La débil Diannel se esfumó cuando ella murió y regreso con el deseo de vengarse y vivir en paz lejos de todos ellos. Sin embargo, las personas a su alrededor han cambiado: súbditos leales, arrepentimientos, aliados/amigos y, lo peor, la obsesión de hombres importantes.
En el camino a su venganza, Diannel planeaba huir a un lugar donde nadie podría tocarla pero ¿Que hará cuando esas obsesiones no la dejen ir lejos?
Su frío corazón... ¿podrá encontrar el calor del perdón y no perderse en las peligrosas libertades del odio?
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CAPÍTULO 18
Desde que despertó de regreso en el pasado, Diannel no había tenido problemas para controlar sus emociones, incluso para tolerar el tacto de algunos. Para ello, eliminó todo rastro de esperanza hacia una vida próspera con su esposo. Pero las palabras de Luis provocaron dudas en ella sobre esos futuros donde incluso puede ser amada. Sin embargo, esas dudas se disiparon rápidamente, como si su conciencia, llena de odio, le gritara con ira sobre repetir el pasado.
—Es suficiente —hablo sir Héctor—, no hables más sobre la vida de los duques de Verlur. Es un tema que no te concierne…
—No sirve de nada decírselo —lo interrumpió Diannel—. ¿De qué sirve callar a uno cuando hay miles hablando peor? Al menos Luis mantuvo la compostura con sus palabras.
—Gente como este actor es la que habla de esa forma —dijo sir Cristian.
—¿Y acaso es mentira? —Diannel se alejó de la ventana y caminó paso a paso hacia la mesa—. Mi padre obligó al duque de Verlur a desposar a su bastarda a pesar de su situación. Nunca he contribuido en algo por estas tierras. Solo me quede encerrada en mi habitación dejando que la gente diga peores cosas sobre mí.
—Pero ya no está en su habitación —le dijo sir Alexander—. Desde que su excelencia cayó dormido, usted se hizo cargo de todo como su esposa.
—¿Y qué cambió eso? —Diannel miró fríamente a sir Alexander y luego se dio la vuelta para regresar a la ventana y, de nuevo, mirar el pueblo—. Aquí me odian por lo que supuestamente hice para casarme con el duque. Y si eso no basta, ellos solo recuerdan que soy una bastarda, una mancha en la vida de un hombre honorable que si puede ser perdonado.
—Mi señora… —Giovanni y las doncellas se preocuparon por ella, pero en el rostro de su señora no había tristeza.
—Díganme algo, comandantes —Diannel los miro firmemente— ¿Qué hace el resto de los bastardos tan diferentes de Oliver? Porque todos somos tratados de la misma forma desde que nacemos y terminamos igual. Pero él, ¿Por qué es el único en recibir tanto afecto?
—No lo conoce —habló Hans—. Él es diferente, ser bastardo no lo detuvo como a otros.
—Sir Hans —la duquesa sonrió burlonamente—. Ningún bastardo se detiene, porque avanzar es la única salida que conocemos a pesar de que las posibilidades de un cambio son nulas.
—Su madre ocultó que era un bastardo —habló sir Thomas—, pinto su cabello.
—Y por eso tuvo tantas oportunidades —dijo Diannel—. Porque a los bastardos nunca se les da la oportunidad de nada y aun así no nos queda más opción que avanzar. Solo que no todos tienen suerte y terminan muriendo.
—Pero usted no puede compararse con ellos —le dijo sir Cristian—. Es duquesa…
—La Duquesa Bastarda —le respondió con el título que le dieron.
No hubo más conversación porque el mayordomo llegó informando de que los preparativos estaban listos. Diannel repasó ciertos detalles con los comandantes. Luis tenía claro que hacer, así que se retiró antes con Héctor. Luego, la duquesa bajó con sus doncellas, escolta y comandantes. Ella esperaba bajar en un completo silencio, hasta que se encontró a Luis y Héctor detenidos por el marqués Helshen.
—Es inaceptable —Jeremy se quejaba con el suplente—. Sabe muy bien que hay asuntos que discutir, duque. Y aun así, otra vez siento que me evita.
—Debo ir al pueblo, como todos, a presenciar la ceremonia. El supremo sacerdote ya debe…
—Sigue siendo inaceptable y con todo respeto…
—Querido —pero fue interrumpido por Diannel—, hay un problema con un invitado.
