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Caoba

Caoba

Status: Terminada
Genre:Completas / Malentendidos / Reencuentro / Matrimonio arreglado / Juego del gato y el ratón / Amor-odio / Viaje a un mundo de fantasía
Popularitas:176.5k
Nilai: 4.9
nombre de autor: thailyng nazaret bernal rangel

Cuarto libro de la saga colores.

Edward debe decidirse entre su libertad o su título de duque, mientras Daila enfrentará un destino impuesto por sus padres. Ambos se odian por un accidente del pasado, pero el destino los unirá de una manera inesperada ¿Podrán aceptar sus diferencias y asumir sus nuevos roles? Descúbrelo en esta apasionante saga.

NovelToon tiene autorización de thailyng nazaret bernal rangel para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

LAS TIERRAS DEL DUQUE

...DAILA:...

Al menos lo sabía a tiempo.

El duque no iba a darme amor y solo quería tratarme como a una de sus amantes, solo que siendo su esposa de nombre, pero no sería diferente conmigo, así no me iba a ilusionar con falsas esperanzas de que eso podría cambiar. No cedería ante nada, por mí podría arrastrarse desnudo, provocarme con sus palabras seductoras, pero yo no iba a entregarme a alguien como él.

Y si buscaba a sus amantes cuando el plazo terminara no me importaba, eso demostraría que yo no era nada importante y que su único interés era abrirme las piernas. Intenté ignorar el peso en mi pecho y la sensación amarga, tragando el dolor que me recorrió mientras subía las escaleras.

El duque era un infeliz, un idiota, me había condenado a un matrimonio sin amor y desdicha, solo para vengarse y ahora tenía el descaro de decir que no me haría daño, desde que me había reencontrado con él en el baile, fue una piedra en mi zapato. Para colmo, quería tener una amistad y que ridículo sonaba eso cuando nuestra relación era de esposos o por lo menos frente a la sociedad, pero ser amigos era tonto, los amigos no sentían esa chispa, ese fuego, no tenían pensamientos impuros, ni mucho menos procrear.

El respeto, eso estaba a juego, yo no podría soportar a alguien tan egoísta como para negarse al amor, para imponer y para faltar a su palabra de esperar a que estuviera dispuesta.

Tenía miedo de salir lastimada, de que si me entregaba las sensaciones me dominaran lo suficiente como para empezar a quererlo.

Por eso no podía, no tan pronto.

Quería que ese hombre estuviese loco de amor por mí.

— Señorita Daila — Me encontré a la ama de llaves en el segundo peso — Tenemos un recorrido pendiente ¿Está dispuesta o se siente muy... sofocada?

Mi rabia no podía esconderse.

— No, estoy dispuesta, no demoremos más ¿Por dónde empezamos?

Quería entretenerme en algo, haría ese recorrido para despejar mi furia, para calmarme.

— Por el primer piso, por supuesto.

Volvió hacia las escaleras y me encontré con el duque subiendo, pero lo ignoré completamente cuando pasó a mi lado.

Definitivamente, no tenía pudor ¿Cómo se le ocurría andar con esas fachas?

La ama de llaves se había atrevido a cuestionar mis pantalones, como si estuviese llevando enaguas, pero más escandaloso era ese hombre.

Empezamos el recorrido, la ama de llaves me mostró los pasillos, las habitaciones, había una biblioteca, varios salones para el té y las pláticas banales que tanto extrañaba. Le escribiría una carta a mis amigas, necesitaba verlas y que me visitaran para contarle todo mi fatídico destino.

También había un salón con instrumentos, como para dar veladas con música.

La cocina, era espaciosa, con muchos sirvientes trabajando y tres cocineros tan concentrados en las ollas sobre las estufas que no notaron mi presencia.

En la parte trasera del palacio había una terraza, con vista a los jardines y campos frondosos, perfecta para un desayuno al aire libre, luego me mostró las caballerizas y volvimos adentro para ir hacia el segundo piso.

— No ha mencionado nada sobre el palacio ¿Qué le parece?

— Impresionante — No mentí — Es todo un monumento.

Entramos en otro pasillo.

— ¿No piensa cambiar nada?

