Sin Elección Villana

Kristen miró la carta que había recibido en secreto, la leyó varias veces y luego suspiró poniendo un rostro frío e inexpresivo.

‹Toc, toc›, Kristen levantó la vista y observó la puerta. Escondió la carta bajo su almohada y fue a abrir la puerta. Vaya sorpresa se llevó al ver a Isabela, y más sorprendida quedó cuando vio como ella ingresó y comenzó a mirar por todas partes.

«¿Me descubrieron», Kristen se sintió algo incómoda con la inspección de su madre.

—Es sorprendente que hayas cambiado en tan poco tiempo, hace tres años atrás lucías como una rata asustadiza. Pero era realmente imposible que no te volvieras de esa manera, después de todo yo te creé. —Isabela se le acercó y sostuvo la mandíbula de Kristen con firmeza. —¿Y eso? —Preguntó observando la marca en el rostro de Kristen.

—Tuve un combate con Aine y ella me lo hizo. —Confesó Kristen deseando que, ya su madre le soltara el rostro, sin embargo, ella siguió agarrando fuertemente su mandíbula.

—¿Qué opinas de ir a un baile real? —Kristen mantuvo su expresión tranquila y no dejó ni escapar una mueca de dolor. —Hmm, me gustas más ahora.

—Si me envía usted, con gusto iré. —Isabela sonrió y soltó el agarre y se volteó dándole la espalda a Kristen. En ese momento Kristen pensó en saltarle encima y ahorcarla justo allí, pero, esa sería una estúpida decisión. —Hay una mujer que tiene mucha influencia en la alta sociedad, además, es una perra altanera solamente por lucir un poco bella. Si no mal recuerdo es la hija mayor de la condesa Vanalexis, mátala y esparce sus tripas en la plaza de Aveyron.

—Como ordene usted.

—En un momento pasa por mi oficina, te daré un retrato de cómo luce. —Kristen asintió y la mujer dejó la habitación. Luego de que su madre se fuera Kristen suspiró de alivio.

La puerta nuevamente fue tocada y Kristen se levantó para abrirla, frente a la puerta se topó cara a cara con una empleada. Debía ser una de las tantas que poseían sus hermanas.

—Su hermana, Elia Russen mandó a buscarla.

Kristen siguió a la empleada mirando a su alrededor con cuidado y sintiendo el frío abrazador de la noche. Ella alzó la vista mientras caminaba por los largos pasillos y miró el hermoso brillo de la luna, luna llena, pura y bendita.

Llegaron frente a la puerta de la habitación de Elia Russen y la empleada tocó avisando de su presencia. La puerta de la mejor madera y los muros de piedra bien construidos y difíciles de penetrar.

—Oh, llegaste —Elia se paró de su asiento y vino a recibir a Kristen. Quien a pesar de no entender nada, mantuvo una expresión calmada y tranquila. Kristen paseó su vista por la habitación de Elia, bien decorada y en la pared derecha una cabeza de un ciervo bastante fresca, ya que, goteaba sangre. En ese momento Kristen miró el cuerpo de una empleada arrojada en el suelo, lo más repugnante fue ver parte del cuerpo cortado y servido en la mesa.

—¿Qué crees que haces? —Kristen se acercó molesta pero, su paso fue detenido debido a las mujeres. —Muévanse.

Sin embargo, las empleadas no dieron ni un pasa hacia atrás. Elia sonrió estúpidamente y Kristen sintió asco al verla pararse y su grasa moverse como bolsas de agua.

—Estoy comiendo hermanita y te estoy invitando a comer conmigo, por eso te he llamado. —Kristen la miró detenidamente y en un rápido movimiento se sacó una navaja de la bota y se lo clavó a la que estaba más cerca. —Oh, divertido.

Elia volvió a tomar asiento y cogió el tenedor y lo perforó en la carne mientras Kristen se ponía en guardia, parada de una manera delicada pero, fuerte a la vez, sin dejar ni un lugar abierto para recibir un ataque.

Después de cinco minutos el suelo estaba lleno de sangre de las moribundas empleadas.

—¿Te cuento una historia? Quiero que seamos amigas, siéntate. —Kristen arrugó las cejas pero, hizo lo que Elia le pidió. —Luego del quinto de los Russen nací yo, y recuerdo bastante bien ese día porque la señora Russen me maldijo. Tengo una pregunta para ti. ¿Sí tienes la oportunidad de matar a Isabela lo harías?

Kristen abrió los ojos de la sorpresa, no podía creer lo que estaba escuchando.

—No, no mataré a la señora Russen. —Ella mordió su labio desde adentro.

Elia la observó por un momento y sin decir nada tomó un cuchillo y le arrancó otro pedazo de carne a la mujer muerta en el suelo.

—Según este imperio comer esta carne está prohibido. Sin embargo, esta es la carne más sabrosa de todos los malditos reinos, una vez que lo pruebas jamás vas a querer parar. Come. —Elia apuntó el plato pero, Kristen se levantó molesta.

—No soy tu amiga y deja de acercarte a mi, siento asco. —Elia soltó una horrible carcajada y Kristen la ignoró y fue a abrir la puerta pero, se detuvo al sentir como algo perforaba su abdomen y miró para abajo.

—Al parecer también piensas que soy lenta. Cometiste un error y gracias a ese error sabré el sabor de los Russen. —Con una navaja Elia hizo un corte con lentitud en la piel de Kristen quien reaccionó en ese momento y la empujó con el codo, pero, una fuerza bestial presionó su rostro contra la puerta. —Ah, no soy de tocar a las mujeres pero, tengo curiosidad.

—¡Suéltame! —Kristen comenzó a moverse bruscamente pero, su cabeza fue estampada en la puerta produciéndole un corte y la sangre goteó de a gotas.

—Odio el ruido, cállate. —Kristen sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al sentir como la mano gorda y asquerosa de Elia se metía en sus pantalones.

—He dicho que me sueltes. —Kristen le clavó la navaja en la pierna y eso hizo que agarre se aflojara y empujó ese sucio cuerpo de ella y abrió la puerta y salió, corrió por los malditos pasillos y llegando a la fuente del jardín, se acostó en el muro y sintió como si esa agua fuera a quitar esa mancha asquerosas de su cuerpo. —Elia… vas a ser la primera maldita cerda.

Sonrió al ver la brillante idea que se paseaba por su cabeza. Y mientras miraba la luna con todo el odio acumulado se durmió.