Imagina un mundo donde lo virtual y lo real se entrelazan, y tu supervivencia depende de tu habilidad para adaptarte.
Aquí conoceremos a Soma Shiro, un joven gamer que recibe un misterioso paquete que lo transporta a NightRage. En este mundo, debe asumir el papel de guerrero, aunque con una peculiaridad, lleva una espada atorada en la boca.
NightRage no parece ser solo un juego, sino un desafío extremo que pone a prueba sus límites y su capacidad para confiar en los demás. ¿Logrará Shiro encontrar la salida, o quedará atrapado en este mundo para siempre?
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Capítulo 19
Por su parte, KingZard había descendido sobre los aposentos de un reino majestuoso. El palacio que se erigía frente a él estaba cubierto de tonos negros y morados, una construcción que, si bien no inspiraba terror a primera vista, imponía una sensación de poder. Sus altas torres se alzaban hacia el cielo como garras que intentaban arañar las estrellas, y las ventanas, aunque luminosas, irradiaban un brillo etéreo.
La entrada principal estaba flanqueada por estatuas imponentes, esculpidas con tal detalle que casi parecían vivas.
KingZard, aún montado sobre la espalda de Leviatán, acarició su monstruosa montura, sintiendo el poder vibrar bajo sus dedos. A pesar de su frustración por la reciente búsqueda, había una ligera sonrisa en su rostro. Leviatán, en respuesta a la caricia, emitió un sonido profundo y resonante que hizo eco en las
paredes del palacio. KingZard levantó la mano, despidiendo a la bestia.
—Puedes irte. —dijo con voz firme.
Al instante, un círculo arcano similar al que había invocado antes apareció bajo Leviatán, y la bestia comenzó a desaparecer gradualmente, su cuerpo siendo absorbido por el símbolo místico. Con un último rugido bajo, Leviatán fue tragado
por el suelo, desvaneciéndose hasta no dejar rastro alguno. KingZard suspiró con cansancio mientras avanzaba hacia el interior del palacio,
sus pasos resonando en los grandes pasillos.
Las paredes estaban decoradas con tapices de colores apagados, los suelos, de un mármol negro brillante, reflejando su figura mientras avanzaba, sus botas golpeando el suelo con un ritmo constante. Mientras caminaba, su rostro, que
había mostrado placer al ver a Shiro, se torció en una mueca de frustración.
A pesar de haber encontrado a su "presa", había fallado en su verdadera misión. Entró en una gran sala iluminada por candelabros que flotaban suavemente en el aire. En el centro de la sala, esperándolo con elegancia, estaba una mujer de
belleza intimidante y presencia imponente. Su cabello era largo y rubio, cayendo como un manto sobre su espalda. Vestía una túnica decorada con calaveras plateadas que brillaba con la luz de los candelabros. Aunque su rostro mostraba una serenidad helada, sus ojos ardían con un brillo intenso que sugería un poder descomunal. Esta era “Seraphina, el Jinete de la Muerte”
—¿La encontraste? —preguntó Seraphina, con su voz suave pero cargada de autoridad. Sus ojos se fijaron en KingZard, escaneando su expresión.
KingZard, marco una mueca amarga, mientras avanzaba hacia ella.
—No. —respondió con un tono frío—. La Fruta de Eva no estaba ahí. —Su voz estaba cargada de irritación.
A pesar de sus esfuerzos, ese objeto seguía fuera de su alcance.
—Seguiré buscando antes de que caiga en manos equivocadas.
Seraphina asintió, pero su mirada se estrechó levemente, percibiendo la mezcla de frustración y excitación en el comportamiento de KingZard.
—Espero que lo consigas pronto. —dijo con un tono más firme—. Sabes que él no será indulgente si fallamos. Y no solo a ti, sino a todos nosotros.
KingZard, aún enfurecido por su fracaso, suspiró profundamente. Se llevó una mano a la frente, frotando sus sienes como si algo más lo perturbara.
—Lo sé, lo sé... —dijo con cansancio, pero una ligera sonrisa apareció en su rostro mientras hablaba —Pero encontré algo más. —Los ojos de Seraphina se alzaron con curiosidad —Pude presenciar cómo mi próxima presa se manifiesta
en este mundo. —Su voz estaba cargada de una extraña emoción, como si la expectativa de cazar a Shiro fuera un placer tanto como una obsesión.
Seraphina arqueó una ceja, sorprendida por la intensidad de la excitación de
KingZard.
—¿Shiro, ¿verdad? —dijo, cruzando los brazos—. Así que es cierto que él ha llegado a este mundo. —No pudo evitar sonreír, aunque con una mezcla de satisfacción y advertencia —Eso es bueno para ti, pero no te distraigas con tus juguetes. La Fruta de Eva es tu prioridad.
El brillo en los ojos de KingZard se oscureció por un momento. Frustrado, suspiró y se pasó una mano por el cabello, despeinándolo levemente.
—Lo sé, Seraphina... lo sé. —gruñó, irritado por la constante presión.
—Deberías reforzar tu concentración, KingZard —dijo Seraphina, con un tono algo más suave, notando el desgaste emocional en él —No podemos permitir que pierdas el control.
KingZard frunció el ceño, tensando la mandíbula. Se quedó en silencio por un momento, hasta que finalmente habló.
—Si...eso empezó a molestarme de vuelta. —admitió, mientras se llevaba la mano al pecho —Mi alma... ese maldito… —Hizo una pausa, cerrando los ojos con incomodidad —Necesito que refuerces la magia de mi alma. Eso
está comenzando a interferir otra vez...
Seraphina, aunque acostumbrada a su comportamiento, lo miró con cierta preocupación. Suspiró y, sin decir nada más, alzó una mano. Un resplandor azul y negro comenzó a envolver la sala mientras ella concentraba su poder,
invocando un hechizo La luz en la habitación se intensificó, y el cuerpo de KingZard empezó a temblar.
Un dolor agudo recorrió su alma, haciendo que su rostro se contrajera en una
mueca de sufrimiento. A pesar de su poder y arrogancia, KingZard parecía vulnerable en ese instante, como si el peso de su propia alma fuera una carga que no podía manejar por sí mismo.
Pero mientras el resplandor envolvía la sala,
la oscuridad dentro de él parecía afianzarse más profundamente.