— ¿Cambiar? — Me detuve y asintió con la cabeza.

— Sí, remodelar algunas cosas, por algo que sea de su gusto, algún cambio de color y de adornos.

Observé las paredes — Pienso que todo está en su sitio, no hay nada que cambiar.

Hubo un destello de sorpresa en su rostro.

— Pero es su deber como duquesa cambiar algo y organizar de otro modo...

— El palacio está íntegro, hermoso, todo está en su sitio y yo no podría quitarle tal escencia.

— Es un alivio — Murmuró.

— ¿Por qué?

— Oh, digo que, su escencia es lo más importante.

Volvimos a caminar, había muchas más habitaciones y baños, también otros espacios para entretenerse.

En el tercer piso también.

— Eso es todo — Dijo la ama de llaves, mostrándome un mirador lleno de flores que daba vista a las tierras de Lord Edward, tan inmensas que me sentí pequeña.

— ¿Dónde está el lugar dónde entrena el duque? — Pregunté, extrañada de no encontrar ningún salón rústico, con armas colgando y espacios para ejercitarse.

— ¿Cómo?

— El duque mencionó que entrena ¿Dónde lo hace?

Se mostró confundida.

— ¿Para qué quiere saber eso?

— Quisiera ver.

Me observó en silencio — Es un pequeño salón que está detrás de las caballerizas.

— Pasamos por allí ¿Por qué no me mostró?

— No es apropiado que una dama éste en esos lugares y menos usted, mi lady.

Fruncí el ceño — Pero ésta es mi casa y no tiene nada de malo que eche un vistazo al lugar donde entrena mi esposo.

— Es un salón de entrenamiento, no tiene nada impresionante. Una mujer no haría gran cosa allí — Me dió una mirada de desaprobación.

Otra juzgadora.

— Lo que haga allí no es de su incumbencia, iré — Insistí, con tono autoritario — Es más, no necesito de su compañía, ya me sé el camino.

Se atravesó.

— Temo que deberá dejar para otro momento esa visita — Señaló al reloj en la pared de ladrillos rojos — Ya es la hora para sus labores diplomáticas con el duque.

Observé, faltaban diez minutos.

— Permiso.

Observó mis pantalones.

— Temo que no podrá llevar eso.

— ¿Por qué? — Elevé una ceja — Señora, es usted la ama de llaves, no mi madre.

— Solo trato de aconsejarla, tal vez en Hilaria estén permitidos llevar pantalones y los zapatos descubiertos, pero aquí en Floris hay otra tradición. Los vestidos o las faldas, no hay más opciones y si quiere que los arrendados vean en usted a una duquesa, tendrá que vestir adecuadamente, como una señora de la alta sociedad...

— No necesita decírmelo — La interrumpí y pasé por su lado.

Esa mujer era demasiado entrometida.

...****************...

Volví a la habitación, cambiando mi atuendo por una falda larga de color vino, con medias y unas zapatillas bajas.

Estaba molesta porque mi incomodidad había vuelto.

Bajé las escaleras, encontrando al duque en el vestíbulo, vestido con botas, chaqueta marrón, un chaleco del mismo tono y una camisa blanca.

Su expresión era seria, me detuve a su lado.

— Vamos — Se limitó a decir, un mozo abrió la puerta de la entrada y él emprendió su marcha.

Lo seguí, bajé las escaleras, pero no tomamos el largo camino recto que nos llevaba a los límites de la propiedad, tomó un sendero de la izquierda, pasando por los jardines hasta dejarlos atrás, el camino estaba cubierto de piedritas y nuestros zapatos crujían.

Al menos el día estaba fresco.

El camino se convirtió en césped de verde vivo y flores silvestres, pasamos árboles hasta que un muro quedó al descubierto y una puerta de reja con candado dado hacia otra inmensa extensión de tierra.

El duque sacó una llave de su bolsillo y la insertó en el candado.

Las bisagras de la puerta se quejaron, oxidadas.

El duque pasó al otro lado, sosteniendo la puerta para mí, haciendo un gesto con la mirada.

¿Ahora qué le sucedía? Era él quien había hecho su declaración de que no estaba interesado en el amor, no yo.

