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Confusión Nuestra

Confusión Nuestra

Status: En proceso
Genre:Grandes Curvas / Malentendidos / Romance entre patrón y sirvienta / Diferencia de edad / Apoyo mutuo / Mi novio es un famoso
Popularitas:1.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Koh

Dalia comenza a trabajar como ama de llaves para un pariente /no pariente lejano de su padre, quien era un pintor famoso de pintura erótica; para ayudarse en sus gastos personales mientras termina la universidad. Pero termina en las manos seductoras y perversas de este pintor, confundiendo sus prioridades en la vida.

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Capítulo 21

Luego de llegar al departamento de Kei, hablaron largo y tendido sobre sus sentimientos, Kei se disculpó una vez más con Dalia por haber actuado como un idiota con ella, por haber negado lo que sentía cuando era más que claro y evidente. Y si no había ido a verla era porque su orgullo se lo impedía, no quería ceder a pesar de su anhelo. Sin embargo, la visita de esa mujer embarazada lo hiso actuar. Lo que no esperaba es que Luciano estaría detrás de ese engaño y que la mujer se prestara a ello.

Dalia lo había perdonado desde el momento que le habló por teléfono, tal vez era una tonta por ir corriendo tras una simple llamada, pero no podía negar que era el único hombre que la había tentado en toda su vida, a pesar de su primer encuentro extraño.

-Creo que desde el primer encuentro me enamoré de ti – la abrazó fuerte, enterrando su cara en el hueco de su cuello, aspirando el aroma que había extrañado – Eres tan hermosa y tienes luz propia, tu sola presencia iluminó mi vida. Me hiciste sentir lo que es un hogar.

Dalia sonrió con algunas lágrimas asomándose por las esquinas de sus ojos y lo abrazó de regreso, aferrándose a su ropa porque temía que desapareciera.

-Y tú me hiciste querer cuidarte.

Se miraron a los ojos. Y en un beso suave, unieron sus labios, destilando el anhelo que sentían de cada uno. Pronto el beso ligero se profundizó, junto con la urgencia de sentir la piel de cada uno, de fundirse en un vaivén de caricias y de un nuevo comienzo para los dos.

Pronto los gemidos y gruñidos teñidos de lujuria, salían de la habitación de Kei. Esta noche había tomado el valor de enfrentar sus sentimientos y a la misma Dalia. Admitía abiertamente que se había enamorado profundamente de esta mujer y había sido desde la primera vez que se vieron, cuando notó su mirada cautelosa y su increíble capacidad para mantener una sonrisa ante cualquier cosa.

Su semblante siempre brillante, además de su sonrisa contagiosa y su cuidado, le dieron la calidez que siempre le había faltado en su vida. Pero como un estúpido, había querido negarlo ante la evidencia de sus sentimientos, ante el temor a lo desconocido, pero ya no lo haría. Hoy más que nunca se dio cuenta que no sería feliz sin su amada Dalia.

Y la acarició y besó con ahínco, compensando el tiempo que estuvieron separados, devorando con emoción y ferocidad el cuerpo de Dalia que anhelaba desde el primer día de su ausencia, saciando semanas sin su entrega. Y entre la emoción de fusionar sus cuerpos, Kei dejó escapar las palabras que brotaban como un torrente de su ser:

-Te amo, Dalia…

Dalia, perdida en el placer y el éxtasis, apenas y logró escuchar sus palabras.

-¿Qué? – murmuró jadeando.

-Te amo – repitió Kei, mirándola a los ojos – De verdad que te amo.

Dalia sintió su cuerpo ablandarse con esa confesión y le dio un beso casto a su amado pintor.

-Yo también te amo.

Kei sonrió satisfecho de las acciones de Dalia y continuó dándose un festín. Mientras que no muy lejos de ahí, se asomó en un callejón un Luciano desaliñado, con el labio roto y la camisa manchada con unas gotas de sangre. Miraba con rabia el edificio donde sabía que vivía Kei, apretaba los dientes solo para no gritar de frustración, no entendía cómo todo lo que hiciera ese imbécil le salía bien, mientras que él, seguía cayéndose en el lodo.

Se fue caminando hasta llegar la casa de su maestro que tenía en esa ciudad, Hughes ya se había marchado de nuevo a Italia para continuar con sus clases, pero Luciano aun no podía dejar que Kei siguiera feliz, porque si él mismo era miserable, no esperaba ver a Kei feliz, en ningún momento. Los celos y la envidia desmedida, nublaban su juicio, sin dejarle ver que el problema no era de nadie más que de sí mismo.

