Aksel Klutzberg no es el típico alfa de cuento. Es delgado, su forma de lobo es más pequeña que la de cualquier otro líder, y su vida está lejos del lujo o la admiración. Se convirtió en alfa siendo apenas un adolescente, cuando sus padres lo abandonaron para ir en busca de sus mates, dejándole solo una nota y una manada al borde del colapso.
Hoy, Aksel vive en la casa principal de la manada, pero prefiere usar los pocos recursos que le quedan para reparar los hogares de los demás, pagar estudios, cubrir gastos médicos y mantener unida a su gente antes que comprarse un par de pantalones nuevos. Trabaja en la única ferretería que lograron salvar, sobrevive a base de esfuerzo y sarcasmo, y no ha tenido tiempo —ni espacio— para enamorarse.
Lo último que espera es encontrar a su mate. No está listo para el amor, ni para compartir una vida que a duras penas sostiene.
Pero el destino no espera a que estés preparado.
Y Aksel está a punto de enredarse más de lo que nunca imaginó.
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La verdad que se desenredó
Me despierto con la mejor sensación del mundo: el olor de mi mate cerca. Me acomodo apenas y la abrazo con más fuerza. Cuando abro los ojos, lo primero que veo son los suyos, esos ojos celestes tan bonitos que me dejan sin aire.
—Hola, lobito dormilón —me dice con una sonrisa y empieza a darme besitos por todo el rostro, sin tener idea del efecto que eso tiene en mí.
—Hola, preciosa... ¿Dormiste bien? —pregunto, con la voz todavía algo ronca.
—Sí. Eres muy cálido... y tienes una linda expresión cuando duermes —me contesta.
—¿Me has estado mirando mientras dormía? —le digo, sorprendido.
—Sí... Me desperté temprano y... me puse a pensar en todo lo que ha pasado. Supongo que ahora me explicarás un poco más, ¿verdad? —dice, con ese tono suave que me desarma.
—Claro que quiero contarte todo, preciosa —le aseguro.
—Aksel... —me llama bajito.
—Dime, amor.
—Después de que Josh tuvo ese ataque de ansiedad... y lo internaron... —empieza, bajando la mirada hacia mi pecho— tuve que hacerme cargo de la empresa unos días.
Recuerdo lo que me contó Josh. Supongo que ella quiere que sepa su parte. Le acaricio la espalda, en silencio, dejándola seguir.
—Un accionista apareció en el despacho... exigía ver a Josh. Dijo que estaba dispuesto a negociar... que nos vendería sus acciones y no a la competencia —dice despacio, con los hombros tensos—. Le expliqué que yo estaba a cargo en ese momento... y entonces me entregó un sobre.
Hace una pausa larga. Noto cómo se le acelera el corazón.
—Eran fotos. De Josh… con alguien más. En una situación muy íntima. Muy privada —confiesa con la voz bajita, como si se sintiera culpable por haberlas visto.
Trago saliva. River gruñe en mi cabeza.
—No sabía qué hacer… Era obvio que si Josh veía eso... lo destruiría. Así que... intenté negociar. Le ofrecí dinero por las imágenes originales… y por las acciones. Aceptó.
La escucho con atención, sintiendo una mezcla de rabia y admiración.
—Fui al día siguiente con el dinero, los papeles… y un experto en informática. Para asegurarme de que no quedaran copias, de que no pudiera chantajearnos después. Él revisó redes, bases de datos… incluso colocó una alerta si llegaba a filtrarse algo.
Su voz tiembla.
—Cuando todo terminó, salimos del edificio. Subí a mi auto… y de ahí no recuerdo nada más.
Siento sus lágrimas mojando mi pecho. Levanto su rostro con cuidado. El dolor en sus ojos me parte el alma.
—No tienes que seguir, preciosa. Estoy contigo. Siempre —le susurro mientras limpio sus lágrimas.
—Cuando desperté... vi su rostro. El de ese accionista. Solo sentía miedo… y confusión. Me habló con una voz fría. Cruel. Me dijo que quería vengarse de mi familia... por algo que habían hecho. Pero que alguien se le había adelantado... y había causado el accidente que mató a mis padres —dice mirándome, como si esperara que la juzgue, pero todo lo que quiero es abrazarla más fuerte.
