Damián Blackwood, es un Alfa dominante que ha construido un imperio oculto entre humanos, jamás pensó que una simple empleada pondría en jaque su autocontrol. Isabella, con su espíritu desafiante, despierta en él un deseo prohibido… pero lo que comienza como una peligrosa atracción se convierte en una amenaza cuando descubre que ella es su compañera destinada. Una humana...
Bajo la sombra de antiguas profecías y oscuros secretos, sus destinos colisionan, desatando fuerzas que nadie podrá contener.
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Entre sombras y celos
Una semana pasó y para Damián fue un completo martirio, sin quererlo seguía pendiente de Selene, su lobo la sentía llegar y cada vez que lo hacía le reclamaba por no querer aceptarla. Y él había desistido en seguir intentando que comprendiera sus razones para no hacerlo.
El fin de semana, se dedicó a atender asuntos de la manada los cuales le sirvieron un poco para despejar su mente, aunque por las noches no podía evitar anhelar sentir su aroma.
El lunes comenzó como cualquier otro. El cielo estaba cubierto por una capa fina de nubes, que apenas dejaba pasar la luz del sol. En la entrada del edificio, Selene saludó al guardia con una sonrisa amable y subió a la oficina con su habitual paso sereno. Vestía un conjunto sencillo, pero su presencia irradiaba una calma que parecía contagiar el ambiente.
Damián, desde el despacho del último piso, percibió su llegada incluso antes de que los sensores marcaran su entrada. Su lobo se agitó, como lo hacía todos los días desde la fiesta.
*Está aquí. Acércate. Solo un vistazo, por favor* —rogó la voz interior.
*No —respondió él con la mandíbula apretada— Vamos a ignorar su presencia. Como hasta ahora.*
No era fácil hacerlo. Cada vez que la veía reír con sus compañeros o caminar por los pasillos, algo en su interior se revolvía. Y aunque seguía diciendo que lo mejor sería que ella se enamorara de otro, cada día le costaba más sostener esa decisión.
Y fue entonces cuando apareció Él.
—¿Damián? —La voz de Carla lo sacó de sus pensamientos— ¿Tienes un momento?
—Sí —asintió, agradeciendo la distracción.
—Quiero presentarte al nuevo miembro del equipo de diseño. Se llama Gael Montenegro. Recién egresado, recomendación directa del decano de la Universidad Central. Excelente portafolio.
Detrás de Carla, un joven de unos veinticuatro años entró con una sonrisa tranquila, el cabello castaño ligeramente despeinado y unos ojos grises llenos de curiosidad. Tenía ese aire relajado y seguro de sí mismo que suele tener la gente que no carga con secretos demasiado pesados.
—Un placer, señor Blackwood —dijo, tendiéndole la mano.
Damián la estrechó con firmeza.
—Bienvenido, Gael. Espero que te adaptes rápido. —le dijo —Aquí somos muy exigentes.
—Me gustan los desafíos —respondió el joven con una sonrisa aún más amplia.
*Presuntuoso* —gruñó su lobo.
*Es solo un empleado nuevo* —respondió Damián, aunque algo en el tono de Gael le resultó irritante sin razón aparente.
Pero lo peor llegó cuando, al salir de su oficina, vio cómo Selene bajaba las escaleras y se detenía al ver al recién llegado.
—¿¡Gael!? —exclamó ella, con una sonrisa sincera que no le había dirigido a nadie más en semanas.
—¿Luna? —replicó él, haciendo uso del significado de su nombre. Al oír como Gael la llamó, algo se estremeció dentro de Damián.
*Es Mi Luna* —gruñó su lobo, Damián se contuvo, ocupándose de mantener a la bestia a raya.
El joven la abrazó con mucha familiaridad, rodeándola con los brazos como si fueran viejos amigos. Damián sintió cómo algo se rompía en su interior. Su lobo dejó escapar un gruñido bajo y amenazante que solo él pudo oír.
—No lo puedo creer, ¿Qué haces aquí? —dijo Selene, aún con la risa en la voz—
—Así es, desde hoy trabajo aqui. Me enteré el viernes de que tu también, y quise darte la sorpresa hoy —contestó Gael, guiñándole un ojo.
*¿Ya lo odias, igual que yo?* —dijo su lobo con voz feroz.
*No lo odio —le corrigió Damián, respirando hondo — Es solo un humano. Y si ella lo quiere… mejor. Así se rompe el vínculo.*
Pero la tensión en su cuerpo decía otra cosa.
Las siguientes horas fueron un infierno silencioso.
Damián no podía dejar de notar cómo Selene reía con Gael mientras estaban en la cafetería, cómo salían juntos al mediodía a buscar almuerzo, cómo ella le mostraba el lugar o le señalaba cosas en la pantalla de su ordenador inclinándose peligrosamente cerca.
"No está haciendo nada malo —se decía a sí mismo intentando convencerse de algo que no podía —Ella es libre. Tú no tienes ningún derecho sobre ella.
*¡Mentira! —respondió su lobo, iracundo —Ella es nuestra. Cada vez que se ríe con él, me dan ganas de arrancarle la garganta*
*Pues vas a tener que controlarte —le respondió con rabia —Porque no vamos a interferir. Ella merece tener opciones. Merece una vida normal.*
*¡No hay nada normal en esto! ¡Ese humano no puede protegerla como nosotros! —le replicó la bestia —¡No puede oler sus emociones! ¡No puede sentir su esencia!*
*Y eso es exactamente lo que la mantiene a salvo de todo esto* —replicó Damián, cerrando los puños.
Pero la imagen de Selene tocando el brazo de Gael, riendo por algo que él había dicho, se le clavaba como una daga en el pecho.
Más tarde, cuando todos comenzaron a marcharse, Damián permaneció en su oficina, mirando la ciudad a través del ventanal.
La noche caía lenta, envolviendo los edificios en una calma aparente. Y justo cuando pensaba que todo había terminado por hoy, escuchó risas provenientes del pasillo.
Se asomó con disimulo y los vio.
Gael y Selene salían de la sala de reuniones. Él sostenía una carpeta y ella lo miraba con atención.
—¿Y entonces ese fue el proyecto que te hizo ganar la beca? —preguntó ella, claramente interesada.
—Sí, aunque el mérito fue del equipo en general, ya sabes cómo es eso —respondió Gael, modestamente.
—De todos modos, estoy impresionada. —Selene lo miró con una expresión suave— Me alegra mucho que estés aquí, Gael. En serio.
—A mí también me alegra, Luna —respondió él, con una mirada que decía más de lo que sus palabras podían contener.
Damián cerró la puerta con fuerza. La manera en la que él la llamó hizo eco en su pecho.
Regresó al interior de su oficina y se dejó caer en su sillón. El silencio ahora le pesaba más que nunca. Se llevó las manos al rostro, respirando profundo.
—Esto es lo que querías, ¿no? —murmuró para sí mismo —Parece que al fin hay alguien que puede llegar a enamorarla. Y si eso pasa, todo habrá terminado.
Pero las palabras no le sabían a verdad.
Porque la idea de Selene en brazos de otro hombre lo revolvía por dentro como si algo esencial le fuera arrancado del alma. Como si parte de su ser estuviera empezando a desmoronarse lentamente.
*Esto no es más que el comienzo* —le advirtió su lobo.
Damián no respondió.
Solo cerró los ojos… y deseó, por primera vez, que la Diosa no tuviera tanta razón.
¡Mis felicitaciones y agradecimiento por este nuevo regalo de tu fértil imaginación!
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