Soy Emma y esta es la historia de mi desastrosa vida y como un hombre tan posesivo y desafiante me la desordenó llevándome casi a la muerte aún más llevándome a límites que nadie soportaría.
¿podrá alguien salvarme de esta vida injusta? o me hundirán aún más
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Solo Saldrás Herida
No sé en qué momento mi vida se tornó tan desastrosa. Me encuentro sentada en la barra de tragos, ahogándome en varios vasos de whisky, viendo cómo mi hermana es feliz con su esposo y el orgullo reflejado en el rostro de mi padre.
—¿No crees que has bebido demasiado ya? Deberías parar —Giovanni se sentó junto a mí jugando con su trago.
—¿Y quién te crees tú para decirme qué debo hacer?—Estaba algo habría y mis palabras se patinaban de mi boca.
—Soy alguien que solo quiere evitarte un papelón —se río de mi situación.
—Será mejor que te alejes de mí si no quiero problemas —lo miré directamente a los ojos, suplicando que se alejara.
—Y dime, ¿por qué tendrás problemas si estoy aquí?—una media sonrisa se asomó con un lado de su boca.
Desvié mi mirada de su bello rostro, tomé mi vaso y lo bebí de un solo trago, dejando el vaso boca abajo. Bajé del asiento y casi caigo al suelo, pero Giovanni me sujetó evitando que callera.
—Será mejor que quites tus manos de mi mujer o verás que soy capas —Víctor apareció de la nada parándose frente a nosotros.
—Por favor, aquí no es la boda de mi hermana —le supliqué a Víctor.
—Cierra tu puta boca, tú y yo hablaremos, luego ahora sube a la habitación, estás ebria— Víctor no le quitaba los ojos de encima a Giovanni y él no se quedaba atrás.
Me solté del agarre de Giovanni y salí del salón sin mirar atrás. Seguida por Víctor, llegamos al ascensor y subimos en él. Yo estaba mirando la puerta y Víctor estaba apoyado en la pared detrás de mí.
— Acaso no puedes estar un día sin avergonzarme, tan zorra eres que te tiras a los brazos del primer hombre que se te cruza— Comenzó a recriminarme.
—No, Víctor, te equivocas, yo no …— no pude terminar de defenderme.
Tomo mi cabeza y la estampó de un golpe contra la puerta del ascensor, haciendo que mi nariz sangrara por el golpe contra la puerta sólida aún tirada en el suelo, se agachó y volvió a tomar mi cabeza.
—¿Acaso quieres decirme que me equivoqué?— me levantó de golpe y me acercó a él, ocultando mi rostro en su pecho.
Salimos del ascensor y caminamos hasta quedar frente a la puerta de la habitación, estando dentro me tiro sobre la cama, se quitó su corbata y me sujeto las manos, sujeto mi rostro con fuerza y me acerco a él.
—Si vas a engañarme, será mejor que lo pienses mejor, no te olvides que soy tu maldito esposo, eso quiere decir que eres mía y solo mía, ahora cierra tu maldita boca y duerme — empujó mi rostro hacia atrás haciendo que caiga de espaldas sobre la cama.
Seguí cada uno de sus movimientos hasta que lo perdí de vista cuando entró en el baño. Con cuidado desaté la corbata que fuertemente sujetaba mis muñecas, bajé los pies de la cama y me quité los zapatos dejándolos a un lado de la cama.
Sin perder de vista la puerta del baño, por si él salía, tomé mi teléfono y comencé a marcar un número de teléfono, pero antes de poder llamar, él me lo quitó. Presionó el botón de llamar y pude notar el cambio en su rostro al escuchar la voz masculina que repetía mi nombre una y otra vez pensé que ese sería mi fin pero no fue ese el caso.
Muy enojado, tomó su arma y salió de la habitación no sin antes sujetar mis muñecas con una brida de plástico. Quedé inmóvil en mi posición, no sabía si volvería, y si lo hacía seguramente estará muy enfadado y me castigará. Ya habían pasado muchas horas desde que se fue. Había quedado dormida, sentada en la cama, hasta que escuché la manilla de la puerta, rechinar mientras bajaban la perilla para entrar.
Poco a poco vi como una figura enorme entraba por la puerta y se abalanzaba hacia mí con rapidez cerré mis ojos esperando que un golpe callera en mí, pero lo único que note fue que me habían liberado mi muñeca antes de poder hablar y ver a mi salvador la misma muñeca fue sujetada y jalada haciendo que salga de la habitación y bajará una escalera a toda velocidad y subiera a un auto estacionado en la parte trasera del edificio.
— ¿A dónde me llevas? — Mi vos sonaba temblorosa, ya que afuera hacía muchísimo frío y yo me encontraba en pijama.
No recibo respuesta, solo me miró y comenzó a conducir. El viaje fue largo, tan largo que me quedé dormida del cansancio en el asiento del copiloto, ya estaba amaneciendo cuando desperté. Miré hacia mi izquierda y la silueta de aquel hombre me parecía una obra de arte con los hermosos colores anaranjados del amanecer brillando a su costado.
—¿Acaso te gustó que me miras de esa forma?—preguntó Giovanni, levantando una ceja y mirándome de arriba a abajo.
— Claro que no— trate de mentir tratando de sacarlo de mi cabeza.
— Eso espero, no te conviene enamorarte de mí, solo saldrás herida— dijo, volviendo a mirar al frente.
¿Herida? Más de lo que ya estoy no creo, pensé mientras me perdía en el hermoso paisaje que corría por mi ventana. Llegamos a una pista de aviones donde un jet nos estaba esperando.
Bajamos del auto y comenzamos a caminar hacia el jet. El frío aire se colaba por mis huesos, haciendo temblar mi cuerpo. Dentro de él, una amable azafata me enseñó mi asiento y me entregó dos mantas para que me cubriera del frío.
—¿Puedo saber a dónde me llevas?— traté de preguntar, pero Giovanni no dio respuesta alguna solo miraba su celular ignorandome.
Me recosté sobre el respaldo del asiento, mirando por la ventanilla, cubierta con las cálidas mantas, comencé a sentir los párpados muy pesados. Estaba completamente agotada hacía días que no dormía bien y lentamente caí en un profundo sueño.