Emiliano y Augusto Jr. Casasola han sido forjados bajo el peso de un apellido poderoso, guiados por la disciplina, la lealtad y la ambición. Dueños de un imperio empresarial, se mueven con seguridad en el mundo de los negocios, pero en su vida personal todo es superficial: fiestas, romances fugaces y corazones blindados. Tras la muerte de su abuelo, los hermanos toman las riendas del legado familiar, sin imaginar que una advertencia de su padre lo cambiará todo: ha llegado el momento de encontrar algo real. La llegada de dos mujeres inesperadas pondrá a prueba sus creencias, sus emociones y la fuerza de su vínculo fraternal. En un mundo donde el poder lo es todo, descubrirán que el verdadero desafío no está en los negocios, sino en abrir el corazón. Los hermanos Casasola es una historia de amor, familia y redención, donde aprenderán que el corazón no se negocia... se ama.
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Jugada de Tina
¡Mariana era toda una mandamás! Desde joven, quería encargarse del rancho y la cooperativa familiar, así que estudió Agronomía con ganas porque sentía la tierra como parte de ella. Pero, sabía que las cosas estaban cambiando y que el campo no solo se trabaja con las manos, sino también pensando, así que también estudió Finanzas. Y ahí conoció a Carlos.
Carlos era un tipo callado, con gafas grandes, el pelo siempre revuelto y los dedos llenos de tinta o grasa de la compu. Lo suyo eran los códigos, los programas y las redes raras del internet. Mariana, que era curiosa y siempre quería saber más, vio en él un buen amigo. Entre clases y cafés, Carlos le enseñó todo sobre cómo moverse en internet, usar herramientas digitales, ciberseguridad y hasta algunos trucos de hacker bueno.
Lo que empezó como una amistad se convirtió en algo más fuerte. Mariana le contaba sobre las cosechas, la tierra y cómo manejar a la gente en el campo, y Carlos le explicaba el mundo digital, desde invertir en acciones gubernamentales hasta cómo seguirle la pista a movimientos raros en los bancos.
Gracias a él, Mariana no solo sabía mucho de agricultura, sino también de finanzas y tecnología. Entendía el mercado como entendía el cielo antes de una tormenta. Ser experta en tantas cosas la hacía diferente: amaba la tierra, pero también pensaba en el futuro.
Y aunque después se separaron, Mariana siempre se acordaría de Carlos como ese chico raro que le mostró un mundo que nunca pensó que conocería.
Carlos cumplió lo que prometió. En poco tiempo, le mandó a Mariana un reporte detallado, claro y preocupante. Lo abrió en su laptop, sentada en su oficina con vista al campo, el mismo que juró cuidar desde chica. Se puso seria al leer cada línea.
Román Ortega.
Ex-jefe de finanzas de Global Holdings.
Diez años trabajando bien... o eso parecía.
El reporte decía que su error fue ser ambicioso. A escondidas, se robó mucho dinero, cambió balances y contó secretos que pusieron a la empresa en problemas varias veces. Lo hacía con cuidado, como si todo estuviera planeado.
Pero lo peor fue esto:
Abuelo de Javier Ortega.
Javier, que trabaja en Global Holdings desde hace ocho años, en el área de contabilidad. Él era el que mandaba el dinero a cuentas en otros países a nombre de Román Ortega... y de Agustina (conocida como Tina Valverde.
A Mariana se le hizo un nudo en el estómago al leer ese nombre.
Agustina.
Lo dijo en voz baja, para ver cómo sonaba. Le parecía conocido. Cerró los ojos un momento, tratando de acordarse de algo, pero no reconocía a nadie con ese nombre.
—Carlos —dijo Mariana agarrando su celular y marcando—, necesito que me busques todo lo que tengas de Agustina Valverde. Su vida, sus cuentas bancarias, dónde ha trabajado, su familia... todo.
—Ya estoy en eso —respondió Carlos al toque—. Y Mariana... ten cuidado. Si lo que estoy viendo es verdad, esta mujer no solo es cómplice... ¡puede que sea la que está detrás de todo!
