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Welcome To The Imgard

Welcome To The Imgard

Status: En proceso
Genre:Romance / Venganza / Intrigante / Época / Traiciones y engaños / Sherlock
Popularitas:475
Nilai: 5
nombre de autor: Nijuri02

En el elegante y exclusivo Imperial Garden (Imgard), un enclave de lujo en el Londres de 1920, la vida de las doce familias más ricas de la ciudad transcurre entre jardines impecables y mansiones deslumbrantes. Pero la perfección es solo una fachada.

Cuando un asesinato repentino sacude la tranquilidad de este paraíso privado, Hemmet, un joven detective de 25 años, regresa al lugar que dejó atrás, escondido tras una identidad falsa.
Con su agudeza para leer el lenguaje corporal y una intuición inquebrantable, Hemmet se sumerge en el hermético círculo social de Imgard. Mientras investiga, la elegancia y los secretos del barrio lo obligan a enfrentarse a su propio pasado.

En Imgard, nada es lo que parece. Y cada elegante sonrisa esconde un misterio.

NovelToon tiene autorización de Nijuri02 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo Dieciocho: Aviso

"Cuídate de las palabras bonitas y armoniosas. Esas bocas que las sueltan esconden demasiado veneno bajo los colmillos".

Atte: Mamá

​El primer golpe fue una patada con el lado externo del pie. Hemmet cubrió su cara con el brazo derecho y empujó. Todavía en el aire, el anciano saltó, girando en el aire y lanzando otra patada con el lado interno del otro pie. Hemmet volvió a cubrirse, pero con más dificultad.

​El anciano había quedado un poco indefenso, pero la sorpresa del detective lo había dejado pensativo.

​—¿Qué pasa? —preguntó Marcus con voz tranquila, sin agitarse. —¿Ya te vas a rendir?

​Hemmet guardó silencio, conmovido por la sorpresa. Creía que debía contenerse con un hombre de su edad, pero se había equivocado. No era cualquier hombre. Eso le preocupaba aún más, pero en el fondo...

​«¡Esto va a ser divertido!», pensó con un sobresalto. Su sonrisa de oreja a oreja lo exponía.

​Ambos se lanzaron, agresivos pero sin perder la tranquilidad. Ninguno lograba conectar un golpe; justo en el momento en que podrían, su oponente esquivaba, desviaba el ataque o simplemente se cubría.

​Marcus utilizaba principalmente sus pies, atacando por debajo del detective para derribarlo.

​«¿Cómo puede agacharse tanto con su edad?», pensó Hemmet. Las gotas de sudor caían por su frente. Por primera vez en mucho tiempo, lo estaban acorralando. Decidió retroceder.

​—¿Eh? ¿Vas a retroceder? —dijo Marcus con tono burlón. —Ni siquiera me acertaste un golpe. Pienso que te estás conteniendo. Es de mala educación, ¿no lo sabía, joven Fareyn?

​—Es usted asombroso —por fin habló Hemmet. —Hacía mucho tiempo que no me tenían acorralado.

​—¡Entonces muéstrame... —exclamó Marcus, abriendo los brazos de par en par. —¡Quiero conocer tu mejor técnica, Johan Fareyn!

​Hemmet soltó una mueca, cerró los ojos y respiró profundamente. Unos segundos después, volvió a utilizar la postura que había usado peleando contra el grandulón en aquel pozo de mala muerte. Extendió su brazo derecho apuntando a Marcus. Contrajo el otro brazo y apuntó con su mano hacia arriba, con una pierna por delante y la otra por detrás.

​Mireia entendió lo que pasaba. «Wing Chun», dijo para sí misma.

​—Van a ir con todo esta vez —Alegó preocupada.

​Marcus, por su parte, se sentía extraño.

​«Esa postura... la recuerdo de algún lado», pensó.

​El anciano adoptó una postura de kung fu, listo para recibir el ataque de su oponente; quería esperar al detective...

​«¿Dónde la vi? ¿Quién la usó?», sus pensamientos continuaban, pero lo distraían.

​Hemmet atacó con su mano derecha apuntando hacia arriba, su mano izquierda cerrada. Atacaba y defendía a gran velocidad. Marcus usaba la fuerza de Hemmet a su favor, devolviendo cada ataque con la misma o incluso más fuerza con la que los recibía.

​La pelea llevaba veinte minutos. Se estaba extendiendo mucho más de lo que sería un simple duelo amistoso. La distracción de Marcus por sus pensamientos intrusivos le había hecho perder el control de su kung fu. Hemmet arremetió hacia adelante, provocando el tropiezo torpe del anciano. Un golpe final y el duelo se terminaba. Marcus entregó su mejilla izquierda, sin forma de defenderse.

​—Creo que gané —susurró Hemmet. Su puño izquierdo se había frenado a milímetros del rostro de su oponente.