Parecía tenso e incómodo.

Cerró la reja, insertando el candado por uno de los espacios y volviendo a echar llave.

— ¿Es éste el camino hacia las tierras arrendadas? — Cuestioné, estábamos sobre una colina y abajo, a muchos metros, habían tierras sembradas, con casas pequeñas y humildes, en hileras.

— Es el más corto.

— ¿Esa gente sabe qué vamos a hacerles una visita? Todo parece silencioso y tranquilo.

— Mandé a un mozo a que anunciara nuestra visita. Es algo rutinario, así que no es necesario las caravanas, los banquetes y la música, esas personas viven de una forma más sencilla — Dijo, observando hacia los campos, con una expresión de anhelo, como si envidiara sus vidas — Solo tienen tiempo para el trabajo y eso está bien.

Su cabello se removió con el viento que subió por la colina.

Empezó a caminar por un sendero pequeño, de menos de cuatro pies de ancho.

Caminé tras él, levantando mi falda para no caerme por la superficie inclinada.

Jamás había estado tan cerca de los campesinos, tampoco de tierras sembradas.

Olía a especias, a tierra, a frescura, a excremento de animales y no era molesto, porque esos olores llegaban fugazmente, para que se abrieran a otras esencias.

Era lindo estar allí.

Las tierras sembradas estaban divididas por muros de palos y alambre, con sus propias casas y corrales.

El camino estaba un poco pantanoso, pero me sentí muy cómoda a pesar de que mis zapatillas se ensuciaron un poco.

Debí haberme puesto unas botas.

Había carretas a las orillas, con mulas y caballos mestizos atados a ellas. Escuché a los cerdos, afuera de una casa, comiendo restos de verduras, conchas de fruta y raíces.

Había chivos y ovejas comiendo la yerba de algunas parcelas.

Era una especie de aldea o mini pueblo, con solo unas diez casas.

Noté los campesinos, estaban reunidos en un espacio plano, después de pasar las casas.

Debajo de la sombra de un frondoso roble.

Había hombres, mujeres y niños, con ropas sencillas de tonos opacos. Tomaron una postura erguida, guardaron silencio y los niños se quedaron quietos cuando nos vieron acercarnos.

Había una mesa a un lado, repleta de verduras, frutas, trigo en semillas, quesos y botellas de leche, como un tipo de ofrenda o exhibición.

Todo lo que cultivaban.

Esa gente había hecho más que cada uno de los nobles que vivían cómodamente y tenían todo tan fácil.

Ellos si se merecían admiración, reverencias y riquezas, pero no la tenían.

Me sentía insignificante. Yo no era digna de tal atención y pleitesía.

Los campesinos hicieron una reverencia cuando Lord Edward se detuvo y yo me quedé a unos centímetros más atrás.

Un hombre salió del grupo y se aproximó. Era un hombre de aspecto bárbaro, con una altura y un cuerpo pronunciado, con brazos gruesos, llevaba una barba y el cabello rizado de color chocolate.

Daba un aire de fuerza descomunal, de cargar leña y mercancía, de labrar la tierra, era muy varonil y atrajo mi atención en seguida.

Hice una reverencia.

— Su excelencia, es un honor recibirlo — Dijo, sonriendo servicial — Soy el Señor Chester, uno de sus arrendados y represento a la comunidad de campesinos.

Edward Inclinó su cabeza y extendió su mano.

— Es un placer, Señor Chester, yo soy Lord Edward — Dijo él, con una expresión amigable, el Señor Chester dudó en tomar su mano, se limpió con la tela de su chaqueta de lona, pero Edward hizo el mismo gesto, sorprendiendo a todos los presentes y también a mí.

Había un gesto de humildad que ningún noble pensaría en hacer. No pensé que mi esposo fuese tan humilde, no con esa arrogancia y su suficiencia siempre marcada, ante esa gente parecía más cómodo, más sencillo, más humano.

El Señor Chester aceptó la mano, a pesar de su incomodidad.

— Ella es mi esposa — Dijo él, observándome, dedicando una sonrisa agradable, una que jamás me había dado ¿A caso estaba actuando para ganarse la confianza de esas personas? — La Duquesa Daila Delacroix.

