es mi segunda novela espero y les guste ☺️❤️
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cap 22
En lo alto de la Torre Helada, donde el viento cortaba como cuchillas, Rhaegar abrió los ojos.
Sus manos estaban manchadas de sangre, pero no era reciente. Eran marcas antiguas. Marcas de sacrificios, de rituales… de su pasado.
—Lo despertó —dijo con una sonrisa torcida—. Mi hija finalmente recordó lo que es.
A su lado, una criatura encadenada gruñó desde las sombras. Tenía forma humana, pero su piel brillaba como hielo tallado, y sus ojos… eran fuego puro.
—Pronto, pequeño monstruo. Aún no es tu turno.
Rhaegar se giró hacia el altar. Un mapa ardía frente a él, y sobre Aeloria… una marca negra palpitaba.
—Los Exiliados piensan que pueden usarla. Estúpidos. Nunca entendieron que el fuego no se doma… se desata.
Levantó la mano, y el cielo sobre la Torre cambió.
Nubes negras cubrieron el continente. Tormentas surgieron de la nada. Y una grieta se abrió en el cielo, revelando un cometa rojo, ardiendo como una herida.
—La Caza ha comenzado.
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En Aeloria, Lyra sintió el impacto sin saber aún qué era.
—¿Lo sienten? —preguntó, con la voz ronca.
Los Exiliados asintieron. El suelo bajo ellos vibraba.
—Él lo sabe —dijo uno—. Ya viene.
Kael desenvainó su espada.
—¿Qué haremos?
—Luchar —respondió Lyra—. Pero no aquí. No mientras Aeloria está expuesta.
El general Vareth llegó corriendo, con malas noticias en la mirada.
—Majestad, los pueblos del este están ardiendo. El cielo cambió. Se avecina una tormenta… una que no podemos enfrentar sin ella.
Todos miraron a Lyra.
Y por primera vez… ella no dudó.
—Llevadme al Bastión del Origen.
—¿Estás segura? —preguntó Kael—. Dijiste que nunca querías volver.
—Porque ahí fue donde todo comenzó —dijo ella, con el fuego brillando en sus pupilas—. Y ahí… es donde todo terminará.
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Desde lo alto de la Torre, Rhaegar soltó a la criatura encadenada.
Esta rugió, y al hacerlo, las montañas crujieron.
—Ve —ordenó—. Tráeme a mi hija.
La guerra… ya no podía detenerse.
El cielo se rompió.
Un grito atravesó las nubes cuando la criatura de hielo y fuego descendió del firmamento como una estrella maldita. Su cuerpo era humo sólido, garras como espadas y ojos… los mismos que Lyra había visto en su reflejo. Ardían con su fuego. Un fuego robado.
—¡ALERTA! —gritó Vareth.
La criatura cayó sobre las tierras del norte, devorando bosques, congelando lagos al pasar. No dejaba rastro de vida. Solo cenizas… o cristal.
Lyra y Kael aún no habían llegado al Bastión cuando la noticia los alcanzó.
—Lo soltó ya —murmuró Lyra—. No va a esperar.
—¿Puedes enfrentarlo? —preguntó Kael, galopando junto a ella.
—No lo sé. Pero debo hacerlo.
Mientras tanto, el monstruo llegó a su primera presa: el pueblo de Darven.
Mujeres, niños, ancianos. No hubo compasión. Solo una ráfaga de muerte.
Hasta que alguien lo enfrentó.
Una joven soldado, de mirada decidida y cabello trenzado en plata, se interpuso en su camino con una lanza sagrada.
—¡Por Aeloria!
La criatura la embistió.
Pero antes de matarla, se detuvo.
La olfateó. Y se inclinó.
—¿Qué…? —dijo ella, temblando.
—Tiene tu sangre —susurró una voz en la mente de Lyra, a kilómetros de distancia—. No estás sola, hija mía.
Lyra se detuvo en seco.
—¿Qué dijiste?
Kael frenó su caballo.
—¿Qué pasa?
—La criatura… me habló. Dijo que ella tiene mi sangre.
Kael frunció el ceño.
—¿Crees que…
—Rhaegar no solo me creó a mí.
La sangre se le congeló. Un hermano. Una hermana. ¿Otra creación?
El monstruo soltó un rugido.
Lyra se giró hacia Kael.
—Ya no es solo una guerra. Es una cacería familiar.
Y los secretos estaban comenzando a desenterrarse.