—Me dijo que no soñara con tener una vida normal… que mi familia tenía demasiados enemigos. Que no me extrañara si algo le pasaba a Josh… o a mí.
Mi corazón se aprieta. ¿Cómo puede hablar de esto sin quebrarse?
—Durante días traté de convencer a Josh de que nos fuéramos. De empezar de nuevo en otro lugar… pero él no quiso. Quería mantener viva la memoria de nuestros padres, conservar su legado… Yo lo entendía, pero… no podía más. Tenía miedo.
Vuelve a apoyar su cabeza en mi pecho.
—No quise volver nunca a la empresa. No quería saber nada de eso. Pero Josh… Josh se sintió herido. Me apartó. Me dejó sola con todo lo que estaba sintiendo.
Yo la abrazo con todo lo que tengo. River llora por dentro, igual que yo.
—No aguanté más… Empecé a hacer planes para irme. Sola. A otro país. Pensaba desaparecer.
Hace una pausa.
—Pero el día de mi cumpleaños... me llegó un sobre. Dentro había unas pastillas… y una carta. Decía que tenía dos opciones: usarlas con Josh... o tomarlas yo. Porque, según él, solo uno debía vivir para sufrir en vida.
Se rompe al decirlo. Su voz ya no puede sostenerse.
—Así que… no lo dudé. Las tomé yo.
Solloza. La envuelvo más fuerte entre mis brazos. Quiero romper el mundo por ella.
—Zafiro… mírame, preciosa. Nunca dejaré que nadie te lastime otra vez. Liam protegerá a tu hermano. Yo te cuidaré a ti. Están a salvo ahora. Te lo prometo.
Ella se aferra a mí. Me pregunta si la odio por haber sido tan cobarde.
—Claro que no —le digo, antes de besarla con cuidado.
Por el enlace, River interviene con ternura desbordante.
—Te amamos mucho, preciosa. Eres nuestra mate. Nadie volverá a hacerte daño. Estamos orgullosos de ti. Orgullosos de que sobreviviste, de que volviste a sonreír.
Ella se queda abrazada a mí. Me susurra que no se lo diga a Josh.
—No lo haré. Eso depende de ti, preciosa. Cuando sientas que puedes… que quieres… se lo cuentas. Josh te va a entender. Y Liam va a estar ahí, con él.
Asiente despacio, y entonces empiezo a contarle lo mío. Cómo me convertí en alfa. Lo que pasó con mis padres. Lo que creemos que ocurrió con mi madre.
Ella me escucha sin interrumpir.
—Entonces… si le informas al consejo que ya me encontraste, ¿ellos darán un plazo para mantener a la manada? —pregunta con curiosidad.
—Algo así. Primero tengo que hacerte mi Luna… y que vean que estás marcada —le explico, sintiendo cómo el calor sube a mis mejillas.
—¿Y cómo es eso de la marca? —pregunta, ya toda sonrojada.
Intento explicárselo sin morir de vergüenza. River, por supuesto, se ríe y mete su cuchara.
Ella solo suelta un "oh" cada vez que entiende algo. Está preciosa.
Nos hemos pasado la mañana acurrucados. Miro mi cuarto y me dan ganas de llorar. Debería haberlo decorado o algo… comparado con su casa, esto parece un basural.
—Creo que mi estómago va a gruñir de hambre —me dice divertida.
¡Demonios! No ha comido desde ayer. ¿Cómo se me pudo pasar eso?
—Aksel… —me llama mientras yo me maldigo mentalmente.
—River, cariño… dile a Aksel que se ve atractivo cuando está concentrado —le dice por el vínculo.
La escucho perfectamente y me congelo. La miro. Ella me sonríe.
—¿Así que solo soy atractivo cuando pienso? —le digo, divertido.
—Lindo cuando te sonrojas… atractivo cuando te quedas mudo… y… —no termina. Me deja colgado.
Me lanzo sobre ella y empiezo a hacerle cosquillas.
—¡Confiesa! ¡No me dejes así!
—Y definitivamente eres muy sexy cuando andas por ahí desnudo —dice entre risas.
