el mundo de los sueños se despliega en toda su gloria: nubes formadas por palabras flotan en un cielo etéreo, un río de luz líquida serpentea hacia un bosque oscuro y ominoso en el horizonte, y formas abstractas se mezclan con paisajes imposibles. La niña parece semitransparente, lo que indica que se encuentra atrapada entre los dos mundos.
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El Laberinto De Las Verdades
Al cruzar el portal, Emma se encontró de pie ante un inmenso laberinto. Los muros no estaban hechos de piedra o setos, sino de espejos. Cada superficie reflejaba una versión de ella misma: en algunas, parecía más joven; en otras, mayor y más sabia. Algunas versiones la miraban con tristeza, otras con ira, y otras con una serenidad que le resultaba extraña.
El suelo bajo sus pies era translúcido, como si estuviera caminando sobre una fina capa de cristal que dejaba entrever un vacío infinito. En el aire flotaba un silencio opresivo, roto solo por el eco de sus pasos.
Un susurro resonó desde algún lugar en el laberinto.
—Este es el Laberinto de las Verdades. Aquí enfrentarás todo aquello que has ocultado incluso de ti misma.
Emma giró rápidamente, buscando la fuente de la voz, pero no vio a nadie.
—¿Quién habla? —preguntó, su voz temblando ligeramente.
—Soy la voz de tu conciencia —respondió el susurro—. He estado contigo todo este tiempo, pero ahora, debes escucharme más que nunca.
Emma tragó saliva y dio su primer paso hacia el laberinto. A medida que avanzaba, los espejos parecían cobrar vida. Las imágenes reflejadas se movían por su cuenta, mostrando momentos específicos de su vida.
En uno de los espejos, vio a una versión de sí misma discutiendo con Clara, su mejor amiga. La Emma reflejada estaba furiosa, gritando palabras que apenas recordaba haber dicho.
—¿Por qué siempre tienes que ser tan egoísta, Clara? ¿No ves que también tengo mis propios problemas?
La verdadera Emma se detuvo, sintiendo una punzada de culpa.
—¿Eso fue real?
La voz de su conciencia respondió suavemente.
—Fue una verdad que preferiste olvidar, porque te dolía demasiado aceptarla.
Emma apartó la mirada y siguió adelante, pero los espejos no la dejaban escapar tan fácilmente. En otro reflejo, vio a Ethan, su hermano, sentado en su habitación con la cabeza entre las manos. Ella estaba fuera de la puerta, escuchándolo llorar, pero nunca entró.
—No puedo lidiar con esto ahora —se escuchó decir a sí misma en el reflejo.
Emma apretó los puños, sintiendo una mezcla de vergüenza y arrepentimiento.
—No sabía qué hacer.
—A veces, no hacer nada es también una decisión —respondió la voz—, y esas decisiones también tienen consecuencias.
El laberinto parecía interminable, y cada paso que daba la enfrentaba a otra verdad dolorosa. Pero algo comenzó a cambiar. A medida que avanzaba, las imágenes se volvían más complejas, mostrando no solo sus errores, sino también sus logros.
En un espejo, vio la noche en que se quedó despierta ayudando a su madre con un proyecto importante, a pesar de estar agotada.
—Siempre estás ahí cuando más te necesitan —dijo la voz con un tono cálido.
En otro, se vio consolando a un compañero de clase que había perdido a su mascota.
—Tu compasión es una de tus mayores fortalezas, Emma.
Las palabras le dieron un pequeño rayo de esperanza. No todo lo que veía era doloroso; había partes de ella que valían la pena, que eran buenas.
Finalmente, llegó al centro del laberinto. Allí, encontró un gran espejo que no mostraba su reflejo, sino una puerta tallada con intrincados grabados. En el marco de la puerta, una inscripción brillaba con letras doradas:
“Solo la verdad completa te liberará.”
Emma se detuvo frente al espejo, sabiendo que esta era la última prueba.
—¿Qué debo hacer? —preguntó en voz alta.
La voz respondió:
—Debes enfrentarte a ti misma, no solo a tus errores, sino también a tus virtudes. Reconoce quién eres, con todo lo que eso implica.
Emma respiró hondo y miró su propio reflejo en el espejo.
—No soy perfecta —dijo, su voz firme pero temblorosa—. Cometí errores. Lastimé a las personas que amo, y a veces fui cobarde.
El espejo comenzó a brillar, como si sus palabras tuvieran un poder propio.
—Pero también soy alguien que se preocupa por los demás. Alguien que quiere arreglar lo que rompió. Soy fuerte, incluso cuando siento que no lo soy.
El brillo del espejo se intensificó, y la puerta se abrió lentamente, revelando un pasaje bañado en luz.
La voz habló una última vez, suave y llena de orgullo.
—Has aceptado la verdad, Emma. Ahora estás lista para avanzar.
Emma cruzó la puerta, sintiendo que algo dentro de ella había cambiado. Había enfrentado sus mayores temores, pero también había encontrado su fuerza. Lo que le esperaba más allá era incierto, pero por primera vez, sentía que podía enfrentarlo.
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