Giorgia Bellini, una joven de 22 años, proviene de una familia conservadora y con una madre feminista. Tiene poco interés por las relaciones personales y el sexo. Su vida cambia cuando descubre que su mejor amiga, Livia Vespucci, también de 22 años, está en una relación con un novio dominante. Aunque Livia asegura estar feliz, Giorgia empieza a sospechar que algo no está bien.
Preocupada por los comportamientos controladores del novio de Livia, Giorgia investiga el BDSM por Internet y descubre que lo que está viviendo Livia no es una práctica sana, sino abuso. Decide llevarla a una comunidad de BDSM, con la excusa de querer aprender, pero su verdadero objetivo es que Livia se dé cuenta de que su relación no es BDSM, sino abuso.
Mientras Giorgia se adentra en este mundo, conoce a un dominante que cambia su perspectiva sobre el amor y el control. Ahora, debe enfrentar un dilema: ¿puede ayudar a su amiga sin arriesgar su amistad y su propio corazón?
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Términos parte dos.
Giorgia toma una profunda respiración y mira el papel que Vittorio ha colocado sobre la mesa. Los límites están claramente delineados, pero aún quedan muchas preguntas en su mente. La tensión en su cuerpo es palpable, pero sabe que este momento es crucial; debe expresarse con claridad.
—Giorgia, quiero que tengas presente algo.
—Esto es un acuerdo. No tiene valor legal, pero tiene un valor mucho más importante: el respeto mutuo y la comunicación. Este papel es solo una forma de asegurarnos de que ambos estemos en la misma página. Si algo no te gusta, si algo te incomoda, no deberías guardártelo.
Ella mira el papel, sintiendo que los términos se vuelven más reales con cada palabra que él pronuncia. Le tiemblan las manos, pero sus ojos están decididos.
—Voy a empezar por los límites, ¿te parece? —pregunta, alzando la vista hacia él.
Vittorio hace un gesto afirmativo y se reclina en el sofá, mostrándose dispuesto a escuchar.
—Voy a ser honesta contigo. Hay cosas que no sé si podré tolerar. Por ejemplo... —vacila un momento—. El dolor extremo, la humillación pública o... la total sumisión sin espacio para pensar o decidir.
Vittorio asiente, tomando nota mental de sus palabras. Su mirada sigue fija en ella, demostrando que está prestando atención a cada detalle.
—Está bien, esos son límites importantes. No te forzaré a nada que te cause daño o malestar, Giorgia. Tampoco me interesa exponerte delante de nadie, solo mis ojos te pueden ver —la observa con esa mirada intensa—. Es fundamental que estés cómoda con todo lo que hagamos.
Ella se siente aliviada, pero aún hay más por discutir.
—Y sobre las herramientas... —su voz titubea, pero se arma de valor—. ¿Qué tipos de cosas se utilizan? No tengo experiencia, no sé bien qué esperar. Rodrigo nos habló de ciertas cosas, pero dime más.
Vittorio no duda ni un segundo en responder, su tono sereno pero autoritario.
—Las herramientas pueden variar dependiendo de lo que quieras explorar. Varas, látigos, fustas, dildos, arnés, esposas, bolas anales... —Giorgia abre los ojos y él sonríe—.
—Allí también encontrarás una lista. Hay infinidades de herramientas, cada una con un propósito. Las varas, por ejemplo, se utilizan para sensaciones de dolor moderado, a veces para marcar una zona de tu cuerpo. Los látigos y fustas son para castigos, pero también para dar un tipo de placer mezclado con dolor. Los dildos... bueno, esos son para penetración, y el tipo de material y tamaño dependerá de tu comodidad. Todos estos elementos deben usarse con cuidado y siempre dentro de lo que acordemos.
Giorgia traga saliva, tratando de procesar la información. Sabe que todo esto forma parte de lo que ha decidido explorar, pero la idea de usar algunos de esos objetos la inquieta.
—¿Y qué pasa si no me gusta algo? —pregunta, buscando un poco de seguridad en su respuesta.
Vittorio la mira con intensidad, sus ojos más suaves que antes.
—Si no te gusta, Giorgia, lo paramos. Nadie te obligará a hacer algo que no desees. Lo más importante aquí es que confíes en que siempre podrás detener todo si te sientes incómoda. Recuerda que esto no es solo sobre el placer físico, sino también sobre el respeto y el consentimiento.
Ella asiente, pero hay algo más que quiere saber.
—¿Y qué es lo peor que podría pasar? —pregunta, su voz ahora más firme.
Vittorio la mira fijamente, sabiendo que es una pregunta clave. Se inclina hacia adelante, dejando que el peso de sus palabras calen en ella.
—Lo peor, Giorgia, sería que no haya comunicación. Si en algún momento te sientes mal y no me lo dices, eso es lo peor. Las malas prácticas, la falta de consentimiento, el daño emocional o físico que ocurra sin que lo podamos prevenir... Eso es lo que debemos evitar siempre. Pero si sigues siendo honesta, no tienes nada de qué preocuparte.
Giorgia lo mira profundamente, procesando cada palabra. Ella sabe que esta relación va a ser diferente a todo lo que ha conocido, pero ahora siente que puede confiar en él. Puede poner sus límites sin miedo a ser rechazada.
—Si te refieres a qué prácticas son las más fuertes, existen varias, pero las más extremas son las que involucran alto riesgo, como el edgeplay, que incluye cosas peligrosas como asfixia o fuego, o el CNC, que simula una situación de no consentimiento. —Giorgia abre los ojos cada vez más sorprendida.