Mi cara arde. Intento esconderme pero ya es tarde. Ella empieza a gritar de emoción mientras me llena de besos.
River aúlla de felicidad.
Sin pensarlo, me giro con ella y termino encima. La veo palidecer… y después sonrojarse. Respiro hondo. Quiero que se sienta segura. Me levanto con ella en brazos. Planeaba cargarla estilo princesa, pero ella se ha enrollado como koala.
—Aksel… —me susurra al oído.
—Dime, preciosa.
—Gracias por escucharme. Por quedarte. Por darme tiempo para adaptarme.
—De nada, mi vida. Eres mi mate, mi todo. Esperaré lo que necesites.
—Aún tengo un poco de miedo… pero me gusta cuando te doy besitos y te sonrojas —me dice, avergonzada.
—Oh, preciosa, no sabes cuánto me gustas… Pero si no bajamos a desayunar, juro que te voy a dar esa mordidita.
—Solo si yo también puedo morderte —me contesta, ronca.
Eso fue... ¿una promesa? River se retuerce de la emoción.
Decido bajarla y le doy un beso en el cuello, dejando una marca roja. Ella se ríe. Voy a buscarle ropa. Solo lleva mi camiseta, que le queda hasta el muslo… y se ve espectacular, pero no quiero que nadie la mire.
Bajamos a la cocina. Ella observa todo y yo solo puedo pensar que esta casa no se compara con la suya. Ni con su mansión en la ciudad.
—¿Aksel? —me llama, tirando de mi camisa.
—Sí, mi vida —le digo, al ver su carita avergonzada.
—Es obvio que soy un desastre en la cocina… y tú también. Pero… prometo aprender, al menos tu comida favorita.
Mi cabeza se llena de imágenes de ella cocinando para mí, aunque prenda fuego la cocina. Estoy a punto de decirle que no se preocupe, que comería cualquier cosa que haga, cuando Rosa aparece.
—Mi Luna, no se preocupe por eso. Yo me encargo encantada. Siéntense, ya les traigo el desayuno —dice feliz.
Zafiro se tensa. Tal vez no recuerda a Rosa del día anterior. Me adelanto.
—Rosa era amiga de mis abuelos… hace poco encontró a su mate —le explico.
Ella mira a Rosa con los ojos muy abiertos, luego me mira y la vuelve a mirar.
—Ella apenas parece tener 30 años como puede ser amiga de tus abuelos.-me pregunta
—Mi luna gracias por el cumplido, tengo 160 años, pero si me hubieras conocido hace un mes parecía una doña de 50 años-le dice rosa riendo.
—Los lobos tenemos una vida muy longeva, por lo general dejamos de envejecer a los 28 o 30 años, pero después de tiempo si no encontramos a nuestro mate empezamos a envejecer lentamente.—intento explicarle
—Entonces, ella ya encontró a su mate y digamos que fue su dosis de colágeno? — pregunta curiosa, a lo que Rosa y yo empezamos a reír.
—Si mi luna, aunque yo diría que la dosis es mutua.—Le dice Rosa con una sonrisa—Ya mis niños siéntense de una vez.
Rosa nos sirve el desayuno, me doy cuenta que Rosa se a esmerado y posiblemente haya usado mas recursos para agradar a su Luna, y que bonito suena que le digan Luna a Zafiro.
—Gracias Rosa! esto esta delicioso.— Le dice Zafiro y puedo ver que esta con los ojos como queriendo llorar.
—Oh mi Luna, no tiene que agradecer, ¿por que esta llorando, se que mi comida es rica pero no para tanto?.—le dice y se acerca a consolarla.
—Mi madre siempre nos preparaba el desayuno a mi hermano y a mi, y me has hecho acordar a ella.— le dice mi luna.
Rosa abraza a Zafiro y le dice que con gusto ella siempre le preparara un rico desayuno, Zafiro dice que no la engría mucho que se va a acostumbrar, y ambas empiezan a reír.
—Mi luna— le dice Rosa—Cuando quiera yo le enseño a cocinar lo que le gusta al alfa, y no se preocupe soy buena enseñando.
—¡Gracias!— le dice Zafiro y la abraza.
me encantó la personalidad de este alfa