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Una Reencarnación Tranquila

Una Reencarnación Tranquila

Status: En proceso
Genre:Magia / Malentendidos / Reencarnación / Mundo mágico / Apocalipsis
Popularitas:1.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Aly25

Su muerte no es un final, sino un nacimiento. zero despierta en un cuerpo nuevo, en un mundo diferente: un mundo donde la paz y la tranquilidad reinan.

¿Pero en realidad será una reencarnación tranquiLa?

Años más tarde se da cuenta que está en el mundo de una novela y un apocalipsis se aproxima.

NovelToon tiene autorización de Aly25 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

miedo

Pov Artemisa.

...----------------...

La puerta no estaba tan lejos.

Pero cada paso hacia ella se sentía como si la arrastraran por un campo de espinas.

Tenía miedo.

Mucho miedo de lo que estaba pasando allí.

Sabía que no debí llevarme a Leo de esa forma.

Sabía que había una mejor opción para despedirse............pero aún así.......... Fui una pésima madre.

Cuando Elian se lo llevó realmente tenía miedo..

Miedo de no poder ver otra vez a su angelito.

Miedo del que solo una madre podría entender.

Sabía que Leo estaba al otro lado de la puerta.

Escucho cuando Leo había dicho “papá” medio inconsciente o al menos eso es lo que ella escucho el ese pequeño balbuceo debil.

Los elfos tenían en realidad una buena audición.

Pero en este momento no quería escuchar nada.

Ella no había podido hacer nada otra vez.

Fallé otra vez…

Fue entonces cuando Elian le salió de la habitación y me preguntó si somos mestizos.

Realmente no quería contestar.

Pero si era por leo.........

Diría la verdad.

Diría una verdad que probablemente nos pondrá en peligro.

Pero de cierta forma, podía confiar un poco en Elian.

Sabía que el no era de esas personas que lo mencionaría como agua.

Así que se lo dijo.

Era una verdad que realmente no le gustaba mucho decir.

Realmente preferiría quedarselo para ella misma.

Pero entonces Elian menciono que podría hacer un artefacto para suprimir ese rasgo en Leo.

Una gota de esperanza pareció brillar en mi corazón.

Pero entonces una vez más lo escuché.

Solo era para estabilizarlo.

La enfermedad no se podía curar.

Pero ese ya era un gran paso.

Realmente no quería ver a su hijo sufrir, por lo que realmente tenía que protegerlo.

Y así lo hará.

Fue una promesa silenciosa que había sido grabada desde que el bebé había nacido.

Elian la invitó a pasar a la habitación para ver a su pequeño.

Cuando Elian empujó la puerta, el mundo pareció reducirse a la cama.

Allí estaba su hijo.

Su pequeño.

Su regalo que esté mundo le había regalado.

Estaba mas pálido que nunca, pero se podía escuchar su respiracion ya estable.

Su pecho subía y bajaba despacio, con esfuerzo, pero con vida.

Kael estaba a un lado, sentado en una silla baja, mirando al niño con una mezcla de atención y compasión.

Al verlos entrar, se levantó en silencio, y con una reverencia breve hacia Elian, salió de la habitación sin decir palabra.

Artemisa corrió hasta la cama sin pensarlo.

Se arrodilló junto al colchón y tomó la manita de Leo entre las suyas.

Estaba tibia.

No ardía como antes.

Tampoco estaba helada.

—Hola, bebe… —susurró, inclinándose para besarle la frente—. Ya pasó… mamá está aquí.

Leo no respondió, pero su ceño se suavizó apenas, como si su cuerpo reconociera su voz incluso dormido.

Elian no dijo nada.

Solo se apoyó en el marco de la puerta, observando.

Ella le acarició la mejilla con la punta de los dedos, con la mano temblorosa. Le colocó de nuevo el trapo húmedo que alguien —seguramente Elian— había estado usando para mantenerlo fresco.

Leo estaba bien está mañana, realmente la vida es muy delicada.

Un pequeño error y esa delgada línea podía romperse.

Realmente la vida es algo frágil.

Artemisa apretó los labios.

Cerró los ojos con fuerza.

Puso su frente en la frente del bebe y susurro.

—No me dejes, Leo. No me dejes.

Su voz fue un hilo parecido a una súplica.

Sintió que Elian se acercaba.

La colcha del colchón se hundió un poco cuando se sentó del otro lado.

Por un momento, no hubo palabras.

Solo el sonido del mar, lejano.

El crujido leve del barco.

Y el latido, constante, de la pequeña vida entre ellos.

—Cuando llegaste al barco —dijo Elian de pronto—, no pensé que esto pasaría.

—¿El qué?

—Que me doliera tanto —respondió, casi sin aliento—. Verlo así.

Artemisa lo miró. Y por primera vez, no vio al hombre misterioso que los había cuidado durante semanas, ni al médico atento, ni siquiera al amigo.

Vio a alguien tan vulnerable como ella.

Vio a alguien que también estaba aprendiendo a querer a Leo.

—No eres su padre —dijo ella, sin reproche.

—Lo sé.

—Pero lo amas —añadió, más para sí misma que para él.

Elian no contestó.

Romo la mano de Artemisa y la sostuvo con la misma ternura que antes.

Por un momento, compartieron ese silencio.

Compartieron el miedo.

El amor.

La impotencia.

—Gracias —susurró Artemisa, sin mirarlo—. Por quedarte. Por hacer algo. Por…

—No tienes que agradecerme nada —la interrumpió—. Lo haría una y mil veces. Aunque me duela.

