Una sola noche, cambio mi vida para siempre.
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22
Me acerqué hasta mi armario y saqué unas bragas limpias. Me los puse justo antes de ponerme unos vaqueros, para después ponerme una camiseta y una sudadera encima.
Rematé la faena con unos calcetines altos y mis botines favoritos. Escuchaba a mi hermano y a Jared hablando detrás de la puerta en susurros.
Cuando ya estaba vestido y cogí mi teléfono, escuché cómo tocaban a mi puerta.
- Lya, ¿podemos entrar para hablar? – preguntó mi hermano, detrás de la puerta.
- Déjenme en paz. Me voy a dormir ya. – dije, enfadado.
- ¿Seguro? – preguntó Jared. – Venga, anda, princesa…
Estaba enojada y solo podía pensar en salir de esa casa y desaparecer de sus vidas. No sabía a dónde ir ni qué hacer, pero tenía claro que ese no era mi lugar.
Huiría a pie por los caminos de los inmensos olivares que rodeaban mi pueblo y que conocía bien, aunque nunca los había transitado por la noche.
Iría hasta casa de mi amigo Sergio, a unos cuantos kilómetros de allí, él me protegería y me acogería en su casa encantado.
No respondí y seguí con mi plan.
Cogí una mochila y metí apresuradamente un pantalón de chándal, un par de camisetas y otra sudadera. Me acordé de echar la cartera y una gorra negra, a parte de las llaves de casa y el cargador del móvil.
Me acerqué a mi ventana y miré hacia la calle. Esta estaba desierta y la oscuridad se cernía sobre los lugares que no estaban bañados por la luz que salía de las pocas farolas de la acera.
Escuchaba a Jared y a mi hermano hablar acaloradamente detrás de la puerta. Abrí despacio la ventana, procurando no hacer ruido. La ventana no contaba con ningún tipo de recubrimiento, a parte del cristal con pestillo, y había salido varias veces por ahí, ayudado de los embellecedores de la ventana del salón y de los finos barrotes que la cubrían.
Comencé a descolgarme, apoyando los pies en la pared y sujetándome con una de las manos a la canaleta que descendía desde el tejado para quitar el agua de este.
Bajé la mirada para ver dónde apoyar el pie cuando escuché a mi hermano decir:
- Lya, esto no puede seguir así. – abrió la puerta y pude ver sus ojos una fracción de segundo, justo antes de colocar el pie en la barra superior de las rejas de la ventana del salón y comenzar a descender.
- ¡¡Lya!! – comenzaron a gritar los dos mientras se apresuraban a la ventana.
Apoyé rápidamente el pie en la reja de abajo, mientras que escuchaba retumbar los pies de mi hermano y de su amigo que corrían hacia la ventana.
Justo cuando fui a quitar la mano de canaleta, el pie se me resbaló, y comencé a precipitarme al vacío. Pude sentir en cámara lenta cómo mi cuerpo empezaba a despegarse de la pared, cuando una mano agarró fuertemente la mía.
Del propio balanceo, volví hacia la pared, estrellándome contra ella. Sentí cómo mi cabeza se golpeaba contra el rugoso muro de la fachada, siendo mi ceja izquierda la desafortunada en recibir el impacto y comencé a sentir algo caliente que se derramaba por mi mejilla.
- ¡Ah! – se quejó Jared, sujetándome con todas sus fuerzas. – ¿Estás bien? – vio en mi cara el enfado y que no me alegraba para nada de que me agarrase. – Déjame subirte, por favor, estás sangrando…
El dolor casi me cegaba, pero seguía teniendo claro que no pensaba subir. Apoyé mis pies firmemente en la barandilla y la otra mano de nuevo en la canaleta.
- Lya, ¿qué coño haces? – escuché decir a mi hermano, que se asomó por la ventana.
No le contesté y empecé a forcejear con Joel para que me soltase.
- Lya, ¡para! ¡Te vas a matar! – me suplicó Jared.
- Aguántalo ahí, Jared, voy a bajar. – dijo mi hermano en voz baja.
Escuché sus pasos por todo mi cuarto. Quité la mano que me anclaba a la tubería y la llevé a la mano de Jared para conseguir liberar la mía. Este no pudo hacer mucho más, ya que además yo le tiraba hacia abajo y él ya no tenía a mi hermano para no caerse, por lo que, mientras me mirada asustado, tuvo que soltar mi mano para no precipitarse al vacío él también.
De mi misma fuerza, resbalé de nuevo y caí con un golpe seco en el suelo. Mis pies fueron lo primero que tocó el suelo, seguido de mis piernas, y el resto el torso después, frenando parte del impacto con las manos.
Sentí incrustarse la gravilla de la acera en las palmas de mis manos, pero aquello no me importó. Escuché a mi hermano pelearse con la cerradura de la puerta, por lo que me levanté rápidamente y salí a correr tan veloz como pude.
me gustaría ver el final