—Entonces… —Luis entendió la indirecta de la duquesa.
—¡No toleraré esta falta de respeto, duque! —detuvo al suplente.
—Marqués Helshen —Diannel se interpuso en su camino— No es por ofender pero…
—¿Por qué me habla? —La fría mirada, el tono despreciable y la intención de menospreciarla, todo eso lo demostraba Jeremy—. Anoche lo dejé pasar porque me tomó por sorpresa, pero ahora no. Es imperdonable que una bastarda se ponga a la altura de un noble. Retírese y pasaré por alto su falta de respeto de anoche y la de hoy. ¡Pero váyase ya!
Pero Diannel no se movió, las palabras del marqués no le afectaron en nada. Su mirada fija y fuerte comenzó a molestar a Jeremy, quien se dirigió al 1° comandante de la guardia de Verlur:
—¡Sir Cristian ordene que saquen a esta mujer de mi vista! —Pero el comandante no se movió— ¡¿Qué es lo que espera sir Cristian?!
—¿Cómo le pide a un caballero sacar a su señora? —dijo Diannel.
—¿Señora? —un escolta del marqués comenzó a burlarse de ella—. Siento tanta pena por los comandantes. tres de ellos provienen de familias nobles y han servido al ducado por generaciones. ¡Y ahora deben bajar la cabeza ante una bastarda!
—¿Usted cree eso? —Diannel se rió un poco ante ese comentario.
—Al menos sé que hasta ellos la ponen en su lugar —habló el segundo escolta—. Podrá ser la esposa del duque, pero ¿Por qué habría de tener los beneficios de esa posición?
—Ni lujos o títulos podrán ocultar el hecho de que nadie la respeta —habló el último —. Por eso ninguno de estos hombres le dará su lealtad, ni ahora ni nunca. ¡Estoy seguro que prefieren la muerte que jurarle su lealtad honorable!
Los comandantes abrieron los ojos ante esos comentarios. Ninguno iba a ceder su vida solo para evitar obedecer a la esposa de su señor. Compartían sus malas opiniones sobre ella, pero no negaban las cosas que ha hecho últimamente y reconocían que era una esposa devota. Sin embargo, el hecho de que ella no negara comentarios así, hería el honor con el que fueron criados.
—¿Lealtad honorable? —preguntó la duquesa interrumpiendo los pensamientos de los comandantes— ¿Es esa cosa que dan los caballeros a sus señores? Ya recuerdo… —se burlaba sin reparo— es cuando los protegen y aconsejan… que aburrido.
Diannel miró a los tres escoltas del marqués Helshen, notó de inmediato que provenían de familias nobles. Esos hombres estaban calmados a pesar de haber insultado a su señora, porque ella no solía refutar esos comentarios. Por eso sonreían de oreja a oreja junto al marqués mientras aumentaban los insultos y la pena hacia los comandantes. Sir Alexander se cansó y justo cuando tomó las fuerzas necesarias para exigir a gritos respeto hacia la duquesa, ella actuó primero.
—Giovanni, mata a estos escoltas.
Antes de que cualquiera de los presentes pudiera reaccionar ante esas palabras, Giovanni desenvainó su espada, avanzó rápido hacia los escoltas, pasando de lado al marqués que sintió el filo de la muerte. Entonces, con todo el deseo de su corazón, mató a los escoltas del marqués. Al primero le cortó la cabeza, al segundo lo apuñaló en el corazón y, casi al mismo tiempo, tomó su daga para apuñalar la garganta del tercero, quien se ahogó en su sangre hasta morir.
“Que espectáculo tan sangriento, me trae recuerdos”.
—Susan, mi abanico. Hace tanto calor por primera vez en este ducado —la doncella obedeció—. Maydi, ¿se arruinó mi peinado?
—¡Para nada, mi señora! —Respondió alegremente— ¡Nada opacaría su belleza, un muerto más no cambiara eso! —miro de reojo al marqués con una sonrisa peligrosa.
—¡¿Cómo se atreve a…?! —Jeremy no pudo decir nada más.
—Giovanni, detén al marqués —y el obedeció, retuvo al hombre con solo una mano—. Ahora mátalo. —y el escolta se preparó para eso.
—¡Espere…! —exigió el marqués asustado.