El hombre me observó detenidamente, impresionado por mí.

Era atractivo, muy hermoso.

— Es un honor, Su excelencia — Se Inclinó en reverencia.

— También es un gusto, Señor Chester.

Él sonrió y sentí la mirada de Edward, pero decidí observar a todos los presentes, notando a los niños curiosos, a las madres y a los ancianos.

— Bienvenidos, duques de Slindar — Dijo el Señor Chester, ondeando su brazo a toda la tierra fértil.

Los campesinos aplaudieron.

— Gracias por toda la atención — Dijo Edward y todo volvió al silencio — Como bien saben, el título de mi hermano Guillermo y sus tierras, han pasado a mis manos, sé que no nos conocemos tan bien como mi fallecido hermano — Se llevó la mano al pecho — Pero espero que ésta bienvenida, sea la puerta a nuestra relación comercial.

— Gracias, mi lord, lamentamos la pérdida física del duque Guillermo — Dijo el Señor Chester, en representación de todos — Pero confiamos en que usted será un buen y justo terrateniente, es lo que esperamos.

Edward les dió una mirada firme.

— Es lo que tendrán, les doy mi palabra, de hecho, las formas de mi hermano no cambiarán, seguirán tal cual.

La gente se observó, con expresiones conformes y sonrisas optimistas.

— ¿El arriendo seguirá igual? Su excelencia — Intervino un anciano con sombrero de paja y barba larga.

— Por supuesto. Cualquier situación o problema que tengan con la siembra, pueden exponerla con total libertad.

La gente se acercó, ocuparon al duque, hablando a la vez. Él escuchó cada una de las quejas y preocupaciones.

Me quedé allí sin saber como ayudar, por más que quisiera no podía, desconocía todo sobre la siembra y los materiales que se utilizaban para la producción.

Creí que sería sencillo, pero era complicado.

Me ignoraron por un tiempo.

— Su excelencia — Dijo una mujer, embarazada y con delantal — Venga conmigo.

— Señora ¿En qué puedo ayudarle? —Me sentía útil y emocionada.

— Venga — La seguí hasta la mesa — Quiero que pruebe el queso hecho por mi esposo y por mí — Señaló hacia un trozo grande puesto sobre un plato — Claro, si no es mucha molestia y si gusta.

— No es molestia, voy a probarlo.

Tomó un cuchillo — ¿Está segura?

— Si, por supuesto.

Noté que sus manos se veían rústicas y que tenía un cuerpo fuerte a pesar del embarazo, que sus mejillas estaban rociadas por el sol y su cabello estaba atado con un rollo sencillo.

Aquí no había apariencias finas, era gente sencilla, como había dicho el duque, gente real y sin máscaras o falsedad.

— Es que me apena la falta de...

— Sería un honor para mí degustar su creación, me encanta el queso — Coloqué una mano en su hombro y parecía atónita ante mi comportamiento cariñoso.

Me picó un trozo de queso.

— Déjeme buscar un plato.

— No, está bien así, lo tomaré con la mano — Dije, tomando el queso y se tensó cuando me lo llevé a la boca, segura de que lo iba a detestar, lo probé, degustando — Está exquisito — Me cubrí la boca.

— ¿En serio? Su excelencia.

— Así es, es lo más rico que he probado — La observé sorprendida — ¿Todo esto lo cultivaron y crearon?

— Si, mi lady.

— Es impresionante — Expresé y me observó como si estuviera exagerando — ¿Se vende mucho?

— Sí, en el mercado de por aquí cerca y todo a muy buen precio.

Observé hacia el duque, pero se había alejado para recorrer las siembras junto a los hombres y ancianos.

No lo seguí, decidí quedarme con la dama.

— Me gustaría un poco de ese queso.

— Claro, con gusto se lo obsequiaré.

— No — Agité mis manos — Me refiero a comprarlo.

Abrió su boca — No, es un regalo, acepte.

— No lo puedo permitir, quiero comprarlo.

Frunció el ceño — Pero no es ninguna molestia para mí regalarle esto.

— Es fruto de su trabajo, debo hacerlo — Le tomé la mano.