Mariana apretó los labios. Sentía esa mezcla de enojo y ganas de hacer algo que solo sentía cuando alguien quería dañar lo que tanto le costó proteger.
—Entonces no voy a parar hasta que todos sepan la verdad —dijo para sí misma.
A lo lejos, los campos seguían creciendo, sin saber el problema que se venía. Pero Mariana sí lo sabía. Y si los Ortega pensaban que iban a jugar con su familia y con la empresa... ¡no sabían con quién se metían!
Le llegó un mensaje al celular con un archivo raro. Mariana lo abrió con la clave especial que Carlos le había enseñado hace unos meses. Cuando el documento se abrió en la pantalla, sintió un escalofrío.
El título del informe decía:
AGUSTINA VALVERDE
Nombre completo: Agustina Valverde Rosales
Edad: 53 años
Dónde vive ahora: No se sabe
Estado: Libre, pero vigilada por la justicia.
Mariana tragó saliva. Leyó en silencio, viendo cómo todo empezaba a tener sentido.
Relación con la familia Casasola:
Ex novia de Martín Casasola.
Anduvieron un tiempo cuando eran jóvenes, pero terminaron el día de su boda hace más de treinta años.
Parece que también anduvo a escondidas con Esteban Valdovinos, amigo de Martín Casasola.
Ahí fue cuando todo cambió.
Problemas con la ley:
La culparon de secuestrar e intentar matar a una bebé recién nacida.
El caso se cerró hace más de 25 años porque tenía contactos en la justicia.
La víctima: la hija de Martín Casasola y Dalia Gutiérrez.
Pasó 12 años en la cárcel.
La soltaron por buen comportamiento, pero la están vigilando.
Mariana sintió que se quedaba sin aire. ¿Su papá había estado de novio con una mujer así?
Carlos la llamó enseguida. Su voz sonaba más seria que de costumbre.
—Sé que es difícil de creer, pero tenías que saberlo. Esta mujer no solo sabe de nombres importantes, empresas y cuentas secretas... ¡También tiene una historia fea con tu familia!
—¿Y Esteban? —preguntó Mariana enojada—. ¿Todavía se ven?
—No sé, pero creo que sí. Hay movimientos raros entre sus cuentas y algunas transferencias pequeñas que podrían ser pagos escondidos.
—Carlos, si Agustina es la que está robando el dinero de mi familia... y Esteban la ayuda, ¡esto es más personal de lo que pensábamos! Quieren la empresa, pero también a nosotros.
—Exacto. Y lo peor —agregó Carlos preocupado—, es que si ya secuestró una vez... ¡podría hacerlo de nuevo!
Mariana cerró la laptop de golpe. Sus ojos, llenos de furia, prometían venganza.
No iba a dejar que Agustina Valverde, ni nadie, tocara a su familia. Ni a la empresa. Ni a la historia que tanto les costó construir.
Y si para pelear contra ellos tenía que hacer cosas malas... ¡estaba dispuesta a hacerlo!
Mariana no esperó. Estaba furiosa. Cerró su computadora, se levantó de su escritorio y fue directo a la sala, donde su papá tomaba café con su mamá, Dalia, y su abuela, Analía.
—Necesito hablar contigo —dijo con voz seria, pero sus ojos echaban fuego.
Martín la miró sorprendido por su tono. Dalia notó que le temblaban un poco las manos. Analía, que estaba tejiendo, dejó caer las agujas al escuchar a Mariana.
—¿Qué pasa, hija? —preguntó Dalia.
Mariana no respondió. Se dirigió a su papá.
—¿Quién es Agustina Valverde para ti?
Se hizo el silencio. Las palabras cayeron como una bomba. Martín apretó la taza con fuerza. Dalia se puso pálida. Analía se enderezó en su sillón y su cara se puso dura, como si el pasado la golpeara.
—¿Por qué preguntas por ella? —dijo Martín, pero ya sabía que su hija había descubierto algo.