—Alto —dijo Diannel aun tranquila—, mejor tíralo al piso —Giovanni obedeció—. Susan dale tres cachetadas. La doncella ni siquiera lo pensó dos veces, avanzó y levantó la mano para golpear al hombre que insultó a su señora tres veces—. Maydi, pisa su mano —la joven, sonriente como siempre, piso su mano con su tacón y no lo levantó hasta que Diannel se lo ordeno—. Es suficiente, limpia tu espada con el pañuelo del marqués. Mientras el escolta decía eso, los comandantes no sabían cómo reaccionar ante lo que vieron. Pero ninguno deseaba ayudar al noble tirado en el suelo, más bien soportaban las ganas de matarlo— ¿Lealtad honorable? Prefiero esta lealtad, marqués Helshen. Una lealtad obediente, rápida y sin preguntas ni dudas.
—Duquesa —Maydi miro el suelo—, debería tomar distancia, la sangre podría ensuciar su sus zapatos. Suerte que el vestido no toca el suelo.
Diannel avanzó hacia el marqués, las doncellas reaccionaron rápido. Susan tomó un mantel de una mesa pequeña para que su señora no pisara la sangre. Y Maydi revisaba el vestido por si la sangre habría salpicado en alguna parte.
—Marqués Helshen —y la duquesa cruzó los brazos con una sonrisa traviesa, luego agito su abanico—. Espero que con esto recuerde sus modales, aunque no me molestaría educarlo otra vez. Pero no soy tan mala, sobre su seguridad, que un comandante lo acompañe de regreso, ¿le parece?
—¡¿Cree que dejaré pasar esto por alto?!
—¿No aprendió nada? Puedo educarlo una y otra vez aquí mismo el tiempo que sea necesario. Porque, estimado marqués —se inclinó un poco, con su abanico levantó la barbilla de Jeremy y le susurro— ¿Quién va ayudarlo aquí sabiendo lo que hizo? Es muy descarado de su parte pedir ayuda a estos hombres sabiendo a quien son leales al duque que usted desprecia.
La arrogante mirada del marqués desapareció por completo, sus ojos se desviaron a los hombres detrás. Los comandantes lo veían igual que anoche: furiosos. Eso le dio a entender que ninguno movería un dedo para detener a la duquesabastarda.
“No hicieron nada cuando este hombre mató a mis escoltas. No harán nada…”
—Por su seguridad, será vigilado… oh, perdón, quise decir: cuidado por el 5° comandante de. No le molesta, ¿verdad, sir Hans?
—Para nada —Hans avanzó hasta el marqués—. Prometo vigilarlo cada segundo que permanezca en el castillo hasta que llegue a su mansión.
—Sin duda llegara a salvo a su gran mansión si lo escolta un comandante. Y no cualquiera, sino alguien que hasta fue amigo del duque desde su infancia.
“Cierto, dos de ellos son plebeyos y amigos de ese bastardo”. Jeremy sentía las intenciones asesinas del 5º comandante y luego vio al 3º, sir Thomas, quien sonreía ante su humillación.
Aunque Diannel y Hans no se toleraban, compartieron un breve momento divertido en molestar a un enemigo en común. Además, para el 5° comandante sería una ventaja ver de cerca la propiedad Helshen y estudiar su seguridad.
—Bien, la ceremonia ya va a comenzar y espero verlo ahí.
Los presentes se fueron detrás de la duquesa, el marqués Helshen se quedó solo con tres cadáveres. En el camino, Luis no paró de hablar sobre lo impresionado que quedó. Giovanni se sentía orgulloso, como Susan. Solo Maydi exclamaba la estupidez del marqués en insultar a su señora. Pero no todos los comandantes no compartieron su felicidad.
—Fue muy peligroso lo que hizo —dijo angustiado sir Cristian—. El marqués Helshen es un hombre peligroso que sin duda tomara represalias por esta amenaza y humillación.
—Por eso lo hice —respondió la duquesa—. Un hombre como él no se vengará exigiendo justicia. Hará algo tonto y ustedes, comandantes, estarán ahí para atraparlo en medio de sus negocios. Tomará tiempo, pero al menos ya comencé el punto de partida.
—¿Se esta usando como carnada, duquesa? No puede hacer, se pone un gran peligro.
“¿Gran peligro? Por favor, enfrente a hambrientos salvajes por años, el marqués Helshen es como un niño para mí. ¿Un verdadero peligro? Creo que ese seria su santidad”.
tengo esa interrogante que no me deja en paz
pero con la mayor sinceridad digo que amo está pareja