Teresa sentía la necesidad de castigarse por todo lo que había hecho, pues no se sentía con derecho a vivir. Cada día, cada noche se lamentaba por la vida que había tenido, por haber tomado malas decisiones que la llevaron a terminar en un agujero en donde se sentía asfixiaba cada día. El desespero y la culpa fueron tan grande que Teresa decidió terminar con la angustia. Siendo las once y cincuenta y cinco de la noche, mientras sus compañeras de celdas dormían, Teresa tomo la sabana que cubría el colchón duro en el que se acostaba cada noche, y camino hasta los barrotes que la separan de la libertad. La sabana hacían presión en su cuello, dejándola sin aire, dolía mucho, pero no se detuvo, su blanco rostro se enrojece, luego se fue poniendo morado, poco a poco iba abandonando ese mundo que había sido cruel con ella, mientras eso pasaba en su cabeza se repetía a sí misma “En la otra vida, debo hacerlo bien”. Así Teresa dejo ese mundo, en el que no encontró la felicidad.
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VOLVERE POR ELLA.
La policía llegó al lugar, en donde Juan y Diego tenían retenidos a los culpables de lo ocurrido, Eduardo ya se encontraba consiente.
_ Joven Sáez, sabe usted la gravedad del asunto.- le hablo uno de los agentes.
Pero este no respondió nada, a la final sabia que estaría en serios problemas, pues aún debía responder sobre la demanda impuesta por haber grabado a Violeta.
Los policías lo llevaron a una de las patrullas, para ser llevado a la estación y seguir el debido proceso.
_ Díganle a Violeta que volveré por ella, ella me pertenece, y será mi mujer.- les dijo Eduardo a Diego y Juan.
_ Eres un maldito.- le grito Diego.
Eduardo sonrió, él había perdido la cabeza por Violeta, así que no permitiría ella alguien más estuviera con ella.
…
VIOLETA.
Acaba de entrar al baño, cuando escuché que alguien más ingreso, no le di importancia, hasta que vi por el reflejo del espejo la persona que estaba parada de tras de mí. Eduardo lucia un poco demacrado, incluso golpeado, sabía que esos golpes eran provocados por su padre, pero se lo merecía por haber sido un imbécil.
_ Que haces aquí.- le dije sin demostrar el miedo que me consumía.
_ Quería verte.- me respondió.
_ Pues ya me viste.- le respondí.
Él se fue acercando a mí, así que me gire para quedar de frente a él.
_ No te me acerques Eduardo.- le dije con molestia.
_ Por qué hora te molesta que me acerque, si hace solo unas semanas, amabas que te tocara.- él estaba muy cerca, tanto así que podía sentir su aliento a alcohol.
_ Eso era antes, tú muy bien lo dijiste, ahora deseo que estar lo más lejos posible de ti.- trate de alejarme, pero me arrinconó contra el lavado.
_, Pero que cambio amor, aún nos amamos, o es por ese bastardo.- me dijo.
No sabía de quién hablaba, pero tampoco me importaba, lo único que quería era alejarme de él.
Así que con mi rodilla golpe su entre pierna, él se dobló del dolor, así que aproveche para correr a la puerta, pero por esta ingresaron dos tipos que me tomaron de los brazos y me llevaron de nuevo a donde él se encontraba.
_\, pero qué traviesa.- me dijo con dificultad._ No vulvas hacer\, piensa en nuestros futuros hijo.
El muy maldito sonreí de una manera que me hacía sentir un horrible escalofrío, los tipos que me sujetaban, me recostaron a la pared sin soltarme, Eduardo se acercó a mí e intento besarme, pero yo voltee.
_ Violeta, ahora eres mi mujer, yo fui tu dueño, así que no hagas las cosas difíciles.- me susurro al oído.
_ Estás loco.- le respondí.
El agarre de esos sujeto era suerte, sentía que mis brazos dolían, pero aun así no deje de luchar par soltarme. Una mano de Eduardo bajo a mi vestido, podía sentir, sus dedos, tocar mi feminidad, mientas que con su boca besaba y lamia mi cuello.
En mi mente, llego una imagen que había prometido dejar en el pasado, una imagen que marcho lo que fue mi vida anterior, ese maldito hombre y su rostro llegaron ami mente. Quería gritar, pero mi garganta no respondía, lo peor de todo era que en mi mente podía escuchar las voces risa de mis padres, esos malditos que me habían vendido a ese asqueroso hombre.
Mi mente se nubló y prácticamente dejé de ver y de escuchar, solo sentía como mi cuerpo temblaba.
Pude escuchar una voz, conocida, una voz que me llenaba de paz, una voz, que amaba, también pude sentir sus brazos rodearme, era él, era Manuel, el hombre que siempre había deseado que me protegiera.
Él estaba ahí, para mí, para proteger, era tan irreal, que no salía de mi asombro, me aferre a él, como si mi vida dependiera de él, pues en este mundo en el que a veces me sentía sola, él era el único conocido, así que el que estuviera a mi lado, lo era todo.
Todo paso tan rápido, que cuan o vi ya estaba en casa, en mi habitación, en mi lugar seguro, Manuel seguía a mi lado, y no tenía intención de dejarlo ir, así que le pedí que no me dejara sola.
_ No me dejes sola.- le susurro.
_ No lo haré, así que no te preocupes.- él respondió.
Su padre llegó y me reviso, tenía algunos hematomas en mis brazos, provocados por el fuerte agarre de esos malditos hombres, pero nada más, nada de lo que tuvieron que preocuparnos.
…
Santiago salió, después de revisar a violeta, Javier y Margaret esperaban ansiosos, pues temían que Eduardo haya logrado hacerle daño.
_ Como está.- pregunto Javier.
_ Físicamente, solo tiene unos hematomas, nada más.- respondió Santiago, sentándose en el comedor.
Margaret le entrego una tasa de té, y un plato con algunas galletas.
_ Él no.- Margaret quería preguntar si Eduardo había logrado abusar de ella, pero tenía hacer la pregunta.
_ No te preocupes, no logro hacer nada.- respondió Santiago.
Javier y Margaret suspiraron llenos de alivio.
_ Ella está muy afectada, así que se aferra a Manuel, como un medio de protección, yo recomiendo que por hoy la dejemos descansar, así que si no les molesta, dejen que Manuel esté con ella, por lo menos hasta que se sienta más tranquila.- sugirió Santiago.
_ Yo no tengo ningún problema con eso.- contestó Javier.
_ Yo tampoco.- agrego Margaret.
_ En ese caso, yo me iré, si necesitan cualquier cosa no duden en llamarme.- finalizo Santiago.
_ Amigo, no sabes como te agradezco todo lo que haces por nosotros.- dijo Javier dándole un abrazo.
_ Sabes que eres como un hermano, así que no agradezcas, porque siempre estaré para ustedes.- le contesto él.
_ Gracias.- dijo Margaret.
Javier acompañó a su amigo, a la puerta, después de verlo marcharse, subió con su esposa a la habitación de su hija. Ella se había quedo dormida, abrazando a Manuel.
_ Lo siento ella.- Manuel se sentía penado, no quería que sus tíos fueran a pensar mal.
_ No te preocupes, seríamos nosotros los que deberíamos disculparnos contigo.- dijo Javier.
_ Nada de eso, tío.- contesto él.
_ Manuel, si no te molesta, podrías quedarte con ella esta noche.- lepidio Margaret.
_ No ahí problema.- respondió él.
Margaret, lo ayudo a quitarse los zapatos y el abrigo, ya que le era casi imposible por la forma que Violeta está abrazada a él.