—Porque tengo pruebas —respondió Mariana con la voz temblorosa—. Porque está robando dinero de la empresa, y porque su nombre aparece en un caso secreto... ¡como secuestradora de una bebé! Quiero la verdad, y la quiero ahora.
Dalia miró a Martín preocupada.
—Martín... ¡Otra vez esa mujer no!
Martín dejó la taza con cuidado. Se levantó y les pidió que lo escucharan. Mariana cruzó los brazos, temblando. Analía rezó, como si tuviera miedo de lo que iba a escuchar.
—Hace más de treinta años —empezó Martín con la voz ronca—, antes de conocer a tu madre... yo estaba de novio con Tina Valverde. Era una mujer inteligente, ambiciosa, encantadora... y peligrosa. Yo no lo veía. Estaba ciego. Pensé que la amaba, y por un tiempo fui feliz. Pero Tina quería controlarlo todo. Hasta que el día, que iba a casarme con ella, los encontré juntos en la misma cama, a Tina y a mi mejor amigo Esteban, después me vine para el rancho y aquí conocí a la amiga de mi infancia y nos enamoramos. Hija, desde que esa mujer me engañó y me usó no he tenido nada que ver con ella, amo a tu madre es el amor de mi vida, ¡mi apoyo!
—¿Te usó? —susurró Analía, que ya sabía parte de esa historia, pero nunca la había escuchado completa.
—Sí. Fingió amarme para manipularme. Cuando llegué al rancho decidí dejar todo atrás... Tina se enojó, Esteban la había dejado y me buscó antes de casarme con Dalia. Quiso hacerme creer que estaba embarazada.
Dalia se tapó la boca, Mariana se tensó.
—¿Ese hijo era tuyo? —preguntó Mariana con el corazón latiéndole fuerte.
—No —respondió Martín—. Entre tu abuelo y yo investigamos, ella quiso hacerme creer que sí. Luego, cuando se supo que el padre era Esteban, todo empeoró. Tina se puso celosa y resentida. Vino al rancho a pedir lo que según ella le correspondía. Pero tu madre la echó con una escopeta en la mano, es muy astuta.
Cuando tu mamá quedó embarazada, todos fuimos muy felices, pensamos que Tina se había olvidado de nosotros, pero el día que nació la bebé... ¡intentó matarla! La secuestró del hospital, trató de escapar con ella. Dijo que si no podía tenerme, nadie tendría esa hija. Por suerte la atraparon a tiempo. La bebé sobrevivió. A Tina la condenaron, aunque parte del juicio se mantuvo en secreto por los contactos de su familia con algunos jueces.
—Esa bebé... —dijo Mariana con la voz temblorosa— ¿quién era?
Dalia bajó la mirada.
—Eras tú.
El mundo se detuvo Un momento. Mariana retrocedió. Dalia se levantó como si necesitara sostener a su hija. Analía lloró en silencio.
—¿Qué... qué estás diciendo? —tartamudeó Mariana.
—La historia que siempre contamos es que naciste en casa, rodeada de nosotros —dijo Martín acercándose—. Pero la verdad es que naciste en un hospital, en medio del caos. Dalia casi se muere del susto cuando le dijeron que te habían robado de los brazos de una enfermera. Fueron horas de angustia. Horas. Tina intentó escapar contigo en brazos... dijeron que estaba loca, pero yo siempre supe que era pura maldad. Quiso destruirnos.
Mariana estaba muy confundida. Le temblaban las manos. Sentía frío, calor, rabia, asco y un miedo que ahora entendía. Esa sensación que la había acompañado desde niña, esas ganas de proteger lo suyo con uñas y dientes... venía de más adentro de lo que creía.
—¿Y ahora volvió? —preguntó enojada.
—Sí —dijo Martín con tristeza—. Y si lo que dices es cierto, si está robando la empresa... entonces esto ya no es solo un problema de plata.
—Es personal —dijo Mariana furiosa—. Y no voy a permitir que esa mujer me toque de nuevo. Ni a mí, ni a ninguno de nosotros.
Estaba más enojada que nunca.
Y esta vez... ¡no iba a esperar a que Tina hiciera algo!
,muchas gracias