Al llegar a la casa, vio en la sala los diplomas de su graduación en la academia de arte, sus reconocimientos por sus aportaciones del land art, sus premios a concursos. Aquella vista lo llenó de nostalgia y pesar, pero en cuanto notó que al lado de sus reconocimientos también estaban los de Kei, enloqueció.

Se acercó a la pared y de un tirón, todos los diplomas cayeron al suelo, algunos rompiéndose por el impacto, otros quedando debajo de los muebles, pero ninguno quedó en la pared. Luciano gritó desesperado sintiendo que se quemaba su pecho de la furia, del resentimiento y de la tristeza. Se sentía inútil, e incapaz de cumplir expectativas, incluyendo las suyas propias. Un miedo descomunal lo estaba consumiendo, junto con la desdicha de no ser el mejor ni el único para su maestro. El sollozó se hizo presente, rompiendo el silencio luego del desastre de los diplomas, se desplomó sintiéndose miserable y la víctima de la vida.

...****************...

La mañana llegó, junto con el alivio y felicidad inundando todo el ser de Dalia. Luego de haber estado como zombi todo el mes anterior, hoy podía decir que la dicha la acompañaba sin problema. Se removió, sintiendo el fuerte abrazo de Kei alrededor de su cintura, y los labios tibios depositarse en su espalda desnuda.

Sintió las manos traviesas de él acariciar su abdomen para luego subir descaradamente a sus senos y masajearlos con fuerza, pellizcándolos, haciendo que la temperatura se elevara, sintiendo el amiguito ansioso de Kei restregarse atrevido entre sus nalgas. Jadeó en cuanto sintió la invasión de Kei a su cuerpo, fue una estocada dura, sin embargo, rápidamente el placer acrecentó entre las atenciones y el vaivén cada vez más duro de Kei. Y luego de unos minutos, Dalia alcanzó la cima y no mucho después, el mismo Kei la acompañó en la cúspide del éxtasis.

Pero no se terminó ahí, y tuvieron toda la mañana para amarse lo que no habían podido en las semanas pasadas.

Al medio día salieron de la habitación y Kei no dejó que Dalia cocine, había sido una noche y mañana intensa, se veía agotada por lo que optaron por pedir comida a domicilio, sin embargo, antes de que su orden llegara, hubo unos invitados inesperados.

Cuando Dalia abrió la puerta, se quedó completamente pasmada ante la presencia de estos dos sujetos.

-Leo, Max, ¿Qué hacen aquí?

Leo la miró de la cabeza a los pies, notando la ropa desaliñada y aquellas marcas rojas en el cuello de su hermana que lo dejaron deslumbrado, sintiendo ira.

-Hacía tiempo que debimos hacerlo, aunque a papá parece no importarle mucho.

Max asintió y se cruzó los brazos molesto de que su hermana estuviera a merced de un hombre malo, haciéndola miserable en las últimas semanas. Y aunque parecía que se habían reconciliado, no quitaba el hecho de que, como hombres de la casa, exceptuando a su padre, debían hablar de las intenciones de ese hombre con su hermana.

No permitirían que jugara con los sentimientos de su hermana, ella no merecía ese trato, ella se merecía un hombre que la cuidara, que le procurara bienestar y tranquilidad, no lágrimas e insomnios.

Kei se asomó a la puerta al notar la demora de Dalia, para encontrarse con dos pares de ojos inquisidores evaluándolo de arriba hacia abajo.

-No se ve mal – dijo el chico que tenía un peinado clásico de niño estudioso – Pero la cara no lo es todo, hermana.

-Así es – secundó el otro niño con cabello alborotado – Hoy es guapo, mañana todo arrugado como pasa.

Dalia solo pudo soltar una risa luego de entender las intenciones de sus hermanitos, pero no se sintió inquieta ni enojada, sino cálida, porque sabía que ellos la amaban como para evitar que la lastimaran. Se preguntaba cómo es que estos revoltosos ya hubiesen crecido y no solo por su altura que hacía tiempo que la habían traspasado, sino por su madurez de su cuidado a ella. Miró a Kei con una sonrisa.

-Son mis hermanos, Leo y Max. – miró a sus hermanos – Chicos, él es mi novio, Kei Smith.

Ambos bufaron, no estaban muy contentos con la etiqueta dada al hombre ese por su hermana, pero no tenían derecho a dirigir la vida de Dalia, pero no significaba que no querrían dar advertencias.

Dalia no los dejó esperando y los invitó a entrar, estaba aliviada que ya se habían dado una ducha y que la casa estaba limpia, porque la noche anterior habían hecho un desastre en todos lados. No quería que ella y sus hermanos se avergonzaran de sus actos íntimos con Kei.

El enfrentamiento entre cuñados empezaría.

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