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El Lobo Exiliado

El Lobo Exiliado

Status: En proceso
Genre:Hombre lobo / Magia / Brujas / Mundo mágico / Poderosas criaturas sobrenaturales
Popularitas:5.2k
Nilai: 5
nombre de autor: @ngel@zul

Desterrado. Marcado. Silenciado.

Kael fue expulsado de su manada acusado de traición, tras una emboscada que acabó con la vida del Alfa —su padrastro— y la Luna —su madre—. Desde entonces, vive apartado en las sombras del bosque, con cicatrices que hablan más que su voz perdida.

Naia, una joven humana traída al mundo sobrenatural como moneda de pago por su propia madre, ha sobrevivido a la crueldad del conde Vaelric, un vampiro sin alma que se alimenta de humanos ignorando las antiguas leyes. Ella logra lo imposible: huir.
Herida y agotada, cae en el territorio del lobo exiliado.

Kael debería entregarla. Debería mantenerse lejos. Pero no puede.

Lo que comienza como un refugio se transforma en un vínculo imposible. Y cuando el pasado los alcanza— con el nuevo Alfa, su medio hermano sediento de poder, y Vaelric dispuesto a recuperar lo que cree suyo— Kael ya no puede quedarse al margen.

Porque esta vez, no está dispuesto a ceder...

NovelToon tiene autorización de @ngel@zul para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El silencio de las palabras

(Naia)

El día comenzó como cualquier otro en la cueva, aunque ya nada era exactamente igual en mi vida. Llevo aquí varios días, y sin embargo todo aún me resulta extraño, como si viviera suspendida en un sueño que no sé cuándo terminará. Me levanté temprano, antes de que Fenn se moviera demasiado, y respiré el aire frío que se colaba por la entrada. La humedad del bosque entraba como un susurro, trayendo consigo el aroma de tierra mojada y hojas podridas. Su figura, recortada contra la luz difusa que entraba del bosque, me resultaba familiar ya, como si llevara toda la vida allí, cuidando cada rincón.

Me incliné sobre las hierbas que Kael había recogido, separando las hojas secas de las frescas. El olor del romero era fuerte, vivo, mientras que la menta liberaba un frescor que me despertaba más que el aire helado. Pronto me di cuenta de que él me observaba. No decía nada, nunca lo hacía, pero había una manera en que sus ojos se posaban en mí, con la misma atención silenciosa que había tenido desde la primera noche. Un instante apenas, un parpadeo más largo, una inclinación de cabeza. Poco a poco, empecé a entender su lenguaje. Sus silencios eran mensajes; sus gestos, instrucciones; sus miradas, advertencias o aprobaciones.

Mientras colocaba la menta y el romero en montones separados, noté que sus manos se mantenían cerca del fuego. Siempre hacía lo mismo: alimentaba la hoguera antes de que yo sintiera frío, acomodaba los troncos justo donde el calor llegara a mí primero. El crepitar de la leña era un acompañamiento constante, como un corazón latiendo en medio de la piedra. Era un detalle que parecía trivial, pero yo lo sentía con cada fibra de mi ser.

—Gracias —susurré en voz baja, aunque sabía que él no respondería.

Kael no movió ni un músculo, pero había algo en sus ojos que me hizo entender que había escuchado. No necesitábamos palabras. La cueva había desarrollado su propio idioma, uno que solo nosotros conocíamos.

Mientras ordenaba las hierbas, me descubrí canturreando una canción. Era un murmullo, un recuerdo de mi infancia que salía sin pensarlo, suave, apenas un hilo de melodía entre el crujir del fuego y el silencio de la mañana.

Sentí su atención cambiar de inmediato. La dirección de su mirada, fija en mí, me recorrió como un escalofrío. No era miedo ni sorpresa lo que me provocaba, sino algo más intenso, más profundo, como si cada nota que salía de mi boca fuera un espejo de su pasado. Y, en parte, lo era: Kael no tenía voz.

(Kael)

No podía apartar la vista. La melodía que salía de sus labios era diminuta, casi un murmullo, pero para mí era como si el bosque entero se hubiera detenido para escucharla. Mi corazón, ese músculo que durante años había latido solo por costumbre, se estremeció. Cada nota era un recordatorio brutal de lo que había perdido: la voz. El sonido. La simple capacidad de expresarme con palabras.