Leo se movió apenas, un gemidito suave escapó de su garganta.

Artemisa contuvo la respiración.

Le acarició la frente, el cabello mojado por el sudor.

El niño murmuró algo ininteligible, luego volvió a dormirse.

—Se estabilizó por ahora —dijo Elian—. El prototipo funciona. No es una cura, pero…

—Le dará tiempo —completó ella.

—si, mientras hacemos el artefacto—asintió él.

Artemisa tragó saliva.

—¿Crees que algún día se pondrá bien?

Elian tardó en responder.

Cuando contesto lo hizo con sinceridad:

—No lo sé. Pero si algún día es posible, haré todo lo que esté en mis manos para lograrlo.

Ella le creyó.

No por las palabras, sino por la forma en que sostenía su mano.

Por cómo la miraba.

Por cómo lo había cargado a Leo, bañado en sudor y miedo, sin soltarlo ni un segundo.

—¿Puedo quedarme esta noche con él? —preguntó Artemisa.

—Es tu hijo —dijo Elian—. Siempre puedes quedarte.

Ella sonrió un poco, cansada.

—¿Y tú?

Elian se acomodó la espalda contra la cabecera.

—Ya estoy aquí.

Y eso bastó.

Artemisa se recostó con cuidado junto al niño, rodeándolo con los brazos. Elian, del otro lado, lo cubría también con una mano sobre el pecho.

Eran tres.

En un barco aún anclado en el mar.

Pero esa noche, al menos, estaban juntos.

...----------------...

Kael cerró la puerta con suavidad.

No suspiró.

No hizo gesto alguno.

Pero por dentro, su mente era una tormenta de pensamientos.

No era la primera vez que veía a su señor en ese estado, pero sí la primera vez que lo veía por alguien tan... pequeño.

Un niño.

Un mestizo.

Y no uno cualquiera. Kael lo había notado desde el principio, incluso antes de que Elian le pidiera, hace ya más de un mes, iniciar la investigación secreta sobre la enfermedad de cristal.

Había algo en ese bebé que resonaba con la magia en el ambiente.

Era algo frágil, sí, pero poderoso.

Elian había pedido la medicina al inicio como si fuera solo un acto de compasión. Pero Kael lo conocía. Su señor no movía piezas sin razón.

Ahora sé cuál era la razón, pensó mientras avanzaba por el pasillo.

Ahora lo sé bien.

No pasó mucho hasta llegar a la cubierta.

El viento le despeinó el cabello.

El cielo estaba despejado, la bruma de la tormenta anterior se había desvanecido, y el mar se extendía como un espejo agitado.

El capitán del barco, un hombre curtido y ancho como un tonel, estaba de pie junto al timón, consultando mapas con un par de oficiales.

Kael se acercó con paso firme.

No necesitó anunciarse.

En cuanto el capitán lo vio, enderezó la espalda, dejando de lado lo que estaba haciendo.

—¿Algún informe, señor Kael? —preguntó, bajando la voz.

Kael no respondió de inmediato.

Se detuvo frente a él, con las manos cruzadas a la espalda.

El capitán conocia a Kael por cuestiones de logística además sabía que era el enviado por su majestad.

El tono que usó fue suave, pero indiscutible:

—Por orden directa del Emperador, no zarparemos hasta nuevo aviso.

Un murmullo recorrió a los oficiales.

El capitán frunció el ceño.

—¿Ha ocurrido algo?

—Es un asunto privado —replicó Kael, sin dar más detalles—. Toda la tripulación se mantendrá en sus posiciones. Nadie abandona el puerto.

El capitán asintió lentamente.

Lo entendió.

Cuando se hablaba en esos términos, no había espacio para dudas.

Kael giró sobre sus talones, pero se detuvo a medio camino.

—Mantenga el barco abastecido. Podríamos estar aquí días. Tal vez una semana.

El capitán palideció, pero asintió una vez más.

Kael descendió la escalera de madera con rapidez.

Tenía aún cosas que preparar.

Ya le estaba dando dolor de cabeza de solo pensarlo.

Era una lista realmente larga.

La fórmula funcionaba, sí, pero era inestable.

Mitad elfo, mitad humano...

La mezcla por sí sola era complicada.

Añadirle la enfermedad de cristal era una sentencia para la mayoría.

Y aun así, sobrevive, pensó. Aun así, sonríe, balbucea, da un paso tras paso.

Kael frunció el ceño.

No por molestia.

Sino por algo más profundo.

Algo que no solía permitirse.

Preocupación.

No por el emperador.

Sino por el niño.

Era una carrera contra reloj, era peligroso para el niño permanecer de esa manera.

Se detuvo ante la puerta de su camarote.

No entró de inmediato.

Miró hacia atrás, hacia el pasillo que llevaba a los aposentos donde Leo dormía, y donde Elian y Artemisa se habían quedado con él.

No dejará que muera, pensó Kael.

Y por primera vez en mucho tiempo, deseó que todo salga bien.

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Salomé Páez
Ojos
Salomé Páez
Demasiados espacios
Salomé Páez
Zero
Salomé Páez
Como es el nombre? zero, zone o zane? ya hay 3 nombres diferentes
Aly🍀: mi auto corrector 😔, no me había dado cuenta
total 1 replies
🔹Lili🔸🐦
Me dio ternura 😭😭❤️❤️❤️
🔹Lili🔸🐦
Que bonito 😭😭😔
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