fue hasta mitad del recorrido que Luna se dio cuenta de que Alister la vigilaba atentamente, él no podía permitir que se escapara del grupo otra vez.

Media hora después Ezra volvió a integrarse y la duda sobre su supuesta novia no escapó de la mente de Luna, por lo que no dudó en interrogarlo. Para su lástima, el segundo demonio al mando se negó a dar detalles y con una máscara de frivolidad continuó el recorrido como si nada.

—¿Qué opinas de ellos, Luna? —Cuestionó Lumina de repente cuando se detuvieron a descansar. —Ya sabes, de Karmelo y los demás...

Luna suspiró de frustración, la verdad estar enfrascada en esa situación la tenía abrumada. Su instinto de enemistad y desconfianza hacia los demonios no la abandonaba por completo, aunque muy en su interior deseaba relajarse, no al punto de darles una oportunidad... ¿O tal vez si?

—Opino qué los odio, odio estar con ellos. —Contestó Luna cortante, a la vez que evadía la mirada.

—¿Todavía crees que nos traicionaran? —Dudó Lumina ladeando la cabeza.

—No lo creo, estoy segura. —Aquellas palabras salían de la ética de Luna, no de sus verdaderos sentimientos. —Dios me ordenó que estemos alerta. El mismo me lo dijo, por algo es...

—Tienes razón, es una situación demasiado confusa. —Lumina fingió estar de acuerdo con la serafín.

—Mm... ¿Lo crees? ¿Entonces qué hay de ti, Lumina? —Interrogó Luna mientras la juzgaba con su mirada azul.

—¿A-A qué te refieres?

—Parece que los demonios te agradan mucho... sobre todo Karmelo. —Insinuó.

—N-No digas tonterías, ¡Me llevo bien con todos! —Exclamó Lumina, a pesar de que los nervios apenas la dejaban hablar claramente.

—No me importa. —Dijo Luna sin creerle. —Llévate bien con él si quieres, pero te aseguro que te arrepentirás Lumina. Los demonios son sucios y engañosos por naturaleza, solo buscan arruinar la pureza de los ángeles...

—Un poco sucio de pensamiento, pero engañoso jamás mi palomita.

Luna se sobresaltó con la presencia de Alister, quien había escuchado su conversación con Lumina y sintió ansias de participar para defender su punto de vista.

—Es irrespetuoso escuchar conversaciones ajenas, demonio. —Comentó Luna despectiva.

—También lo es juzgar a alguien sin que pueda defenderse. —Contrarrestó Alister sobrado. —Deja que la pequeña se haga novia de Karmelo si quiere, quizás una novia lo haga menos irritante.

De inmediato Lumina se puso tensa por aquella insinuación, mientras que Luna soltó una risa estruendosa y fingida que no detonaba nada de diversión.

—¡Ja! ¿Y tú por qué no vas a comprarte una novia? Tú también la necesitas. —Añadió Luna con burla.

—Que directa, hubiésemos empezado por ahí. ¿Cuánto vales? —Cuestionó Alister interesado.

Lumina estalló a carcajadas. El rostro de Luna se sonrojó, pero no por vergüenza sino por ira, aquella insinuación se le hizo indecorosa. Ella no era un objeto, ni mucho menos una especie de esclava o prostituta.

—Un precio que no puedes pagar, idiota. —Ofendida, lo empujó para luego retirarse y esperar que esa tediosa reunión terminara algún día.

...🤍...

—La conseguí. —Informó el Dios, instalándose cómodamente en el despacho de la Diablesa. —A la persona digna de llevar a mi sucesor.

—Felicidades, ¿Te canto? —Contestó Zero sarcástica mientras mezclaba la azúcar en su té. —Finalmente... ¿Qué ángel fue digno?

—Ese es el caso, no es un ángel, es una mortal. —Aclaró.

El té casi se le cae a la reina de sus manos, sin duda eso era algo inesperado...

—Vaya, tus estándares bajaron un poco. —Zero dejó la taza sobre la mesa para tratar de asimilar la información. —Bueno, cuéntame de ella, es importante para lo que vamos a hacer.

—Su nombre es Stella. —Mencionó Luxem serio. —Es una pueblerina común, tiene 13 años...

—¿Cuántos? ¿13? —Exclamó Zero impactada. —Con razón es digna, no ha tenido ni oportunidad de vivir la pobre niña.

—No soportaré que juzgues. —Impuso el Dios molesto. —Tu no sabes lo que es digno ni sus razones...

—Perdón correctísimo, continúa. —Intervino la Diablesa sin querer de que la ira innecesaria del Dios saliera a flote.

—Me gustaría destacar un problema, y es que ella está comprometida con otro mortal. —Añadió Luxem con preocupación. —Debemos hacer la concepción antes de que deje de ser virtuosa.

—Vaaale... ¿Ahora me presionas? —Zero no podía creer esta situación. —Escucha, puedo hacerlo, pero no te aseguro que tu hijo llegue a nacer sano, porque si no lo sabes, lo estará gestando una NIÑA que ni siquiera ha terminado de desarrollarse ella misma...

—Yo tampoco lo quise así, estuve varios días buscando a la indicada pero la única persona humilde y llena de gracia fue aquella muchacha de nombre Stella. —Destacó Luxem convencido. —Ni el más pulcro de mis ángeles se compara con ella, y quiero que mi sucesor herede esa santidad.

—Bien... —Zero suspiró sin estar muy de acuerdo. —Comencemos.

La situación escapaba de sus manos, por no decir que poco le importaba, así que Luxem tenía que abstenerse a las consecuencias de querer incubar a su hijo en una madre tan joven, llevar el embarazo de un ser divino podía ser perjudicial para ella.

Zero buscó un pequeño recipiente de vidrio, similar a un tubo y se acercó al Dios pidiéndole que le extendiera la mano. Luxem dudó por un momento antes de tenderle su palma, y sin esperárselo la Diablesa sacó una daga que utilizó para cortar la mano del Dios.

A pesar de los quejidos de dolor Zero no permitió que se desperdiciara ninguna gota de esa sangre. En menos de un minuto ya la herida estaba vendada y la sangre divina enfrascada, lista para hacer el conjuro.

—¿Sera rápido? Recuerda que debe...

—Debe estar listo antes de que la niña se case y su esposo manche su virtud, lo sé. —Intervino Zero sacudiendo el frasco de sangre para evitar que se coagulara. —Necesito paciencia de tu parte, te aseguro que lo obtendrás.

—Rápido. —Exigió.

Luego de esa sesión Luxem se marchó con sus ángeles, en teoría todo volvió a la normalidad y Zero ahora tenía un juguete nuevo con el que podía experimentar. Por fortuna, se encargó de recolectar suficiente sangre para hacer el conjuro y que podría sobrarle para otras cosas. ¿Sangre de un Dios? ¡Por favor, sería interesante descubrirlo!

—Y eso es todo. —Culminó Ezra de informarle a la Diablesa lo que pasó en el recorrido, omitiendo el incidente en el jardín.

Zero podía estar muy fascinada con su nueva adquisición, pero eso no fue impedimento para no notar que Ezra ocultaba algo que aún no se le había dicho. El rostro serio de Ezra tal vez podía engañar a cualquiera, pero con Zero nunca podría.

—¿Qué sucedió?

—Nada. —Negó el demonio al instante.

—Estás preocupado ¿Qué sucedió? —Demandó saber. Ezra desafortunadamente suspiró, y decidió responder lo que de seguro sería su sentencia de muerte.

—Luna vió a Melicent.