Cielo Astrada de 23 años, ha soportado el desprecio de su esposo Gabriel Romero y su familia por años, creyendo que su amor y sumisión eran la clave para mantener su matrimonio. Sin embargo, cuando Gabriel decide divorciarse para casarse con su amante y la familia de él la humilla, Cielo revela su verdadera identidad: una mujer poderosa con un pasado oculto de riquezas e influencias.
Despojándose de su rol de esposa sumisa, Cielo usa su inteligencia y recursos para construir un imperio propio, demostrando que no necesita a nadie para brillar. Mientras Gabriel y su familia enfrentan las consecuencias de su arrogancia, Cielo se convierte en un símbolo de empoderamiento y fuerza para otras mujeres
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capitulo 3: La noche de Bodas
Gabriel Romero no era alguien que aceptara la derrota fácilmente, pero la decisión de su abuela Matilde lo había dejado sin opciones. La orden de casarse con Cielo Astrada, bajo la amenaza de perder su herencia, lo había obligado a tomar decisiones dolorosas y precipitadas. La más difícil de todas fue romper con Isabel, la joven con quien había compartido una relación cómoda y sin complicaciones. Gabriel sabía que Isabel no era el amor de su vida, pero su compañía le había proporcionado una estabilidad que ahora se veía forzado a abandonar, lo que lo encolerizaba porque nunca le habían dicho que hacer.
La conversación con Isabel fue una de las más difíciles que Gabriel había tenido. Al principio, ella no comprendió por qué él, de repente, estaba poniendo fin a su relación. Cuando finalmente le explicó la situación, la noticia la devastó o eso era ante los ojos de Gabriel.
Isabel, que siempre había sido comprensiva y dulce, no pudo contener las lágrimas. Gabriel, a pesar de su aparente indiferencia, sintió una punzada de culpa y tristeza. Sabía que estaba destruyendo cualquier posibilidad de un futuro con ella, y esa realidad le pesaba más de lo que esperaba.
Isabel, con el "corazón roto", decidió irse al extranjero, buscando alejarse de la situación y empezar de nuevo. Verla partir fue un golpe para Gabriel, quien se quedó solo, sintiendo el vacío de su partida.
La boda con Cielo fue un evento sencillo y privado, muy diferente a lo que Gabriel había imaginado para su matrimonio. No hubo grandes celebraciones ni fastuosos banquetes. Solo una pequeña ceremonia, marcada por la presencia de su abuela y unos pocos familiares cercanos. Matilde, con su habitual firmeza, se aseguró de que todo se llevara a cabo según sus términos, sin permitir que Gabriel mostrara siquiera un indicio de oposición.
El único recuerdo tangible de la boda fue una foto, una imagen que capturaba perfectamente la disparidad entre los sentimientos de los recién casados. En ella, Cielo deslumbraba amor y felicidad, con una sonrisa radiante que iluminaba su rostro. En contraste, Gabriel aparecía con una expresión fría y amenazante, sus ojos reflejaban una mezcla de frustración y resignación. La imagen se convirtió en un símbolo de lo que su matrimonio representaba: una unión forzada y desprovista de amor genuino.
Esa noche, la tensión y el resentimiento que Gabriel había acumulado encontraron una salida en el alcohol. Durante la recepción íntima, comenzó a beber copas de vino una tras otra, tratando de ahogar sus pensamientos y emociones.
A medida que la noche avanzaba, Gabriel se sintió cada vez más abrumado por la situación. El peso de las expectativas de su abuela, la pérdida de Isabel y el desprecio que sentía hacia Cielo lo llevaron a buscar consuelo en el alcohol.
Cuando finalmente se retiraron a la habitación nupcial, Gabriel estaba visiblemente borracho. Cielo, aún con su sonrisa amable, intentó mantener la calma, pero Gabriel se comportó de manera errática. La tensión en el ambiente era palpable, y Cielo, aunque preocupada, trató de manejar la situación con la mayor gracia posible. Sin embargo, en su estado de embriaguez, Gabriel dejó salir su frustración de una manera inesperada. En un arrebato impulsivo, se acercó a Cielo y, sin mediar palabras, la besó.
Lo que comenzó como un gesto impulsivo y casi agresivo se transformó en algo más. Gabriel, atrapado en una mezcla de emociones confusas y el efecto del alcohol, continuó avanzando. Cielo, sorprendida y confundida, inicialmente se resistió, pero pronto cedió ante la situación. Aquella noche, consumaron su matrimonio de una manera que ni él ni ella habían anticipado. Fue un momento cargado de una extraña combinación de pasión y desesperación, un reflejo del torbellino emocional en el que ambos estaban inmersos, pero al ser la primera vez de Cielo, Gabriel sin saber tomo de una manera brusca su virginidad, ella no chisto porque no quería hacerlo enojar, ella se había enamorado de él desde que lo vio dando una exposición y diversas veces en la universidad, pensó que este hombre era muy inteligente y guapo, por eso se había metido en todo este lío, cuando la abuela Matilde se lo propuso lo acepto, ya que nunca se había sentido de esa manera con nadie, pensó que poco a poco él también la aceptaría, entonces se entregó a él esa noche para ser suya.
A la mañana siguiente, Gabriel se despertó con una resaca terrible y un sentimiento de arrepentimiento. El acto de la noche anterior lo dejó sintiéndose aún más atrapado y confundido. Había cruzado una línea que nunca pensó que cruzaría y ahora, enfrentaba las consecuencias de sus acciones, Mientras observaba a Cielo dormir a su lado, no pudo evitar notar la mancha de sangre en la cama, luego paso a sentirse aún más resentido. Para él, ella seguía siendo la causa de su situación, y esa percepción lo llevó a reafirmar su decisión de mantenerse distante y frío.
Así, el matrimonio de Gabriel y Cielo comenzó en una nota compleja y contradictoria. Gabriel, envuelto en sus propios demonios internos y prejuicios, se negó a ver más allá de sus propios sentimientos, mientras que Cielo, con la esperanza de un futuro mejor, intentó adaptarse a una situación que nunca imaginó. Ambos estaban atrapados en una unión que parecía destinada al conflicto, con un camino incierto por delante.
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