Tutora De Un Rebelde

El domingo llegó y con él un sin fin de problemas.

Una vez que regresé de la feria la noche anterior y me dispuse a revisar mi teléfono, luego de un buen baño y una breve charla con mi madre; encontré una cantidad considerable de mensajes en el chat de mi novio. Desde "Me tienes descuidado" pasando por "¿Tienes a otro en tu vida?" hasta "Ng me dajez por fuvar" es decir, "No me dejes, por favor"

Tras leer el montón de frases incoherentes, decidí que lo mejor era llamarle, pero no quiso atender. Revisando mis redes sociales, supe que se había ido de fiesta a una discoteca de la ciudad en la que se encontraba. No podía ver a alguien más, solo aparecía él en las imágenes. Todo tenía más sentido. Me había escrito en un estado de poca sobriedad.

Un sentimiento de enojo comenzó a invadirme desde lo profundo de mi ser. Y me molestaba aun más saber que estábamos lejos el uno del otro y no podía encararlo y hablarle.

Llamé muchas veces sin éxito, pero Javier iba a escucharme si o si.

Cada vez que alguien me invitaba a salir o yo planeaba algún paseo con mis amigos, debía informarle de ello con muchos días de anticipación, incluso si corríamos el riesgo de cancelar. Si no lo hacía, o surgía un plan en el momento, Javier se ponía como loco y me recordaba cuánto odiaba que le avisaran tan pronto. E incluso aseguraba que yo se lo ocultaba a propósito, dudando de mí al pensar que también le escondía otro tipo de cosas. Su desconfianza me lastimaba...

Sin embargo, aun si cumplía con su voluntad o no, el resultado era el mismo: una rotunda venganza. Consistía en irse de parranda con supuestos amigos o compañeros de trabajo sin avisar, embriagarse a más no poder y luego justificar sus acciones afirmando que es por mi culpa. Cuando este tipo de cosas ocurrían, más ganas de acabar con la relación tenía. ¿Era eso lo que quería por el resto de mi vida?

No obstante, mi madre siempre había dicho que la clave para una relación larga y exitosa era la comunicación efectiva y la resolución de conflictos. No podía dejarme llevar por los impulsos del momento. Y como tal cosa no estaba funcionando, terminé optando por negarme a salir y divertirme para evitar posteriores peleas.

Una llamada entrante me sacó de mis pensamientos. Me asomé por la ventana y contesté.

—Muy bonito, Javier.

—No grites que me duele la cabeza.

—Qué bolas tienes tu de decirme eso. ¿Con quién estabas? ¿Una mujer, quizás? ¿Qué celebrabas?

—Nada. No celebraba nada ¿no puedo salir con mis compañeros? Me lo merezco después de tanto trabajar. Éramos varios, no estaba solo con una mujer. ¿Y por qué me reclamas si tu también saliste a pasar el rato con tus amiguitos?

—¡Pero yo te avisé, por Dios! ¡Y no fui a beber ni a bailar con desconocidos! Tu los conoces a ellos.

—A ellos, no sus intenciones.

—No empieces, no sabes lo que dices. Lo mismo podría pensar de esos compañeros tuyos. ¿Por qué ninguno apareció en alguna de tus fotos? ¿Por qué ocultarlos?

—Son mis redes sociales y yo decido que poner y que no. Y no quise que ellos aparecieran.

—Claro, que conveniente.

—Helen no te llamé para discutir, sino para saber de ti. Es tu problema si quieres creerme o no.

—Pero yo no puedo saber de ti. Tu vida debe mantenerse como un misterio—repliqué.

—Ya te dije todo. Fuimos a relajarnos un poco luego de varios días de trabajo intenso. Ahora dime. ¿Cómo te fue?

—Bien.

—¿Qué hicieron?

—Comer dulces. Era una feria, te dije.

—¿Y Lilly?

—No se. Ayer se empezó a sentir mal y Daniel la llevó a casa.

—¿Y tu?

—Estoy bien gracias.

—Deja la odiosidad, Helen. Se seria. Entonces, ¿Quién te llevó a casa? ¿O acaso regresaste sola tan tarde? Te dije que eso era muy peligroso para una mujer tan bella como tu.

—Me acompañaron, Javier. Leo lo hizo.

—¿Y ese es?

—Mi estudiante.

—El niño.

—Ese.

—¡Eso es como andar sola, Helen! Un mocoso no te cuidará.

—Leo se tomó la molestia aun si tuvo miedo de que le pudiera pasar algo durante el camino. Y eso se agradece, Javier. Puede ser un niño, pero es serio y responsable.

—Oh. Entonces un niño te ha encantado.

—No confundas las cosas. Nunca dije eso.

—Sí tan segura te sientes con él, dímelo y no te estorbo más.

—¿Preferías que Iván me acompañara? Porque estoy casi segura de que te habrías puesto muy celoso. Leo es un niño, por Dios. Ni siquiera me ve así. Para él solo soy su tutora tirana. Él debe de tener alguna novia en el colegio, está en la edad—se quedó callado sin saber qué decir.

—Voy a almorzar. Tomaré una sopa para aliviar la resaca. Hablamos más tarde, cariño.

—Sigo enojada contigo.

—Y yo te sigo amando—añadió antes de colgar.

Solté un fuerte suspiro. Regresé a la cama y me acosté boca arriba, perdida en mis pensamientos mientras miraba el blanco techo de mi habitación.

Mi teléfono me avisó de un nuevo mensaje. De mala gana, lo tomé y averigüé quien era. La sorpresa me hizo reaccionar de golpe.

"Hey. Te veo mañana. Ten piedad de mi, tirana"

Una pequeña risa se escapó de mis labios. Leo aparecía en el momento indicado. Es como si de alguna manera supiera que necesitaba algo que me mejorara el humor.

"Lo pensaré. Si te portas bien, quizas y te ganes un premio" fue lo que respondí.

Leo era un buen muchacho, no dudaba de ello, solo necesitaba ser estimulado.

Y en un abrir y cerrar de ojos, el lunes llegó.