Mónica tiene que superar todos los obstáculo que le puso la vida y recuperar a su hija y todo lo que robaron.
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Mi objetivo es vengarme, no enamorarme!
Cuando Mónica cayó en sus brazos, Enrique sintió deseos de abrazarla, pero se contuvo. "No puedo meterme contigo, te haría mucho daño, y se ve que eres muy buena", se dijo mientras esperaba pacientemente.
Larios no conoce la fidelidad y eso es porque aún no ha entregado su corazón. Pese a que se comprometió con Tamara, no siente nada más que agradecimiento por cómo ha cuidado a su hija.
En la cocina, Mónica preparaba el café, pero sus manos no dejaban de temblar. Tampoco dejaba de recriminarse por ser tan torpe. "Mónica, no puedes ser tan débil. Enrique es un mujeriego, y un hombre así no es bueno. Mi objetivo es vengarme, no enamorarme", se dijo a sí misma. En ese momento, dio un profundo suspiro y salió con una taza de café.
Mónica no está convencida de que Enrique sea tan inocente. Es un Larios y es familiar de Thomas, el hombre que le destrozó el corazón. "Sr. Aquí tiene, tenga cuidado porque está algo caliente", advirtió Mónica al entregarle la taza. Mientras Enrique la miraba con expectación, como esperando que ella dijera algo más, eso no sucedió, entonces decidió romper el silencio. "Tu departamento es muy cómodo, está perfecto para una persona que vive sola". "Gracias, yo quería algo más grande, pero mi amigo me consiguió este, y lo acepté porque queda justo frente al de él", contestó Mónica, un poco más relajada. Le pareció que el CEO había olvidado el incidente de hace un rato.
"¿El doctorcito vive cerca de aquí?", preguntó Larios haciendo un gesto al mencionar al doctor. Resulta que cuando algo no le agrada, tiende a mostrarse serio mientras eleva una de sus cejas. "Sí, Agustín es un buen amigo", afirmó Mónica. No obstante, ella no logró ver el gesto que hizo Larios, esto porque se giró para volver a la cocina. Tenía la sopa en la estufa y no quería servir comida quemada.
Minutos más tarde, arregló la mesa e invitó al hombre a acercarse. Y cuando Larios tomó asiento, se sorprendió al ver lo que Mónica había preparado.
-¡Wow, es comida japonesa! -preguntó Enrique al coger los palillos.
"Es un ramen, anoche dejé cocidos la mayoría de los ingredientes, tenía antojo de comerlo, y me gusta prepararlo yo misma" -contestó Mónica orgullosa de su comida.
Enrique se sorprendió y al probarlo sintió cada sabor de los ingredientes en su boca. -¡Si no hubiera estado aquí, pensaría que lo compraste, toda la casa huele a este delicioso ramen, tienes una excelente mano para cocinar!
Enrique rara vez comía comida japonesa, es muy exigente con lo que come, pero el olor de esa sopa llenó todo el lugar y sintió hambre.
-¡Muchas gracias, señor, este platillo lo aprendí en Tokio! -Mónica agradeció el halago y continuó diciendo- "Cuando llegué a Tokio, mi primer trabajo fue en un restaurante, por suerte aprendí todas las recetas del sitio".
-¡Ah, sí, pues mira tú, de verdad eres una caja de sorpresas! -dijo Enrique.
Al escucharlo, Mónica notó algo en él, y se lo hizo saber de inmediato. -¡Creo que mi sopa también es mágica, parece que te bajó todo el alcohol que traías encima!
-¡El café me ayudó un poco, aún me siento un poco mareado! -contestó Enrique con vacilación, y cuando ella se inclinó para soplar sus fideos, el hombre respiró por la boca.
¡Casi me descubrió! -se dijo para sí mismo.
Enrique estaba fingiendo su estado.
¿Por qué motivo o razón? Lo cierto es que él disfrutó mucho la comida, y al terminar la sopa, Mónica se levantó y fue por la tetera que contenía agua caliente y frente a Larios preparó un té de manzanilla, siempre lo tomo después de las comidas.
-¡Señor Larios, hay algo que no me ha dejado dormir estos días, le debo una disculpa y no solamente a usted, a su hija también, en realidad no sabía que ella no podía comer ciertas cosas!
Las disculpas de Mónica fueron de corazón y ante eso, Enrique dejó la taza de lado y añadió.
-¡Señorita Foster, mi hija ya está mejor, este incidente ya quedó en el pasado! -Enrique no le guardaba rencor por eso, ya que siente que también fue su culpa por exponer a Mariana.
Luego de eso, Larios tomó el té en silencio y en ese momento se percató de que todo su enojo había quedado atrás. Cuando llegó a la costa, aún se encontraba molesto. Si había tomado algo en el auto mientras su chófer conducía, y al pasar junto a la costa, miró a la mujer sentada en la banca y le ordenó a John detenerse. Una vez que lo hizo, lo envió a casa y le dijo que tomara un taxi de regreso, que quería estar solo.
Sintiéndose más relajado, Larios miró a Mónica y con seriedad en el rostro preguntó: "¿Si renunciaste, por qué fuiste a la costa?" Esa misma pregunta se la había hecho ella; sin embargo, ya había encontrado la respuesta. "¡Porque ya terminé la presentación, me diste un mes y aunque renuncie no deje mi trabajo a medias, fui ahí porque sé que la próxima vez que vuelva, veré su sueño hecho realidad!", respondió Mónica mientras Larios la miraba con asombro. Ella terminó antes de lo previsto. Larios no se equivocó cuando decidió confiarle el proyecto.
"¡Señorita Foster, mañana a primera hora, quiero que me muestres el trabajo! Confío en usted, pero quiero verlo antes. Solamente es por si hay que hacerle algunos cambios o ajustes", respondió Enrique con determinación. Enseguida, la joven levantó la mirada y contestó: "Señor, yo renuncié esta tarde, ¿acaso no lo recuerda?" Enrique ya esperaba esa respuesta, por lo que se mostró más audaz al decir: "¡No lo recuerdo, señorita! Le aclaro que nunca recibí una carta de renuncia. ¿Creo que ese es el procedimiento o me equivoco? ¡Por lo tanto, usted continúa trabajando para mí!"