Y, sin embargo, la escuchaba, y no podía moverme. Era cruel, lo sé. Ella cantaba sin darse cuenta de que me estaba mostrando algo que jamás podría recuperar, y aun así no quería que se detuviera. No quería apartarla del fuego, no quería que callara, no quería que cambiara el rumbo de sus gestos. No quería perder esa música que, aunque pequeña, me parecía infinita.

La observaba mover las manos entre las hierbas, y me descubrí admirando cada curva de sus dedos, la forma en que inclinaba el cuello hacia un lado, la concentración de sus ojos oscuros. Quise tocarla, pero me contuve. El instinto de protegerla estaba mezclado ahora con algo más oscuro, más humano y aterrador: el deseo. Deseo de acercarme, de que el calor de mi cuerpo se mezclara con el suyo, de tenerla cerca aunque no pudiera decirle por qué.

No podía tenerla. Nunca podría tener lo que otros habían tenido. Lo sabía desde que el mundo me recordó que no era digno de compañía, de amor, de algo que se pareciera a normalidad. Y aun así, cada movimiento suyo hacía que mi cuerpo reaccionara de maneras que me enojaban conmigo mismo.

(Naia)

Me di cuenta de que estaba cantando más fuerte, como si inconscientemente quisiera que él me escuchara. Tal vez mi voz no tenía importancia para nadie, pero para Kael era todo. Lo veía en sus ojos, en la manera en que se inclinaba apenas hacia mí, como si temiera perder el sonido si no lo capturaba por completo.

Cuando terminé de colocar las últimas hojas en su sitio, lo noté más cerca del fuego, su silueta delineada por el resplandor. La cueva se sentía más pequeña con él allí, más íntima, más cargada de algo que no podía nombrar.

—Kael… —murmuré, como si su nombre pudiera romper la distancia invisible que nos rodeaba.

Nada. Solo su mirada, fija, penetrante, que me atravesó hasta desnudarme. No era la desnudez de la piel, sino la del alma. Una vulnerabilidad que me asustó, porque en sus ojos no había juicio, pero sí un hambre callada que no sabía cómo interpretar.

(Kael)

Mis manos se cerraron en puños a mi lado. No podía hablar, no podía moverme, y en realidad, no quería. No quería romper el momento, aunque el deseo de gritar, de reclamarla solo para mí, me atormentaba. Sus gestos, sus notas, la suavidad con la que se movía, todo me llamaba. Todo me estaba prohibido.

La luz del fuego iluminaba la curva de su cuello, el contorno de sus hombros. Mi respiración se volvió más pesada. Era un anhelo silencioso, un hambre que no podía saciar ni con mi fuerza ni con mi paciencia.

Quería que estuviera a salvo, eso era lo que me repetía. Pero la verdad era más cruel: quería estar cerca de ella, tenerla para mí, aunque no pudiera admitirlo. Cada segundo a su lado se volvía un peso insoportable que mi cuerpo apenas lograba contener.

(Naia)

Después de terminar con las hierbas, me acerqué al fuego. La luz iluminaba la cueva, dibujando sombras que bailaban en las paredes. El olor de la leña quemándose se mezclaba con el de la menta recién separada. Lo escuché acomodar los troncos con ese gesto silencioso que se había vuelto rutina, cuidando que el calor llegara primero a mí.

Me senté en el suelo, con las piernas cruzadas, y lo observé de reojo. Su presencia era abrumadora. Cada movimiento suyo parecía calculado para protegerme, para vigilarme sin que yo tuviera que pedirlo.

—Kael… —volví a susurrar, y esta vez fue distinto. No era un llamado, sino un reconocimiento.

El único sonido fue el crepitar del fuego, pero aun así lo sentí. Mi voz le había llegado.

(Kael)

La escuchaba, y cada palabra me traspasaba. Recordé a mi madre, su voz dulce llenando mi infancia antes de que todo se rompiera. Recordé las risas que ya no podía compartir, las palabras que ya no podía pronunciar. Y allí, en esa cueva, esa muchacha cantaba como si aún hubiera luz para mí.

El instinto de protegerla seguía vivo, pero ahora se mezclaba con algo más fuerte: un deseo que me asustaba. Quería tocarla, pero me contuve. Quería acercarme, pero no podía. Quería… más.

(Naia)

Me acerqué un poco más.