​La agitación de ambos provocó que se desplomaran en el suelo. Jadeaban, pero sin perder su sonrisa de satisfacción.

​—Hacía años que... no peleaba así —sollozó Marcus sin fuerzas.

​—Lo mismo digo... Tiene un estilo único e interesante, señor.

​—Me distraje un poco... —dijo Marcus, logrando levantar su cuerpo. —Su técnica me trajo recuerdos de un oponente antiguo.

​—Bueno... —continuó Hemmet, levantándose del suelo. —No debo ser el único que usa esas artes marciales.

​Ambos seguían agitados, sosteniéndose de las rodillas, bañados en transpiración. Sus camisas blancas, ahora empapadas, dejaban ver sus músculos.

​—Deberían ir a ducharse —dijo Mireia, mirando hacia un costado para evitar dejarse llevar por la vista frente a ella.

​Las 20:00 horas habían llegado y la cena estaba servida. El salón comedor mantenía las armas de decoración. El mantel de la mesa era blanco con una tela larga y angosta que iba de una punta a la otra, por supuesto, de color rojo.

​—Usted me cae de maravilla, detective Fareyn —exclamó Marcus con felicidad, cortando y masticando un pedazo de carne.

​—Llámeme Johan, por favor —dijo Hemmet desde la mitad de la larga mesa. A su lado, Mireia cenaba en silencio, mientras Lena lo hacía desde la otra punta.

​—Deberíamos repetir el duelo algún otro día, ¿qué le parece, Johan?

​—Sería un placer.

​La cena fue satisfactoria; las charlas triviales y las risas compartidas generaban un ambiente agradable para el detective. En ninguna otra casa había sentido tanta calidez.

​—¿Sabe, señor Johan? —inquirió Marcus. —Hay algo que deseo mostrarle como... forma de gratitud.

​—No debería molestarse, señor...

​—Insisto —exclamó el señor, levantándose de la silla. —¿Podría acompañarme un momento?

​Hemmet miró a su compañera y se levantó, siguiendo a Marcus.

​—Si nos disculpan un momento... —saludó el hombre a las jóvenes, agachando levemente su cabeza.

​Llegaron a una habitación. Parecía una biblioteca. Marcus corrió una de las repisas hacia un costado, revelando una puerta secreta.

​—Adelante —dijo.

​Hemmet asintió y pasó por delante. El largo pasillo era oscuro y angosto. Unas antorchas antiguas iluminaban el camino desde las paredes.

En su caminata, Marcus hablaba. —Quería enseñarle este lugar para que confiara un poco en mí. Sé que vino a resolver un caso de suma inquietud en nuestro querido Imgard. Digamos que esta es mi forma de mostrarle una de las más preciadas fortunas de la familia Ramsey.

​—Agradezco su sinceridad, señor Marcus. Pero creí que su familia se sostenía gracias a sus fábricas textiles.

​—Oh, eso es solo un poco de lo que hacemos. Quiero que vea nuestro verdadero negocio, el que la gente busca realmente. Pero tranquilo, tenemos reglas y acuerdos. No podemos meternos con nadie de este barrio y todos nuestros movimientos son legalmente acordados y bien vistos por todos.

​Los hombres llegaron al final del pasillo. En frente había una baranda de metal. Hemmet se acercó y miró hacia abajo, sorprendido. Nunca había visto nada igual. Un pozo en forma cilíndrica, como el salón donde había peleado, solo que este era cinco veces más grande. El techo era una columna de vidrio, el dibujo del Carnero en aquel grueso cristal. Antorchas y candelabros alumbraban cada rincón del sitio.

​—¿Qué carajos...? —balbuceó el detective.

​—Verá, suponiendo sus habilidades, creo que se necesitarían diez luchadores bien entrenados para poder ganarle —comentaba Marcus a unos metros detrás de Hemmet.

​—¿Son... mafiosos? —preguntó el joven con voz temblorosa.

​Debajo, en el centro del lugar, decenas de hombres, vestidos como ninjas, entrenaban. Algunos cuerpo a cuerpo, otros con espadas, otros con katanas, otros con bastones de caballeros.

​—No exactamente, pero si quiere darle un nombre, use ese.

​Marcus se acercaba lentamente al detective.

​—Escuche, joven Johan. La única vez que mostré este lugar fue a un detective con el que compartí peleas como la que tuvimos hace unas horas. Era un gran hombre y me caía tan bien como usted. Por eso... —Marcus apoyó su mano en el hombro de Hemmet. —No quiero que lo tome como una amenaza, digamos que podría ser una advertencia, un pequeño aviso, ¿sí?

​Hemmet se mantuvo en silencio. Marcus se acercó a su oído y le susurró, con un tono estremecedor e intimidante:

​«Nunca, ni por sospechas o dudas...

​...te metas con los Ramsey».

1
Thaurusi
buen ritmo. siento que ba a pasar algo grande. quiero masss
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