—También está el breathplay, que juega con la respiración y puede ser fatal si no se hace bien, o el needleplay, que implica agujas o cortes para generar placer. Todo esto debe hacerse con mucho cuidado, y siempre debe ser consensuado. El color abandona la cara de Giorgia, y él le toma la mano.
—Oye, querías saber lo peor, no estoy diciendo que lo vayas a aceptar. Ella asiente y se tranquiliza.
—Estoy muy segura de que no quiero nada de eso.
—Lo voy a escribir todo —dice, tomando el bolígrafo que él le ofrece—. No me guardaré nada. No quiero que haya dudas. Ni una sola.
Vittorio asiente, satisfecho con su respuesta.
—Eso es lo que quiero, Giorgia. Que nunca haya dudas entre nosotros. Es la única forma en que esto funcionará. Desde este momento, todo lo que sientas, todo lo que pienses, debe ser dicho. Si en algún momento necesitas hablar, hazlo. No te guardes nada.
Giorgia mira el papel ante ella y, con una mano temblorosa, comienza a escribir. Sabe que, a partir de ese momento, su vida va a cambiar. Pero está dispuesta a caminar ese camino con él, paso a paso, en sus propios términos.
—Hay una cosa más, Giorgia, en el ámbito del BDSM existen varios collares que son importantes en la dinámica.
El primer collar es el de consideración. Es cuando te estás adentrando en este mundo, pero aún no hay una entrega total. Es una forma de mostrar que hay respeto, pero sin compromiso absoluto.
—Entonces, ¿no es el mismo que el collar de entrenamiento?
—No, el collar de entrenamiento es un paso más. Aquí, ya empiezas a seguir reglas y aprender lo que se espera de ti. Es cuando te enseño, te guío, y la conexión empieza a profundizarse. Digámosle un anillo de compromiso.
—¿Y el collar final?
—El collar final es el definitivo. Es cuando ya te entregas completamente. Es el símbolo de la sumisión total, sin reservas. Es como el anillo de matrimonio.
—Entiendo... Es un proceso, no de un día para otro.
—Exactamente. Todo tiene su momento y su propósito, más que todo marcará el momento en que dejas de ser Giorgia y eres mi sumisa. Lo usarás más que todo en nuestras sesiones. Ella asiente extasiada de tanta información.
—Cada práctica que hagamos tiene un peso psicológico y físico, después de cada sesión viene el aftercare. Es el cuidado que se da después de un acto intenso, tanto físico como emocional.
—¿Cómo funciona el aftercare?
—Después de que se termine lo que se haya hecho, el cuerpo y la mente necesitan relajarse. Es un momento para calmarte, reconectar, y asegurarte de que estés bien emocionalmente.
—Me debo encargar de apartar la relación de BDSM y convertirme en tu soporte. —Arruga su frente, jamás pensó que las personas que practicaban esto se tomaran estas molestias.
—¿Y si alguna de las partes no se siente bien después?
—Es aún más importante hablar de ello. El aftercare también es para asegurar que ninguna de las partes se sienta herida o incómoda. Si algo no ha ido bien o si te sientes vulnerable, debemos hablarlo.
—Lo entiendo, es como un cierre que ayuda a sanar y a fortalecer la conexión.
—Exacto, es parte de cuidar la relación, no solo la dinámica.
—Giorgia, tú eres ahora parte de mí, no solo un juguete. Quiero que busques solo mi ayuda y no la de otro.
Giorgia ladea la cabeza un poco.
—Hablo de lo de tu amiga. Buscaste meterte en este mundo y luego buscaste a Rodrigo, ahora quiero ser yo tu base.
—Es que... Pensé que entrando al mundo del BDSM le daría una ayuda. —Él se acerca.
—Te ayudó a que vieras de qué se trata y para que ella también lo viera, pero es más difícil que eso, Giorgia, no puedes combatir fuego con fuego, es demasiado peligroso.
—¿A qué te refieres? —Le pregunta al ver la seriedad con la que lo dice.
—Te explico: los traumas no se curan con BDSM. Esto no está científicamente comprobado, tiene varios contras y puede empeorar todo, y más si el psicólogo se incluye en esa práctica. —Giorgia se sorprende.
—Pero eso no es ético, nadie haría eso.
—Sí lo harían, Giorgia. Alguien muy importante para mí pasó por lo que aparentemente tu amiga pasa y cayó en las manos de un psicólogo que no le importó la ética. —Giorgia hace un sonido de sorpresa.
—Por eso debes ayudar a tu amiga de manera sensata y calmada. Te voy a ayudar, pero aunque suene fuerte, debes dejar que toque fondo, de otra manera seguirá regresando. Giorgia se estremece, al pensar en su amiga.
—Todo esto hace ver esta práctica peligrosa.
—Lo es cuando cualquier arrogante se cree dominante o se autodenomina amo cuando ni siquiera saben la diferencia.
Vittorio suspira y le sonríe.
—Por eso no hay excusas para que me ocultes alguna duda. Debes recordar tus palabras de seguridad siempre, y si se te olvidan, me gritas que pare. No se pueden cruzar los límites.
—Hablas con tanta seguridad.
—Digamos que a veces la falta de comunicación te puede destruir la vida.
Si será cierto 🙂 de tomate tu tiempo.
O no lo pienses mucho y dadme 🫴 la respuesta.. 🫢🙂🙂🙂🙂