—Gracias por… todo —dije, señalando la ropa, las hierbas, el fuego—. No sé qué habría hecho sin ti.

Él asintió apenas. Fue suficiente para que mi corazón diera un vuelco. No necesitaba palabras para entender que me había escuchado, que había notado cada detalle.

Mientras me giraba, lo sentí mirándome otra vez. El calor me subió al rostro, un sonrojo imposible de ocultar. Era un hombre que no hablaba, y aun así su silencio decía más de lo que cualquier palabra podría.

(Kael)

Observé cómo regresaba a su sitio, cómo el cabello le rozaba los hombros, cómo sus dedos se aferraban al borde de su ropa como buscando refugio. La melodía de su canción aún resonaba en mis oídos.

Mi deseo ardía como las brasas. No era solo protección, no era solo cuidado. Era más profundo, más intenso, y me llenaba de culpa. Aparté la mirada, aunque no del todo. Necesitaba verla, aunque eso solo avivara la tempestad dentro de mí.

(Naia)

Al final del día, mientras las sombras se alargaban y el sol desaparecía tras los árboles, me senté frente a él. No hablabamos. Solo compartiamos el calor del fuego, la rutina silenciosa que nos hacía sentir cerca.

Había algo en esa convivencia que me hacía sentir segura y vulnerable a la vez. Algo en su manera de observarme sin tocarme, sin hablarme, pero con la atención absoluta de quien guarda un secreto.

Por primera vez entendí que había un hilo invisible entre nosotros. Un vínculo silencioso que pesaba más que cualquier palabra, y que amenazaba con arrastrarnos a un terreno del que ninguno saldría ileso.

(Kael)

Cada movimiento de Naia era un recordatorio de que quería más de lo que debía. Protegerla, sí. Pero también poseerla.

La coexistencia silenciosa se estaba volviendo un campo minado. Cada gesto suyo, cada melodía, cada mirada, era una grieta más en el muro que me había impuesto durante años.

Y lo supe. Ese muro no tardaría en romperse.

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Carola 😈🇦🇷
nos vas a matar de tanta tensión 😬 qué no la descubran 🙏
Carola 😈🇦🇷
porque noble pregunta que clase de criatura es?
✨✨Esmeralda Guzman✨✨
ojalá Kael y Naia terminen de darse cuenta que lo que está sucediendo es el amor más puro que pueda surgir entre ellos dos los dos son almas con cicatrices que curar y que mejor curarse mutuamente
Carola 😈🇦🇷
abrir con ella kael, tenes derecho, tú es un envidioso, prueba sabe que sos mejor, no lo dejes que te siga haciendo daño, no le des. ese poder😥
Carola 😈🇦🇷
me encanta la novela y no si estoy lista😬😬😬😬😬😬
Carola 😈🇦🇷
y ahi de nuevo el inseguro, ya esta hombre, eso si tenes que decirle quien sos
Carola 😈🇦🇷
nos saliste terco kael, récords lo que decía tu madre , lo demás no importa
Carola 😈🇦🇷
ella debe darse cuenta que si existen los vampiros, cabe la posibilidad que kael sea un ser sobrenatural y no humano, aparte esta fen, como ella no se da cuenta ?
Carola 😈🇦🇷
hay no sos más fuerte que eso, confía en ella mostrale quien sos, ella te va a comprender
Carola 😈🇦🇷
me encanta la novela, felicitaciones 👏🏾
Carola 😈🇦🇷
no hombre , acordate lo quebt2 dijo tú madre
eva quispe
Es una historia diferente, es fresca y excitante, me encanta como va
Carola 😈🇦🇷
están iguales.
Carola 😈🇦🇷
Noooo hombre todos tenemos derecho amar y los dioses no se equivocan como lo dijo tú madre que te amaba mucho
Carola 😈🇦🇷
el tiene miedo y siente lo mismo que vos , ojalá se sanen mutuamente
Carola 😈🇦🇷
No creo que ella te juzgue, ha. vivido ya demasiado
Carola 😈🇦🇷
pero si lo echo, porque quiere que venga a la reunión
Claudia Patricia Cruz Saa
No entiendo porque Kael sé quedó cerca , sí lo desterrados sé hubiera ido al mundo de los humanos
Carola 😈🇦🇷
ojalá Selene le hable
Carola 😈🇦🇷
si por Dios escucha a tu madre
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