La mujer se separó, como si hubiera hecho algo extraño.

— Disculpe, Su excelencia, voy a volver con mi hijo — Se excusó, hacia el grupo de niños que corría a lo lejos.

¿Dije algo malo?

Las personas siguieron mostrando sus verduras y el fruto de su trabajo, pasó lo mismo, ofrecí comprarla, pero no quisieron.

El duque volvió, pero siguió ocupado con la gente.

El Señor Chester se aproximó a la mesa.

— Su Excelencia ¿Está teniendo un buen recibimiento?

Era mucho más alto que Edward, imponente.

— Si, ha sido grato.

Observó la mesa — Las tierras del Duque de Slindar son fértiles y nos han dotado de alimentos para el consumo y la venta.

— Eso es muy satisfactorio.

— ¿Probó el queso? — Señaló con la mirada.

— Si, es un auténtico manjar.

— ¿La leche fresca?

— No tiene comparación.

— Me alegra que su impresión sea buena — Dijo, su voz estaba plagada de masculinidad.

— Muy buena — Aclaré mi garganta — Dígame, Señor Chester ¿Está prohibido qué nosotros compremos sus productos? — Agité mi cabeza cuando tensó sus hombros — Lo siento, no es una acusación, es que me he ofrecido, interesada en sus productos, para tenerlos en mi mesa, pero insisten en los obsequios.

Se apenó — Disculpe a mi gente, pero la generosidad y gratitud es propia de nosotros, el duque nos dió éstas tierras para sembrarlas y vivir en ellas.

— Pero, pagan por ello y se esfuerzan para cultivar, así que no está mal que yo quiera pagar como cualquier comprador.

— Es muy considerado de su parte, pero no rechace los obsequios, es símbolo de bienvenida.

— Está bien.

Le sonreí y me devolvió la sonrisa.

Giré mi vista y encontré a Edward observando junto al grupo de campesino que hablaban.

Apretó la mandíbula y su mirada irritada me provoca un escalofríos.

1
Mariela De Los Angeles Serrano
Es estresante cuando se hacen las dignas. El orgullo muchas veces no es bueno, porque al final terminas tragándose las palabras y mordiendo tu lengua
Eleonor Baker
Ella está bien, ella salvo a Lean y a su esposo...¿🤔Porqué no aceptar tantito que ella tiene razón?
Ness_Newt
Gracias por otra de tus historias. Recomendable toda la saga
Eleonor Baker
Que hermoso diálogo
Eleonor Baker
¡Esoooo carajo bien ahí! mínimo ya están parejos
Eleonor Baker
Uhhhh... Yo ahí, aviento la espada al suelo y le grito:Yo sola me desarmo ahí está, perdí porque quise y le quitas 1° El que el sea el que mande y establezca condiciones 2° Que no aceptas que no aclare y ojo eso aplica para todo
Eleonor Baker
¡Esoooo bien ahí! El ser rudo no quita que reconozca, esos son hombres
Eleonor Baker
Y la blusa que color era?
Gloria San Martin
pero si es la mamá de Edward y el viejo Delacroix la amaba,por qué al hijo lo odiaba? seguramente la esposa lo descubrió y tuvo que echarla y culpó al bebé.Cosas que a uno se le ocurren!!!
Gloria San Martin
que metáfora más linda !
laura valentina segura rueda
Excelente historia autora gracias
sandra martin
Autora no te olvides de la historia de los hijos por favor /Pray//Pray//Pray//Pray//Pray//Pray/
Dyjhons
jajajjajajajajajjajajaja muero
Stella Santabaya
Me encantó, me encantó,me encantó 😊💕🇦🇷
Noemi Alvarez
realmente la felicito autora, cada historia de la saga estuvieron maravillosas
Marleny Rodriguez
Normal
Marleny Rodriguez
Malo
SARITA carrasco ramos
tus cuatros historias lo máximo me mantuvo prendida /Kiss/
Blue 👻
Sinceramente ame todos los libros de esta saga, felicidades por tus historias✨❤️...sería genial ver una historia de los hijos de ellos djdjjdjd😂❤️✨
Blue 👻
buuu pensé que buscaba prometida para sus bebés sujddnjdd
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